tag:blogger.com,1999:blog-62849968303639530282024-03-14T01:55:19.606-05:00Ética y Moral de las Profesiones UCNPágina de trabajo del equipo de coordinación de ética de las profesiones del Departamento de Teología de la sede de Coquimbo de la UCN.
Coordinador: profesor Alejandro Cerda SanhuezaUnknownnoreply@blogger.comBlogger40125tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-43312526319356616592009-11-10T07:16:00.003-05:002009-11-10T07:47:58.910-05:00Economía y ÉticaCongreso de Ética 2009<br />Universidad Alberto Hurtado<br />ECONOMÍA Y ÉTICA<br />Joseph Ramos<br />Facultad de Economía y Negocios<br />Universidad de Chile<br /><br />Introducción<br />Si bien la economía moderna nace de la filosofía moral, la economía y la ética tienen<br />una relación incómoda. Por un lado, como cualquier otra actividad, la actividad económica es,o debe ser, regida por consideraciones éticas. Y el juicio ético habitual al respecto es bastante crítico. La actividad económica ha tendida a ser vista por la mayoría de pensadores al menos con sospecha si no como un claro mal, aunque tal vez un mal menor. En efecto, se considera que la actividad económica no sólo va dirigida a satisfacer los apetitos menos nobles del ser humano sino que apela a las motivaciones más bajas: en economías de mercado, al provecho propio. Es un avance solo en comparación con el sometimiento y explotación que caracterizaron las sociedades esclavistas y feudales. Solo en forma muy excepcional (aparte de<br />relaciones dentro del núcleo familiar) se ha fundado la actividad económica en motivos benévolos, altruistas o solidarios. No es de extrañar, pues, que hasta épocas recientes se haya considerado la actividad económica como inapropiada para un caballero, tolerándose esta sólo como una necesidad.<br />Por otro lado, y tal vez como un intento de liberarse de esta crítica, muchos<br />economistas han insistido en la necesidad de distinguir la economía positiva de la normativa.<br />La primera, la que caracterizaría la teoría económica, pretende predecir el comportamiento económico, sin enjuiciar conductas. Sería dominio de la segunda, la economía normativa – el enjuiciamiento de la economía aplicada, donde se valoran alternativas u opciones de políticas según criterios éticos y normativos. Mas, insistiría que ni siquiera la teoría económica se escapa de la ética. En efecto, es imposible predecir el comportamiento humano si no se toma en cuenta los condicionantes éticos que mueven al hombre.<br />Es mi convicción, pues, que la ética y la economía están intrañablemente relacionados, tanto en la teoría económica como en la política económica así como, por cierto, en la actividad económica. En lo que sigue quisiera indicar lo que considero los 5 interfaces principales entre ambos.1<br />Mas antes, aclaro que considero equivocado el menosprecio que algunos tienen por la<br />economía. La economía, por cierto, se refiere principalmente a los bienes y servicios que se producen y se intercambian en el mercado. Si bien todos los estudios muestran que la felicidad del hombre depende principalmente de su satisfacción afectiva (buenas relaciones de pareja, con sus hijos y con amigos) así como su autorrealización, hasta cierto umbral mínimo material,lo económico importa mucho. En efecto, lo material no será lo más importante en generar felicidad, pero la insuficiencia material sí puede generar infelicidad. De tal modo considero –<br />sobre todo para nuestro Chile y América Latina – que el desarrollo económico y la eliminación de la pobreza es tal vez la manera privilegiada para amar al prójimo en nuestra generación. Por eso el trabajar por el desarrollo económico, sea en el diseño de buenas políticas sea en la gestión de empresas cada vez más eficientes y generadoras de empleos más productivos, es una causa noble.<br /><br />Tema 1: La paradoja valórica del mercado<br />El mercado requiere de ética para su funcionamiento – honestidad, confianza, buena<br />voluntad. A título ilustrativo, piensen en el epicentro de la economía capitalista, la Bolsa. Su operación sería imposible si toda transacción tuviera que hacerse por contrato y firma frente a notario. En efecto, gran parte de las transacciones económicas se hacen sin contrato y los contratos que sí se escriben, se hacen con importantes lagunas. No toda contingencia es, ni puede ser, considerada. De tener que redactar un contrato con cláusulas explicitas para toda contingencia, se frenaría la mayor parte de la actividad económica, entre otras cosas, por dudar de la buena voluntad del otro que exigiera tantas cláusulas! De hecho la judicialización de<br />mucha de la actividad económica en EEUU está teniendo un alto costo en competitividad<br />frente a sociedades menos legalistas, donde rige la confianza, como Japón2.<br />Esto en cuánto a la microeconomía. Mas los valores son decisivos también en la<br />macroeconomía. De hecho una de las explicaciones clásicas del desarrollo de Europa, la de Max Weber, es una explicación sobre la base de valores – de esfuerzo, responsabilidad, honestidad, frugalidad y ahorro – lo que él denominó la “ética Protestante”. Quien dudaría que una economía de mercado pero con la ética de trabajo del “hippie”, la falta de austeridad del “yuppie” y la moral del “yo ista” (me first”) estaría condenada al subdesarrollo así como fueron las sociedades con la ética de trabajo del caballero y de consumo conspicuo del aristócrata.<br />La ética, pues, no es tanto un freno a la economía como un aliciente. Un problema, sin embargo, es que la economía de mercado no sólo usufructúa de la ética social, si no que la puede corroer3. En efecto, en la medida que el intercambio en el mercado se caracterize principal o exclusivamente por cada uno persiguiendo su propio interés, la aplicación sistemática de este principio, sobre todo, si se excede – con oportunismo, engaño, trampa –<br />corroe y eventualmente socava el capital moral necesario para su propio funcionamiento. Y aunque no se exceda, ¿cómo contener la persecución del interés propio a la esfera económica, mientras se cultiva solidaridad en la esfera pública y altruismo y amor en la esfera personal/afectiva?<br />En efecto, un primer interfaz entre economía y ética es que la economía consume la<br />ética o capital social de una sociedad, pero no contribuye a la generación y mantención de la misma, con lo que a la postre socava sus propios cimientos.<br /><br />Tema 2: El ámbito principal del mercado es lo intercambiable Pero ¿tiene límites lo<br />intercambiable? 4<br />En primer lugar, no todo es intercambiable. El cariño no se compra. Pretender comprar<br />o transarlo es conseguir otra cosa, prostitución, pero no amor.<br />En segundo lugar, muchas veces en el intento de pasar un bien o servicio a la esfera de intercambio se desvaloriza el bien. Un primer ejemplo anecdótico real. Una sala cuna tenía el problema de que 10% de los papás solía llegar tarde a recoger sus hijos, lo que le obligaba a algunas tías quedarse por una jornada más larga a la anticipada. Por tanto, pusieron una multa para frenar el atraso. Sin embargo, al poner la multa aumentó el porcentaje que llegaba atrasado a 30%, pues ya no lo consideraban un abuso, sino el precio que se pagaba por el atraso. Un segundo ejemplo. En el intento de conseguir más sangre, sobre todo de los tipos que<br />escaseaban, se comenzó a pagar por la sangre. El efecto no deseado fue que las donaciones voluntarias de sangre cayeron bruscamente. Lo que se hacía para salvar vida, que no tenía precio, ahora tenía precio, por lo que las donaciones voluntarias se vinieron abajo.5<br />Tercero, aún cuando no se desvalorize el bien a intercambiarse, ¿deberá permitirse todo intercambio entre adultos con libre consentimiento? La economía no tiene los recursos propios para contestar esta pregunta. Inclusive las dos condiciones, que sean intercambios entre adultos y con libre consentimiento no provienen de la economía si no de la ética.<br />Por ejemplo, no es un tema teórico, si no práctico, ¿si se debería permitir el trabajo infantil, con tal que los padres lo autorizen? De hecho la OIT estima que 13% de los niños menores a 12 años en el mundo (110 millones) trabaja6.<br />O, ¿debería permitirse la compra-venta de órganos? ¿Basta para que haya una transacción socialmente provechosa, como para otros bienes, que una persona prefiera US$ 10.000 a 2 riñones, por tanto esté dispuesto a vender uno por ese precio, y otro prefiera un buen riñon a US$ 10.000 por lo que compre ello? Todos celebramos la donación voluntaria. Pero ¿permitiríamos un mercado abierto (pues, de hecho, hay un mercado negro en ello)? La economía sin más diría que, como ambos pueden beneficiarse, según sus propios criterios,frenar este intercambio es reducir la “utilidad social”. O ¿es que este es un intercambio “desesperado”, por lo tanto no realmente libre, como cuando me das la alternativa de recibir un balazo o saltar de un buque en alta mar? La economía sencillamente no tiene los recursos para decidir si debe haber algún límite a lo intercambiable o si este intercambio es realmente<br />libre.<br />O ¿debería permitirse el “arriendo de vientres” para gestar el espermio y óvulo de una pareja que no puede tener hijos? De nuevo, la que haga esto voluntariamente es, con razón, altamente valorada por la sociedad. Pero la que lo hace por dinero, ¿es explotada? o ¿viola su propia dignidad? Este tampoco es un tema teórico. Un artículo reciente del Economist lo trató en extenso.7 Y surgen interrogantes ¿de quien es de “verdad” la guagua (supuesto que la madre postiza decida querer quedarse con la guagua)? California considera que es la madre que dio el óvulo y no la madre en cuyo vientre se gestó la guagua.<br />Una vez más, no es la economía la que tiene los recursos para fijar los límites de lo<br />intercambiable, si no la ética. De hecho, no fue la economía la que prohibió "contratos de venta o arriendo de largo plazo de mano de obra”, si no la convicción moral que ello conducía a la esclavitud y así fue excluido por considerarse un intercambio desesperado.<br />Tema 3: Competencia vs. Cooperación<br />Indudablemente, la competencia es un instrumento formidable de organización social.<br />Es un gran hallazgo el de Adán Smith, con su metáfora de la mano invisible, que muestra como seres “caídos” como nosotros, inclusive egoístas puros, solo buscando su provecho propio, pueden, a través de la competencia, canalizar sus esfuerzos en pos del bien social.<br />Pero a veces, en nuestra oda al mercado, nos quedamos sólo con esa metáfora y nos<br />olvidamos de la metáfora del “semáforo quemado”. En efecto, imagínense en su auto en la mañana bajando por Providencia y llegando a Vicuña MacKenna, y, de repente, se quema el semáforo de Plaza Italia. Cada auto, intentando cruzar, lo único que logra es agravar la situación para todos, incluyéndose a sí mismo. La competencia en esta situación empeora la situación para todos, no la soluciona. Ha habido una falla de coordinación. Ahí se necesita la mano del coordinador (un carabinero o buen ciudadano) que deje pasar 20 autos de un lado y después 20 del otro. La competencia aquí agrava en lugar de aliviar la situación.<br />Son muchas las situaciones en la economía cuando se necesita la cooperación y no sólo la competencia. En el ámbito macro, pensemos en la crisis actual en Chile. La razón principal que ha caído la producción y aumentado el desempleo es que los chilenos han recortado fuertemente sus gastos, no tanto porque han caído sus ingresos, si no porque es imposible ver noticias tan alarmantes del exterior sin asustarse y decidir recortar gastos por si acaso. Mas esta prudencia individual cuando se multiplica por 16 millones de chilenos produce la recesión que se teme. Impedir esto requiere de una acción contra cíclica del gobierno (el coordinador) para inducir mayor gasto (reduciendo los intereses y los impuestos para inducir mayores compras y<br />aumentando el gasto público). Lo que es locura para cada individuo por sí solo (gastar más)tiene sentido para el colectivo.<br />La cooperación es también central en la microeconomía, no sólo la competencia8. Al<br />interior de la empresa se organiza la producción no por acuerdos de mercado si no por<br />coordinación y cooperación. Se compite hacia fuera de la empresa pero se coopera hacia adentro. Y es esa cooperación la fuente de las mejoras en productividad, eficiencia y calidad de productos en la economía.<br />Al sobre enfatizar la competencia, la metáfora de la mano invisible y la posibilidad de producir inclusive con egoístas se descuida de este otro organizador social, la cooperación, tanto o más potente, que no puede sobrevivir con egoístas, si no requiere de valores como la confianza, la honestidad, la autodisciplina, la responsabilidad, sentido de justicia, etc.<br />Tema 4: El homo economicus: ¿es sólo o principalmente movido por intereses<br />económicos (monetarios)? Que duda cabe que si uno está decidiendo si jubilarse con un retiro programado o con una renta vitalicia que la principal consideración será cuál renta más. Sin embargo, no todas las decisiones son así. Solo a título de ejemplo, si uno quisiera predecir cuántos hijos va a tener una pareja, se equivocaría del todo si considerase que la decisión fuera ese número que maximizara el ingreso familiar per capita. En efecto, normalmente se maximizaría el ingreso familiar per capita con ambos trabajando y sin hijos. Mas observamos que la gran mayoría de las parejas tienen varios hijos, lo que francamente disminuye su ingreso familiar per capita. La<br />motivación principal en este caso no es monetaria (de hecho, empeora el nivel medio de vida familiar), sino afectiva.<br />Asimismo, si bien todos desean un ingreso “decente”, no se explicaría que hubiera<br />jóvenes que opten por carreras relativamente mal pagadas, como periodismo, arquitectura, enfermería, trabajo social o pedagogía si la consideración principal fuera la monetaria. La autorrealización es un factor clave en esta decisión, tanto o más que las consideraciones monetarias. Asimismo, en el caso de las mujeres, resulta consideración clave en la elección de carrera y trabajo la posibilidad de tener un trabajo que admita de una jornada parcial o de una participación intermitente, para poder conciliarlo con su deseo de tener familia (un factor obviamente no monetario).<br />Aparte de estos macro ejemplos, hay ejemplos experimentales así como reales que<br />muestran que si bien hay egoístas puros (y todos tenemos algo de egoísta), la mayoría de nosotros 1) somos movidos por un sentido de justicia y no sólo por provecho propio y 2)estamos dispuestos a ser nuestra parte si los demás hacen la suya.9 Ambas consideraciones están en abierta contradicción con la lógica egoísta, característico del supuesto “homo economicus”.<br />Por ejemplo, innumerable experimentos con el juego del “ultimátum” muestran que las<br />personas no se mueven solo o principalmente por motivos egoístas. En este ejercicio se les presenta a dos desconocidos la siguiente opción. Se les dará $100.000 bajo la siguiente condición. La persona A le propone a la persona B como se ha de repartir ese dinero, si 90.000 – 10.000, 80.000-20.000, … 50.000-50.000. Si B acepta ambos se quedan con los $100.000 según la repartición propuesta y aceptada. En cambio si B rechaza la propuesta ambos se quedan con $0. No se permite discusión o negociación. Si bien no hay respuesta correcta, típicamente reparticiones menores a 70-30 son rechazadas. Esto es en total violación del presupuesto del homo economicus, pues este debería ofrecer una división 99.000-1.000 en anticipación que B la acepte pues B o se queda con $1.000 (si acepta) o se queda sin nada (si rechaza la división). Como $1.000 es más que $0, B debería aceptar la división de 99-1. Sin embargo, no es así. La mayoría de B rechazan ofertas de menos de 70-30 pues consideran que <br />ha sido una división injusta. Pese a que se quedarán sin nada, de este modo sancionan al que consideran injusto, ya que el otro también se quedará sin nada. El que muchos A ofrezcan 50-50 o 60-40 se debe o a que ellos mismos quisieran ser justos o porque creen que mucha gente tiene un sentido de la justicia que quedaría ofendida si se les ofrece menos. Confirma esta interpretación una variación del juego anterior. Ahora A no decide que división hacer, si no que saca un número de una computadora que le dice que división proponer. En este caso, los B están mucho más dispuestos a aceptar reparticiones bien desiguales, pues la repartición desigual no es “culpa” del otro si no que fue pura suerte.<br />En la vida real se observa que por este sentido de justicia, en crisis, somos mucho más reacios a aceptar caídas en nuestros salarios reales por medio de caídas en el salario nominal (con los precios fijos) que por medio de aumentos en los precios, con los salarios nominales constante. En efecto, la caída en el salario nominal la percibimos como doblemente mala: cae nuestro ingreso real (pues tenemos menor salario nominal) y además creemos que nuestro salario ha caído relativo a los demás (pues no podemos saber que los de ellos también han caído), lo que nos parece doblemente injusto. En cambio, si nuestro salario real cae porque sube el nivel de precios, sufrimos sólo un mal, el menor ingreso real; pero como la inflación<br />afectó a todos, no creemos que hemos sufrido una caída en nuestro salario relativo, por lo que no nos parece tan injusto. Por esta misma razón las empresas son reacias a reducir los salarios a su personal, en crisis, pues temen que sus trabajadores se esfuerzen menos por considerar injusto la rebaja. Todo esto muestra la importancia del sentido de justicia en la economía10.<br />En otros experimentos se muestra que la gente está predispuesta a colaborar si los demás hacen su parte. Por ejemplo, en el “juego de bien público” se le da $10.000 a cada uno de 4 participantes, quienes no se conocen entre sí y no se volverán a ver. Se les indica que por cada $1.000 que se coloca en el pozo común, el observador doblará el monto en el pozo. De ahí que si, por ejemplo, cada uno deposita $5.000, el pozo llega a $20.000 más los $20.000 adicionales que el observador pone. Ahí se reparte el pozo por igual, con lo que cada uno termina recibiendo $10.000, como su parte del pozo, que, sumado a lo que tenía, hace que tengan $15.000 cada uno o, en total $60.000. Por cierto, si solo uno coloca $5.000, el pozo crece a $10.000, con lo que cada uno recibe $2.500 de vuelta. De ahí que conviene que los demás pongan y uno no, pues el que puso los $5.000 sólo recibe $2.500 de vuelta, quedándose con un<br />total de $7.500, mientras que los que no colocaron nada, incrementan su total de $10.000 a $12.500 cada uno. El homo economicus, egoísta por naturaleza, aportará nada al pozo, ansiando que los demás pongan. Sin embargo, en los experimentos realizados típicamente se observa que, a diferencia del egoísta que coloca $0, la mayoría de las personas coloca una cifra del orden de $5.000. Esto muestra que hay una predisposición a cooperar; y además se cree que los demás van a hacer su parte.<br />En el mundo real se observa esto en muchas situaciones. Por ejemplo, en una época yo<br />les mostraba a amigos extranjeros el centro de Santiago. Cuando íbamos por Paseo Ahumada ellos consideraban que los chilenos eran chanchos pues la calle estaba llena de papeles, puchos y restos de comida. Entonces los llevaba a la estación del metro de la Universidad de Chile.<br />Cual era su sorpresa cuando veían lo limpio que era. Entonces me decían que los chilenos eran “suizos”. ¿Qué convertía a los “suizos del metro en los “chanchos” de Paseo Ahumada? Obviamente que si uno ve muchos papeles en la calle (como en el Paseo Ahumada) ¿qué tanto importa un papel más? En cambio, como el Metro se mantiene limpio (siempre tiene que haber alguien para los 5% verdaderamente chanchos), el 95% de nosotros no bota su papel en la estación. Estamos dispuestos a hacer nuestra parte si los demás hacen la suya.<br />Este ejemplo pedestre tiene importantes analogías en la vida económica. Por ejemplo, si uno cree que la mayoría de la gente cumple con pagar sus impuestos, entonces uno está más dispuesto a pagar su parte y no evadir. En cambio, si uno está en una sociedad donde la mayoría evade, y mucho, uno – aunque honesto – se sentiría estúpido si pagara su parte. Por lo tanto también evade, con lo que se genera un círculo vicioso y el problema se agrava.<br />De igual modo, es posible que uno esté dispuesto a pagar 5% más de impuestos con tal<br />que los demás lo hagan y así se pueda eliminar la pobreza. En cambio, si uno solo fuera él que diera, sería reacio. Por ejemplo, observemos el cuadro que sigue. Si<br />Los demás dan 5% Los demás dan nada Yo doy 5% Pobreza = 0% Pobreza = 13-%<br />Yo doy nada Pobreza = 0+% Pobreza sigue igual =13% nadie da nada, la pobreza sigue en 13%. Si todos pagamos 5% más de impuestos, la pobreza se elimina. Hay dos situaciones intermedias: donde yo doy 5% y los demás dan nada, en cuyo caso la pobreza es casi 13%; y la segunda, donde los demás dan 5% y yo no pongo nada, donde la pobreza virtualmente se elimina (es marginalmente superior a 0%). El egoísta preferirá esta<br />última opción, pues se elimina virtualmente la pobreza (cosa que le gusta) y él se queda con su ingreso (cosa que también le gusta).<br />Sin embargo, si la persona es de los que quiere participar en la solución del problema de la pobreza, entonces él preferirá él también dar 5% y hacer su parte. Resulta que muchas personas son así, por lo que, pese a que no estaban dispuestos a donar 5% a los pobres, sí están dispuestos a apoyar una ley que grave sus ingresos en 5% así como a los de los demás, para así cumplir un importante fin social, como es poner fin a la pobreza. Finalmente, hay los verdaderamente heroicos, los motivado por una ética Kantiana, que hacen su parte aún cuando los demás no hacen la suya, pues siempre actúan de tal forma que su principio de actuación fuera generalizable. No obstante, el punto es que no sólo hay egoístas y heroicos si no también buena parte de las personas, y tal vez, la mayoría, son “cooperadores condicionales”,dispuestos a hacer su parte con tal que los demás hagan la suya.<br />O sea, la economía convencional se equivoca cuando supone que todos actúan exclusivamente movido por su provecho propio, sin consideraciones de justicia. No seremos Madre Teresas o Padre Hurtados, pero la mayoría de nosotros está dispuesta a hacer su parte si los demás hacen la suya. Por lo que la política pública debe diseñarse para despertar este tipo de colaboración y no ignorarla. De igual modo debemos estar conscientes que la gente es movida por consideraciones de justicia. Y reaccionarán a lo que consideran un trato injusto, esforzándose menos, lo que es particularmente evidente en el mercado laboral.<br /><br />Tema 5: La política económica o economía aplicada<br />Típicamente en cualquier asunto económico hay opciones. Raras veces hay sólo un curso<br />de acción, con lo que las consecuencias son inevitables. Donde hay opción, por definición, entran consideraciones valóricas y no solo monetarias para dirimir qué curso de acción tomar.<br />Por el contrario, es tan raro que no haya opción que habría que sospechar si un Ministro de Hacienda, por ejemplo, insistiera que algún curso de acción fuera inevitable. Más probablemente pretende imponer su juicio valórico tácito. Por ejemplo, puede que el Ministro considere que evitar mayor desempleo en la actualidad requiera no elevar el salario mínimo.<br />Mas su postura, la de no subir el mínimo, es absolutamente válida si solo importa el empleo y no el nivel del mínimo. Otro, en cambio, podría pensar que aceptar cierto incremento en el desempleo puede valer la pena de elevar en forma significativa el mínimo. Cuál opción es mejor no puede ser determinada por la economía, si no requiere de una valoración ética. Por lo tanto, en la política económica suelen haber opciones y el criterio técnico no puede elegir entre ellas, si no la decisión de cuál es mejor necesariamente requiere de un juicio valórico relativo de las opciones. O sea, el juicio ético es intrínseco a toda la política económica.<br />Por cierto, pocos son los que tendrían derecho a lanzar la primera piedra en esta materia.<br />En efecto, todos pecamos en ver lo que queremos ver, o considerar nuestros propios valores como tan obvios que nadie pudiera disentir de ellos.<br />Conclusión<br />En conclusión, no es el propósito de este trabajo negar el importante contenido técnico de la economía. Sin embargo, advierto el peligro de que muchos en la profesión tendamos a exagerar el carácter aséptico y técnico de la economía y a menospreciar, cuando no pasar por alto, el contenido valórico de la misma. En el mejor de los casos pecamos de ingenuidad. En el peor de los casos, de intento de encubrimiento.<br />Esta tendencia de pasar por alto lo valórico o relegarlo a notas a pie de la pagina se ha agravado por dos consideraciones adicionales. Primero, una tendencia reduccionista en la economía: de maximizar una función de bienestar social, pasamos a una función social que es la simple suma de las utilidades individuales, como si estas fueran independientes entre sí – y como hemos visto, nos importa mucho los demás y como nos va respecto ellos. Y finalmente la reducción tácita de la utilidad individual al aspecto monetario, cuando, como hemos visto, nos importa mucho también que seamos tratados en forma justa.<br />En segundo lugar, hemos tendido a cierto “imperialismo”. El éxito del aparataje<br />económico, la posibilidad de medir y cuantificarlo, nos ha impelido a aplicar el mismo tipo de análisis a ámbitos aparentemente ajenos a la economía, como son el crimen, el matrimonio, la política, entre tantos campos más. No cabe duda que se enriquece el análisis cuando se incorporan intuiciones de varias disciplinas. Mas si la economía entra como “la” explicación fundamental, y esta entrada es de la economía en su forma más reduccionista, no es de extrañar que se nos vea como arrogantes. El conjunto de estas tendencias – el pasar por alto lo valórico, el reduccionismo y cierto imperialismo disciplinario - explica, en mi opinión, gran parte de la<br />incomunicación entre muchos economistas y teólogos, filósofos y otros cientistas sociales.<br />Superarlo requiere de una mucho mayor conciencia de parte de los economistas de los<br />múltiples interfaces entre la economía y lo valórico.<br /><br />1 Ver, por ejemplo, Joseph Ramos, Más allá que la economía, más acá de la utopía (CIEPLAN, Santiago,1991).<br />2 Véase al respecto el libro de F. Fukuyama, Trust (Simon and Schuster, 1995, New York).<br />3 Ver al respecto, por ejemplo, I. Kristol, “Capitalism, socialism and nihilism”, The Public Interest 1973).<br />4 Ver al respecto M. Walzer, Spheres of Justice, (Basic Books, New York, 1983).<br />5 Ver lo obra clásica al respecto de Richard Titmuss, The Gift Relationship: from human blood to social policy (The New Press, 1997, New York).<br />6 Ver, por ejemplo, K. Basu “The economics of child labor” en Scientific American, octubre de 2003.<br />7 Ver “Buying babies bit by bit” en The Economist, 23 de diciembre de 2006.<br />8 Ver al respecto, por ejemplo, R. Axelrod, The evolution of cooperation ((Basi Books, New Cork, 1984) y B. Barry y R. Hardin (eds.) Rational Man and Irrational Society (Sage Publications, California, 1982).<br />9 Ver al respecto Gintis, Bowles, Boyd y Fehr (eds.) Moral sentiments and material interests (MIT Press, Cambridge, 2008) y Sigmund, Fehr y Nowak, “The economics of fair play”, The Scientific American (enero de 2002).<br />10 Ver al respecto, G. Akerlof y R. Shiller Animal Spirits (Princeton University Press, 2009)Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-14463722037794560812008-06-18T12:04:00.000-05:002008-06-18T12:05:08.980-05:00Ética de los NegociosJoaquín Peón Escalante<br />La ética de los negocios es una reflexión, no es una imposición, no son recetas morales. En el libro: "Ética de la empresa", de Adela Cortines, española, se dice: "la meta de la actividad empresarial es la satisfacción de las necesidades humanas", en este sentido la ética de la empresa tiene por valores irrenunciables la calidad en los productos, la gestión, la honradez en el servicio, el mutuo respeto a las relaciones internas y externas de la empresa, la cooperación por la que conjuntamente aspiramos a la calidad, etcétera. <br /> Otros autores afirman que la ética de los negocios estudia la justificación moral de los sistemas económicos. Considerando las estructuras de los sistemas económicos los hay más morales y hay más inmorales, me refiero a lo que subyace atrás de los sistemas económicos y de sus prácticas. Existen diversos enfoques de la ética de los negocios, por citar algunos: el que subraya las responsabilidades y los derechos de los trabajadores, el de la responsabilidad de los consumidores y el de la degradación del medio ambiente. <br /> Se afirma que lo que distingue a las sociedades que tienen una posibilidad de progreso es su ética individual. Siempre la ética es individual, aunque esté condicionada por el contexto social o los grupos la decisión final siempre es individual, tal vez con riesgo de la vida se puede uno negar a hacer muchas cosas. No voy a hablar de lo individual o lo estatal, o sea, la sociedad completa, sino de las universidades, industrias, gobiernos, empresas, es este nivel organizacional donde yo considero que se puede dar el cambio mayor. <br /> En las empresas, donde se está manejando una ética, yo he sido consultor veinte años, sientes que se respira un ambiente de paz, de tranquilidad, como que todo el mundo se lleva bien, sus ventas van creciendo algo ocurre en las empresas o universidades honestas que las distingue ... tienen una ventaja competitiva. La consecuencia de la corrupción es un ambiente más violento y más destructivo. <br /> En 1977 nos llegaba una publicación que se llamaba "Cambio Organizacional", el enfoque de la publicación era el mundo del trabajo, se centraba en las gentes que decidían, no sólo por aspectos de ingeniería industrial, comprar nuevas maquinarias, sino la decisión de ir siendo más creativos. Se cuestionaba este sistema para mejorarlo. Esto desembocó en varias cosas, entre ellas, los círculos de calidad. <br /> La ética, como decía antes, no estaba en ciertas empresas y era algo que les hacía pensar a algunos empresarios que valía la pena esforzarse por lograrlo <br />A mí me impresionó mucho hace unos meses un conferenciante norteamericano que dijo una definición de ética que es la que yo usaba para calidad, "dicen que la calidad -esto lo dijeron varios pensadores norteamericanos- es hacer las cosas bien hechas", no simplemente hacerlo bien a la primera, sino "haz bien lo que tengas que hacer" y mucha gente creyó que la calidad sólo era hacer las cosas bien, pero las gentes que van un poco más a fondo se dieron cuenta que la calidad no sólo era hacer las cosas bien, sino sobre todo, "hacer lo correcto", de nada serviría que tuvieras ahora una fábrica de reglas de cálculo. <br />Lo mismo pasa con la ética, la ética no es sólo portarse bien y lavarse los dientes tres veces al día, sino hacer lo que debes hacer. <br /> Esta idea me llevó a buscar a quienes estaban haciendo las cosas bien desde las empresas y creamos entre varios amigos, de una manera muy informal, lo que llamamos "El premio de calidad", una serie de organizaciones nos enviaban sus reportes y el primer año ganó el premio una empresa de Seguros, hoy fusionada con otras. Me llamó la atención, porque hace veinte años tenían un programa que se llamaba "Compromiso de calidad", el mismo nombre que Pemex puso a su programa, trataba con respeto a sus trabajadores, los escuchaba, había muchas juntas para tomarlos en cuenta, había muchos esfuerzos por hacer las cosas juntos. Esta empresa era dirigida primero por Manuel Senderos y luego por Guillermo Cantú y tenían el 30 por ciento del mercado. <br />Al segundo año la que ganó fue la UNAM, pero no toda la UNAM, por supuesto, sino el sistema de Biblioteca, nos metimos a ver todo lo que ocurría y tenían un sistema de 172 bibliotecas que daban un servicio a un numeroso grupo de estudiantes con un costo muy bajo, y un grupo de gentes, dirigidas por un doctor, Nava, había creado un clima muy participativo de mucha orientación a los estudiantes, y donde ellos tenían incentivos, sistemas de premiar sus logros, un sistema muy mejorado, nos dio mucho gusto que ganaran. <br />El tercer año, una filial del grupo Cytsa que hacían partes de plástico y aluminio, empaques sofisticados, aplicaban un sistema sociotécnico, y luego aquí Crysel en Guadalajara y después en San Luis Potosí siguieron este modelo, esta empresa la dirigía Don Andrés Marcelo Sada y a parte del éxito comercial y financiero, a los que nos dedicábamos a la productividad en esa época, nos enseñaron que la calidad era el mejor camino para lograr eficiencia. Nosotros pensábamos que lograr eficiencia era conjuntar muchas cosas humanas y técnicas, pero no nos habíamos dado cuenta que al hacer las cosas bien se hacen a un mejor costo. <br />El cuarto año ya no hubo ganadores, de los que participaban realmente ninguno lo merecía, y después se acabó el premio que dábamos nosotros, pero seguimos investigando y encontramos otros casos que pudieron haber ganado el premio y no lo ganaron, como el de Bimbo, una empresa mexicana con 60 mil empleados, como ocho mil camiones que están repartiendo pan fresco y recogiéndolo, todos los días. Su objetivo, dice el director de Bimbo, tratar con equidad y con justicia a los trabajadores, ¿qué pasó con Bimbo en el 94, cuando muchas empresas se vinieron abajo?, ¿saben a cuantos trabajadores despidió Bimbo?, a ninguno, la demanda de los productos Bimbo siguió, tuvieron que "apretarse un poquito el cinturón", están en 9 países de Sudamérica, en Argentina, Colombia, Brasil, etcétera, produciendo pan, ¿cuál es el secreto de Bimbo? Una ética de trabajo muy clara. <br />Otros ejemplos muy claros y que no ganaron el premio, son por ejemplo, la Constructora ICA, ¿saben que hizo la empresa ICA? El ingeniero Bernardo Quintana hizo algo muy atrevido en México, que desafortunadamente otros no lo siguieron, decidió que todos los ingenieros son socios, si le va bien a la empresa, le va bien al trabajador, es un modelo social de empresa. El ingeniero Bernardo Quintana, el que más tiene, tiene 4 por ciento de las acciones, hay muchas personas que tienen 1 por ciento o menos, entonces, cuando le va mal a la compañía, no sólo va mal tu empleo, sino a tus ahorros que están ahí. Bimbo también ha vendido muchas acciones a sus trabajadores. <br />Otro grupo que también está aquí en Guadalajara y tiene muchas empresas es el grupo Condumex, el estilo de ellos yo lo llamo "de gerencia totalmente responsable", es una empresa que hace anillos para pistones, esta empresa tenía otra empresa y tenía un sindicato de izquierda radical, en vez de destruirlo decidieron hablar con él, y este sindicato llevó a la empresas a niveles de calidad extraordinarios. <br />Cuando la Nissan se fue a Aguascalientes y abrió esta planta grandísima de ahora, va a producir más de mil coches por día, el gobernador, que era priísta, pidió que el sindicato fuera de la CTM, entonces, todos los trabajadores, ya que tenían la opción de decidir, pidieron que el sindicato fuera del PAN, yo les hice una investigación y era un modelo de empresa, tenía trabajadores libres, pensantes, no obligados. <br />Otro caso es la cervecería Modelo, por ahí, estudiando la vida de Don Carlos Diez me encontré con que había sido benedectino, cuando salió se dio cuenta que no tenía vocación, pero después de ser benedectino tomó un barco y se vino a México. Los benedictinos le prestaron 20 mil pesos e incursionó en varias cosas y finalmente puso la Cervecería Modelo, por los años 20. Cuando ustedes van a la Cervecería Modelo ven el trato que le dan a los trabajadores, el ambiente de respeto, los sueldos, los incentivos, pero también el ambiente de respeto. Hoy en día la cerveza Corona es la primera de exportación en Estados Unidos, vende más que ninguna cerveza alemana u holandesa en el mercado más grande del mundo. Es la número uno, sin influencias, sin arreglos, está en muchos países del mundo. En México que tenían el 28 por ciento del mercado, hoy tienen el 58, o sea, ni juntas Motectezuma y Cuauhtémoc llegan a su producción. ¿Qué pasó ahí?, que la gente no es tonta, vieron la ética de la organización, y claro pasaron muchas cosas más de estrategia de mercadotecnia , pero la mejor estrategia de mercadotecnia cuando hay conflictos internos, huelgas, desavenencias, fracasa. Yo recuerdo una época en que decían que no se comprara Volkswagen, porque había un conflicto laboral y los obreros estaban descomponiendo los coches en la planta y era un automóvil peligroso. <br /> Hace unas semanas estuvo en la Ibero un profesor, especialista en sistemas, autor de libros como "diseñando el futuro", uno de los grandes especialistas en el mundo del pensamiento sistémico, la visión estratégica, y nos dijo ahí, "ofrecer calidad de vida al trabajador no sólo es lo correcto, sino que es el mejor camino", los empleados, decía, "tratan a los clientes como ellos mismos se sienten tratados. <br /> Algunos, los más visionarios, se han dado cuenta que la calidad no es cuestión de decir, somos excelentes, somos los mejores, verse en el espejo y decir, "yo soy el más guapo de todos", sino que realmente se dieron cuenta que la calidad era algo muy complejo, no era un destino, sino que era un camino, todo un proyecto de cambio a largo plazo, una filosofía de cambio, para satisfacer las necesidades cada vez más crecientes de un consumidor más exigente, más observador, un consumidor que ya tenía opciones y que no era tonto. La calidad empezó a ser el objetivo de las empresas de avanzada. <br /> En Guadalajara hay dos o tres empresas ganadoras del "Premio a la Calidad", lo primero que encuentras en todas ellas es un sentido de autocrítica. Yo recuerdo el primer año, que le hablé al director general de Hylsa, la planta de Puebla, y le dije, "se va a sacar el premio" y me dijo: "oye no es posible, es que somos malísimos" y año tras año se ha repetido este hecho. Los mejores, los más avanzados dicen "yo no lo merezco", La gente de calidad es así, de hecho yo tengo una regla que dice, "dime de qué presumes y te diré de qué careces", mientras una empresa se haga mas autopropaganda, casi seguro que es muy mala. <br /> La calidad, también nos dimos cuenta, tiene que ver, con la credibilidad, no sólo tiene que haber sistemas de calidad, sino un director general comprometido, visionario, rediseñando su empresa, un hombre austero, ejemplar. Recuerdo una empresa donde todo el mundo llegaba tarde, hicieron todo tipo de cosas, pusieron relojes silbadores, regaños en los tableros, amenazas ... y la gente seguía llegando tarde, y es que el director general llegaba a las nueve y media todos los días, el ejemplo básico es el que sigue la gente, <br /> La calidad es también liderazgo, es crear valor agregado para la sociedad, crear valor, dar más por menos. Me contaban en una empresa que la primer computadora que compraron era una Burroghs, la pusieron en una habitación de gran tamaño, donde sólo entraban unos sujetos de bata blanca, tenía 16 megas de potencia, ahora, cualquiera tiene mucha más capacidad que la que ocupaba todo ese cuarto. Eso es crear valor en computación. Las computadoras cada 18 meses, hay una regla, doblan la potencia y bajan a la mitad de precio, eso es calidad, cada vez tiene más por menos y más confiabilidad, más seguridad, hoy además te puedes conectar a Internet, puedes llamar por teléfono, recibir o mandar faxes, pero cuesta menos o cuesta lo mismo, eso es calidad. <br /> En este contexto de calidad total, por 1989, nos dimos cuenta que lo que se premiaba era el cumplimiento de las normas, fíjense que absurdo, se premiaba por entregar cemento por cemento, leche por leche, leche. En 1989 ya había 200 empresas que lo habían ganado, estaban los tequileros de aquí de Jalisco, Sauza, Cuervo, y yo dije, ah caray pues qué raro, este tequila cuesta 80 pesos, el otro 40, el otro veinte y los tres lo ganan, nos pareció medio absurdo. <br /> Nosotros empezamos a ver un segundo aspecto, la calidad la va a definir el usuario, la calidad, no somos nosotros los que decimos que somos buenos, la calidad es objetiva. La calidad la juzga el otro. Una marca de tequila puede tener muchas medallas, pero vamos a ver quien está conquistando el mercado japonés, quien está conquistando el mercado local, vamos a ver el precio, ¿cuanto está dispuesto el consumidor a pagar, porque aprecia la calidad de este producto?. <br /> El tercer aspecto que me parece que es muy importante, y este es más filosófico, es la relación entre calidad total y ética. En el modelo anterior de calidad total siempre había inspectores, siempre había alguien que te decía tienes que hacer esto y lo otro. Ustedes recuerdan un anuncio de Volkswagen de hace varios años, se veía un coche y muchos señores de bata blanca, por lo tanto, calidad es donde hay muchos policías, muchos inspectores, pero el modelo de calidad total es otro concepto. Estuve en Silao en la planta de General Motors, ahí, todos los obreros tienen sus sistemas de control de estadísticas, si un obrero encuentra que hay productos que están saliendo fuera de la norma 1100, tiene capacidad de parar la planta, el jefe, el supervisor, el superintendente es él mismo, el que decide, y es un valor. Creemos en el ser humano, en el hombre, en la mujer, en su capacidad de autogestión, de decidir por sí mismo. La calidad es un proceso de mejoramiento continuo, no solamente se trata de llegar a ella, de echarle muchas ganas, como los entrenadores de fútbol, la calidad ante todo es diseñar sistemas confiables que garanticen, qué va a pasar. ¿Por qué me subo en ese avión?, porque tiene sistemas de seguridad, si nó no me subiría, tiene un sistema de respaldo, si el piloto hace el error, el sistema de frenos electrónicos corrige los errores. La calidad por lo tanto, no se hace con normas externas, se hace con sistemas, con personas de calidad, es una cultura organizacional de superación. <br /> Vuelvo a la ética. Había aspirantes al premio, empresas que tenían muy alta calidad, había una de ellas que había tenido un conflicto tan fuerte, que tenía dos muertes en la planta, no podían ganar, tenían ISO 9000, pero no podían ser ganadores. Varias empresas, hasta una universidad trataron de ganar el premio usando influyentismo, hicieron un plantón en Secofi, dieron un telefonazo a gente influyente, al Presidente y al Secretario de comercio. Estas empresas se adornaban y nos dimos cuenta que nos estaban mintiendo, nos desilusionamos mucho. <br /> En el mismo 92 y 93, me llamaron del Instituto Nacional de Nutrición, es un Instituto que está en el Sur de la ciudad de México, tiene 52 años y es de los más importantes de México. Sin embargo, entre los primeros resultados, observamos que no tenían procesos formales de calidad. Una tarde que fuimos a entrevistar al doctor Salvador Subirán, el fundador del Instituto, nos dijo: ¿no conocen ustedes la mística del Instituto?, le dije pues no doctor. Nos sacó una hoja que se llama "la mística del Instituto", la escribió el doctor Subirán con el grupo de médicos y enfermeras que le ayudaban en los inicios, todos hicieron el compromiso. "Entregar el pensamiento y la acción, sin límites de tiempo y esfuerzo; a la atención de los enfermos, tener permanente apego a la más estricta ética profesional, luchar por el prestigio de la Institución antes que el propio, con orgullo de pertenecer a la Institución. <br /> Además de las organizaciones hay que considerar la cultura de las naciones, el gran contexto. En los diversos países también se capta una ética, en las calles se percibe la paz o la inconformidad de las manifestaciones. Podemos aplicar a los países lo que dijimos de las organizaciones. Donde hay agresiones físicas, inseguridad, aunque hayan logrado una gran nivel de desarrollo tecnológico, algo anda mal, hay que revisar la ética. <br /> Ya para terminar, lo quisiera hacer con una nota optimista: la naciente democracia mexicana. Algunos partidos de oposición se están dando cuenta de que sí se puede. Para la elección del año 2 mil, lo más importante es el aspecto ético de confiabilidad, es decir, si podemos confiar en esa persona, la que sea, candidato del partido que sea. Otra de las cosas que están ocurriendo éticamente bien en México, por ejemplo, son las asociaciones. Las hay de todo tipo y son un indicador de democracia y participación. Dentro del país que se hunde, está el país que nace. <br />Quisiera dejar un toque de esperanza, yo siento que ya ha llegado la hora de la ética en México, de la ética en las universidades, de la ética en las organizaciones, de una cultura de corrección, una cultura de confiabilidad, este es el momento de México, si ahora no colaboramos todos para crear este nuevo movimiento de ética, si ahora no, ¿cuándo?, ¿si no empezamos aquí? ¿en dónde? ¿si no lo hacemos nosotros? ¿quiénUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-27779388980688195892008-06-18T11:47:00.000-05:002008-06-18T12:01:56.734-05:00La Ética de los NegociosRobert C. Solomon<br /> Peter Singer (ed.), Compendio de Ética<br />Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 31, págs. 483-498)<br /><br /><br />Maldito sea el público. Yo estoy trabajando para mis accionistas.<br />William Vanderbilt<br />1. Introducción<br />La ética de los negocios ocupa una posición peculiar en el campo de la «ética aplicada». Al igual que sus homólogas en profesiones como la medicina y el derecho, consiste en una aplicación insegura de algunos principios éticos muy generales (del «deber» o la «utilidad», por ejemplo) a situaciones y crisis específicas y a menudo únicas. Pero a diferencia de aquellas, la ética de los negocios se interesa por un ámbito de la empresa humana la mayoría de cuyos practicantes no gozan de estatus profesional y cuyos motivos por expresarlos suavemente, no suelen ser considerados precisamente nobles. A menudo se cita la «codicia» (antiguamente llamada «avaricia») como el único móvil de la vida de los negocios, y por consiguiente la historia de la ética de los negocios no es muy halagadora para éstos. En cierto sentido, podemos remontar esa historia a la época medieval y antigua, tiempos en los que, al margen de los ataques a los negocios desde la filosofía y la religión, pensadores prácticos como Cicerón prestaron una gran atención a la cuestión de la equidad en las transacciones comerciales ordinarias. Pero asimismo, durante una gran parte de esta historia el centro de atención estuvo casi por completo en estas transacciones particulares, impregnando este ámbito de una fuerte sensación de lo ad hoc, una práctica supuestamente no filosófica que solía rechazarse como «casuística».<br />Así pues, el objeto de la ética de los negocios en su acepción actual no tiene mucho más de una década. Hace sólo diez años, su materia era aún una tosca amalgama de un examen rutinario de las teorías éticas, de unas pocas consideraciones generales sobre la justicia del capitalismo, y de algunos casos de negocios ya prototípicos, la mayoría de ellos desgracias, escándalos y catástrofes que mostraban la cara más tenebrosa e irresponsable del mundo empresarial. La ética de los negocios era un asunto carente de credenciales en el conjunto de la filosofía «principal», sin un ámbito conceptual propio. Tenía una orientación excesivamente práctica incluso para la «ética aplicada» y, en un mundo filosófico cautivado por ideas no mundanas y mundos meramente «posibles», la ética de los negocios estaba demasiado interesada por la moneda corriente del intercambio cotidiano: el dinero.<br />Pero la propia filosofía se ha decantado de nuevo hacia el «mundo real» y la ética de los negocios ha encontrado o se ha hecho un lugar en la unión entre ambos. Las aplicaciones nuevas y la sofisticación renovada de la teoría de juegos y de la teoría de la elección social han permitido introducir un análisis más formal en la ética de los negocios y, lo que es mucho más importante, la interacción y la inmersión de los especialistas de la ética de los negocios en el mundo efectivo de los ejecutivos de empresa, de los sindicatos y de los pequeños empresarios ha consolidado los elementos antes difícilmente fusionados en un objeto propio, ha suscitado el interés y la atención de los directivos y ha convertido a los antiguos especialistas «académicos» en participantes activos en el mundo de los negocios. Podría decirse incluso que éstos consiguen hacerse oír en ocasiones. <br />2. Breve historia de la ética de los negocios<br />En sentido amplio, la actividad de los negocios existe al menos desde que los antiguos sumerios emprendiesen -según Samuel Noah Kramer- una actividad comercial amplia y registros contables hace casi seis mil años. Pero los negocios no han sido siempre la empresa básica y respetable que es en la sociedad moderna, y durante la mayor parte de la historia la concepción ética de los negocios ha sido casi totalmente negativa. Aristóteles, que merece ser reconocido como el primer economista (dos mil años antes de Adam Smith) distinguió entre dos acepciones diferentes de lo que denominamos economía. Uno era el oikonomíkos o comercio doméstico, que aprobaba y consideraba esencial para el funcionamiento de cualquier sociedad incluso poco compleja, y el chrematisike que es el comercio para el lucro. Aristóteles consideraba esta actividad totalmente desprovista de virtud y a quienes se dedicaban a estas prácticas puramente egoístas los denominaba «parásitos». El ataque de Aristóteles a la práctica repugnante e improductiva de la «usura» estuvo en vigor virtualmente hasta el siglo XVII. Sólo participaban en prácticas semejantes los foráneos, situados al margen de la sociedad, pero no los ciudadanos respetables. (El Shylock de Shakespeare en El mercader de Venecia, era un «outsider» y un usurero.) Esta es, en un gran lienzo histórico, la historia de la ética de los negocios -el ataque global a los negocios y a sus prácticas. Jesús expulsó del templo a los que cambiaban moneda, y los moralistas cristianos desde San Pablo a Santo Tomás y Martín Lutero siguieron su ejemplo condenando taxativamente la mayor parte de lo que hoy honramos como «el mundo de los negocios».<br />Pero si la filosofía y la religión dirigieron la condena de la ética de los negocios, también éstas protagonizaron el drástico vuelco hacia los negocios a comienzos de la época moderna. Juan Calvino y luego los puritanos ingleses enseñaron las virtudes de la frugalidad y la diligencia, y Adam Smith canonizó la nueva fe en 1776 en su obra maestra La riqueza de las naciones. Por supuesto, la nueva actitud hacia los negocios no fue una transformación de la noche al día y se asentó en tradiciones con una dilatada historia. Los gremios medievales, por ejemplo, habían creado sus propios códigos de «ética de los negocios» específicos para la industria mucho antes ele que los negocios pasaran a ser la institución central de la sociedad, pero la aceptación general de los negocios y el reconocimiento de la economía como estructura central de la sociedad dependieron de una nueva forma de concepción de la sociedad que exigió no sólo un cambio de sensibilidad religiosa y filosófica sino, subyaciendo a ésta, un nuevo sentido de la sociedad e incluso de la naturaleza humana. Esta transformación puede explicarse en parte en términos de desarrollo urbano, de sociedades mayores y más centralizadas, de la privatización de los grupos familiares como consumidores, del rápido progreso tecnológico y del crecimiento de la industria y el desarrollo asociado de las estructuras, necesidades y deseos sociales. Con la obra clásica de Adam Smith, lo chrematisike se convirtió en la institución central y la virtud principal de la sociedad moderna. Pero la devaluada versión popular («la codicia es buena») de la tesis de Smith difícilmente favoreció al objeto de la ética de los negocios («¿no es eso una contradicción en los términos?»), y la moralización sobre los negocios conservó su sesgo antiguo y medieval contra esta actividad. Hombres de negocios como Mellon y Carnegie ofrecieron conferencias públicas sobre las virtudes del éxito y la nohlesse oblige de los ricos, pero la ética de los negocios como tal fue desarrollada en su mayor parte por socialistas, como una continua diatriba contra la amoralidad de la mentalidad de los negocios. Sólo muy recientemente una concepción más moral y honorable de los negocios ha empezado a dominar el lenguaje de los negocios, y con ella se ha extendido la idea de estudiar los valores e ideales subyacentes de los negocios. Podemos comprender cómo la libertad del mercado siempre será una amenaza a los valores tradicionales y contraria al control gubernamental, pero ya no podemos llegar retóricamente a la conclusión de que el propio mercado carece de valores o de que los gobiernos sirven mejor que los mercados al bien público. <br />3. El mito de la motivación del beneficio<br />La ética de los negocios ya no está exclusivamente centrada sobre todo en la crítica de los negocios y de la práctica de éstos. Los beneficios ya no son condenados junto a la «avaricia» en sermones moralizantes, y ya no se concibe a las empresas como monolitos sin cara, sin alma y amorales. Lo que interesa ahora es simplemente cómo debe concebirse el beneficio en el contexto más amplio de la productividad y la responsabilidad social y la manera en que las corporaciones, en calidad de comunidades complejas, mejor pueden servir tanto a sus propios empleados como a la sociedad que les rodea. La ética de los negocios ha pasado de un ataque totalmente crítico al capitalismo y a la «motivación por el beneficio» a un examen más productivo y constructivo de las normas y prácticas subyacentes de los negocios. Pero el antiguo paradigma -lo que Richard DeGeorge ha denominado «el mito de los negocios amorales»- pervive, no sólo entre el público suspicaz y entre algunos filósofos de orientación socialista sino también entre muchos hombres de negocios. Por consiguiente, la primera tarea de la ética de los negocios consiste en abrirse paso a través de mitos y metáforas incriminatorios que oscurecen en vez de clarificar el ethos subyacente que hace posible los negocios.<br />Toda disciplina tiene su propio vocabulario autoglorificador. Los políticos se deleitan en las nociones de «servicio público» mientras persiguen el poder personal, los abogados defienden nuestros «derechos» a cambio de unos considerables honorarios y los profesores describen lo que hacen en el lenguaje noble de «la verdad y el conocimiento» mientras dedican la mayor parte de su tiempo y energías a la política universitaria. Pero en el caso de los negocios, el lenguaje autoglorificador es a menudo especialmente poco lisonjero. Por ejemplo, los ejecutivos siguen hablando de lo que hacen en términos de la «motivación por el beneficio», sin advertir que la expresión fue inventada por los socialistas del siglo pasado como un ataque a los negocios y a su cicatera búsqueda de dinero con exclusión de todas las demás consideraciones y obligaciones. Sin duda un negocio aspira a obtener beneficios, pero lo hace sólo proporcionando bienes y servicios de calidad, creando empleos y encajando en la comunidad. Individualizar el beneficio más que la productividad o el servicio público como objetivo central de la actividad de los negocios no es más que buscar problemas. Los beneficios como tales no son la meta o el fin de la actividad de los negocios: los beneficios se distribuyen y reinvierten. Los beneficios constituyen un medio para construir el negocio y remunerar a los empleados, ejecutivos e inversores. Para algunos, los beneficios pueden ser un medio de «marcarse un tanto», pero incluso en esos casos el objetivo es el estatus y la satisfacción de «ganar», y no los beneficios como tales.<br />Una autoimagen del ejecutivo más elaborada pero no muy diferente es aquella según la cual los directivos de un negocio están obligados ante todo por una única obligación, a saber, maximizar los beneficios de sus accionistas. No tenemos que indagar si ésta es la motivación real subyacente a la mayoría de las decisiones de la alta dirección para señalar que, si bien los directivos reconocen que sus propios roles en los negocios están definidos principalmente por obligaciones más que por la «motivación por el beneficio», esa poco lisonjera imagen simplemente se ha transferido a los accionistas (es decir, a los propietarios). ¿Es verdad que los inversores/propietarios sólose preocupan por la maximización de sus beneficios? ¿Es el accionista, en última instancia, la encarnación de ese inhumano horno oeconomicus extremadamente desprovisto de responsabilidad cívica y orgullo, desinteresado por las virtudes de la empresa que posee, aparte de aquellos riesgos que le pueden hacer vulnerable a pleitos legales costosos? Y si algunos inversores de «meter y sacar» a los cuatro meses se preocupan realmente sólo por aumentar sus inversiones en un treinta por ciento o así, por qué estamos tan seguros de que los directivos de la empresa tienen una obligación para con ellos distinta a la de no derrochar intencionadamente o desperdiciar su dinero? La búsqueda de beneficios no es el fin último, y mucho menos el único fin de los negocios. Es más bien una de las muchas metas y constituye más un medio que un fin en sí.<br />Así es como comprendemos erróneamente los negocios: adoptamos una visión demasiado estrecha de lo que es esta actividad, por ejemplo la búsqueda de beneficios, y a continuación deducimos conclusiones no éticas o amorales. IL5 este enfoque inexcusablemente limitado a los «derechos de los accionistas», por ejemplo, el que se ha utilizado para defender algunas de las «Opas hostiles» muy destructivas y sin duda improductivas de las grandes empresas en los últimos años. Por supuesto, esto no equivale a negar el derecho de los accionistas a un rendimiento justo, ni tampoco a negar las «responsabilidades fiduciarias» de los directivos de una empresa. Sólo quiere decir que estos derechos y responsabilidades sólo tienen sentido en un contexto social más amplio y que la idea misma de la «motivación del beneficio» como fin en sí -frente a los beneficios como medios para estimular y recompensar un trabajo duro y una inversión, la construcción de un mejor negocio y un mejor servicio a la sociedad- constituye un serio obstáculo para comprender el rico tapiz de motivos y actividades que configura el mundo de los negocios. <br />4. Otros mitos y metáforas asociados a los negocios<br />Entre los mitos y metáforas más perjudiciales del discurso sobre los negocios se encuentran los conceptos machistas «darwinianos» de la «supervivencia de los más aptos» y de «los negocios son una jungla» (para el origen de estas nociones, véase el artículo 44, «El significado de la evolución»). Por supuesto, la idea subyacente es que la vida en los negocios es competitiva, y que no siempre es justa. Pero este par de ideas obvias es muy diferente de las representaciones de una «merienda de lobos» o de «cada cual va a la suya», rutinarias en el mundo de los negocios. Cierto es que los negocios son y deben ser competitivos, pero no es verdad que esta competición sea a muerte o caníbal ni que «uno hace lo que puede para sobrevivir». Por competitiva que pueda ser una industria particular, siempre se basa en un núcleo de intereses comunes y normas de conducta convenidas mutuamente, y la competencia no tiene lugar en una jungla sino en una comunidad a la que presumiblemente sirve y de la que depende a la vez. La vida de los negocios es ante todo fundamentalmente cooperativa. Y la competencia sólo es posible dentro de los límites de los intereses compartidos en común. Y al contrario de como lo quiere la metáfora de la selva -«cada cual a la suya»-, los negocios casi siempre suponen grandes grupos que cooperan y confían entre si, no sólo las propias corporaciones sino las redes de proveedores, personal de servicios, clientes e inversores.<br />La competencia es esencial para el capitalismo, pero concebirla como una competencia «desenfrenada» es socavar la ética y además comprender erróneamente la naturaleza de la competencia (por la misma razón también deberíamos mirar con suspicacia la conocida metáfora de la «guerra», tan popular en muchas salas de juntas y la actual metáfora del «juego», así como el énfasis por «ganar» que tiende a convertir el serio empeño de «ganarse la vida» en algo así como un deporte encerrado en sí mismo).<br />La metáfora más persistente, que parece resistir frente a toda evidencia en su contra, es la del individualismo atomista. La idea de que la vida de los negocios consiste totalmente en transacciones convenidas entre ciudadanos individuales (evitando la interferencia gubernamental) puede remontarse a Adam Smith y a la filosofía dominante en la Inglaterra del siglo XVIII. Pero en la actualidad la mayor parte de la vida de los negocios consiste en funciones y responsabilidades en empresas cooperativas, tanto se trate de pequeños negocios familiares o de gigantescas corporaciones multinacionales. El gobierno y los negocios son tan a menudo socios como adversarios (por frustrante que pueda parecer en ocasiones el laberinto de la «regulación»), bien por medio de subvenciones, aranceles y exenciones fiscales o bien como socios en estrecha cooperación («Japan, Inc.» y proyectos tan vastos como el transbordador espacial de National Aeronautics y la Administración del Espacio). Pero el individualismo atomista no es sólo inexacto dada la complejidad empresarial del actual mundo de los negocios; parte de la ingenua suposición de que ni siquiera la más simple promesa, contrato o intercambio están exentos de normas y prácticas institucionales. Los negocios son una práctica social, y no una actividad de individuos aislados. Esta actividad sólo es posible porque tiene lugar en una cultura con un conjunto establecido de procedimientos y expectativas, cosas que (excepto en los detalles) no están expuestas a las intervenciones individuales.<br />Por consiguiente, es un signo de considerable progreso el hecho de que uno de los modelos dominantes del pensamiento empresarial actual sea la idea de una «cultura empresarial». Como cualquier otra analogía, ésta tiene por supuesto sus contraejemplos, pero es importante apreciar el sentido de esta metáfora. Este sentido es social, de rechazo al individualismo atomista. Reconoce el lugar de las personas en la organización como la estructura fundamental de la vida de los negocios. Suscribe abiertamente la idea de una ética. Reconoce que los valores comunes mantienen unida a una cultura. Aún deja lugar para la actuación individualista «por libre», la del «emprendedor», pero también ésta sólo es posible en tanto deje un lugar (importante) a la excentricidad y la innovación. Pero asimismo, el problema de la metáfora de la «cultura» es que tiende a estar demasiado encerrada en sí misma. Una empresa no es como una tribu aislada de las Islas Trobriand. Una cultura empresarial es una parte inseparable de una cultura más amplia, a lo sumo una subcultura (o una cultura de subcultura), un organelo especializado de un órgano de un organismo. En realidad lo que caracteriza a todos estos mitos y metáforas es la tendencia a concebir los negocios como un empeño aislado y encapsulado, con valores diferentes de los valores de la sociedad que los rodea. La primera tarea de la ética de los negocios es romper esta sensación de aislamiento. <br />5. Microética, macroética y ética molar<br />Podemos distinguir bien entre tres (o más) niveles de los negocios y de la ética de los negocios, desde el ámbito micro -las normas de intercambio justo entre dos individuos-, al ámbito macro -las normas institucionales o culturales del comercio para toda una sociedad («el mundo de los negocios»). También deberíamos delimitar un área que podemos denominar el nivel molar de la ética de los negocios, que versa sobre la unidad básica del comercio actual: la corporación. Por supuesto, la microética de los negocios es en gran medida una parte de la ética tradicional: la naturaleza de las promesas y otras obligaciones, las intenciones, consecuencias y otras implicaciones de las acciones de un individuo, la fundamentación y la naturaleza de los diversos derechos individuales. Lo peculiar a la microética de los negocios es la idea de intercambio justo y, con ella, la noción de salario justo, trato justo, y de lo que se puede considerar una «negociación» frente a lo que es un «robo». Aquí es especialmente pertinente la noción aristotélica de justicia «conmutativa», e incluso los antiguos solían preocuparse, de tanto en cuanto, de si, por ejemplo, el vendedor de una casa estaba obligado a comunicar al comprador en potencia que el techo estaba en mal estado y podía dejar pasar el agua con las primeras lluvias copiosas.<br />Por su parte, la macroética está integrada en las cuestiones más amplias sobre la justicia, la legitimidad y la naturaleza de la sociedad que en conjunto constituyen la filosofía social y política. ¿Cuál es el objeto del «libre mercado»?, o ¿existe en algún sentido un bien en sí, con su propio telos? ¿Son primarios los derechos de propiedad privada, en algún sentido previos al contrato social (como han afirmado John Locke y más recientemente Robert Nozick) o bien también hemos de concebir el mercado como una práctica social compleja de la cual los derechos son sólo un componente? ¿Es «justo» ~ sistema de libre mercado? ¿Es la forma más eficaz de distribuir bienes y servicios en la sociedad? ¿Presta suficiente atención a los casos de necesidades desesperadas (en las que no se trata de un «intercambio justo»)? ¿Presta suficiente atención a los méritos, cuando en modo alguno está garantizado que haya una suficiente demanda de virtud como para ser recompensada? ¿Cuáles son las funciones legítimas (e ilegítimas) del gobierno en la vida de los negocios y cuál es la función de la regulación gubernamental? En otras palabras, la macroética es el intento por obtener la «gran foto», por comprender la naturaleza del mundo de los negocios y sus funciones propias.<br />Sin embargo, la unidad «molar» definitiva del negocio moderno es la corporación, y las cuestiones centrales de la ética de los negocios tienden a estar descaradamente dirigidas a los directivos y empleados de los aproximadamente pocos miles de empresas que rigen gran parte de la vida comercial de todo el mundo. En particular, son cuestiones relativas a la función de la corporación en la sociedad y al papel del individuo en la corporación. No es de extrañar que muchas de las cuestiones más críticas se encuentran en los intersticios de los tres niveles del discurso ético, como por ejemplo la cuestión de la responsabilidad social corporativa -el papel de la corporación en el conjunto de la sociedad-, y las cuestiones de las responsabilidades propias de cada puesto -el papel del individuo en la corporación. <br />6. La corporación en la sociedad: la idea de responsabilidad social<br />El concepto central de gran parte de la ética de los negocios reciente es la idea de responsabilidad social. También es un concepto que ha irritado a muchos entusiastas tradicionales del libre mercado y desencadenado diversas polémicas malas o equívocas. Quizás la más famosa de éstas sea la diatriba del economista y premio Nobel Milton Friedman en The New York Times (13 de septiembre de 197C) titulada «La responsabilidad social del negocio es aumentar sus beneficios». En este artículo, Friedman tildaba a los hombres de negocios que defendían la idea de responsabilidad social corporativa de «marionetas inconscientes de las fuerzas intelectuales que han estado socavando la base de una sociedad libre» y les acusaba de «predicar un socialismo puro y no adulterado». El argumento de Friedman es, en esencia, que los directivos de una corporación son los empleados de los accionistas y, como tales, tienen una «responsabilidad fiduciaria» de maximizar sus beneficios. El dar dinero a obras benéficas u otras causas sociales (excepto a las relaciones públicas orientadas a aumentar el negocio) y participar en proyectos comunitarios (que no aumentan el negocio de la empresa) equivale a robar a los accionistas. Además, no hay razón para suponer que una corporación o sus directivos tengan una cualificación o conocimiento especial en el campo de la política pública, y por lo tanto están extralimitándose en sus competencias además de violar sus obligaciones cuando participan en actividades comunitarias (es decir, como directivos de Ja empresa, y no como ciudadanos individuales que actúan por iniciativa propia).<br />Algunas de las falacias que contiene este razonamiento se desprenden de la concepción estrecha «orientada al beneficio» de los negocios y a la imagen extremadamente poco lisonjera y realista del accionista que antes hemos citado; otras (como el «socialismo puro y no adulterado» y el «robo») no son más que excesos retóricos. El argumento de la «competencia» (también defendido por Peter Drucker en su influyente libro sobre La Dirección) sólo tiene sentido en tanto en cuanto las corporaciones llevan a cabo proyectos de ingeniería social que están más allá de sus capacidades; pero ¿exige conocimientos especiales o avanzados interesarse por la contratación discriminatoria o las prácticas de promoción en la propia empresa o por los efectos devastadores de los residuos de ésta sobre la campiña circundante? La crítica general a los argumentos friedmanianos de este tipo recientemente popularizada en la ética de los negocios puede resumirse en un modesto juego de palabras; en vez de «accionistas», los beneficiarios de las responsabilidades sociales de la corporación son recolectores de apuestas [juego de palabras entre stockholder (accionista) y stakeholder (recolector de apuestas)], de los cuales los accionistas constituyen una única subclase. Los recolectores de apuestas de una empresa son todos aquellos que están afectados y tienen expectativas y derechos legítimos por las acciones de la empresa, y entre éstos se encuentran los empleados, los consumidores y los proveedores así como la comunidad circundante y la sociedad en general. 11 alcance de este concepto es que amplía considerablemente el centro de interés de la corporación, sin perder de vista las virtudes y capacidades particulares de la propia corporación. Así considerada, la responsabilidad social no es una carga adicional a la corporación sino una parte integrante de sus intereses esenciales, atender a las necesidades y ser equitativa no sólo con sus inversores/propietarios sino con quienes trabajan para ella, compran de ella, para sus proveedores, para quienes viven cerca o están afectados de otro modo por las actividades demandadas y compensadas por el sistema de libre mercado. <br />7. Obligaciones para con los recolectores de apuestas: los consumidores y la comunidad<br />Los directivos de las corporaciones tienen obligaciones para con sus accionistas, pero también tienen obligaciones para con otros recolectores de apuestas. En particular tienen obligaciones para con los consumidores y para con la comunidad que les rodea así como para con sus propios empleados (véase la sección 8). Después de todo, el objetivo de la empresa es servir al público, tanto proporcionándole los productos y servicios deseados y deseables como no perjudicando a la comunidad y a sus ciudadanos. Por ejemplo, una corporación difícilmente sirve su finalidad pública si contamina el suministro de aire o de agua, si enreda el tráfico o agota los recursos comunitarios, si fomenta (incluso de manera indirecta) el racismo o los prejuicios, si destruye la belleza natural del entorno o pone en peligro el bienestar financiero o social de los ciudadanos del lugar. Para los consumidores, la empresa tiene la obligación de proporcionar productos y servicios de calidad. Tiene la obligación de asegurar que éstos son seguros, mediante la investigación y las instrucciones adecuadas y, cuando corresponda, advertir de un posible uso indebido. Los fabricantes son y deben ser responsables de los efectos peligrosos y el abuso predecible de sus productos, por ejemplo, por la probabilidad de que un niño pequeño se trague una pieza pequeña y fácil de separar de un juguete hecho especialmente para ese grupo de edad, y algunos grupos de defensa de los consumidores sugieren actualmente que esta responsabilidad no debe matizarse excesivamente con la excusa de que «se trataba de adultos maduros que conocían o debían haber conocido los riesgos de lo que estaban haciendo». Sin embargo, esta última exigencia apunta a diversos focos de interés actualmente problemáticos, en especial a la presunción general de madurez, inteligencia y responsabilidad por parte del consumidor y a la cuestión de los límites razonables de la responsabilidad por parte del productor (obviamente con los niños son aplicables consideraciones especiales). ¿En qué medida el fabricante debe adoptar precauciones contra usos claramente peculiares o incluso absurdos de sus productos? ¿Qué restricciones deben imponerse a los fabricantes que venden y distribuyen productos peligrosos, por ejemplo, cigarrillos y armas de fuego, incluso si hay una considerable demanda de estos artículos?; ¿debe ser responsable el productor de lo que es claramente un riesgo previsible por parte del consumidor? En realidad, cada vez más gente se pregunta si en alguna medida deberíamos retomar la hoy antigua advertencia de «tenga precaución el comprador» para contrarrestar la tendencia escapista a la falta de responsabilidad del consumidor y a la responsabilidad absoluta de la empresa.<br />La inteligencia y responsabilidad del consumidor también están en juego en el debatido tema de la publicidad, contra el cual se han dirigido algunas de las críticas más graves a las prácticas actuales de los negocios. La defensa clásica del sistema del mercado libre es que abastece y satisface las demandas existentes. Pero silos fabricantes crean realmente la demanda de los productos que producen, esta defensa clásica pierde claramente su base. En realidad incluso se ha acusado que la publicidad es en sí coercitiva por cuanto interfiere en la libre elección del consumidor, que ya no está en condiciones de decidir cómo satisfacer mejor sus necesidades sino que en cambio se ve sujeto a toda una lluvia de influencias que pueden ser bastante irrelevantes o incluso opuestas a aquellas necesidades. E incluso cuando no se cuestiona la deseabilidad del producto, se plantean las nada desdeñables cuestiones relativas a la publicidad de determinadas marcas comerciales y a la creación artificial de una «diferenciación del producto». Y también se plantean las conocidas cuestiones relativas al gusto -relativas al límite entre la ética y la estética (y en ocasiones más allá de él). Se utiliza el sexo -en ocasiones de manera seductora y en otras de forma clara- para mejorar el aspecto de productos que van desde la goma de mascar a los automóviles, se ofrecen promesas implícitas pero obviamente falsas de éxito social \; aceptabilidad si uno compra este jabón o pasta de dientes; y hay presentaciones ofensivas de las mujeres y minorías y a menudo de la naturaleza humana en cuanto tal, simplemente para vender productos de los que la mayoría de nosotros podríamos prescindir perfectamente. Este consumo superfluo y el gusto (o la falta de él) que vende ,¿es una cuestión ética? ¿Se espera realmente que alguien crea que su vida va a cambiar añadiendo un aroma de menta o un suelo de cocina sin cera y no amarillento?<br />Mucho más grave es, por supuesto, el engaño directo en la publicidad. Pero en este mundo de seducción, kitsch e hipérbole no está en modo alguno claro qué constituye un «engaño». Quizás en realidad nadie crea que una determinada pasta de dientes o unos tejanos de diseño le garanticen el éxito con el ser querido de sus sueños (aunque millones están dispuestos a probarlo, por si acaso), pero cuando un producto tiene efectos que bien pueden ser fatales, se somete a un examen más detenido la exactitud de la publicidad. Cuando se anuncia un producto médico mediante una información técnica errónea, incompleta o sencillamente falsa, cuando se vende un «remedio contra el resfriado» sin receta con la promesa pero sin una evidencia seria de que puede aliviar los síntomas y evitar las complicaciones, cuando se ocultan efectos secundarios conocidos y peligrosos detrás de un genérico «con ésta como con todas las medicinas, consulte con su médico», la aparentemente simple «verdad de la publicidad» se convierte en un imperativo moral y se han violado los principios éticos (si no también la ley).<br />A menudo se ha afirmado que en un mercado libre ideal la única publicidad que seria necesaria o permitida sería la pura información sobre el uso y características del producto. Pero en determinadas circunstancias el consumidor medio puede no ser capaz de comprender la información relevante relativa al producto en cuestión. Sin embargo en la gran mayoría de casos, los consumidores se responsabilizan muy poco por sus propias decisiones, y en realidad no se puede culpar a la publicidad de la irresponsabilidad o irracionalidad de aquéllos. Las empresas tienen responsabilidades para con sus clientes, pero los clientes también tienen responsabilidades. Como sucede a menudo, la ética de los negocios no es sólo cuestión de la responsabilidad empresarial sino un conjunto entrelazado de responsabilidades recíprocas. <br />8. El individuo en la empresa: responsabilidades y expectativas<br />Quizás el recolector de apuestas que ha sido objeto de más abusos en el modelo de las responsabilidades corporativas sea el empleado de la empresa. En la teoría tradicional del libre mercado, el trabajo del empleado es en sí mismo simplemente una mercancía más, sujeta a las leyes de la oferta y la demanda. Pero mientras que uno puede vender a precio «reventado» o simplemente desechar los pernos o partes de una maquinaria que ya no se demandan, el empleado es un ser humano, con necesidades y derechos reales aparte de su función en la producción o en el mercado. Un espacio de trabajo estrecho e incómodo, o una jornada de trabajo penosa puede reducir los gastos generales o aumentar la productividad, y el pago de salarios de subsistencia a los empleados que por una u otra razón no pueden, no se atreven o no saben cómo quejarse, pueden aumentar los beneficios, pero en la actualidad todos -menos los irreductibles «darwinianos»- reconocen que estas condiciones y prácticas no son éticas y legalmente son inexcusables. Y sin embargo, el modelo del trabajo como «mercancía» tiene aún una gran influencia en gran parte de la teoría de los negocios, y afecta tanto a los directivos y ejecutivos como a los trabajadores cualificados y no cualificados. Ésta es la razón por la que gran parte de la ética de los negocios reciente se ha centrado en ideas como los derechos de los empleados y, desde una óptica muy diferente, la razón por la que también se ha recuperado la antigua noción de «lealtad de la empresa». Después de todo, si una empresa trata a sus empleados como piezas desechables, nadie debería sorprenderse si éstos empiezan a tratar a la empresa sólo como una fuente transitoria de salarios y beneficios.<br />Sin embargo, el otro lado de esta inquietante imagen es el también renovado acento en la noción de las funciones y responsabilidades de los empleados, una de las cuales es la lealtad hacia la empresa. Sin duda, la «lealtad» es aquí un interés en d05 direcciones; en virtud de su empleo, el empleado tiene obligaciones especiales para con la empresa, pero ésta tiene a su vez obligaciones para con el empleado. Pero existe el peligro de subrayar conceptos como el de «lealtad» sin tener muy claro que la lealtad no está sólo vinculada al empleo en general sino también al rol particular y a las responsabilidades de uno. Según R. 5. Downie, un rol es «un racimo de derechos y deber es con algún tipo de función social» -en este caso, una función en la empresa (Rolesand values, pág. 128). En el contrato de trabajo y en la legislación pueden especificarse algunos aspectos de este rol y responsabilidades, pero muchos de ellos -por ejemplo, las costumbres locales, las pautas de cortesía y otros aspectos de lo que antes llamamos la «cultura empresarial»- pueden apreciarse sólo con el tiempo en el puesto y el contacto continuado con otros empleados.<br />Además, no es sólo cuestión de que cada cual «cumpla con su labor» sino, tanto por razones éticas como económicas, de hacer ésta lo mejor posible. Norman Bowie afirma al respecto, y creo que con razón, que «un puesto de trabajo no es nunca sólo un puesto de trabajo». Tiene también una dimensión moral: el orgullo en lo producido, la cooperación con los compañeros y el interés por el bienestar de la empresa. Pero por supuesto estas obligaciones definidas por el rol tienen sus límites (por mucho que a algunos directivos les convenga negarlo). El negocio no es un fin en sí mismo sino que está inserto y apoyado por una sociedad que tiene otros intereses, normas y expectativas dominantes.<br />En ocasiones oímos quejarse a los empleados (e incluso a los ejecutivos de alto nivel) que sus «valores corporativos chocan con sus valores personales». Lo que esto suele querer decir, creo, es que ciertas exigencias formuladas por sus empresas son poco éticas o inmorales. Lo que la mayoría de las personas denominan sus «valores personales» son de hecho los valores más profundos de su cultura. Y es en este contexto como deberíamos comprender esa imagen trágica hoy familiar de la vida empresarial contemporánea: el soplón». El soplón no es sólo un excéntrico que no puede «encajar» en la organización a la que amenaza con descubrir. El soplón reconoce que no puede tolerar la violación de la moralidad o de la confianza pública y se siente obligado a hacer algo por ello. Las biografías de la mayoría de los soplones no son edificantes, pero su misma existencia y éxito ocasional es buena prueba de las obligaciones recíprocas de la empresa, el individuo y la sociedad. En realidad, quizás el resultado más importante de la aparición de la ética de los negocios en el espacio público ha sido el resaltar a estos individuos y otorgarles una renovada respetabilidad por lo que sus empleadores perciben erróneamente una simple falta de lealtad. Pero cuando las exigencias del negocio chocan con la moralidad o el bienestar de la sociedad, el que debe ceder es el negocio, y éste es quizás el sentido último de la ética de los negocios.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-66083585056056877672008-06-03T17:09:00.000-05:002008-06-03T17:10:15.789-05:00BienvenidosUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-9611190360092599912008-05-26T11:23:00.001-05:002008-06-18T11:27:36.077-05:00LA FORMACIÓN HUMANISTA Y LA ÉTICA PROFESIONALAutor: Isabel Cristina Pérez Cruz<br />Dpto. de Estudios socioculturales.<br />Universidad de Cienfuegos.<br /><br />Resumen<br />La universidad posee la responsabilidad social de la formación humanista de los futuros profesionales. Ha de informar y motivar sobre los objetivos educativos en el ámbito de la formación humanista para su educación ético profesional. Desde esta concepción se aborda y se explica la relación de la formación humanista y la ética profesional en la carrera de Licenciatura en Economía de la Universidad de Cienfuegos.<br /><br />Introducción<br />La historia de la formación humanística en el pensamiento cubano se aviene a la madurez intelectual que alcanzaron un grupo de figuras del siglo XVIII y XIX como fueron Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive y José Martí, este último de gran importancia debido a que en él se sintetiza todo el proceso que lo antecedió.<br /><br />La formación humanista constituyó una exigencia martiana, en analogía con el universo y con su época. Martí reconoce la necesidad de esta formación humanista, que les permita a los educandos insertarse activamente en su contexto, les esclarezca las cusas esenciales de la realidad y les ofrezca el instrumental científico –teórico para la modificación de la realidad. ¨En la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar¨<a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftn1" name="_ftnref1">[1]</a>. Considera que la escuela debe incluir y lograr, a través de la formación humanista, el manejo, dominio y encausamiento de las fuerzas sociales que contribuyen a precisar y transformar el contorno del mundo que se construyen los hombres.<br /><br />Sobre esto mismo expresa Gerardo Ramos Serpa: “la formación humanística representa la elaboración y apropiación por parte del sujeto a través de la vía curricular, de una concepción integral acerca de la naturaleza del hombre y la sociedad así como de la activa y multilateral interrelación entre ambas.”<a title="" style="mso-footnote-id: ftn2" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftn2" name="_ftnref2">[2]</a><br /><br />Ante esta disyuntiva de desarrollar una cultura humanista, el currículo debe ser entre otras cosas, flexible, abierto a la reflexión. En este sentido Stenhouse ofrece un concepto de currículo que resulta acertado y es el que asume esta investigación: “Es un intento de comunicar los principios esenciales de una propuesta educativa, de tal forma que quede abierta al escrutinio crítico y pueda ser traducida efectivamente a la práctica”<a title="" style="mso-footnote-id: ftn3" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftn3" name="_ftnref3">[3]</a>. Entendido el currículo como una construcción social históricamente determinada que se pone en práctica en las instituciones con el objetivo de mantener y desarrollar el legado cultural que un grupo humano consideras trascendente, por lo que debe estar en constante revisión para su trasformación en correspondencia con los cambios que se dan en dicha realidad.<br /><br />Con esto no se quiere decir que se abarroten los programas de estudio con disímiles asignaturas de corte humanístico sino que se trata de lograr en el estudiante la conformación e integración sistémica coherente de conocimientos, que le sirva de sustento profesional para la comprensión de la realidad y su transformación.<br /><br />Entre las diversas funciones que debe desempeñar la formación humanística, según Ramos Serpa, se encuentran algunas que a continuación serán señaladas de acuerdo a los intereses que sigue esta investigación<a title="" style="mso-footnote-id: ftn4" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftn4" name="_ftnref4">[4]</a>:<br />Ø Función de formación intelectual: se caracteriza por las operaciones que debe regular el proceso cognoscitivo y afectivo para un razonamiento lógico y desarrollador que conduzca a la reflexión en la forma de pensar y actuar.<br />Ø Función de formación económica: permite una comprensión de las leyes del devenir económico de la sociedad, tanto referente a lo micro y la macroeconomía, así como en el plano nacional e internacional.<br />Ø Función de formación política: ofrece de una explicación de la existencia e incidencia de las clases sociales y de sus intereses en la dinámica social, así como de los mecanismos, organizaciones e instituciones en los que ellos se plasma y sustenta.<br />Ø Función de formación estética: establece una concepción artística, literaria, poética, en relación con los elementos culturales que caracteriza lo bello y sus parámetros en el proceso de creación y percepción de la realidad.<br />Ø Función de formación ética: contribuye a la asimilación y apropiación de normas, patrones de conducta que regula las relaciones de los hombres en un momento histórico concreto que trasciende por su relevancia para formar un sistema de valores universales e individuales para accionar.<br />Ø Función de formación patriótica- nacional: favorece la elaboración del sentimiento y la autoconciencia de pertenencia e identidad nacional, sobre la base de las tradiciones y valores históricos, sociales y culturales del país.<br />Ø Función de concepción del mundo: permite la estructuración consciente en el ámbito teórico de las coordenadas y principios directrices más generales de la actividad social del individuo, mediante una visión integral de conjunto acerca del hombre, la realidad y la activa relación entre ambos.<br /><br />La formación humanista no puede ser un elemento externo, ni incluido a posteriori, ni tampoco constituye un momento consustancial de la formación integral del profesional y del propio hombre.<br /><br />Serpa (1998) destaca la necesaria correlación entre la ciencia y la docencia a través de la formación humanista, a través de un diseño curricular que permita que la lógica de la enseñanza se modifique con respecto a la lógica de la ciencia en función de los objetivos que se persiguen en la formación del profesional y atendiendo a la solución de los problemas profesionales. Afirma que la formación humanista está llamada a ofrecer lo básico, que es diferente de lo elemental y de lo tradicional. Lo básico entendido como el sistema de principios y fundamentos que le permiten al sujeto orientarse, comprender su realidad y promover su desarrollo, a través del principio de la actividad a lo largo de todo el proceso de enseñanza- aprendizaje.<br /><br />Como ya hemos visto dentro de estas funciones de la formación humanista se encuentra la de lograr una formación ética, vista la ética como una reflexión sobre los valores en general que se forman a través del proceso de educación. Al decir de Savater: “la educación a de despertar el interés ético más que trasmitir un recetario de cuestiones¨.<a title="" style="mso-footnote-id: ftn5" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftn5" name="_ftnref5">[5]</a><br /><br />En la concepción de la formación ética como un proceso que prepara ciudadanos capaces de convivir, cooperar, participar con autonomía, tolerar y solidarizarse.<br /><br />El egresado de la Enseñanza Superior, con un perfil empresarial, no debe estar ajeno a la situación económica que vive el mundo, y dentro de él la de su país, ha de prepararse a partir de una sólida formación humanista, la cultura ética empresarial, vista la cultura ética empresarial como parte del propio desarrollo de la conciencia económica y de la función de la formación ética.<br /><br />Los denominados pilares del aprendizaje del siglo XXI, definidos por la UNESCO, constituyen una excelente guía para interrogarse acerca de los sentidos y contenidos de la educación. Estos pilares son: <a title="" style="mso-footnote-id: ftn6" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftn6" name="_ftnref6">[6]</a><br />ü Aprender a ser para conocerse y valorarse a sí mismo y construir la propia identidad para actuar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y responsabilidad personal en las distintas situaciones de la vida.<br />ü Aprender a hacer- desarrollando competencias que capaciten a las personas para enfrentar un gran número de situaciones, trabajar en equipo, y desenvolverse en diferentes contextos sociales y laborales.<br />ü Aprender a conocer- para adquirir una cultura general y conocimientos específicos que estimulen la curiosidad para seguir aprendiendo y desarrollarse en la sociedad del conocimiento.<br /><br />ü Aprender a vivir juntos- desarrollo de la comprensión y valoración del otro, la percepción de las formas de interdependencia, respetando los valores del pluralismo, la compresión mutua y la paz.<br /><br />ü Aprender a aprender, para el desarrollo de una actitud preactiva e innovadora, haciendo propuestas y tomando iniciativas.<br /><br />Esta declaración de la Habana del Proyecto Regional de Educación para América Latina y el Caribe concibe las prácticas educativas determinadas por la cultura de la escuela, por lo que mejorar la calidad y equidad de la educación pasa necesariamente por transformar la cultura y funcionamiento de las escuelas y promover cambios desde las propias escuelas. En la concepción de que las relaciones que se establecen entre las personas, constituyen interacciones mediatizadas por la cultura (roles, conocimiento, habilidades, estatus sociales, etc.).<br /><br />En Cuba, el proyecto de educación a que se aspira debe conducir a la formación humanística de los profesionales en sentido general. Por el contenido y las funciones que esta formación posee fue necesario en la investigación realizar un estudio paciente del modelo del profesional de la carrera de Licenciatura en Economía. Y además en el proceso de investigación, nos fue necesario elaborar el concepto de Cultura Ética como la “Cosmovisión ética que abarca la dimensión de la empresa, las organizaciones e instituciones, el comportamiento moral de los agentes económicos, la ética profesional y las políticas económicas de desarrollo en su relación con el entorno”. Cuyo significado implica para la praxis educativa, conocimientos éticos, habilidades éticas y la ética profesional.<br /><br />La ética de la Economía es una reflexión sobre problemas de al realidad económica. Puede incluir diversas áreas de consideración. Sobre todo, la del comportamiento moral de los agentes y de las instituciones económicas y de la dimensión ética de los medios o instrumentos utilizados en la economía. Dando lugar a tres tipos de éticas aplicada:<br /><br />· De la empresa y las organizaciones ( Ética empresarial)<br />· La profesional que trata del comportamiento moral de los agentes económicos. ( Ética profesional de los economistas)<br />· De las políticas económicas de más recientes creación (Ética del desarrollo).<br /><br />Algunos autores consideran que la ética profesional tiene un sentido más amplio que el de deontología: sin limitarse a los deberes y obligaciones que se articulan en un conjunto de normas o códigos de cada profesión, para dirigirse a las virtudes y roles profesionales, (Bolívar, 2005), (Oakley y Cocking, 2001).<br /><br />Bolívar (2005) comprende por ética profesional “el conjunto de principios morales y modos de actuar éticos en un ámbito profesional, por una parte aplica a cada ámbito de actuación profesional los principios de la ética en general, pero paralelamente por otra parte dado que cada actividad profesional es distinta y específica, incluye los bienes propios, metas, valores y hábitos de cada ámbito de actuación profesional”. Explica que la ética profesional es propia de la profesión en la se que está formando el estudiante.<br /><br />El autor considera que la enseñanza de la ética tiene como objetivo proporcionar instrumentos y claves relevantes para tener criterios éticos y capacidad de elección, propios de ciudadanos que participan en los asuntos públicos. En este sentido destaca que hay un marcado interés por la educación para la ciudadanía, cuyo objetivo es contribuir a formar ciudadanos más competentes cívicamente y comprometidos en las responsabilidades colectivas desde su profesión.<br /><br />Bolívar (2005) y Cobo (2003) caracterizan la ética profesional de la siguiente forma:<br />1. Se basa en la extensión y aplicación de dicha ética general al ámbito de práctica profesionales, con las especificaciones propias que le correspondan.<br />2. Como una parte de las éticas aplicadas.<br />3. Además de incluir las normas internas del colectivo, tiene en cuanta una perspectiva más amplia.<br />4. Su contenido ético dimana del sentido ético que proporciona su fin, el bien que aportan o procuran.<br />5. Exige la utilización adecuada de la competencia:<br />Ø formación teórica (conocimientos-saber aprender-cultura tecnológica y lenguas extranjeras).<br />Ø Formación práctica (destrezas, técnicas y sociales: confianza, independencia, tolerancia, descubrimiento del otro, participación en proyectos comunes, e enriquecimiento intercultural.)<br />6. La pertenencia de un individuo a una profesión significa entonces, que además de la competencia propia de dicha profesión, comparte sus principios éticos inherentes de actuación.<br />7. Pone el acento en lo que es bueno hacer, aquello que es propio de cada profesión en el plano del comportamiento moral.<br />8. Trata de las diversas posibilidades de actuar bien en las diversas actividades profesionales.<br /><br />A su vez reconocen las limitaciones en la enseñanza de la ética profesional en las universidades en: el refugio en un objetivismo o neutralidad (cifrado en un contenido disciplinar sin explicitar las dimensiones morales presentes en toda ciencia y en la propia enseñanza) y que en muchas ocasiones la ética profesional en su contenido no incluyen explícitamente dimensiones necesarias para su aplicación en el ejercicio profesional.<br /><br />Reconoce que es necesario ofrecer una cosmovisión ética a todo lo que se hace en las universidades y hablar de ello en términos éticos, a esto pueden contribuir todos los que enseñan diferentes materias y participan en la vida universitaria o la gestionan, en la concepción de que la formación ética es parte del conocimiento profesional y práctico.<br /><br />Las líneas metodológicas que contribuyen a la enseñanza de la ética profesional pueden ser según Bolívar (2005): los códigos profesionales (con reglas y actuaciones deseables) y el método de estudio de caso. A su vez Cobo (2003) reconoce como líneas metodológicas que contribuyen a la enseñanza de la ética profesional las siguientes: el estudio del código ético o deontológico de la profesión, las investigaciones y publicaciones existentes sobre la ética profesional de que se trate, posibles interpelaciones de la ética civil (reflejadas en los códigos profesionales), inserción académica de la ética profesional, utilidad y necesidad del estudio y opinión sobre dilemas y casos prácticos, la responsabiliza de la universidad en la información, motivación y educación en los objetivos de la educación ética, y en particular la educación ética profesional.<br /><br />Las propuestas metodológicas para la enseñanza de la Ética Profesional, de ambos autores están resumidas en el siguiente esquema.<br /><br />Esquema 1: Propuesta de Líneas Metodológicas<br />Cobo Suero<br />- Estudio de los<br />códigos.<br />-Inserción<br />académica<br />curricular.<br />-Estudios de caso.<br />-Responsabilidad<br />de la universidad<br />en la educación<br />ética profesional.<br />Bolívar<br />-Estudio de los códigos<br />profesionales.<br />-Estudios de caso.<br />Propuestas de Líneas Metodológicas<br /><br />A partir del análisis de estas propuestas, nuestra experiencia en la docencia y las investigaciones realizadas en otros contextos universitarios sobre ética profesional nos llevan a considerar que las líneas más acertadas para la enseñanza de la ética profesional en el contexto cubano son:<br />Ø el estudio de los códigos profesionales<br />Ø el estudio de caso<br />Ø la inserción académica curricular de manera transversal<br />Ø la enseñanza de la ética profesional en el componente laboral e investigativo.<br /><br />En Cuba el licenciado en Economía, a partir de 1977, se ha formado en la orientación de tres planes de estudio: el Plan A, el Plan B y el Plan C, con perfiles profesionales diferentes. Durante el período 1990-95 se llevó a cabo la formación profesional bajo una única denominación: Licenciado en Economía, y que corresponde al perfil de un economista con un marcado sesgo empresarial en su formación. Como parte de los centros de educación superior del país, la universidad de Cienfuegos forma licenciados en Economía con perfil en ciencias empresariales desde el curso (1996-1998), lo que condicionó como necesidad la preparación del claustro de profesores en disímiles disciplinas vinculadas al mundo empresarial y a la relación empresa universidad y empresa sociedad, todo ello exigió a la academia, la enseñanza desde la perspectiva de la cultura ética empresarial, para el enfoque de las diferentes disciplinas y asignaturas, tendencia que también acontece en muchas universidades del mundo.<br /><br />El Licenciado en Economía tiene relación con diferentes formas de las éticas aplicadas: la Ética Económica, la Ética Empresarial y la Ética Profesional, ellas incluyes diferentes niveles de aprendizaje, que abarcan el saber, saber hacer y el ser. En el siguiente cuadro se resumen las tres formas de las éticas aplicadas que se relacionan con el Licenciado en Economía.<br /><br /><br />Esquema 2: Éticas Aplicadas<br /><br />Éticas Aplicadas<br /><br />Ética Económica (Saber)<br /><br />Ética Empresarial (Saber-Saber Hacer)<br /><br /><br />Ética profesional<br />(Ser)<br /><br /><br /><br />Luego de la sistematización de los fundamentos teórico conceptuales de la relación formación humanista y ética profesional, la implementación de la misma en las universidades y la necesidad social de la formación ética profesional de nuestros Licenciados en Economía, aplicamos un cuestionario a la matricula de esta carrera en el curso 2005-2006, 190 alumnos de los cinco años abarcan la carrera, nuestra decisión muéstral es de ámbito local ((datos recopilados, procesados y organizados en sistema informatizado por SPSS (11.5). Utilizamos el inventario sobre Ética profesional diseñado y validado por De Vicente, (dir.), Bolivar, y otros (2006) “Inventario sobre ética profesional del estudiante universitario”, en calidad de cuestionario.<br />Contienen una explicación de cómo se debe comprender, la revisión personal, en qué grado juzga que es importante en tu profesión la ética profesional (1ª columna) y si crees que se enseña la ética profesional y en qué medida durante la carrera (2ª columna).<br />En su estructura tiene 24 declaraciones, generales 16 y específicas por titulaciones Educación 8, Psicología 8, Derecho 8, Trabajo Social 7, Ciencia y tecnología de los Alimentos 7, Enfermería 8 y Medicina 8. En este cuestionario sobre ética profesional no aparecía la especialidad objeto de nuestra investigación Economía.<br /><br />El proceso de modificación del cuestionario tuvo en cuenta nuestro contexto (la sociedad cubana, la misión de la universidad en la formación ética de los egresados universitarios y los objetivos de nuestra investigación. Para este proceso de modificación y adaptación contamos con documentos oficiales tales como el Plan de estudio y el Código de ética de los miembros de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba<a title="" style="mso-footnote-id: ftn7" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftn7" name="_ftnref7">[7]</a> y la fraseología adecuada al contexto de nuestros estudiantes. Durante este proceso se somete el instrumento a juicio de expertos para reconstruirlo teniendo en cuenta los aspectos antes mencionados de nuestro contexto. Para ellos se seleccionaron 5 jueces teniendo en cuenta su función como evaluadores del desempeño profesional y su experiencia pedagógica.<br /><br />El cuestionario quedó con 16 declaraciones generales y le incluimos 10 declaraciones especiales para los estudiantes de Economía, con perfil en Ciencias Empresariales. Es utilizado en esta investigación con el objetivo de conocer los criterios y opiniones de los estudiantes en cuanto a la importancia de la ética profesional y sí se les enseña la ética profesional en nuestra universidad. Integra tres dimensiones: Formación humanista, la cual la conforman los ítems 2, 3, 6, 8, 10, 12, 15, 17. Conducta moral, la cual la conforman los ítems 1,2,9,13,14,15,16,18,19,20,21,22,26. Y Competencia profesional, la cual la conforman los ítems, 4, 5, 7, 11, 15, 19, 23, 24, 25.<br /><br />Los resultados genelares acerca de la importancia que los estudiantes le otorgan a la ética profesional en su ejercicio profesional se manifiesta de la manera siguiente: en orden de importancia para ellos, lo más importante es la competencia profesional, después la conducta moral y por último la formación humanista. (Ver gráfico Importancia).<br /><br />Los indicadores de la ética profesional en la manera en que se enseñan, es reconocida por los estudiantes de la siguiente forma: lo que más se enseña es la conducta moral, después la competencia profesional y por último la formación humanista. (Ver gráfico Enseñanza).<br /><br /><br />Gráfico Importancia<br /><br />Gráfico Enseña<br /><br /><br /><br />Conclusión<br />1. La formación humanista representa la elaboración y apropiación por parte del sujeto de una concepción integral acerca de la naturaleza del hombre y la sociedad así como de la activa y multilateral interrelación entre ambas.<br />2. La formación humanista se reconoce como necesidad en la tradición del pensamiento filosófico cubano y constituyó una exigencia martiana.<br /><br />3. La formación humanista integra la formación ética.<br />4. La formación ética desempeña una función importante en la formación humanista, pues contribuye a la asimilación y apropiación de normas y patrones de conductas que regulan las relaciones de los hombres en un momento histórico concreto que trasciende por su relevancia para formar un sistema de valores universales e individuales que le permite insertarse activamente en su contexto, desde su propio perfil ocupacional.<br /><br />5. La formación ética incluye en el egresado de Licenciado en Economía la ética económica, la ética empresarial y la ética profesional.<br /><br />6. La ética profesional como forma de las éticas aplicadas integra la dimensión ética de cada ámbito de actuación profesional.<br /><br />7. La ética profesional en el ámbito de cada profesión contiene aspectos que tributan a la competencia profesional, a la conducta moral y la formación humanista.<br />8. Las líneas metodológicas más acertada para la enseñanza de la ética profesional en el contexto cubano son: el estudio de los códigos profesionales, el estudio de caso, la inserción académica curricular de manera transversal y la enseñanza de la ética profesional en el componente laboral e investigativo.<br /><br />9. El desarrollo de las éticas aplicadas adquiere especial importancia para el Lic. en Economía con perfil empresarial, por su relación con la ética económica, la ética empresarial y la ética profesional. Ello le confiere gran relevancia para la formación de este profesional, al estar relacionada la ética con su ciencia, su objeto y praxis profesional.<br /><br />10. Los estudiantes de la Universidad de Cienfuegos, de la titulación Licenciatura en Economía reconocen la importancia de la ética profesional. Sus consideraciones sobre la importancia de la Ética Profesional en su profesión se manifiesta en el siguiente orden: lo más importante es la competencia profesional, después la conducta moral y por último la formación humanista.<br /><br />11. Los estudiantes Licenciatura en Economía de la Universidad de Cienfuegos, identifican que se les enseña la ética profesional de la siguiente forma: lo que más se les enseña es la conducta moral, después la competencia profesional y por último la formación humanista.<br /><br />12. Es recomendable la perfección del Programa de la disciplina Gestión del Proceso Empresarial (disciplina integradora, que dirige la práctica), para lograr que la formación ética profesional se convierta en una acción educativa intencional, organizada y sistemática.<br /><br />Bibliografía<br />Alvero, F. (Ed.) (1983; p.77). Cervantes. Diccionario manual de la lengua española. La Habana: Editorial Pueblo y educación.<br />Álvarez, C. (1999). Didáctica la escuela en la vida. La Habana: Editorial pueblo y educación.<br />Álvarez, C. (2000). El diseño curricular. La Habana: Pueblo y Educación.<br />Barrabia, O. (2005).Contribución de Fidel Castro Ruz a la concepción de la<br />formación del hombre nuevo en Cuba de 1959 -19 75. Tesis en opción al<br />Grado Científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas. Disponible en:<br />WWW//A:/artículo%60etica%60superior.htm. 17 de junio2006<br />Bolívar, A. (2005) El lugar de la ética profesional en la formación universitaria. 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P.16<br /><a title="" style="mso-footnote-id: ftn7" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6284996830363953028#_ftnref7" name="_ftn7">[7]</a> Asociación de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC) Asociación no gubernamental de los economistas y contadores cubanos, creada en 1981, con filiales provinciales y municipales, cuenta hoy con más de sesenta y cuatro mil afiliados. Mantiene una destacada participación en los más transcendentales cambios de la economía, se ha convertido en una universidad con una estrategia de superación dirigida a la solución de deficiencias y problemas concretos de las empresas, calificar cuadros y a una adecuada aplicación de las resoluciones económicas en vigor.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-57599111801690662632008-05-07T11:29:00.001-05:002008-06-18T11:27:04.869-05:00Ética y Moral SocialRamón R. Abarca Fernández<br />Arequipa, 2005<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />CONNTENIDO<br /><br />1.- Prolegómenos<br />1.1. Ética, moral y costumbres: definiciones, finalidades, método<br />1.2. Normatividad, responsabilidad y juicio<br />1.3. Pluralismo y relatividad moral, ética y libertad de conciencia<br />1.4. El hecho social es moral?: Respuestas e implicaciones personales y sociales<br />1.5. Propósito de la ética social y sus instrumentos<br /><br />2. Dignidad humana<br />2.1. Vida y dignidad humana: individuo y persona.<br />2.2. Realidad humana: Derechos, expresiones, características<br />2.3. Sistemas críticos de los derechos humanos<br />2.4. Actos que atentan contra la vida y la dignidad?: Tortura, homicidio, genocidio, aborto<br /><br />3. Persona y sociedad<br />3.1. Familia y sociedad: ética de la vida y familia<br />3.2. Individuo y sociedad: ciudadanía, participación y responsabilidad<br />3.3. Solidaridad y subsidiaridad: decisión política y solución de conflictos<br />3.4. Libertad y justicia: pena de muerte, cadena perpetua<br />3.5. Sociedad y comunicación: ética y libertad de expresión<br /><br />4. Economía y ética<br />4.1. Actos económicos y sus responsabilidades<br />4.2. Desarrollo con pobreza?: implicancias y políticas sociales<br />4.3. Educación y empleo: responsabilidad compartida<br /><br />5. Ética y cultura<br />5.1. Diversidad cultural: mimetismo, inculturación, aculturación, interculturalidad<br />5.2. Ética, arte y estética<br /><br /><br /><br />OBJETIVOS<br />1. Conocer y comprender los rasgos específicos de la moralidad humana en su práctica individual y social, valorando el significado de la dignidad personal, de la libertad y de la autonomía moral en todos los seres humanos.<br />2. Comprender la génesis individual y social y la historicidad de los valores y de las normas morales, asumiendo críticamente que constituyen una construcción histórica de los seres humanos sujeta a cambios, pero también dotada de cierta capacidad de universalización y de intersubjetividad, como se muestra en la Declaración Universal de Derechos Humanos.<br />3. Identificar y valorar críticamente el pluralismo cultural y moral de las sociedades modernas, tratando de comprender las razones morales en que se apoyan los distintos planteamientos éticos que conviven en ellas. En concreto, se debe potenciar el estudio del espacio cultural europeo como un espacio de valores morales muy importante en la construcción del futuro de la humanidad.<br />4. Identificar y analizar los principales conflictos morales del mundo actual en los que se manifiesta tesis antropológicas y éticas diferentes y/o contrapuestas, tales como materialismo y espiritualismo, liberalismo y socialismo, individualismo y comunitarismo, universalismo y contextualismo.<br />5. Identificar y analizar los principales proyectos éticos contemporáneos, sobre todo los Derechos Humanos, tratando de comprender sus aportaciones originales y las tentativas de solución que proponen sobre los principales problemas morales de nuestra época.<br />6. Identificar y analizar las diferentes formas de organización política de las sociedades actuales, sobre todo el sistema democrático y el Estado social de derecho, valorando críticamente sus logros, sus deficiencias y su horizonte ético de búsqueda incesante de la justicia.<br />7. Conocer y valorar las principales aportaciones teóricas de la historia de la ética y sobre todo las que más han contribuido al reconocimiento de los derechos y libertades individuales, sin olvidar las exigencias del deber moral en todas las culturas humanas.<br />8. Utilizar adecuadamente el procedimiento dialógico y el debate como instrumentos esenciales en el planteamiento de los conflictos y dilemas morales y como medio idóneo para estimular la capacidad argumentativa.<br />9. Participar de modo racional y constructivo en las actividades de clase, individualmente o en grupo, tratando de comprender y asumir las tesis y las actitudes éticas de los otros en un clima de diálogo y de tolerancia positiva.<br />10. Iniciar la creación personal de los propios principios y valores morales de modo autónomo, consciente y crítico, adoptando progresivamente hábitos de conducta moral acordes con esos principios, así como estimular una autoimagen positiva y una autoestima adecuada a las capacidades y actitudes de cada alumno/a.<br /><br /><br /><br /><br /><br />IDEAS PREVIAS<br /><br />“Si nos preguntamos: el ¿por qué de la moral? debemos retomar las ya célebres dudas de Agustín de Hipona y la muy difundida de Descartes, que, a nuestro modo de entender, vienen a refrendar la fundamental y seria decisión de Sócrates ante sus discípulos que le rogaban fugara y no bebiera la cicuta. Pero Sócrates, impertérrito y muy seguro de sus actos, bebió la cicuta ordenando a sus discípulos que no hicieran nada en contra de las decisiones asumidas por él, en atención al cumplimiento de la sentencia que los jueces dictaron en contra suya.<br /><br />Por qué esta gran decisión? Si Sócrates perfectamente podía huir, por qué no lo hizo? Si la sentencia era injusta, por qué se sometió a ella?. Si Sócrates tenía certeza de poseer la verdad, por qué debió aceptar la sentencia judicial? En qué se basaba Sócrates para estar seguro de poseer la verdad y de no haber incurrido en falta alguna?<br /><br />Y, ¿por qué Russel escribió: "encuentro que ha valido la pena vivirla, y la viviría otra vez con alegría, si se me ofreciera la posibilidad de ello"? (Autobiografía, 1962). O, por qué Wittgenstein, antes de morir, según recuenta N. Malcolm, susurró a la señora Baven: "¡Decidles que he tenido una vida maravillosa!"?...<br /><br />Un razonamiento lógico y secuencial nos induce a considerar los siguientes enunciados:<br />“1° Si el hombre tiene derecho a la felicidad, ésta no pude ser por partes ni por parches, sino total, es decir, el hombre sólo encuentra su felicidad al encontrarse a sí mismo, al descubrir su origen y, consecuentemente, su Fin total que lo va alcanzando grado a grado según su perfeccionamiento; pues la vida moral consiste en desarrollar, hacia el más alto grado, las posibilidades de su naturaleza obrando en toda circunstancia según las exigencias de la razón.<br />2° Ese encontrarse a sí mismo, permite al hombre descubrir el bien común, el bien de la sociedad y del universo como un todo, porque el ser humano, como actor racional, es tan integrante del universo como de la sociedad; pues, el fundamento de la moral es la misma naturaleza del hombre. El bien moral es todo objeto, toda operación que permita al hombre realizar las virtualidades de su naturaleza y actualizarse según la norma de su esencia, que es la de un ser dotado de razón.<br />3° La regla objetiva de la moralidad, la ley moral o ley natural, no puede derivarse sino, y exclusivamente, del fin del hombre, y la regla subjetiva de moralidad, esto es, la conciencia del hombre, no puede encontrarse sino en el hombre mismo, que es quien aplica la regla objetiva a sus propios actos individuales, como ser racional y sólo por ser exclusivamente racional.<br />4° En este contexto, es fácil distinguir el camino que el hombre sigue para alcanzar su fin o bien, esto es, los actos morales, de aquel acto moral defectuoso, o, concretamente, de la falta contra sí o contra los demás; entonces, sí podemos hablar de construcción o destrucción, de virtudes o de vicios.<br />5° En esta secuencia, es fácil comprender la libre actividad de los hombres como miembros integrantes de la comunidad social, actividad que debe estar ordenada al bien común.”.<br /><br />Los precedentes pensamientos expuestos por el suscrito en el 5º Coloquio Nacional de Filosofía organizado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1996, los ponemos a consideración del alturado lector a fin de que puedan orientar el trabajo académico sobre el ser y hacer de la ética y la moral social.<br /><br />Aquí se hace necesario analizar, reflexionar y actuar con conocimiento de causa y con decisión libre a fin de poder impregnar en nuestros actos la correspondiente responsabilidad.<br /><br />Amigo lector, lee, actúa, evalúa y emite la crítica fundamentada.<br /><br /><br />1. PROLEGÓMENOS<br /><br />El hecho moral se da concretamente y en su darse nos abre a un valor fundamental de la relación social, la solidaridad y su vulnerabilidad mediante acciones específicas que podemos calificar como más o menos correctas. (G. Hoyos)<br /><br />Competencia: Distingue, expresa y valora la diferencia entre ética, moral y costumbres al amparo de las responsabilidades que la libertad de conciencia manifiesta en las acciones personales y grupales.<br /><br />1.1. ETICA, MORAL Y COSTUMBRES: DEFINICIONES, FINALIDADES, MÉTODO<br /><br />Se entiende por ciencia, la investigación de un determinado sector de la realidad, con método que puede analizarse racionalmente y con vistas al logro de un conocimiento fiable y seguro, estableciendo las bases, lazos y conexiones del respectivo sector de la realidad. Por tanto, se ordenan hacia el concepto de “ciencia” los sistemas de afirmaciones, principios y normas obtenidos a través de un conocimiento metódico y sistemático. Ello nos lleva a designar con el nombre de ciencia el sistema parcial y relativamente autónomo de la sociedad en el que se cultivan la investigación y el estudio (las universidades y las instituciones y seminarios científicos extrauniversitarios).<br /><br />Monserrat Payá, citando a P. Ortega manifiesta que “el desarrollo de la ciencia no puede ser pensado más en función del sólo saber, sino que debe ser contemplado desde su ineludible vertiente de responsabilidad, desde el compromiso ético. La educación en valores, a la vez que la formación de actitudes positivas hacia esos mismos valores, son contenidos irrenunciables en la tarea educativa. Ambos (actitudes y valores) se convierten, de hecho, en el motor del proceso educativo y en aquello que da coherencia y sentido dinamizador a los diversos elementos que configuran dicho proceso” ( Educación en valores, Ed. Desclée De Brouwer, Bilbao, 1997, p. 151)<br /><br />Sin pretender hacer un estudio global sobre la clasificación de las ciencias, por ahora, sólo consideramos la división que más o menos funcionó entre ciencias de la naturaleza, por una parte, y por otra, ciencias del espíritu y ciencias sociales. Estas últimas se ocupan de la discusión ético-científica actual, hecho que responde al estado del problema.<br /><br />Considerando la cantidad de problemas que hoy discute la filosofía de la ciencia, el concepto de ciencia sólo puede entenderse en un sentido analógico; no olvidando que la noción de ciencia conlleva necesariamente un objetivo de estudio y un método, o la forma de estudiar dicho objetivo.<br /><br />En atención a este preámbulo, el vocablo ética, procedente de dos raíces griegas diferentes: ĕος (costumbre) y йος (hábito, forma habitual de obrar), puede designar el conjunto de convicciones, usos y formas de conducta del hombre individual, que éste lleva consigo como una disposición natural o que ha conseguido mediante el ejercicio, la costumbre y/o la adaptación. Pero ethos puede indicar, asimismo, un tipo de moralidad que se observa en varias personas.<br /><br />Según su etimología, la ética o filosofía moral tiene como objeto aquella tarea del hombre por la que éste llega a conseguir una manera permanente de ser y de actuar, un “carácter”. Esto no es algo que viene dado al ser humano, sino algo que adquiere con la práctica<br /><br />La ética (o ciencia de la costumbres) es la ciencia que trata de las acciones morales del hombre. La ética estudia y enseña las normas generales, conforme a las cuales el hombre debe dirigir sus acciones y omisiones, para que sean moralmente buenas y constructivas.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />La repetición de actos iguales genera unos hábitos que van conformando nuestro carácter, el cual, una vez adquirido, fomenta la realización de dichos actos.<br /><br />“El adjetivo “moral” tiene dos significados que corresponden a los del sustantivo de moral, a saber: 1) pertinente a la doctrina ética; 2) pertinente a la conducta y, por lo tanto, susceptible de valoración moral positiva. Así, no sólo se habla de actitud moral o de persona moral, para indicar una actitud o persona moralmente valiosa, sino que se entienden, con las mismas expresiones, cosas positivamente favorables, es decir, buenas”. (Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía, Ed. Fondo de cultura económica, México, 1992)<br /><br />De ahí que, en el segundo significado, se habla de moral de recompensa, como cuando Espinosa en su Ética habla de que “la felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma”, o de moral impositiva y tributaria.<br /><br />Etienne Gilson sustenta que “una moral cuyos principios están tan profundamente enraizados en lo real, dependiendo tan estrechamente de la estructura misma del ser al que rigen, no experimenta ninguna dificultad para fundamentarse. El fundamento de la moral es la misma naturaleza humana. El bien moral es todo objeto, toda operación que permita al hombre realizar las virtualidades de su naturaleza y actualizarse según la norma de su esencia, que la de un ser dotado de razón.” (El tomismo: introducción a la filosofía de Santo Tomás de Aquino, Ed. Universidad de Navarra, S. A., Pamplona, 1989, ps. 492-93).<br /><br />Donde existe un grupo humano, encontramos la existencia de unas normas morales en las que creen y a las que se atienen los individuos que lo integran.<br /><br />Este hecho es el que corresponde explicar a la ética, lo que permite concebirla como teoría cuyo objeto es el análisis de esa experiencia humana que llamamos comportamiento moral (conjunto de reacciones y actitudes de una persona ante unas normas morales en las que cree y a las que se atiene y ajusta), considerado en toda su universalidad y variedad. La existencia de normas reguladoras del comportamiento humano es el punto de partida y objeto propio de la ética, que debe proceder en esto como las demás ciencias, tratando de establecer sus principios generales y sometiéndolos a parecidas exigencias de racionalidad, objetividad y sistematización.<br /><br />Juan Luís Lorda manifiesta que “si hubiera que dar una definición sencilla de lo que es la moral, de lo que esta palabra significa cuando se inventó, se podría decir que moral es el arte de vivir. Sin más.<br /><br />Vale la pena explicar un poco los términos de esta breve definición. La moral es un arte como es un arte la pintura, la escritura, saber vender, tocar el piano o tallar la madera. Por arte se entiende el conjunto de conocimientos teóricos y técnicos, las experiencias y las destrezas que son necesarias para desempeñar con maestría una actividad” (La Moral el arte de vivir, p. 17).<br /><br />Montserrat Payá Sánchez, realizando una revisión de los planteamientos de Piaget, manifiesta: “partiendo de la idea de que ‘ninguna realidad moral es completamente innata’, comienza a analizar el origen de las normas para concluir que se encuentra en las relaciones interindividuales. Este es otro punto diferencia respecto a Durkheim: Piaget pone más énfasis en la socialización mediante el grupo de iguales, que en las personas adultas como agentes socializadores, como sí hace Durkheim. Es la influencia de las relaciones interpersonales la que modela la conducta moral, influencia que queda materializada bajo la noción de respeto, punto de partida de las adquisiciones morales: ‘Toda moral consiste en un sistema de reglas y la esencia de cualquier moralidad hay que buscarla en el respeto que el individuo adquiere hacia estas reglas’ (Piaget)”. (Educación en valores para una sociedad abierta y plural: aproximación conceptual, 1997, ps. 116-117)<br /><br />Debemos precisar que la ética no es una ciencia estricta; pues, desde Galileo, las ciencias tratan fenómenos, principalmente fenómenos de la naturaleza: física, química, geología, biología. La historia, la psicología, la economía y la sociología son ciencias a medias o ciencias, tan sólo que se esfuerzan por ser tales. Las matemáticas y la lógica son ciencias de pleno derecho, aunque formales; es decir, saberes que se ocupan, no de lo que se piensa, sino de lo que uno piensa correctamente, sin contradecirse, con el propio discurso mental.<br /><br />La moral, no es ciencia, sino, más bien, un código concreto de prescripciones y de prohibiciones. No es una ciencia, sino algo más, objeto de estudio por parte de alguna ciencia, como la sociología o la misma ética. La moral siempre es concreta: moral de los beduinos del desierto, moral de los terroristas, moral de los pueblos europeos durante el medioevo. No se trata de las costumbres de beduinos, terroristas o medioevales, de aquello que hacen o hicieron, sino de lo que consideraban su deber: es cuestión de lo que tenían que hacer según su propia conciencia.<br /><br />La ética es un saber, ciertamente, una reflexión; pero, ¿es ciencia estricta? No. Lo que estudia no son objetos sobre los que pueda afirmarse cosas verificables, como sucede con la química, por ejemplo, la ética trata de objetos o de cosas que valen, es decir, de valores. La ética es el estudio o reflexión que se hace en torno a los hechos morales, sean códigos de conducta o devenir histórico. La ética analiza el lenguaje moral (qué significa, por ejemplo, “Bien”, “Culpa”, “Deber”...), trata de fundamentar los códigos morales en general, busca demostrar que el ser humano posee estructura moral y, finalmente, explicar el origen histórico de las diversas morales. Las éticas no inventan moral, se limitan a reflexionar sobre ella.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />La costumbre, en general, es la repetición constante de un hecho o de un comportamiento, debido a un mecanismo de cualquier naturaleza, físico, psicológico, biológico, social, etc. En la mayoría de los casos, se admite que tal mecanismo se forma por repetición de los actos o de los comportamientos. Aristóteles afirma, en su Retórica, que “la costumbre es, en cierta forma, semejante a la naturaleza, porque ‘a menudo’ y ‘siempre’ resultan vecinos; lo natural sucede siempre, la costumbre a menudo”.<br /><br />Flores d’Arcais afirma que “la costumbre indica, en su definición más general, un conjunto de reglas de conducta ligadas a un grupo y practicadas por éste. Etnológicamente la historia de la costumbre se relaciona con el estudio de las tradiciones “culturales”; su evolución en el curso de los siglos pasados ha sido muy lenta y gradual, al permanecer en el ámbito de pequeñas agrupaciones relativamente estables.” (Diccionario de las ciencias de la Educación, 394)<br /><br />El vocablo “costumbres” del plural latino mores empleado en sentido moral, es el conjunto de costumbres (usos hábitos y maneras de vivir) vigentes en un grupo social (o sociedad). La ciencia de las costumbres se ocupa de estudiar las prácticas morales que han estado, o están vigentes en las distintas sociedades.<br /><br />El hombre es “quehaceres”: conducta animal y conducta humana. En la primera, sólo se da estímulo respuesta: la conducta del perro. En la segunda, se manifiesta la capacidad de elegir; la vida biográfica es quehacer, y, sobre todo, “quehaceres”. Cada uno es tener que hacerse.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />1.2. NORMATIVIDAD, RESPONSABILIDAD Y JUICIO<br /><br />Las ciencias actúan de tal modo que consiguen su objetivo cuando pueden explicar de forma satisfactoria lo que es una determinada realidad: 1) la zoología nos dice que un gato es un mamífero; 2) las matemáticas definen a una recta como una sucesión indefinida de puntos; 3) la química nos indica que el agua es un compuesto de hidrógeno y oxígeno.<br /><br />La ética añade algo cualitativamente nuevo a las otras ciencias dado que no se interesa tanto por lo que es de hecho una determinada realidad, cuanto por lo que debe ser. Sus juicios no son descriptivos, sino valorativos. No afirma, por ejemplo, que hay “hombres generosos”, sino que nos dice que “el hombre debe ser generoso”. No se contenta con afirmar que “se da el mal”, sino, sostiene que “el hombre debe evitar el mal”.<br /><br />La ética no se limita a exponer los hechos, sino que establece normas, normas a las que debe ajustarse la conducta del hombre. No es un saber descriptivo, sino normativo. La ética se ocupa de la conducta humana, pero no para analizarla, sino para juzgarla en elación con unas normas ideales comúnmente aceptadas. Si la conducta se ajusta a esas normas es definida como buena, si se opone a ellas es definida como mala.<br />La moralidad se caracteriza por comparar y por poner en relación los actos con las normas. Por un lado tenemos actos:<br />- “Ayer Juan robó un libro en una tienda”<br />- “El testigo engañó a la policía para evitarse problemas”<br />- “El alcalde de Yura entregó sus riquezas a los pobres”<br /><br />Por otro, nos encontramos con una serie de normas establecidas:<br /><br />- “No se debe robar”<br />- “No debe mentirse”<br />- “Hay que ser generoso con el prójimo”.<br /><br />Entonces, la moralidad pone en contacto los actos con las normas, y a continuación emite juicios:<br /><br />- “Ayer Juan obró mal”<br />- “El comportamiento del testigo es censurable”<br />- “La conducta del alcalde ha sido buena y ejemplar”<br /><br />Por tanto, la ética estudia los actos humanos no en cuanto simplemente realizados, sino en cuanto referidos a ciertas normas, en virtud de las cuales serán juzgados como buenos o malos.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />El desarrollo vertiginoso de los actuales medios de comunicación (transportes, prensa, radio, televisión, Internet, etc.) ha puesto en contacto a todas las culturas de la humanidad actual. Hasta hace poco tiempo, las distintas culturas vivían prácticamente encerradas en sí mismas, y las escasas influencias de unas sobre otras tardaban en manifestarse varios años, incluso varias generaciones. Es decir, las condiciones sociales y culturales, y consecuentemente las convicciones morales, cambiaban muy poco de una generación a otra. Esto tenía sus ventajas: el hombre sabía a qué atenerse en sus decisiones.<br /><br />La falta de comunicación entre las distintas comunidades fomentaba la intolerancia, cada grupo estaba convencido de que su código moral era el único verdadero, los demás estaban equivocados. Lo cual justificaba situaciones totalmente inaceptables para la moral actual: las cruzadas, las guerras de religión, los enfrentamientos y las disputas a causa de costumbres distintas, hoy consideradas totalmente indiferentes desde un punto de vista moral.<br /><br />En este contexto ¡Cuántas veces te han pedido cuentas por algo que has dicho o realizado!. El problema de la responsabilidad se halla estrechamente ligado al de la libertad humana, pues sólo en el caso de que la persona tenga cierta libertad de opción y decisión, cabe hacerle responsable de sus actos.<br /><br />El vocablo responsabilidad del latín responsum (respuesta) y dare (dar) manifiesta la obligación de responder por lo hecho, de reparar o satisfacer por el daño causado. Se funda en la imputabilidad. La persona debe responder de sus acciones libremente realizadas.<br /><br />Frente a la ética hasta ahora vigente, la conciencia del problema ha de ampliarse en un triple aspecto:<br /><br />1) A la competencia o campo: no debe atenderse únicamente a la obligación de uno para con el otro, sino también al entramado solidario, especial de las personas jurídicas y de los más diversos representantes de intereses a favor de los desarrollos a escala mundial.<br />2) Al alcance: habrá de incorporar, por encima de la conservación del “ser humano” (biotecnología, técnica genética), corrigiendo la limitación antropocéntrica hasta ahora en uso, el entorno no humano en el sentido de una macroética planetaria.<br />3) Al horizonte, no sólo hay que conservar el respectivo actual, sino que han de examinarse los efectos de las propias actuaciones con vistas a su conciliación con las condiciones de un futuro genuinamente humano.<br /><br />Siguiendo el juego de interpelación y respuesta, ese concepto se desarrolla así:<br /><br />a. Una demanda (implícita o expresada con palabras) se experimenta en la conciencia como vinculante, como un deber “verbal”;<br />b. En virtud de esa vinculación personal uno se siente inducido a obrar de acuerdo con la idea de la obligación y a “responder” así existencialmente a la demanda;<br />c. Este proceso culmina y se cierra, cuando a alguien competente para ello se le da cuenta de lo intentado y ocurrido; es decir, uno “se responsabiliza”.<br /><br />Por tanto, debe distinguirse entre “responsabilidad” en el sentido de la competencia vinculante (como una carga) que ha de asumirse de cara a un determinado sector de la actividad o de la vida, así como en el sentido de tener que responder a la autoridad competente, por una parte; y por otra, la “responsabilidad” que apunta sobre todo a la obligación personal que de ello se deriva de dar cuenta de la propia acción u omisión y, si el caso lo requiere, reconocer la propia culpa y llevar a cabo una reparación.<br /><br />Obra con conciencia responsable quien vive en la actitud de dar cuenta y razón de su conducta. Pero, ¿cuál es la estructura inmanente en la situación de poder justificarse?<br /><br />a. El sujeto responsable (el “quién”), la persona capaz de una actuación moral (actus humanus), se encuentra en una relación doble;<br />b. Se enfrenta a una instancia legitimada para el cuestionamiento (“ante quién”);<br />c. Ante la cual debe justificarse por el objeto (“para qué”), tanto en lo que se refiere a las acciones, sus consecuencias y sus efectos secundarios, como a las personas o cosas.<br /><br />Estos tres factores acaban fundiéndose por la obligatoriedad (“de dónde”) que se deriva de la competencia que cada situación marca.<br /><br />1) En concreto eso significa que, en la concepción actual, sólo puede hablarse de responsabilidad en la medida en que un sujeto actuante (quién) goza de conocimiento y libertad; es decir, en la medida en que ha conseguido una madurez social, que abarca los componentes intelectuales, voluntaristas y emotivos. La “cuestionabilidad” del hombre, así como su obligación de tener que “responsabilizarse”, pueden contemplarse desde esta perspectiva como un dato fundamental del hombre. El hombre se experimenta constantemente así, como deudor, que se enfrenta a exigencias (morales), pues en tanto que ser social (ens sociale) sólo puede realizarse en co-humanidad y solidaridad y frente a una autoridad o instancia.<br />2) Siguiendo la dirección de 1 Cor. 4, 3s para la ética teológica se derivan tres tipos de instancias (ante quién) a las que ha de rendir cuentas: el cristiano se sabe responsable ante sí mismo (o más exactamente, ante su conciencia, como el “lugar” en el que se experimenta y conoce una demanda); en segundo lugar, y en sentido estricto, ante aquellas personas que en su propio nombre o en nombre de una comunidad pueden comisionar o cuestionar; y, finalmente, ante Dios, el único que realmente puede pedir cuentas sin limitación alguna (Rom. 14, 10-12; 2Cor. 5, 10).<br />3) En el “para qué” (objeto) de la responsabilidad, se trata en un sentido amplio y premoral, y en determinados casos, también de las consecuencias de la misma a largo plazo. Y en el sentido de la “máxima ético-responsable” se está dispuesto a responder de la misma. En un sentido restringido se trata (formalmente) de la bondad moral o de la inmoralidad de una acción o de una omisión, y de si por tanto se puede comparecer ante una instancia.<br />Por lo que toca al contenido, la responsabilidad se refiere a diversos campos de competencia, a saber, al propio carácter y las posibilidades respectivas (Mt. 25, 14-30); luego a las personas que se les ha confiado a uno, o que por sí mismas no pueden (aún) asumir su propia responsabilidad (Mt. 25, 31-46; Lc. 16, 19-31); y, finalmente, aquellos cometidos, que le han sido confiados a un apersona. En un sentido análogo se es responsable de la “causa de Dios”, en cuanto que se está obligado a responsabilizarse y responder de la propia fe (Lc. 12, 8-12; 21, 12-15; He. 22, 1-21; 24, 10.21; 26, 1-23).<br />4) La obligatoriedad, que mantiene unidos a todos como una abrazadera (de dónde), puede definirse como una “vinculación en libertad”: el estar personalmente obligado puede derivar “de la naturaleza misma de la cosa”, de la ordenanza de una autoridad competente, o puede ser el resultado de una promesa voluntaria y libre. Como quiera que sea, ese estar obligado ha de ir de la mano de la libertad, como supuesto necesario para la imputabilidad. Pero la libertad es también el resultado de un buen descargo, cuando la autoridad competente exonera de algo.<br /><br />Dado que nunca puede valorarse todas las consecuencias de una acción, también el cálculo de los riesgos y de su posible compensación es propio de una persona consciente y responsable. Es preciso oponerse a la presión creciente a escapar a la presión de la responsabilidad o de volver a ponerse bajo la tutela de la obediencia.<br /><br />En el ámbito jurídico, es admitida la “persona moral” (una institución, la Administración del Estado, etc.), a la que se le imputa las consecuencias de sus actos, de la misma manera que ocurre con las personas individuales. Hay también una responsabilidad política, la obligación que incumbe a los integrantes de un Gobierno (y a cada político en general) de rendir cuentas de su actuación ante el órgano público.<br /><br />En todo este contexto, se requieren dos condiciones fundamentales para juzgar a quien es responsable de un acto que ha realizado:<br /><br />1) Que la persona conozca las circunstancias y las consecuencias de su acción. Por tanto, debemos eximir de responsabilidad moral al que no tiene conciencia de lo que hace; por ejemplo, un enfermo mental profundo no puede ser considerado responsable de haber causado la muerte de una persona; igualmente, si un conductor atropella y mata a un peatón que inesperadamente irrumpe en la calzada sin darle tiempo a frenar, tampoco puede imputársele la responsabilidad del acto cometido.<br /><br />2) Que la causa de sus actos esté en él mismo, y no en otro agente exterior que le obligó a actuar de cierta forma, al margen de su voluntad. Es decir, que el sujeto que efectúa la acción actúe libremente. Por ejemplo, si a un individuo X se le obliga, pistola en mano, a incendiar la casa del vecino, naturalmente que no se le puede considerar responsable del terrible acto.<br />Algunas veces, la coacción no proviene del exterior, sino del interior del propio sujeto. La coacción interna también exime de responsabilidad.<br /><br />Una actuación responsable es posible en la medida en que un hombre somete a examen los principios o los puntos de vista que rigen su obrar. Actúa de manera responsable y consciente cuando no se deja guiar por los criterios de comportamiento tradicionales sino por el conocimiento de lo que es correcto.<br /><br />El hombre de la actual civilización occidental (debido a las nuevas posibilidades de la técnica y de la medicina modernas que se le abren de continuo) se enfrenta una y otra vez con conflictos en los que ya no basta la conciencia moral cotidiana (por ejemplo, la protección del medio ambiente, la fecundación artificial, la manipulación de los genes, etc.). El hombre necesita de ayudas para decidirse en cosas que le remiten no sólo a la ética sino también a las ciencias empíricas.<br /><br />Tales reflexiones muestran que la ética es una ciencia práctica por la fijación de su fin: y su fin no es un saber por saber, sino una praxis más consciente y responsable. Toda reflexión práctica tiene una meta de conocimiento práctico, lo que, dadas las circunstancias, es correcto hacer aquí y ahora. Como ciencia, necesariamente permanece en el campo de lo general. Puede señalar unos principios y dar unos puntos de vista objetivos para el enjuiciamiento de las acciones. Lo que no puede es aplicar lo general al caso concreto.<br /><br />Eso es tarea de la fuerza del juicio práctico, que no se aprende en los libros, sino que en cualquier caso puede ejercerse tras un largo proceso de experiencia práctica. Según Aristóteles, la ética ha de recorrer el camino ascendente: partimos de un juicio moral concreto y nos preguntamos por los principios en que descansa. (Por ello la ética supone una praxis moral.) Empezamos por saber qué determinadas formas de conducta son buenas y qué otras son malas, y nos preguntamos después por la razón o el fundamento de que sean así.<br /><br />El moralista competente no viene definido como tal por la manera en que enjuicia un caso particular ni por los principios que a su vez defiende, sino, única y exclusivamente, por la posesión de ciertas propiedades; por ejemplo, un grado al menos medio de inteligencia y de experiencia de la vida en general, una posición consciente y autocrítica de la vida frente a unos prejuicios y tendencias personales, entre otras.<br /><br />Para el filósofo moral es importante investigar sobre qué principios descansan los juicios emitidos. Sin embargo, la inducción que el moralista competente hace de unos juicios sopesados no es una fundamentación propiamente dicha. Los principios que se obtienen con ella cuentan, en todo caso, con el beneficio de una supuesta validez, pero necesitan de una fundamentación propia.<br /><br />1.3. PLURALISMO Y RELATIVIDAD MORAL, ÉTICA Y LIBERTAD DE CONCIENCIA<br /><br />El vocablo “pluralismo” tiene doble significado: uno en el ámbito de la filosofía y otro en el de la política.<br /><br />Filosóficamente, es la propuesta según la cual hay más de un tipo de realidad. Es una monadología que se funda en la creencia de que el universo esta compuesto de múltiples sustancias distintas que, en conjunto, forman diversas unidades ontológicas. Dentro de esta concepción, el dualismo sostiene la composición del mundo y del ser humano con dos sustancias fundamentales: materia y espíritu. Este planteamiento lo defiende Rudolph Hermann Lotze (1817-1881), aunque el término fue introducido por el inglés William James (1842-1910) a la filosofía. El pluralismo se contrapone al monismo.<br /><br />Políticamente, el pluralismo es la diversidad de ideas que interactúan libremente en una sociedad democrática y tolerante. Ellas abarcan todos los temas sociales. El pluralismo político significa la concurrencia de diversas ideologías.<br /><br />Montserrat Payá entiende “el pluralismo como característica más sobresaliente del momento social actual, - pluralismo cultural, ideológico, formas diferentes de entender lo que sea ‘la vida buena’ -, no posee la prerrogativa de universalización, aunque sí exige la salvaguarda de tal pluralismo que constituye un derecho legítimo. La ética discursiva puede aportar procedimientos abstractos y formales con pretensiones de universalización que regulen la coexistencia entre culturas diferentes, pero ella misma está marcada por un cierto etnocentrismo, por el cual la consideración del diálogo y la constitución de la comunidad dialógica suponen ya una opción cultural determinada. El principio de justicia y la macroética de responsabilidad, en su acepción puramente formal, no parecen suficientes para garantizar esta coexistencia, dado que no incluyen necesariamente la consideración de la perspectiva de la otra persona. A este respecto, el principio de solidaridad podría ser la forma que diera entrada a la comprensión de la postura de la otra persona, y garantizara un auténtico diálogo intercultural, donde el marco fuera la reciprocidad entre culturas”. (Educación en valores para una sociedad abierta y plural: aproximación conceptual, p. 97)<br /><br />Las características de la vida contemporánea muestran que el hombre del siglo XXI ha aprendido a aceptar y respetar códigos morales muy dispares entre sí; algunos prácticamente contarios como son el marxista y el cristiano. Hoy el hombre tiene que ser tolerante, puesto que la intolerancia, el querer imponer un sistema cultural y moral por la fuerza, podría acarrear la destrucción de toda la humanidad, debido al gigantesco poder aniquilador del armamento nuclear actual.<br /><br />Esta actitud del hombre contemporáneo es más angustiosa; al perder vigencia algunos preceptos, el hombre se encuentra más inseguro, más desorientado; pero también sus decisiones son más auténticas cuando su elección se produce después de una reflexión, teniendo al alcance más elementos de juicio; pudiendo de esta suerte comprender el carácter falsamente moral de algunos preceptos que servían para esconder intereses de otro tipo. Así, la burguesía del siglo pasado fomentaba, entre la clase trabajadora explotada, la virtud de la obediencia no por convencimiento, sino para evitar que los obreros que vivían bajo una situación miserable se sublevaran contra sus explotadores.<br /><br />Por tanto, la existencia de varios códigos morales no es un mal, sino algo positivo y estimulante. Gracias a ello se ensancha y amplía el campo de elección. El hombre, bajo estas circunstancias, es libre de escoger entre muchas y diversas formas de vida, de orientar su conducta de acuerdo con normas muy variadas y distintas. Así, en nuestros días, nadie está forzosamente obligado a encauzar su vida dentro de los angostos límites de una normativa moral heredada. Por ello, el hombre de hoy es más libre que nunca. Pero, precisamente debido a esto, también es más responsable que antaño. Es decir, el que no haya una única normativa moral para todos potencia todavía más la dimensión moral del hombre.<br /><br /><br />Debemos reconocer que el pluralismo normativo no conduce al relativismo moral, porque:<br /><br />1) Los grandes sistemas del pasado convergen respecto al bien y al mal. Pues la coexistencia de varios códigos normativos morales reconocidos y aceptados por la sociedad actual ha llevado a algunas personas a concluir, de forma precipitada, que todo es relativo en el terreno de la moral y que, por tanto, cualquier tipo de conducta está justificada y tiene el mismo valor desde un punto de vista ético.<br /><br />La historia de la cultura demuestra que no es cierta tal afirmación, dado que todas las grandes doctrinas morales, en la historia de la humanidad, coinciden en tachar a algunas formas de conducta siempre como malas y a otras siempre como buenas.<br /><br />Las morales de las grandes religiones de la humanidad como el budismo, el judaísmo, el cristianismo o el islamismo, y las de los grandes filósofos humanistas de todos los tiempos empezando por Platón han coincidido plenamente en juzgar como buenas todas aquellas acciones encaminadas a amar al prójimo, a ayudar a los necesitados, a vencer el egoísmo, o a luchar contra las injusticias, etc.<br /><br />2) La ley moral natural es universal. Pues dicha coincidencia no es ni podría ser casual, y los grandes pensadores atribuyen el hecho a que todos los hombres llevan inscrito en lo más profundo de su naturaleza estas leyes morales. La naturaleza humana da la impresión de tener una sabiduría innata que nos dicta, en todo momento, lo que se debe y lo que no se debe hacer.<br /><br />Así, la ley moral es básica y sustantivamente una ley natural, inscrita en el hombre a través de su razón y de su conciencia. Por ello puede decirse que dicha ley moral es universal, inmutable y evidente en sus principios.<br /><br />3) Razones de las divergencias occidentales. A pesar de las coincidencias entre las grandes morales, las divergencias posteriores, fundamentalmente surgen por dos razones:<br /><br />a) En el momento de aplicar la ley moral natural a casos y circunstancias concretas de la vida real. Las distintas aplicaciones de la ley moral se deben a varios factores: desarrollo cultural, psicología de los pueblos, nivel económico, etc.<br /><br />b) Cuando se trata de indagar el origen último de esta ley moral inscrita en la naturaleza del hombre. Entonces el cristianismo, por ejemplo, dirá que es Dios quien ha infundido esta ley en el hombre, mientras que, por el contrario, otros moralistas laicos recurrirán a la razón para explicar este hecho.<br /><br />En este contexto, por una parte, la conciencia moral aprueba o condena nuestros actos. La ley moral está inscrita en el sujeto a través de su propia conciencia moral. Desde la conciencia moral se lleva a cabo una valoración y un enjuiciamiento de nuestra conducta conforme a las normas morales que ella conoce y reconoce como obligatorias. La conciencia moral es como una especie de juez interior que condena o aprueba nuestros actos independientemente del juicio de los demás.<br /><br />Todos nosotros hemos experimentado estas luchas internas, secretas; todos hemos experimentado en nuestro interior la fuerza de este veredicto que pronuncio sobre mí a pesar mío; se trata de la conciencia moral.<br /><br />Además, descubrimos que existen dos modalidades de conciencia moral: la anterior y la posterior. La primera reflexiona y valora la bondad o maldad del acto antes de que lo realicemos. Ejecuta las siguientes funciones: 1) Aplica la norma obligatoria moral a las situaciones concretas que se le presentan en la realidad. 2) Toma la decisión que considera adecuada una vez analizada la situación concreta y la norma moral obligatoria. Esta decisión puede consistir en permitir, o bien prohibir, un acto determinado.<br /><br />La segunda, posterior o consecuente, es el juicio que emite la conciencia sobre los actos ya realizados desde la perspectiva de la norma moral.<br /><br />El remordimiento presupone una aceptación de la mala acción efectuada. Implica también un sentimiento de culpabilidad. Además, hay arrepentimiento cuando el sujeto se propone no volver a realizar la falta cometida con anterioridad.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Por todo lo anterior, suele hablarse de la voz de la conciencia, pretendiendo indicar que es algo que oímos, que nos viene dado. Pues es el acto más propio e interior del hombre. El valor de una vida depende de estos repetidos momentos donde primero se valora lo que hay que hacer y después se decide.<br /><br />Con mucha razón Juan Luís Lorda manifiesta que la “conciencia es una función natural y espontánea de la inteligencia. Comienza a funcionar cuando empieza la inteligencia a abrirse y llega a su madurez cuando la inteligencia llega a su madurez... La conciencia es exquisitamente personal: cada uno debe descubrir personalmente cuál es el modo de obrar en cada instante. Desde fuera nos pueden ayudar, pero no transmitir una solución”. (La moral el arte de vivir, p. 61)<br /><br />Y en páginas anteriores, establece que El hombre es un ser especial, es un ser libre. Libre quiere decir, entre otras cosas, que está mucho menos condicionado por sus instintos; pero, por eso mismo, necesita aprender muchas cosas que los animales saben por instinto, y otras muchas que los animales no conocen de ninguna forma, pues son propias del hombre” (La moral el arte …, p. 18)<br /><br />“El aprecio de la libertad, tan propio de la cultura de nuestros días, declaraban los obispos españoles en 1990, está fundamentalmente en consonancia con el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana. Todos nos podemos sentir legítimamente orgullosos de estos avances, entre los que podemos mencionar los siguientes:<br /><br />* la aceptación del derecho a la libertad religiosa y de conciencia, así como el de la libertad de expresión;<br />* la libertad de acción política y sindical;<br />* una mayor conciencia de que hay que respetar la naturaleza;<br />* una participación más rica en el concierto internacional, en especial en Europa;<br />* una estabilidad económica que, si bien con altibajos, está posibilitando un desarrollo sostenido en el marco de la economía de mercado;<br />* y, en general, todos los beneficios del Estado de derecho, cuyas instituciones han ido fortaleciéndose.” Conferencia Episcopal Española, Instr. "La verdad os hará libres" (Jn 8,32), 20-IX-1990, en Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española (BOCE) 29 (7-I-1991)<br /><br /><br />1.4. EL HECHO SOCIAL ES MORAL? RESPUESTAS E IMPLICACIONES PERSONALES Y SOCIALES<br /><br />J. Ortega y Gasset afirma que, en unas épocas más que en otras pero en todo momento, a la filosofía le ha preocupado, además de las cuestiones especulativas y teóricas acerca del conocimiento de la realidad o del conocimiento en sí mismo, otras cuestiones relativas a la “praxis humana”. Sobre estas cuestiones han reflexionado los filósofos y se han constituido los sistemas éticos. (Historia como sistema. Obras completas, p. 13)<br /><br />Pero todo ser humano, antes de conocer cualesquiera teorías éticas, tiene ya una actitud ante la vida, adopta habitualmente una manera de comportarse ante los acontecimientos que le afectan personalmente y en sus relaciones con los demás. Tiene de antemano unas convicciones a las que ajusta su conducta.<br /><br />Por esas convicciones puede estar dispuesto a correr riesgos o aceptar consecuencias inmediatas desfavorables. Sin embargo, paradójicamente dice encontrar en ello felicidad, o satisfacción personal. Al mismo tiempo considera que, cuando actúa de acuerdo con esos convencimientos, realiza el más alto ejercicio de su libertad.<br /><br />Pero este alto ejercicio de la libertad, no siempre llevó a defender qué es la ética o la moral y de qué se ocupa. De ahí que trataremos de explicar cómo aparece “lo moral” en el ser humano: si es algo que le viene de fuera, de la sociedad, más concretamente, como afirma el sociologismo moral, o si es algo de dentro, que pertenece a la estructura misma del ser humano, como prefiere entender la visión antropológica de la moral.<br /><br />Según la vertiente sociológica, todo grupo social es transmisor de prescripciones morales. El sujeto humano no nace educado o “socializado”. Esto se lleva a cabo a través de un proceso, el proceso socializador del que habla la sociología.<br /><br />El individuo aprende a desenvolverse en el medio físico-social en el que vive, guiado, en gran medida, por las numerosas y minuciosas recomendaciones e instrucciones que recibe. Estas indicaciones que cada colectivo social trasmite a sus miembros cumplen un primer e importante papel de orientación. Se trata de un conjunto de normas o pautas de conducta de muy distinta índole: reglas de cortesía, recomendaciones de higiene, consejos de sabiduría popular, advertencias ante posibles peligros, creencias religiosas, etc.<br /><br />Esas orientaciones son prescripciones morales; son normas de conducta que se refieren a lo que una sociedad considera “bueno”, “justo”, “que se debe hacer” y, haciéndolo, merecemos calificativos de “buen hijo”, buena hermana”, “buena persona”.<br /><br />La valoración de estas conductas se hace conforme a reglas o principios generales en función de los cuales se establece qué acciones son moralmente correctas y cuáles no lo son. Sólo cuando el sujeto hace suyos esos principios, podemos decir que ha “interiorizado” el código moral de esa sociedad. Existen en cada sociedad otros códigos, como puede ser el de la circulación o el de las normas de cortesía. Pero cumplir las normas de estos códigos no exige estar identificados con ellas ni nos lleva a sentirnos buenos o a esperar tal calificativo de otros.<br /><br />Según la vertiente psicológica, Freud presenta una dicotomía entre lo social y lo no social. El ser humano, cuando nace, no es social y el proceso de socialización que ha de seguir es lo que genera buena parte de su desarrollo psicológico. Por otro lado, la sociedad se entiende como una forma de defenderse de los individuos y no solamente de protegerlos. Este dualismo se extiende a otros planteamientos más vitalistas. “Eros” (έρος) y “tanatos” (άνατος), instintos de autopreservación y autodestrucción respectivamente (Turiel, 1984) son los que se encuentran presentes y actúan a lo largo del ciclo vital del ser humano.<br /><br />En este marco. En el que predominan las luchas por el equilibrio de fuerzas opuestas y dicotómicas, Freud considera como rasgos fundamentales de lo que llama personalidad moral los siguientes: la honestidad y la aceptación de las propias necesidades naturales. En palabras de Peters (1985), “la educación para la realidad y la primacía de la inteligencia”, que son también dos condiciones básicas a respetar en las terapias psicoanalíticas. Así pues, la perspectiva moral que ofrece Freud en su obra se nos revela como racionalizada, presuponiendo, además, la existencia de un código moral racional. (La tesis de Peters consiste en que las teorías de Piaget y Kohlberg por un lado, y de Freud y continuadores, por otro, no son opuestas ni constituyen alternativas diferentes, sino que se pueden complementar, al igual que la teoría de Skinner y de los autores conductistas en general).<br /><br />Además, es necesario tener en cuenta que Freud basa sus explicaciones sobre desarrollo moral en los análisis realizados a sus pacientes, lo que supone realizar el estudio basándose en sus propuestas sobre la génesis de trastornos de personalidad. Sobre lo cual es importante subrayar, con Peters (1984), que la propuesta del desarrollo moral freudiana no parte de un enfoque positivo al elaborar las bases evolutivas del desarrollo moral, sino que, por el contrario, adopta un enfoque negativo materializado en las condiciones problemáticas que obstaculizan ese desarrollo.<br /><br />Según E. Turiel, “la formación de la culpa internalizada y las correspondientes normas morales introyectadas representan los logros evolutivos más importantes, pues salvan el dualismo inicial entre lo individual y lo social, entre el interés del sujeto y los propósitos sociales colectivos”. (Citado por Montserrat Payá Sánchez en Educación en valores para una sociedad abierta y plural: aproximación conceptual, p. 102)<br /><br />Por otra parte, J. Aronfreed (1969), primer psicólogo conductista que intentó estudiar de forma científica el fenómeno moral, basando su explicación en la internalización de la conducta como hilo conductor para desarrollar su tesis sobre la conciencia y los hechos morales. Parte del hecho de que una condición fundamental de interiorización o internalización de la conducta es su independencia respecto a los llamados resultados externos, es decir, respecto a las consecuencias de la acción, entendidas en términos casi mercantilistas de premio o de castigo.<br /><br />Analizando las reacciones que la trasgresión de la norma provoca, Aronfreed señala cuatro formas que integran también un continuo entre lo externo y lo interno. Son la confesión (de orientación más bien externa por el componente reductor de angustia), la disculpa (también básicamente externa), la autocrítica (más dependiente de la estructura cognitiva) y la reparación (relacionada con la asunción de responsabilidad).<br /><br />A su vez, H. J. Eysench ubica su planteamiento sobre el tema del fenómeno moral en la explicación de la conducta delictiva o de su antónima, es decir, de la observancia de las leyes sociales por la mayor parte de la sociedad. Según él, hay dos explicaciones posibles, ambas fundamentadas en la ley de efecto que formuló, por primera vez, Thorndike. La primera se basa en una concepción muy primaria del aprendizaje del refuerzo: el organismo que actúa tiende a buscar aquello que le produce un efecto satisfactorio, de la misma manera que tiende a evitar aquello que le produce un efecto negativo o perturbador. Si bien la realización de una conducta puede dar más satisfacción a corto plazo que no realizarla, el sujeto valora qué le sería más gratificante, representando, a largo plazo, las posibles consecuencias negativas o perturbadoras del acto delictivo (la punición o el castigo). La conclusión es obvia: si la consideración de los efectos satisfactorios a corto plazo se prioriza sobre las consecuencias negativas en un futuro, la conducta delictiva se realizará. Si pasara al revés, no.<br /><br />La vertiente antropológica considera que la obligatoriedad moral comienza en el grupo familiar, pero pronto es un asunto del individuo. Este, a medida que vive es capaz de distanciarse, de criticar esas prescripciones recibidas, de sustituirlas, de proponerse conductas y objetivos distintos, incluso asumiendo riesgos personales.<br /><br />El ser humano aparece libremente abierto a la orientación activa de su conducta en el mundo. Este “querer hacer nuestra vida”, que diría Ortega, lo vivimos especialmente si contemplamos nuestra vida desde el punto de vista moral.<br /><br />Es cierto que uno no se hace de golpe ni de repente, sino paso a paso; de ahí que la empresa moral de hacerse uno a sí mismo, es el resultado de hacer cosas en el mundo. En ese sentido somos estructuralmente morales; pero, a la vez, nos “hacemos morales” en la medida en que, eligiendo nuestros actos, nos dirigimos hacia un proyecto, más o menos claro, sobre lo que queremos llegar a ser. Como explica el profesor Aranguren, esa elección está sometida a una exigencia: que sea una elección sobre lo bueno.<br /><br />A partir de esta vertiente, las implicaciones se dan en el carácter personal y grupal. Y la idea de carácter viene confirmada por la etimología del término moral, que procede de la voz latina “mos-moris”, que, en los textos latinos se emplea con el sentido de sentimientos, costumbres y carácter.<br /><br />1.5. PROPÓSITO DE LA ÉTICA SOCIAL Y SUS INSTRUMENTOS<br /><br />En atención a lo abordado hasta aquí, debemos distinguir la ética social de una ética personal e interhumana, pues los problemas estructurales sociales no pueden resolverse con medidas interhumanas (como podrían ser las tutelares), dado que en ciertas circunstancias con la ayuda, a corto plazo, pueden incluso afianzarse algunas injusticias sociales. Sabemos que no se remediaron las necesidades de los obreros de la industria o de los proletarios con ayuda caritativa, sino sólo mediante una legislación social y laboral adecuada.<br /><br />Pues toda conducta, por ser humana, debe estar acorde con su fin, debe ser moralmente buena; por consiguiente, está sujeta toda ella a los preceptos y exigencias de la ley moral.<br /><br />La ética social tiene dos cometidos:<br /><br />a. Decir a cada hombre qué derechos y deberes tiene respecto a sus semejantes, qué debe a los demás y qué le deben ellos a él<br />b. Indicar a las distintas sociedades humanas qué fines y valores pueden y deben perseguir, qué orden deben conservar o realizar, en qué medida tienen poder para mandar a los hombres y hasta qué punto están obligadas a socorrerlos.<br /><br />La ética social, como ciencia normativa, se distingue esencialmente de la sociología, ciencia puramente descriptiva de la sociedad. Pero la sociología no tiene autoridad ni competencia para dar a conocer el ideal auténtico, el modelo de orden obligatorio, las normas morales de la vida social; no constituye un fundamento apropiado de la ética social, pues una exposición e investigación puramente positiva no lleva a la esencia de la cosa, del hombre y de la sociedad.<br /><br />Los verdaderos principios de la acción moral solamente pueden deducirse de la revelación o de la esencia misma del hombre y de su obrar. Además, no todas las normas concretas de la acción moral son universalmente reconocidas y obligatorias, de modo que puedan ser aplicadas siempre y en todas partes en igual forma y amplitud; el tiempo y el espacio, el carácter de los hombres y la evolución económicosocial desempeñan aquí un papel muy importante. Por ello, la ética también debe atender a las conclusiones de la sociología, pues la sociología puede dar directrices para la aplicación de los principios y leyes morales.<br /><br />La ética social, como parte de la ética general, recibe de la ciencia moral aquellos principios primeros y normas supremas que se refieren principalmente a la acción moral del hombre. Así, por ejemplo, los siguientes: El hombre tiene obligación de buscar el bien y evitar el mal; para que alguien pueda responder de su acción, ésta debe ser buena en todos sus aspectos, por su objeto, su fin y sus circunstancias; los bienes espirituales son superiores a los materiales; ningún bien creado puede ser fin último de la vida humana; la conciencia propia es norma próxima y obligatoria de la acción humana.<br /><br />Sin embargo, el objeto de la ética social no se limita a aplicar estos y otros principios de la ética general a los problemas y relaciones de la vida social; más bien, debe estudiar la vida social en sus fines, en sus leyes y en sus derechos y deberes propios.<br /><br />Con la ética social no deben confundirse los conceptos siguientes: La cuestión social, la política y reforma sociales, la política social, la reforma social. La ética aporta las normas y motivos morales conforme a los cuales hay que solucionar la cuestión social y orientar las políticas y reformas sociales.<br /><br /><br /><br />Aspectos técnicos Aspectos morales<br />Cómo ha de sembrar el campesino, arar y trillar; cómo ha de confeccionar un traje de sastre; cómo debe mezclar y aplicar los colores el pintor; cómo ha de hacer una operación un médico. Si el comprador es explotado (precios e intereses usurarios); si un negocio ha de ser considerado como honrado o injusto (mercado negro); si un cuadro, con todo su valor artístico, viola los sentimientos de decencia y del decoro; cuándo una operación quirúrgica es lícita.<br />Cuál debe ser el capital y las reservas para asegurar la existencia de una empresa; qué procedimientos son los más convenientes y rentables; dónde y cómo han de construirse y mantenerse minas productivas, altos hornos y carreteras; si una determinada forma de salarios es la más adecuada a la naturaleza de una empresa. Qué jornal base se ha de pagar, o al menos se debe aspirar a hacerlo, conforme a las exigencias de la justicia; qué trabajo se puede exigir al hombre; qué relación ha de haber entre las ganancias de la empresa y el salario del obrero; si se puede permitir el libre juego de las fuerzas del trabajo con sus tristes consecuencias; si está permitida la producción de una determinada clase o cantidad de mercancías (pornografía, anticonceptivos, artículos de lujo, etc.)<br />Qué forma de gobierno ha de elegir un pueblo; con qué naciones vecinas ha de mantener relaciones amistosas; en qué forma hay que otorgar subvención a la familia; qué nivel de formación han de alcanzar las distintas escuelas; si es necesario y conveniente un arancel proteccionista. Qué fines y misiones son propios y fundamentales del Estado; si una constitución y gobierno (por ejemplo, el totalitarismo) deja suficiente margen para el cumplimiento de los deberes generales del hombre; qué leyes deben considerarse injustas en sí mismas; si el derecho de los padres está suficientemente reconocido y garantizado; si la política familiar corresponde a las exigencias de la naturaleza; si es lícita la intervención del Estado en la economía y en la cultura.<br /><br /><br />Si bien, en su origen, la ética no fue una disciplina autónoma, sino subordinada a la política (en el sentido griego de polis). De modo que lo importante era el bien de la comunidad (“bien común”), referente último del actuar individual, pues así lo entendieron Platón y Aristóteles frente al individualismo sofista, la ética de la persona ha de abrirse, necesariamente, a la ética social, sin caer en el sociologismo o afirmación de que “lo social” sea fuente de la moral.<br /><br />Los instrumentos de la ética social son todas aquellas herramientas que nos permiten caminar hacia el bien común y desarrollar cada una de nuestras capacidades. Ello significa que, en el ámbito ético, servirse del “otro”, utilizarlo para fines y provecho propio, es instrumentalizarlo, “cosificarlo”, convertirlo en instrumento.<br /><br />Por tanto, los instrumentos o herramientas de la ética social estarán centrados en el quehacer del hombre, de cada hombre, como persona, con su integridad, que en unión con cada uno de los demás busca realizarse cultivando y practicando los valores, defendiendo y ejerciendo los derechos humanos. Pues las características de la ética social están en ser:<br /><br />a. Realista: fiel a la realidad<br />b. Teleológica: ordenada al fin<br />c. Teística: de Dios y para Dios<br />d. Cristocéntrica: de Cristo y para Cristo.<br /><br />La ética social se mantiene fiel al realismo, porque afirma la realidad del mundo y del hombre, y reconoce la experiencia como fuente del saber natural. Es falso e injusto el reproche, bastante frecuente, de que la ética social católica es irreal, “extravagante”, porque presenta ideales extraños u hostiles al mundo.<br /><br />La ética social católica piensa con orientación finalista, porque está convencida del principio inmutable del cual parte: “Todas las cosas creadas obran siempre en orden a un fin, y a un fin último” (Tomás de Aquino, en la S. T. I-II, q. 1, art. 1.), y porque, para ella, lo que es bueno o valioso posee condición de fin apetecible y obligante. El pensamiento finalista debe enlazarse con el llamado pensamiento causal (es, en realidad, previo y superior a éste).<br /><br />Se llama causal aquel pensamiento que sólo atiende a las conexiones de causas y efectos percibidos por nosotros (fuego-humo; golpe-herida). Es indudable que los hombres ejecutan acciones e interacciones mutuas, y que de esas acciones se siguen estos o aquellos efectos; pero esta sucesión de actividades y de efectos no basta para explicar la vida social; los hombres se mueven por ideas e intenciones, se proponen fines y proyectan planes, aspiran a un orden que aún no se ha establecido; es decir, obran con vistas a un fin, y todo el problema se reduce a que persiguen y realizan fines rectos.<br /><br /><br />2. DIGNIDAD HUMANA<br /><br />El verdadero objetivo de la educación, como de cualquier otra disciplina moral, es engendrar felicidad. W. M. Godwing<br /><br />Competencia: Identifica, ejercita y defiende el desarrollo de su vida con dignidad practicando los derechos humanos que, a pesar de las situaciones críticas, soluciona los problemas que podrían conducir a la tortura, homicidio, genocidio o aborto.<br /><br /><br />Mounier defiende que “llamamos personalista a toda doctrina y a toda civilización que afirma el primado de la persona humana sobre las necesidades materiales y sobre los mecanismos colectivos que sustentan su desarrollo....<br /><br />Pensamos (y con ello quizá nos acerquemos al marxismo) que una espiritualidad encarnada, cuando es amenazada en su carne, tiene como primer deber liberarse y liberar a los hombres de una civilización opresiva, en lugar de refugiarse en los temores, en las lamentaciones o en las exhortaciones. Pero, contra el marxismo, afirmamos que no existe ninguna civilización ni cultura humana más que metafísicamente orientadas”.<br /><br />2.1. VIDA Y DIGNIDAD HUMANA: INDIVIDUO Y PERSONA<br /><br />Giuseppe Flores manifiesta que la vida “es uno de los temas más frecuentes en la iconografía popular”. (Diccionario de ciencias de la educación, 1990, p. 1804). Y Nicola Abbagnano anota que “desde la antigüedad los fenómenos de la vida se han caracterizado a partir de su capacidad de autogeneración, es decir, a partir de la espontaneidad por la cual los seres vivientes se mueven, se nutren, crecen, se reproducen y mueren, de modo, por lo menos aparente y relativamente, independiente de las cosas externas”. (Diccionario de filosofía, 1986, p. 1188).<br /><br />Los filósofos han conceptuado la vida de diferentes formas: Platón (427-347 a.C.) identificó vida y alma. Aristóteles entendió por vida “la nutrición, el crecimiento y la destrucción que se originan por sí mismos”. Plotino (205-270) sostuvo que “toda vida es pensamiento” Para Tomás de Aquino (1225-1274) es “la sustancia a la que conviene por su naturaleza moverse por sí misma, de cualquier modo, a la operación”.<br /><br />Pero ¿qué es la vida? “Con la cuestión del origen de la vida, en primera fila de la investigación biológica y bioquímica, la definición de la vida es objeto actualmente de especial examen. No intentamos presentar un completo análisis de las investigaciones contemporáneas sobre esta cuestión...<br /><br />La vida es el resultado de la actividad del protoplasma (materia viva), cuyas propiedades (características únicas) son: organización celular, una composición química especial, metabolismo (en el que se comprenden las facultades de mantenimiento, reparación y reproducción); irritabilidad, de la que resulta la capacidad de adaptación (LL. Woodruff y G. A., Foundation of biology, The Macmillan Co., Nueva York 1951, p. 25).<br /><br />Vida, para el biólogo, denota la totalidad de las organizaciones metabólicas autorreproductoras de materia y energía comprendidas en el concepto de “organismo” (EAD III, p. 107).<br /><br />Un ser vivo es un organismo o unidad organizada que presenta las actividades de mantenimiento, desarrollo y reproducción dirigidas por el proceso vital a la realización del ciclo de vida normal. Esta actividad directiva de los organismos individuales es lo que distingue a los seres vivos de los objetos inanimados (E.S. Russell, The Directiveness of Organic Activities, Cambridg University Press, Londres 1946, p. 6)<br /><br />Estas tres definiciones, que difieren entre sí por el aspecto que más destacan, significan básicamente lo mismo. Un ser vivo es un sistema molecular peculiar que produce “orden a partir de orden”, como dice Schrödinger (What is Life?). Dbe considerarse el organismo viviente como un todo, como unidad natural primaria, irreductible, constituida por partes subordinadas. Esta heterogeneidad organizada es única por su propiedad de producir orden a partir de orden en su intercambio con el medio. Esta característica única es común a todos los seres vivos y les confiere una similitud funcional básica. Para realizar su firme progreso hacia la plenitud de su ciclo vital específico, todos los seres vivos crecen y se multiplican “. (Raymond J. Nogar, La evolución y la filosofía cristiana, Ed. Herder, Barcelona, 1967, p. 126).<br /><br />Es sabido que la base física de la herencia se halla predominantemente en los cromosomas. Cuando ha sido posible analizar la química de los cromosomas, se ha hallado que en todo el mundo viviente los cromosomas están constituidos por las mismas proteínas básicas combinadas con el ácido nucleico.<br /><br /><br /><br /><br />La diferenciación no es aparente hasta fases de desarrollo más avanzadas, cuya progresión es también semejante en animales estrechamente relacionados.<br /><br />K. E. Von Baer (1792-1876) fue el primero en formular los principios por los que se rige el desarrollo embrionario, en las siguientes reglas empíricas, plenamente confirmadas por los hechos: 1) las características generales aparecen en el desarrollo del individuo antes que las características especiales; 2) entre las características generales, aparecen primeramente las más generales y después las que lo son menos; 3) en el curso del desarrollo, un animal se separa progresivamente de la forma de otros animales; 4) las primeras fases embrionarias de un animal son semejantes a las fases embrionarias de animales inferiores, pero no se parecen a las formas adultas de estos últimos animales..<br /><br />En el orden práctico, individuo se dice de una entidad autónoma e independiente, que sitúa la libertad personal como pilar básico del existir y de la organización social.<br /><br />En cada individuo humano hay que distinguir dos aspectos: el primero manifiesta que está consagrado a la comunidad política, a la conservación de su ser y a la realización de sus fines; el Estado tiene sobre él derechos más o menos amplios según las circunstancias de tiempo y de lugar. Según el segundo aspecto, el individuo está fuera de la comunidad política y de su gobierno.<br /><br />Bajo los dos aspectos el hombre solamente puede obrar según su conciencia, que es la responsable ante él y ante Dios; pero en el primer caso, esta conciencia está ligada por una responsabilidad especial ante la comunidad política.<br /><br />La comunidad puede reclamar la colaboración y la limitación del ser dado por ella al individuo cuando lo exijan sus interese. En efecto, el individuo está obligado incluso a exponer su vida en defensa de la comunidad, cuando su existencia corre peligro. Negarse radicalmente a colaborar en cualquier forma a la defensa de la comunidad en caso de peligro es contrario al derecho natural y consecuentemente a la ética.<br /><br />J. Maritain contrapone el individuo a la persona, pues “el hombre como individuo es un ente material singularizado dentro de la especie, es una parte del cuerpo social y está ordenado al bien común. En cambio, el hombre como persona es una realidad que, subsistiendo espiritualmente, constituye un universo aparte y un todo independiente (con independencia relativa) en el gran todo del universo”. (La persona y el bien común, 1947)<br /><br />La mayor parte de los científicos que han estudiado la evolución reconocen que el problema del origen presenta, en la especie homo sapiens, dos aspectos, de los que uno se refiere al origen de las facultades corporales y otro correspondiente al origen de las facultades psicosociales.<br /><br />Consecuentemente, en virtud de su naturaleza, el hombre está ordenado a: 1) conservar y proteger su vida; 2) propagar esa vida humana; 3) afirmarse y perfeccionarse en el orden intelectual y moral, como ser individual y social.<br /><br />Entonces, la persona humana (tu, yo y el otro, por consiguiente) es valiosa?, o por el contrario, ¿es un pedazo de cosa con el que se puede hacer no importa qué? El tema es central. O el ser humano es nuclearmente digno y valioso o de lo contrario, carece de sentido hablar de villanías y de atropellos, por torturas y malas jugadas que se realicen. Si el hombre no fuera digno en cuanto hombre, carecería de sentido referirse a actos degradantes perpetrados contra Juan (una opaliza) o contra Carmen (una violación). Si la paliza y la violación son incorrectas, se debe a que somos dignos y valiosos.<br /><br />La bondad y la maldad de las acciones de unos sujetos humanos sobre otros, o del mismo sujeto consigo mismo, proceden, como mínimo, de la aceptación de la dignidad y del valor de cada persona humana. Sin tal presupuesto, las torturas, los homicidios (aunque los realicen terroristas), las explotaciones socioeconómicas, los colonialismos, la censura de la prensa, etc., etc., dejan de ser acusaciones perversas, convirtiéndose en simplemente a-morales: ni buenas ni males. Si prescindimos de la dignidad de la persona humana, nuestras mutuas relaciones sólo tendrían que venir regidas por la ley del más fuerte, por la ley espontánea del más poderoso, sea en poder corporal, económico, político, cultural. No parece muy sensato. Es lo menos que podemos afirmar.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Los hombres son tratados indignamente. Difícilmente encontrarás un tipo que niegue la dignidad humana. Sin embargo, no pocos de quienes publican dicha dignidad, en la práctica la burlan y la pisotean. Disimularán todo lo que puedan, pero con los hechos actúan como si el ser humano no pasara de ser un animal enjaulado: dignidad en la teoría, menosprecio en la práctica.<br /><br />El Premio Nóbel de la Paz, en 1980, fue Adolfo Pérez Esquivel, porque defendió la dignidad del hombre hasta con sufrimientos personales; luchó contra las injusticias y la violencia institucionalizada en algunos países latinoamericanos sobre todo. Otros muchos militaron y militan para hacer triunfar la dignidad del hombre; entre ellos el obispo Romero de El Salvador. En plena plaza de Mayo de Buenos aires las esposas y madres exigían noticias de sus esposos e hijos desaparecidos. Escándalo a causa del ultraje perpetrado contra el ser humano. Descubrimos la tragedia porque el hombre es digno; de no serlo, estas barbaridades dejarían de ser tales, y la tragedia habría desaparecido.<br /><br />Es el hombre quien confiere sentido (razón de ser) a las cosas. Llaman a tu puerta y tú respondes ¿quién es? Y según de quién se trate, respondes: “adelante”. Los hombres somos unos organismos vivos peculiares, programados por la herencia y reprogramados por la sociedad. Más de uno exige ser alguien, ser persona.<br /><br /><br /><br /><br /><br />Zubiri manifiesta que una cosa es lo que yo soy, y otra muy distinta es aquel que yo soy; lo primero es mi qué (mi naturaleza) y lo segundo es mi quién (mi “persona”). Mi cerebro, mi corazón, mi moto, mis ideas, mis emociones ... es lo tenido por mí. Mi persona es la que tiene todo esto.<br /><br />“Como ser moral, afirma Le Tourneau, el hombre es una persona. Una de las más profundas definiciones de esta palabra es la dada por Boecio (fallecido el 524), igual si ella no expresa su profundidad (y aún cuando en realidad la dio meditando sobre el misterio de Dios): “una sustancia individual de naturaleza racional” (substantia individualis naturae rationis). Cada término de esta fórmula tiene un rico contenido. Sustancia: la persona es una realidad en ella misma, y está encarnada en su cuerpo que la constituye (pues uno no puede disociarla). Individual: la persona es un ser único, considerándose como “un yo”, teniendo un fin en sí y un fin propio (muy diferente a las cosas). Libre y responsable, estando todo integrado en una comunidad; además, el hombre no es un ejemplar de una especie (un simple individuo), como puede ser un caballo o un perro: él es una totalidad, que tiene un carácter universal, de suerte que él contiene toda la humanidad. Racional: a diferencia de los animales y de otras cosas, la persona está dotada de razón, por su naturaleza específica (recibe el espíritu), que dirige sus pensamientos y organiza sus acciones.<br /><br />Además, cada cual no existe sino en relación con otro, de dos maneras: por la alteridad, que nos estructura, desde la infancia y toda nuestra vida: hay un “yo”, un “tú”, un “él”, etc.; y porque nosotros estamos atados los unos a los otros (los miembros del cuerpo social son interdependientes y complementarios). Y nosotros entendemos que somos reconocidos y respetados, como nos debemos reconocer y respetar el uno al otro. De allí que es inadmisible considerar que alguno sea un medio o un instrumento (nosotros veremos que existen empleadores que olvidan este principio de base), asimismo reducir un ser a su posición social o a su profesión y, a fortiori, operar por sí mismo esta identificación (en el momento en que ella existe ella explica el drama que constituye la ruptura de esta identidad artificial, por el paro forzoso [independientemente de su aspecto económico], la jubilación, los exámenes, el divorcio, etc.).” (L’Ethique des affaires et du management au XXI siécle, Ed. Dalloz, Toulouse, 2000, p. 16)<br /><br /><br /><br /><br /><br />Antes de concluir con este ítem, debemos indicar que la expresión “dignidad humana” se debe, sobre todo, a Immanuel Kant, quien distingue ente “precio” y “dignidad”: “lo que tiene un precio puede ser sustituido por alguna otra cosa, como su equivalente; por el contrario, lo que está por encima de cualquier precio, y por lo mismo no permite equivalente alguno, tiene una dignidad”.<br /><br />Entendemos por dignidad aquí, un valor al que el hombre está incondicionalmente obligado y que no puede intercambiarse con ninguna otra cosa, que no se puede contrapesar.<br /><br />“El hombre, sostiene le Tourneau, considerado él mismo, es la primera y última referencia en moral. Su diferencia es resplandeciente ante el resto de la creación (G. Martelet, 1998), por su libertad, su carácter único en tanto que persona singular y su ausencia de determinismo, como el hecho que él sea sólo un “palo pensante”, capaz de meditación y de reflexión. Es esto por lo cual es digno, por su naturaleza. Un consenso mínimo está de acuerdo sobre esta concepción. El respeto de la dignidad del hombre es el primer principio moral, el alfa y omega de toda moral y de toda la moral, cristiana o pagana, como el pedestal del humanismo (T. De Koninck, 1995). Esta mirada no es reciente: ella de Sócrates. Ella concentra a todos los humanistas, cualquiera que sea su religión y sus tendencias filosóficas.” (L’Etique des affaires et du management au XXE siécle, Ed. Dalloz, Toulouse, 2000, p. 75)<br /><br />2.2. REALIDAD HUMANA: DERECHOS, EXPRESIONES Y CARACTERÍSTICAS<br /><br />La dignidad aparece en tu ser persona, pues tus actos de dirigir, correr, memorizar, estar enamorado, leer..., son actos naturales y son actos tuyos. Son naturaleza porque brotan de una naturaleza humana, y son tuyos porque eres persona.<br /><br />La persona es aquel punto de tu biografía en que hacen aparición los valores morales. Eres valioso y digno porque eres persona; de no ser así, de ser únicamente un pedazo de naturaleza más complicado que otros pedazos, no tendrías ningún motivo para sostener tu dignidad por encima del resto de al naturaleza. Porque eres persona, descubres el “deber-ser”, el cual apunta a dos metas: al logro de ti mismo y al desarrollo de la sociedad.<br /><br />La persona no es una cosa como lo son el hígado o el corazón; la persona es el quehacer que obliga a remontarse constantemente de la cotidianidad, siempre imperfecta, hacia la perfección ideal. Con razón Philippe le Tourneau sostiene que “la dignidad del hombre es el origen de los derechos que son reconocidos en el hombre: “Ella es el principio matriz por excelencia” (B. Mathieu). Así, ella se encuentra en la base de los “derechos” del hombre, pues legítimamente han adquirido una importancia muy grande, sobre todo después del fin de la Segunda Guerra Mundial (al menos en los discursos y en los textos; la realidad es otra: el número de países que ridiculiza ostensiblemente los derechos del hombre es considerable; y la pobreza, tan extendida sobre el planeta, incluida en los países ricos, es una violación de los derechos del hombre, sin duda la más difundida T. Lemaresquier, 1998), pero con la cual nosotros no nos hemos habituado). De todas maneras, se encuentra autores que impugnan los derechos del hombre, en su formulación actual, como que es “un producto filosófico, conceptual, jurídico y político, institucional y ético de Occidente” (J. Yacoub).” (L’Ethique..., p. 78)<br /><br />Es en este contexto que podemos afirmar que, sin derechos, no habría dignidad. Por ello en la Asamblea de la UNESCO de 1980, el representante de Afganistán gritaba reclamando que no había derecho a que los soviéticos se hubieran apoderado de su país. Exigía la inmediata retirada de las tropas invasoras. Sin duda que tú has reclamado en más de una ocasión algún derecho: “tengo derecho a elegir al delegado de mi curso y a que no me lo imponga la dirección del Instituto”.<br /><br />Los obispos españoles decían: “El clima de libertad creado en nuestro país con el paso a la democracia ha tenido muchos aspectos positivos. El aprecio de la libertad, tan propio de la cultura de nuestros días, está fundamentalmente en consonancia con el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana. Todos nos podemos sentir legítimamente orgullosos de estos avances, entre los que podemos mencionar los siguientes:<br />• la aceptación del derecho a la libertad religiosa y de conciencia, así como el de la libertad de expresión;<br />• la libertad de acción política y sindical;<br />• una mayor conciencia de que hay que respetar la naturaleza;<br />• una participación más rica en el concierto internacional, en especial en Europa;<br />• una estabilidad económica que, si bien con altibajos, está posibilitando un desarrollo sostenido en el marco de la economía de mercado;<br />• y, en general, todos los beneficios del Estado de derecho, cuyas instituciones han ido fortaleciéndose.” ( LXV ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL: MORAL Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, Madrid, 14 de febrero de 1996, n. 7)<br /><br />Pero, ¿qué es el derecho? Aquella parte del orden moral que regula autoritariamente las relaciones del hombre con quienes le rodean, en cuanto afectan a lo mío y lo tuyo, en orden a la consecución plena del bien común social. De ahí por qué la Real Academia de la lengua lo define como “el conjunto de principios, preceptos y reglas a que están sometidas las relaciones humanas en toda sociedad, y a cuya observancia pueden ser compelidos los individuos por la fuerza”.<br /><br />Por eso decimos que la dignidad del hombre se traduce en derechos. Por poco que hayas reflexionado en tu vida, te habrás percatado que no te resulta posible avanzar hacia delante con ella sin bienes (comida, vestido, libros, medicinas...) y sin prójimos (médicos, albañiles, amigos, inventores, campesinos, profesores, barrenderos, sastres, conductores de trenes o pilotes de aviación...)<br /><br />Tus derechos siempre apuntan o a bienes o a prójimos, o a uno y otro a la vez. Y una forma de exigir que se respeten los derechos de las personas o de mostrar al público que tales derechos se pasan por alto es la manifestación callejera.<br /><br /><br /><br />“La dignidad se traduce en el sector social y político bajo el aspecto de la exigencia de respeto; ese que conduce a combatir todas las formas de humillación del hombre, por todo el universo, a enderezar los rastrillos contra los dominios del mal que desfiguran la vida, cuya letanía es inmensa y terrible: la violencia, el odio, la corrupción, las discriminaciones, el proxenetismo, la esclavitud, la servidumbre o la trata” (le Tourneau, L’Ethique..., p. 81).<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Pues cuando uno exclama “tengo derecho a una vivienda digna”, está refiriéndose a algo interior a él que le permite exigir derechos. En tal caso se habla de derecho subjetivo. Este derecho reside en tu conciencia y en la conciencia de quien te lo reconozca. La fuerza física no es fuente de tal derecho; al contrario, no pocas veces la fuerza (policía) va en contra de los derechos subjetivos.<br /><br />También se habla de derecho penal, de derecho internacional, de derechos humanos..., aquí ”derecho” se refiere a derecho objetivo, a las leyes mismas o a un listado de derechos que se exponen en alguna declaración pública.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Si un ciudadano exclama: “Tengo derecho a que no me maten”, se refiere a una norma jurídico-moral que obliga en conciencia y que, además, protege la legislación de todos los Estados. Algunos Estados manipulan la mentalidad de los súbditos para que no formen sus conciencias en conformidad con el derecho objetivo allí imperante.<br /><br />La norma moral (por ejemplo el derecho a educar religiosamente a los hijos) puede chocar con la norma jurídica del Estado. Pero, de dónde salen los derechos objetivos? Es oportuno que nos pronunciemos acerca de las fuentes del derecho objetivo. ¿De dónde salen los derechos vigentes de un país?<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Significa que de la igual dignidad humana se sigue el igual derecho al bienestar. Y puesto que los hombres, en lo tocante a su bienestar, frecuentemente se hallan en una concurrencia de hecho (dada la limitación de los recursos y de las capacidades humanas), no se imponen incondicionalmente las correspondientes exigencias y a menudo se requiere una ponderación comparada de los bienes.<br /><br />De la dignidad de la persona humana son cada día más conscientes los hombres en nuestra época y crece el número de los que exigen que los hombres puedan actuar siguiendo su propio criterio y disfruten de la libertad responsable, sin sentirse perturbados por coacción alguna, teniendo por guía la conciencia del deber.<br /><br />Rodrigo Borja recuerda que las “primeras tablas de derechos (el Bill of Rights inglés de 1689, la Declaración de Independencia norteamericana de 1776 y la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano de Francia en 1789) se fundaron en la doctrina de los derechos naturales, o sea en la afirmación de que hay unos derechos que nacen con los hombres y que son anteriores y superiores al Estado, ya que éste no los crea sino que simplemente los reconoce” (Enciclopedia de la Política, p. 249)<br /><br />Y Montserrat Payá, citando a P. Fermoso, reitera que “el hombre no nació ni bueno ni malo; nace amoral, aunque con capacidad para llegar a ser el autor responsable de su destino. El hombre se moraliza, pues al personalizarse, construye “la persona moral”, constituida por todas las responsabilidades individuales contraídas en las acciones libremente ejecutadas”. (Educación en valores..., p. 169).<br /><br />El hombre, por su nacimiento, está obligado a:<br /><br />a. Observar, examinar y analizar cuidadosamente la naturaleza, para descubrir qué es lo que les permite y exige.<br />b. Reconocer y observar los derechos naturales. Pueden, por propia autoridad, declarar estos derechos, pero esta declaración no significa más que un simple reconocimiento y aceptación; no tiene el carácter de una determinación original que por primera vez sancione un derecho.<br />c. Aplicar rectamente los derechos naturales a las situaciones variables, o a cambiar la situación para que los derechos naturales puedan tener vigencia.<br /><br />Las características de los derechos son:<br /><br />a. Naturales: están fundados en la naturaleza misma del individuo, independientemente de toda concesión del Estado,. y previamente, a cualquier reconocimiento por parte del Estado.<br />b. Universales: existen en beneficio de todos los individuos dentro del Estado, sin excepción ni categoría de ninguna clase; a pesar de la diversidad de sexo, de clase, de raza, de religión, de partido, el hombre siempre es hombre. La igualdad entre los hombres no impide que determinados derechos naturales, de irradiación social, estén reservados en su plenitud a los ciudadanos; a la vez que su uso queda sometido a ciertas condiciones, más o menos estrictas, tratándose de extranjeros, como la libertad de enseñanza o la libertad de asociación.<br />c. Innatos: se dan, una vez reunidas las condiciones requeridas para su existencia en el nacimiento, como derechos que se refieren a la misma persona individual y al ejercicio de sus potencias. Pero no se actualizan sino por un hecho personal del titular o por sobrevenir un título de adquisición, eficiente o instrumental, como el derecho de propiedad que es innato, pero el de poseer tales bienes es adquirido.<br />d. La libertad física y el deber moral: el individuo, al ejercer sus derechos, no es absolutamente libre más que en un sentido físico, es decir, que puede materialmente hacer mal uso de su libertad. Pero moralmente el individuo tiene la obligación de hacer uso bueno de ellos, conforme a la ley natural y a la razón; de lo contrario, es responsable de su falta.<br />e. El Estado es juez del bien público: la competencia del Estado se limita al bien público; por consiguiente, el uso que uno pueda hacer de su libertad no interesa al Estado más que en la medida en que afecte en bien o en mal al bien público.<br /><br />2.3. SISTEMAS CRÍTICOS DE LOS DERECHOS HUMANOS<br /><br />El término sistema procede del griego σΰστημα (reunión, conjunto ordenado de reglas), es decir, entidad compleja cuyas partes componentes se relacionan entre sí de forma unitaria y no como un mero agregado de elementos. Por tanto, puede definirse como el conjunto de elementos (entidad, cosas, conceptos, términos, enunciados) relacionados entre sí de manera coherente y funcional, de manera que ninguno de ellos quede aislado, sino que todos han de ser interdependientes.<br /><br />Según el tipo de elementos de que se trate, se hablará de un sistema nervioso, solar, fonológico, lingüístico, filosófico, político, económico, social, ético, etc.<br /><br />En lo ético, el individualismo exagera los derechos del individuo al considerar que el individuo es un fin en sí mismo; es decir, la entidad básica en toda sociedad (incluso la única en las relaciones sociales) es el sujeto individual; y toda agrupación no es otra cosa que un conjunto de individuos. Estos serían como átomos sociales aislados y totalmente egoístas, entre los que habría una competencia feroz.<br /><br />Las vertientes individualistas exaltan siempre lo individual sobre lo social, en confrontación con toda forma de colectivismo.<br /><br />En ética, se llama individualismo a la actitud espiritual básica, que hace del individuo la medida del pensamiento. Los fines originariamente positivos del individualismo son la mejor sensibilidad hacia la persona y el tomar en serio al hombre individual.<br /><br />Sin embargo, en la práctica, el individualismo degenera en egoísmo, que también en el obrar prefiere el propio yo al de los demás. El individualismo puede manifestarse también en unas necesidades de aislamiento, en el consumismo y en una tendencia hacia actitudes insociables y apolíticas, que se olvidan de los semejantes.<br /><br />Por su parte, el colectivismo defiende la absolutización de la colectividad. En concreto, es el sistema económico propuesto por los socialistas utópicos (Proudhon, Bakunin) en el Congreso de Basilea (1869), como respuesta al individualismo feroz del primer capitalismo. Este sistema defiende que los instrumentos de producción han de ser de propiedad colectiva. Tales utópicos fomentaron las cooperativas, sindicatos y corporaciones.<br /><br />El término “colectivo” tiene un significado peyorativo, sinónimo de masa y masificación; así lo entiende Ortega en su libro La rebelión de las masas. Al margen de esta connotación peyorativa, hay momentos en la historia de los pueblos en que la colectividad se siente dueña de su destino: así la Declaración de Independencia (1776) de las colonias de América del Norte, la Revolución Francesa (1789), la comuna de París (1871), la revolución Rusa (1917) y el mayo francés de 1968, por citar algunos ejemplos.<br /><br />Debemos recordar que el colectivismo sólo existió en la comunidad primitiva, en la que cada uno aportó a la sociedad según sus capacidades y recibió según sus necesidades, no hubo propiedad privada, no existió lo “tuyo” ni lo “mío”; todo era de todos y cada quien usó de los bienes de acuerdo con sus necesidades. Según el líder francés Jean Jaurès (1859-1914), el colectivismo es la sustitución de los individuos por la colectividad social en la propiedad de los elementos de la producción y de sus consecuencias.<br /><br />Frente a estos dos sistemas contrapuestos, sostenemos que llamamos declaración de derechos a los textos escritos y promulgados en los que se definen y reconocen a favor de una comunidad un conjunto básico de derechos públicos objetivos, que tienen como finalidad planificar la convivencia y la libertad de una comunidad.<br /><br />Los textos que en secuencia histórica se ha dado, sobre los derechos humanos, son:<br /><br />- Carta Magna inglesa de 1215,<br />- Petition of Rights de 1689,<br />- Bill of Rights 1689<br />- Habeas Hábeas de 1678 (la formalización de las garantías para la seguridad individual)<br />- Act of Settlement de 1701<br />- Declaración de Filadelfia de 1774<br />- Declaración del buen pueblo de Virginia de 1776 y asumida en la Independencia de EE.UU.<br />- Los Derechos del Hombre y del Ciudadano 1789<br />- Parliament Act de 1911 (consagró la definidita supremacía de la Cámara de los comunes sobre la de los Lores)<br />- Declaración de los catorce puntos de Wilson en 1918<br />- Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948<br />- Declaración Americana sobre Derechos de los Pueblos Indígenas 18 de septiembre de 1995<br /><br />En la teología moral católica, los sistemas morales son aquellos procesos didácticos con los que (en una duda fundada de conciencia) se pude conseguir, mediante unas reglas de vida generales o principios reflejos, un juicio práctico de conciencia seguro sobre la licitud o ilicitud de la acción correcta.<br /><br />Al referirnos a los sistemas críticos de los derechos humanos, mostraremos una visión general de estos para luego ver su defensa y aplicación que no siempre ha sido la mejor en cada uno de los Estados y en cada uno de los integrantes de la sociedad.<br /><br />La historia de los derechos humanos muestra que los pueblos antiguos no siempre han considerado como poseedores de derechos a todos los hombres. Así, el Imperio Romano excluía, por ejemplo, de tales derechos, a los esclavos. No sólo se han dado diferencias en lo tocante a la clase social que disfruta de derechos; además, la lista o publicación de los mismos ha ido variando a lo largo de la historia.<br /><br />Una de las colecciones de derechos más antigua es el Código de Hammurabi, la del siglo XVIII antes de Cristo. No es todavía un verdadero código de leyes o de derechos objetivo-positivos; pero nos sirve como punto de referencia alejadísimo. La piedra en que está escrito se halla actualmente en el museo de Louvre de París; se defiende, en él, la ley del talión; pero también se describen los derechos de la esposa, introduciendo una equidad individual. Rudimentario, pero significativo.<br /><br />Los romanos utilizaron diversas colecciones sucesivas de derechos. Desde el año 710, antes de Cristo, existió el código Civil. En el año 201, antes de Cristo, aparece el Derecho de gentes que dura hasta el año 235 después de Cristo.<br /><br />La historia de los derechos es vasta e incluso complicada, por ello preferimos contentarnos con estas dos sencillas muestras para saltar a las redacciones más recientes que nos permiten hacernos cargo de las actuales especificaciones de los derechos del hombre.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Al finalizar la Segunda Guerra mundial (1939-1945) se fundó en San Francisco (EE.UU.) la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Fue el 26 de junio de l945 cuando se firmó la carta fundacional. El 24 de octubre del mismo año entró en funcionamiento la Organización.<br /><br />En 1948, la Asamblea General de la ONU realizada en París, proclamó una solemne Declaración de los Derechos del Hombre. La Declaración de la ONU se inspiró en la tradición anglosajona y en la tradición europea de la Revolución Francesa.<br /><br />La Declaración Universal de los Derechos Humanos se fundamenta en el valor y dignidad de la persona humana; parte de la idea de que los derechos humano fundamentales tienen su raíz en la dignidad y el valor de la persona humana. Así consta en los ítems 1º y 5º del Preámbulo a los Derechos Humanos que establecen lo siguiente:<br /><br />Apartado 1º del Preámbulo: Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.<br /><br />Apartado 5º del Preámbulo: Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de los derechos de hombres y mujeres;<br /><br />El artículo Primero vuelve a incidir sobre la base del valor y dignidad de todos los hombres, considerada plataforma común para fundamentar el resto del articulado de que consta el documento.<br /><br />La clasificación de los derechos humanos, atendiendo a la naturaleza del bien protegido por los 30 artículos de la Declaración de los Derechos Humanos, se acostumbra a clasificar los derechos proclamados en los diferentes textos del siguiente modo:<br /><br />1º Derechos civiles: Protegen la vida personal individual: derecho a la vida, derecho a la intimidad personal, derechos de seguridad personal, derechos de seguridad económica, derechos de libertad económica.<br /><br />2º Derechos públicos: Libertades de reunión, de expresión, de pensamiento, de información y de libre asociación política y cultural.<br /><br />3º Derechos políticos: Son derechos de participación en la vida pública.<br /><br />4º Derechos sociales: Derechos del desarrollo personal, como el derecho a la educación, a constituir una familia, a la práctica del culto religioso; y derechos sociales estrictos: derecho a la propiedad personal y familiar, al trabajo, al salario justo, a la asociación laboral, a los seguros sociales.<br /><br />Oír su condición de fundamentales, los derechos humanos ostentan unas notas específicas que los privilegian: Son inalienables, inviolables, imprescriptibles y universales.<br /><br />La Declaración más reciente de Derechos Humanos se la debemos al Papa Juan XXIII, y se halla en la Encíclica Paz en la Tierra, publicada el 11 de abril de 1963:<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Debemos precisar que para reforzar la Declaración de los Derechos Humanos y conseguir para ellos una mayor fuerza vinculante, la Comisión de Derechos Humanos quedó encargada de elaborar una definición ulterior. El resultado final, de estos trabajos, se recoge en dos convenios titulados Los Pactos Internacionales de Derechos Humanos aparecidos en 1966.<br /><br />Los pactos recogen los derechos enumerados en la Declaración, pero introducen importantes matices y alguna innovación. Uno y otro enuncian el derecho de autodeterminación de los pueblos y, de cada pueblo, a disponer de sus riquezas naturales, respondiendo primordialmente, de este modo, a la más actual preocupación por los países del “Tercer Mundo” y a su temor ante formas de neocolonialismo económico. Además, contiene las siguientes innovaciones:<br /><br />a. Añaden el derecho de huelga<br />b. Protegen a las minorías étnicas, religiosas o lingüísticas<br />c. La prohibición de toda propaganda a favor de la guerra<br />d. La prohibición de toda defensa de odio nacional, racial o religioso que constituya una incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia.<br />e. Falta, en cambio, una disposición encaminada a la protección de la propiedad como ya existía en la Declaración.<br />f. A diferencia de la Declaración, ambos convenios prevén mecanismos tendentes a asegurar la realización práctica de los derechos que enumeran, aun cuando no se ha llegado a un auténtico control supranacional, dependiendo por tanto la decisión y las eventuales medidas correctoras del Estado que haya aceptado los Pactos.<br /><br />Con todo, debemos manifestar que la aplicación de los Derechos Humanos es un verdadero problema, pues la dificultad que presentan estas Declaraciones estriba en que aún cuando son mayoritariamente aceptados los contenidos por los Estados, sin embargo, no son respetados. Para que esto se consiguiese, habría que potenciar la creación de instituciones supranacionales que tuvieran poder efectivo para obligar, a los Estados, al cumplimiento de las distintas leyes y sancionar las infracciones. Pero esto no se ha conseguido porque los Estados se resisten, en el fondo, a aceptar cualquier forma de control supranacional y cualquier fórmula (por tímida que sea) de limitación del principio de soberanía nacional (que permite a los Estados tomar las decisiones que crean que son oportunas sin tener que contar necesariamente con el consentimiento de los demás Estados).<br /><br />Por tanto, “el volver al derecho natural, afirma Philippe le Tourneau, es la expresión de los valores fundamentales que toda vida en sociedad impone su observancia. El se descubre gracias a la recta razón, a la razón derecha; ella busca determinar la naturaleza de las cosas (o, más exactamente, la naturaleza del hombre), y eso que es perfectamente justo, respetando a cada persona en su individualidad. La razón tiene parte ligada con el derecho natural (C. Perelman, 1984). Igual si las consecuencias del derecho natural pueden variar según las circunstancias, los tiempos y los lugares (por allí él está en movimiento), su base es inmutable y universal: ella está como atada a la condición humana; de donde la apelación de jus gentium (derecho de gentes) que le dieron los romanos. En el fondo, éste es el solo derecho verdadero, ese que no entra en esta definición que es artificial y arbitraria (como, para los romanos, el derecho civil, el propio de cada civitas, de cada ciudad). Por ejemplo, cuando una “procreación médicamente asistida” es intervenida con un tercer donador, del consentimiento del otro miembro de la pareja de los cuales provienen los gametos (C. Santé pub., art. L. 153-2, 1er), pero que este último no reconoce al infante nacido, la paternidad es judicialmente declarada (C. Civ., art. 311-20, al final); esta declaración, por judicial que ella sea, es mentirosa y contraviene al derecho natural. También lo justo no se limita al derecho positivo (J.M. Trigeaud, 1997). Y el derecho natural constituye una especie “instancia crítica” ante la mirada de este último. Como el Profeta del Antiguo Testamento, no cesa de recordar que las leyes humanas no son absolutas, que ellas están dominadas por la trascendencia: el derecho no puede encontrar su basamento en sí mismo. El derecho natural, fundado en la naturaleza de las cosas, no tiene nada de específicamente cristiano (Ver notas de X. Dijon y otros); en revancha, la ley natural, unida a la naturaleza del hombre, es una mirada que supone la fe, pues ella “es una participación de la criatura en la ley eterna” de Dios (santo Tomás de Aquino, S. T. I-II, q. 91, art. 2). (L’Etique des affaires et du management au XXIE siècle, Ed. Dalloz, Toulouse, 2000, p. 25)<br /><br /><br />2.4. ACTOS QUE ATENTAN CONTRA LA VIDA Y DIGNIDAD?: TORTURA, HOMICIDIO, GENOCIDIO, ABORTO<br /><br />La agresión es aquella conducta cuya meta es causar daño y dolor, independientemente de los resultados obtenidos. Es decir, un niño que abofetea a su padre, aunque no le cause dolor, ha cometido un acto agresivo; mientras que si le da involuntariamente un codazo en el ojo, aunque le ocasione dolor, esto no constituye un acto agresivo. Por consiguiente, la agresividad se encuentra más en la intención del acto que en los resultados materiales conseguidos.<br /><br />Parece que la característica de nuestro tiempo es la agresión. Basta leer la prensa, oír los informativos televisivos, prestar un poco de atención a lo que ocurre en la calle (intercambio de insultos entre conductores, niños peleándose, atracos, etc., etc.), o hacer un estudio crítico de los deportes y espectáculos, para percatarnos de que actualmente la agresión es algo con lo que tropezamos continuamente.<br /><br />Parece que no hay actividad humana que no vaya acompañada de su correspondiente dosis de violencia o agresión. Pero lo cierto es que en nuestra época, debido al rápido desarrollo de las comunicaciones, ha aumentado el contacto entre las distintas naciones y, consiguientemente, cualquier conflicto repercute inmediatamente en el resto del planeta. La agresión se ha convertido, así, en una constante en la historia de la humanidad.<br /><br />Algunos científicos afirman que la agresividad es innata en el hombre. Otros consideran que la agresión es una actitud adquirida a través del medio social.<br /><br />Según los primeros, con Lorenz y Dart, el éxito de la propuesta se atribuye al hecho psicológico que nos ayuda a justificar moralmente nuestras agresiones. Ante un engaño, una traición o un ataque agresivo, nos quedamos más tranquilos pensando que esto es inevitable porque la naturaleza humana es así. Nos evita la penosa sensación de culpa.<br /><br />La historia del instinto de muerte de Freud y la propuesta de la selección natural de Darwin ha servido de soporte y han dado más credibilidad a la teoría del innatismo de la agresión.<br /><br />Los segundos comienzan realizando un estudio más detallado de la verdadera agresión en los animales. Dentro de una especie, gestos amenazadores y despliegues ceremoniales para establecer el dominio o conseguir una hembra, sustituyen a la verdadera conducta agresiva que muy pocas veces se realiza; este remedo de agresión tiene como función el permitir que los animales más fuertes dominen en el grupo, evitando al mismo tiempo (al no llevar la agresión hasta las últimas consecuencias) la muerte de algunos animales del grupo. Se nota, pues, que esto muy poco tiene que ver con la feroz agresión humana en la que el vencedor tortura, mutila o mata a sus vecinos.<br /><br />Con todo, parece ser que, en el hombre, la agresividad, igual que el resto de su conducta social, es una respuesta aprendida. Así, un niño que vea recompensada su conducta agresiva, será un adulto agresivo, mientras que un niño cuya respuesta agresiva sea desaprobada por los adultos, tenderá a ser un adulto poco inclinado a resolver violentamente sus problemas.<br /><br />La agresión, en cierta manera, es un hábito que se adquiere a base de cometer actos de agresión. Por consiguiente, una persona puede disminuir o acentuar libremente la agresividad de su conducta. Nadie está totalmente exento de responsabilidad dentro de este dominio. Existen fundamentalmente dos caminos para mitigar la agresividad:<br /><br />1º Mediante una lucha permanente que cada hombre debe mantener contra sus tendencias agresivas. Tenemos obligación moral de dominar nuestros deseos de agresión para no engendrar una espiral de violencia a nuestra alrededor.<br /><br />2º Educando a la gente, especialmente a los niños, en comportamientos no agresivos, especialmente a través de pautas educativas más adecuadas:<br /><br />a) No castigar a los niños más de lo estrictamente necesario. Los castigos aumentan la frustración y agresividad.<br />b) No presentar como atractivos a los personajes violentos.<br />c) No castigar ni premiar tipo alguno de conducta agresiva.<br />d) No prestar excesiva atención a los actos agresivos que cometen los niños, puesto que muchas veces lo hacen solamente para llamar la atención.<br />e) Recompensar las conductas no agresivas.<br />f) Formar a los niños para que no reaccionen agresivamente ante las frustraciones.<br /><br />La conducta agresiva tiene distintas manifestaciones concretas como la tortura, el homicidio, el genocidio, el aborto.<br /><br />La tortura es muy frecuente. En 1874, Víctor Hugo afirmaba con satisfacción: “la tortura ha dejado de existir para siempre”. Sin embargo, constatamos que se propaga como una epidemia y que ha alcanzado mayores proporciones que nunca.<br /><br />Dos características acompañan a la práctica de la tortura en el mundo actual:<br /><br />a. La tortura se funda cada vez más sobre una base científica. Junto a los brutales malos tratos físicos y mutilaciones, adquiere progresivamente más importancia la aplicación de la tortura “limpia”, técnica. Los más recientes avances médicos se ponen al servicio de la tortura e, incluso, muchos médicos se ganan el jornal colocándose al servicio de los torturadores.<br />b. Esta evolución está fomentada por un intercambio internacional de experiencias que incluye la formación de torturadores, los cuales suelen proceder de los grados bajos de la policía, del ejército y de los servicios secretos. Se les somete previamente a una fase de entreno para la obediencia absoluta y rígida y, sobre todo, para la habituación a la crueldad.<br /><br />La tortura en la actualidad tiene un claro fondo político. Por lo general, en los Estados donde se practica la tortura puede observarse que quienes mandan excluyen a la mayoría de ciudadanos de la participación en la toma de decisiones importantes del país. En definitiva, la tortura es la reacción furiosa de los de arriba ante la desesperada voluntad de cambio políticosocial de los de abajo.<br /><br />La tortura no puede ser justificada, en ninguna ocasión, desde el punto de vista ético. Representa un grave atentado contra la naturaleza y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los daños causados por la tortura dejan una lamentable huella permanente sobre la víctima. Consiguientemente, representa un grave atentado moral contra la persona.<br /><br />Aunque la tortura es más propia de los países no democráticos y de los de renta nacional más desigual, todos los gobiernos sin excepción son responsables moralmente de esta atrocidad, dado que hasta ahora ningún régimen político que tortura ha sufrido nunca un boicot internacional, ni en el plano político ni en el económico. Cualquier persona tiene obligación moral de: luchar con todos los medios posibles para extirparla de raíz dentro del mundo presente, y ayudar a las víctimas de la tortura, y a sus familiares, de divulgar informes sobre tortura, de protestar ante las autoridades responsables.<br /><br />La palabra homicidio deriva de dos voces latinas homo y caedere, que significan respectivamente hombre y matar. Dicho vocablo suele utilizarse como sinónimo de asesinato, el derecho penal establece una nítida distinción entre ambos. En este sentido, homicidio se contrapone a asesinato, término que se reserva para los homicidios especialmente delictivos ejecutados con premeditación y alevosía.<br /><br />Hay dos formas de homicidio, cada una de las cuales mantiene una relación claramente diferente con el derecho y la moral.<br /><br />a. Homicidio involuntario o casual: resultado de una acción u omisión involuntaria o fortuita. Es decir, se mata de hecho a una persona, pero el homicida no tenía intención de hacerlo.<br />b. Homicidio voluntario: procede de una acción u omisión querida o voluntaria, caso, por ejemplo, del asesinato terrorista.<br />c. Homicidio culposo: se da por negligencia o imprudencia que ocasiona la muerte de forma que no siendo la muerte prevista ni intencionada, debió preverse y evitarse. Es el caso actual de los llamados crímenes de carretera<br /><br />La valoración moral de tales formas de homicidio es la siguiente:<br /><br />a. El homicidio involuntario o casual no es imputable moralmente dado que obedece a causas totalmente imprevistas o imprevisibles<br />b. En el homicidio voluntario debe tenerse en cuenta los siguientes argumentos: 1) Nunca es lícita la muerte directa de un inocente. La vida es un derecho inalienable de toda persona. 2) no es lícito atentar contra la vida de una persona privada o pública, que pone en peligro la paz social. 3) Pueden darse ciertas causas determinadas que hagan lícita, y no reprobable éticamente, la muerte del prójimo. Tal es el caso de la legítima defensa o la guerra justa (si alguna guerra es justa).<br />c. El homicidio culposo es moralmente imputable a su protagonista dado que ha actuado con imprudencia. Cabe las siguientes argumentaciones morales: 1) Una muerte, prevista o que debió preverse empleando una diligencia ordinaria, se imputa, en conciencia, como verdadero homicidio, cuando se pudo o se debió evitar (el médico que abandona a su enfermo grave). 2) son responsables de todos los accidentes morales que se den o puedan darse, quienes voluntariamente descuidan la necesaria preparación científica, o quienes se lanzan a experiencias peligrosas sin la seguridad de no comprometer las vidas ajenas. 3) Son homicidas, como agentes principales, no sólo los causantes materiales de la víctima, sino quienes, obligados a vigilar sobre ellos no lo hicieron por descuido.<br /><br />Anexo al problema del homicidio se halla el suicidio cuyo índice, en la actualidad, ha experimentado un notable incremento. La Organización Mundial de Salud estima que se suicidan cada día 1000 personas. En América del Norte el suicidio figura entre las 5 y 10 causas principales de defunción. En el último decenio, el suicidio ha ocupado el tercero, cuarto y quinto lugar entre las causas de defunción.<br /><br />Sin duda, las condiciones de vida de la sociedad contemporánea, que tritura a los habitantes en sus macrópolis sometiéndoles a condiciones de vida enfermizas, amén del acuciante problema del paro y de la crisis general de valores que atravesamos, crean un clima propicio para la desesperación y la muerte voluntaria.<br /><br />No todos los suicidios que se cometen tienen la misma motivación y obedecen a la misma intención. Según la finalidad, podemos diferenciar algunos grupos de suicidios, entre los cuales merecen enumerarse los siguientes:<br /><br />a. La finalidad es la propia muerte, como una solución apocalíptica, de supresión pura y simple.<br />b. La finalidad es una especie de chantaje, como una forma de influir sobre la conducta de otro cuando los medios de conseguir los objetivos no han producido el resultado esperado.<br />c. Otras veces la finalidad es una forma de reclamar atención, afecto, ayuda. Es como si el suicida tratara de congregar, aunque sea alrededor de su féretro, a personas que se preocupen por él.<br />d. Puede también presentarse una forma de escapatoria ante un peligro o amenaza, la cual puede ser: 1) Física (dolores, enfermedades graves, enfermedades incurables, etc.). 2) Psicológica (pérdida de la autoestima, estado de depresión psíquica, etc.). 3) Social (pérdida de la consideración del grupo, deshonor, indignidad, etc.). 4) Económica (escasez de medios para subsistir, ruina, paro, trabajo enajenante, etc.).<br />e. El suicidio puede utilizarse con la finalidad de agresión a los demás, como un instrumento destructor que se lanza contra aquellos que, con la muerte del sujeto, experimentarán intensos sentimientos de afiliación, agravio o culpa. Ciertas modalidades de suicidio en China lo revelan claramente: la persona que ha decidido matarse lo hace en el domicilio de la persona que le ha inducido al acto (por ejemplo, un acreedor despiadado).<br />f. Finalmente, tenemos el caso de los que se quitan la vida para salvar o ayudar a sus semejantes que se encuentran en una situación de peligro.<br /><br />El Genocidio procede del vocablo griego γένος (nacimiento, origen) y del verbo latino caedere, (matar) significa exterminio, dentro de un territorio de un Estado, de parte de la población por motivos étnicos, religiosos o ideológicos. Asesinato colectivo de grupos con una característica común (raza, religión, etc.).<br /><br />El caso más sangriento de genocidio, llamado históricamente holocausto, fue el cometido por el régimen hitleriano contra los judíos, y de otros grupos étnicos (gitanos) a manos de los nazis y en nombre de la ideología racista de la superioridad de la raza aria e inferioridad de la semita. Uno de los ingredientes peculiares del régimen nazi fue el antisemitismo, asociado al pelotón de fusilamiento, al tiro en la nuca, los hornos crematorios, los campos de concentración y la implacable Gestapo (Geheime Staatspolizei), que vigilaba los más recónditos actos de la vida pública y privada de las personas.<br /><br />La III Asamblea General de las Naciones Unidas, impresionada por las matanzas nazis contra los judíos, aprobó el 9 de diciembre de 1948 una convención que condenó el genocidio como un crimen contra la humanidad y lo definió como “la destrucción o persecución de grupos humanos concebidos como entidades nacionales, étnicas, raciales o religiosas”. En consecuencia, es genocidio: “a) el asesinato de miembros del grupo, b) el grave atentado contra la integridad física o mental de los miembros del grupo, c) el sometimiento intencional de un grupo a condiciones de existencia orientadas a provocar su destrucción física total o parcial, d) las medidas tendientes a impedir los nacimientos en el ámbito del grupo, e) la transferencia forzada de los niños de un grupo a otro grupo”.<br /><br />El término genocidio, con su significación de destrucción masiva de un grupo étnico, fue acuñado por Raphael Lamkin en 1944, en su ensayo Genocide: a new international crime, punishment and prevention (Genocidio: un nuevo crimen internacional, su castigo y prevención).<br /><br />El genocidio es la exterminación violenta de grupos humanos, generalmente bajo la inspiración de motivos políticos y prejuicios racistas. Puede haber también motivaciones de otro tipo (como las religiosas o culturales, por ejemplo), pero en el genocidio generalmente está presente la gravitación de ideas que sostienen que las razas superiores deben aniquilar a las inferiores.<br /><br />La historia está saturada de episodios genocidas. En las postrimerías del siglo XX, cando creíamos superado el racismo y la xenofobia y a pesar de que el genocidio fue condenado como un crimen contra la humanidad por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, se han producido varias acciones de exterminio racial, como la cruenta persecución de Saddam Hussein contra la población kurda de Iraq en 1991, la implacable agresión de los serbios contra los musulmanes bosnios, el sangriento combate tribal en Ruanda entre las tribus hutu y tutsi y varios otros conflictos armados a causa de odios raciales, religiosos o políticos.<br /><br />El aborto, que se ha convertido en una plaga, y si consiste en algo tan antinatural y tan horrible como asesinar al propio hijo indefenso, se extiende muchas veces por la presión social y por el sencillo hecho de que muchos no han visto nunca cómo se hace.<br /><br />No han visto cuerpos destrozados, ni caras de horror, ni quemaduras. Basta contemplarlo una vez y tener un mínimo de sensibilidad para caer en la cuenta de que es una atrocidad. Por eso, precisamente, se tiende a ocultar el horror de esta práctica, disfrazando la realidad; así, el sentido moral natural no reacciona: no es lo mismo hablar, por ejemplo, de interrupción voluntaria del embarazo que de matar o asesinar a la criatura no nacida. En el primer caso, la realidad queda disfrazada y distante.<br /><br />Para que la conciencia juzgue espontáneamente bien tiene que ponerse claramente ante los hechos. Y tiene que intuir el orden de bienes y de deberes que está en juego. Porque puede suceder que tengamos un conocimiento suficiente de los hechos pero que se nos escape lo que está en juego.<br /><br />La valoración social ejerce sobre cada persona un influjo muy grande y que modifica muchas veces el sentido natural de lo que es bueno o malo. Los hombres somos sociales y nos resulta muy difícil librarnos de esa presión que suele ser inconsciente. Todos los hombres de una época son parecidos: tienden a pensar, vestir y comportarse de un modo semejante; y tienden a valorar las cosas de manera semejante: con los mismos acentos, con los mismos prejuicios. Esto prueba la enorme influencia que el ambiente ejerce sobre loso individuos.<br /><br />Imaginemos que una noche se presenta un sujeto en nuestra casa y nos pide que asesinemos al hijo de la portera. Si somos personas normales, nos parecerá una propuesta espantosa. Imaginémonos que estamos sentados en la mesa de nuestra oficina, recibimos una carpeta llena de expedientes para firmar. Es la misma carpeta de todos los días, con docenas y docenas de expedientes que hay que firmar, para pasarla a otros que firmen también. Mientras firmamos rutinariamente, sin leer siquiera, los expedientes todos iguales o parecidos, ni siquiera pensamos que estamos dando el visto bueno a la ejecución de algunos traidores, maleantes y enemigos (así lo creemos) de la sociedad a la que procuramos servir como funcionarios. Estamos en guerra, los tiempos son malos, la vida dura y hay que sobrevivir. Podemos volver a casa tranquilamente después de haber firmado el asesinato del hijo de la portera.<br /><br />El horror de aquel asesinato queda encubierto porque no lo vemos de cerca,, porque es una práctica aceptada. La presión social nos inclina a aceptarlo como una cosa buena. Y es que la presión social puede deformar el sentido moral hasta extremos aberrantes. Ha sucedido multitud de veces en la historia; se requiere una sensibilidad moral muy grande para no caer en lo que han caído tantos, antes que nosotros.<br /><br />Si somos personas normales, que vivimos en una sociedad civilizada y oímos los gritos desgarradores del que están asesinando y vemos la sangre y contemplamos la señal de los asesinos, nos daremos cuenta que aquello es muy malo. Pero si vivimos en una sociedad traumatizada por la violencia y si nos han explicado muchas veces los motivos por los que conviene eliminar a algunos sujetos y, además, no los vemos ni los oímos, quizá no nos parezca tan malo o incluso nos parezca estupendo.<br /><br />El sentido moral natural nos indica espontáneamente lo que es bueno o malo, pero sólo cuando percibimos con claridad la razón de bien o de mal. El juicio de la conciencia es muy delicado: depende mucho de la educación y de la experiencia. La conciencia necesita una educación delicada. Para juzgar bien, necesita tener principios, y necesita conocer con profundidad el sentido natural de los distintos actos humanos: es decir, qué bienes y deberes entran en juego.<br /><br />La eutanasia, vocablo compuesto de “eu” (prefijo que designa facilidad, suavidad o bondad) y de thanatos” (sustantivo que significa muerte), indica, en su más directa etimología, muerte fácil, muerte apacible, sin sufrimientos.<br /><br />La historia ética del problema de la eutanasia no se plantea hasta la llegada del cristianismo. En la actualidad ha pasado a significar la operación de facilitar la muerte del enfermo y liberarlo de todo dolor, mediante una intervención médica. Esta postura es defendida por muchos médicos y humanistas. Ya en 1935 el doctor Killick Millard fundó en Londres la Sociedad para la Eutanasia, cuyo objetivo era el de crear un estado de opinión favorable para que toda persona adulta pudiese obtener autorización legal para conseguir de la medicina una muerte sin dolor.<br /><br />Hoy se distinguen varios tipos de eutanasia, entre los que puede destacarse:<br /><br />a. Eutanasia terapéutica, que consiste en provocar la muerte, sin sufrimiento, de un enfermo ya desahuciado.<br />b. Eutanasia suicida, cuando es el propio sujeto quien recurre a procedimientos médicos para acortarse la vida.<br />c. Eutanasia pasiva, que consiste en reducir al mínimo, e incluso suspender, el tratamiento que mantiene al enfermo en una vida vegetativa y sin esperanza.<br /><br />Sobre los interrogantes morales en torno a la eutanasia se ha suscitado una viva polémica de carácter moral. Se encuentran grandes defensores y grandes detractores de esta forma de proceder. Se esgrimen continuamente argumentos a favor o en contra de su moralidad.<br /><br />Si exceptuamos la eu-agonía, cuya conveniencia nadie discute, dado que además de aliviar el dolor puede evitar males peores (como la desesperación o la enajenación mental), las demás variantes de eutanasia parecen reprobables desde un punto de vista ético por las siguientes razones:<br /><br />a. Supone un atentado y una violación del misterio del “morirse” personal e intransferible de cada enfermo, aunque a veces se enmascare bajo formas de aparente compasión.<br />b. Su legalización podría inducir a abusos sociales y a homicidios por eutanasia que fácilmente se cometerían para acelerar el momento de entrar en posesión de herencias deseadas.<br />c. Añádase el riesgo de errores en el diagnóstico, que llevarían a la eutanasia a personas que tal vez hubiesen podido recuperarse.<br />d. La eutanasia conllevaría una desvalorización de la profesión médica y una desconfianza generalizada en los ciudadanos terapéuticos por parte de ancianos o enfermos graves.<br /><br />Antes de finalizar este ítem debemos precisar que, por derecho internacional, se entiende la totalidad de normas que regulan el orden dentro de la sociedad de los pueblos, especialmente las mutuas relaciones de los Estados y las de éstos con la sociedad de naciones. Y el actual derecho internacional comprende una extraordinaria cantidad de normas, declaraciones, convenios, sanciones, costumbres, etc. Se refiere a casi todas las cuestiones que tienen alguna importancia en la vida de los Estados y de las naciones o incluso dentro de los diversos Estados y naciones.<br /><br />El sentido y finalidad del derecho internacional consisten, si duda alguna, en garantizar el orden dentro de la sociedad de las naciones. De ahí que esté constituido por la totalidad de las normas jurídicas, que son necesarias para conseguir este fin. Pues, el fundamento indispensable del derecho internacional es el derecho natural. La unánime voluntad de los pueblos o la autoridad de la sociedad de naciones le otorgan ciertamente un alto prestigio, pero su fundamento propio y más profundo, por el cual tiene fuerza obligatoria, consiste en estar enraizado en el derecho natural, en ser una participación de la ley de Dios y, por lo mismo, adquirir su fuerza obligatoria de la misma autoridad de Dios.<br /><br /><br /><br />3. PERSONA Y SOCIEDAD<br /><br />No es la carne y la sangre sino el corazón lo que nos hace padres e hijos. Schiller<br /><br />Competencia: Esclarece, esboza y respeta el actuar de la persona en la familia y de la sociedad cultivando libertad, solidaridad y subsidiaridad.<br /><br /><br />El ser humano, cuando nace, es uno de los animales más incapaces. Algunos biólogos hablan del estado de inmadurez biológica al referirse a la situación del hombre en relación con los demás animales. Su escasez de instintos no le permite, por sí solo, adaptarse a las condiciones del medio natural, de tal manera que, podemos afirmar, que la criatura humana, sin ayuda, no sobreviviría y, aislada de sus semejantes, no alcanzaría las más elementales características de ser humano.<br /><br />En contra de lo que a veces y en forma espontánea se piensa, la existencia de humanos criados lejos de sus semejantes es pura fantasía y los ejemplos que tenemos son ficciones o literarias o novelescas, como el “buen salvaje” de Rousseau; Andrenio, de Baltasar Gracián en el Criticón, o los héroes de la selva, como Mowgli, de R. Kipling y el cinematográfico trazan.<br /><br />En condiciones normales, los seres humanos nos agrupamos para sobrevivir y buscar soluciones. Debemos admitir que nos necesitamos unos a otros para la mera supervivencia física, y tanto más para el desarrollo como personas. A veces, incluso se reclama ayuda hasta para morir. Ante esto, cabe estudiar el hecho en sí y también preguntarnos si nos agrupamos porque así lo reclama nuestra constitución natural, o porque así lo hemos decidido por acuerdo, conveniencia o decisión en algún momento. La filosofía social y la moderna sociología estudian esto y se preguntan quién es antes, si el individuo o la colectividad.<br /><br />Originalmente, el término persona significó “máscara”, señalando tanto el papel de un actor teatral como el personaje por él representado. La historia del concepto quedaría después profundamente marcada por la teología cristiana. Tertuliano emplea el concepto de “persona” para exponer el misterio de la fe del Dios trino y uno. Dios es único en tres personas.<br /><br />En el lenguaje filosófico y teológico, la persona se caracteriza primero como sustancia, mientras que la idea de ser sujeto queda todavía al margen. Más tarde, Boecio dará una definición filosófica del concepto: Persona est naturae rationalis individua substantia (sustancia individual de naturaleza racional). Igual planteamiento formula Tomás de Aquino (S. T. I, q. 29).<br /><br />En la edad moderna, se elaboran los conceptos de conciencia, libertad, responsabilidad y vocación a la salvación eterna como características ulteriores del concepto de persona. La personalidad y la dignidad del hombre como persona cobran cada vez mayor relieve. Kant subraya la autofinalidad del hombre como un ser moral, como persona, pues define a la persona como “libertad e independencia frente al mecanismo de la naturaleza” y constituye la base de la moralidad.<br /><br />En la discusión filosófica posterior se refutan las tendencias colectivistas y las individualistas a favor de la recta comprensión de la persona. De la concepción hegeliana, presentada en conexión con la doctrina trinitaria, Feuerbach saca la idea antropológica fundamental de que la entrega mutua del yo con el tú, es la relación humana básica. Es una idea que desarrollará después del “personalismo” del siglo XX.<br /><br />Zubiri manifiesta que lo que caracteriza al ser personal es la suidad, ser “de suyo” (autoposesión), “ser realidad en propiedad”. El concepto de hombre/persona fue introducido en el pensamiento occidental por el pensamiento teológico: el hombre es interlocutor de Dios, destinatario de su pensamiento y de su amor.<br /><br />Entonces, la sociedad es un conjunto de personas y grupos en tanto que establecen relaciones recíprocas de comunicación, solidaridad y dependencia, de manera estable y duradera en oposición a las agrupaciones esporádicas y fortuitas. Por eso Fichter define la sociedad como la “colectividad organizada de personas que habitan un territorio común, que cooperan en grupo para la satisfacción de las necesidades sociales fundamentales, compartiendo una cultura común y funcionando como unidad social distinta” (Sociología)<br /><br />El concepto de sociedad añade, al de comunidad, un nuevo elemento. Este nuevo elemento es la organización. Por tanto, la sociedad no es más que una comunidad organizada; la sociedad estatal es la comunidad nacional organizada.<br /><br />3.1. FAMILIA Y SOCIEDAD: ÉTICA DE LA VIDA Y FAMILIA<br /><br />El concepto de “vida” es difícil de describir analíticamente y abarca las variantes de significaciones más diversas. Según el ángulo visual, desde el que se contempla la vida, pueden derivarse distintas características.<br /><br />La vida puede entenderse como un estado, con el que se expresan el carácter, esencia, sentido o existencia del vivir. Una descripción de los fenómenos vitales, de sus causas y conexiones, apunta a las ideas de actividad, movimiento, cambio y proceso. La vida como período de tiempo entre su comienzo y su fin conduce la mirada al origen, formación, desarrollo, meta y fin.<br /><br />Si, de acuerdo con una concepción dualista, existe un alma inmaterial que habita el cuerpo, o si, de conformidad con una concepción materialista, los fenómenos vitales sólo son producidos por factores materiales y físicos, es algo sobre lo cual la ciencia no ha conseguido hasta ahora dar una respuesta definitiva sobre lo que es la vida. Incluso la biología, en tanto que ciencia de la vida, sólo consigue darnos información sobre propiedades vitales. Por ello, la cuestión de la vida se plantea sobre todo como un problema ontológico. Los conocimientos más recientes de las ciencias naturales abren un ancho campo de posibilidades biotécnicas de cambio. La aplicación de unos principios fundamentales a esas nuevas posibilidades es competencia de la bioética, que se ocupa del alcance de la investigación y la técnica en el sector de la vida y procura presentar sus objetivos y métodos en un contexto que tiene en cuenta a todo el hombre, es decir, la familia y la sociedad.<br /><br />La familia, en tanto que unidad social básica de la sociedad, es un fenómeno universal. Aparece como una necesidad antropológica derivada de la doble sexualidad del hombre, así como de la necesidad que éste tiene de cuidados y educación durante la vida.<br /><br />La familia actual se caracteriza más por las exigencias desmedidas (en analogía con el entorno) que por la pérdida de su importancia social, pues no se pone en tela de juicio la familia como valor central de la vida, pero cada vez resulta más difícil la transposición práctica a la realidad cotidiana. Este dilema surge de la situación siguiente: la libertad individual reclama también un sentido individual y una seguridad existencial con todos los riesgos; lo que no pocas veces conduce al estrés en las decisiones.<br /><br />El hombre vive en varios campos operativos diferenciados, que difícilmente se concilian, cuando no se contraponen, cosa que el individuo ha de resolver en la vida diaria, contando, por ejemplo, con el mundo del trabajo, la escuela, el tiempo libre y la familia.<br /><br />En la vida moderna, la verificabilidad ha pasado a ser una cualidad normativa, lo que da pie a una grave contradicción en lo que respecta al modelo normativo de familia (F. X. Kaufmann): el matrimonio a perpetuidad se mantiene como un ideal, pero, dado su carácter irrealizable, pierde su obligatoriedad, es decir, se idealiza.<br /><br />La paternidad responsable adquiere, mentalmente, una dimensión normativa a medida que se cuestiona cada vez más si un hijo no supera la capacidad personal de rendimiento y dedicación y/o si hay que traerlo a este mundo amenazado. Las exigencias autonómicas de los niños relativizan las responsabilidades de los progenitores. Las obligaciones de reciprocidad disminuyen; persiste el anhelo de unos vínculos familiares fuertes, pero crece la conciencia de no poder confiar en los mismos; la separación pierde dramatismo y las relaciones íntimas de pareja fuera de las formas institucionales no se convierten en un ideal, pero sí en un sucedáneo práctico.<br /><br />En la función socializadora, no todos los grupos tienen la misma importancia. La familia y la pandilla desempeñan una función decisiva por sus características peculiares. Particularmente, en el grupo familiar discurren los primeros años de vida, la etapa de mayor receptividad. Ahí adquiere el niño el conocimiento del lenguaje y, con él, el entramado básico cultural de conocimientos y valores, favorecido por la mayor carga de afectividad en las relaciones de grupo, lo cual facilita, al mismo, la interiorización de las pautas aprendidas. Esta es la razón por la cual se considera que la familia es el grupo que no sólo comienza el desvalimiento biológico sino el que ejerce mayor influencia socializadora.<br /><br />La misión de la familia, en un mundo en permanente cambio, es proporcionar a los hijos sentimientos de arraigo y seguridad, elevar su autoestima y sentimiento de competencia, ofrecerles ejemplos y modelos válidos, dignos de imitar, ser una escuela de aprendizaje en el amor, la comprensión, el esfuerzo y la solidaridad donde cada miembro sepa aceptar y acoger las diversidades de los demás, desarrollar convenientemente su singularidad e integrarse a una sociedad plural.<br /><br />Con mucha razón Detvel Von Liliencron afirmaba que “una vida familiar feliz entre marido y mujer y sus hijos es le primer premio de la lotería de la vida. Sobre aquella se funda el Estado, la moral, la paz y nuestra salud física y espiritual”. (Citado por Bernabé Tierno en Valores Humanos, 3er. Volumen, Ed. Talleres de Editores, S.A., Madrid, 1994)<br /><br />La familia es una verdadera entidad formativa cuya misión es lograr con su fuerza creadora y dinámica una renovación positiva de la sociedad mediante la humanización de este mundo tecnificado, materialista y sin rumbo, cuya única esperanza de salvación es abrirse definitivamente a los valores de auténtico progreso y de vida, como son: la fraternidad, la solidaridad, el respeto a los demás, la aceptación del prójimo tal como es, la reconciliación y el perdón, la actitud de servicio, la corresponsabilidad, la generosidad, la autoestima, la fidelidad, la honorabilidad y tantos otros valores morales que fomenta y transmite la institución familiar como “primera y primordial escuela de aprendizaje para la vida”<br /><br />Los valores que forman la familia como hogar ideal son:<br /><br />a. El respeto y el amor constituyen las coordenadas básicas por las que han de regirse las relaciones familiares; en el respeto y en el amor se han de integrar los demás valores y deben ser una constante y el principal punto de referencia.<br />b. La sinceridad hace posible la espontaneidad, incrementa la bondad y la confianza entre los miembros de la familia y es condición necesaria para que todos se sientan seguros y tranquilos.<br />c. La generosidad, que fomenta más el dar que el recibir, es un valor básico para la paz y el buen entendimiento en personas que conviven durante años. Goette manifestaba que la alegría y el amor son las alas de las grandes acciones.<br />d. La cordialidad y el buen entendimiento son el resultado espontáneo y natural de un proceder flexible y tolerante. Una actitud intransigente e intolerante en extremo cierra las puertas a la comprensión y hace imposible el diálogo.<br />e. La justicia y la equidad también deben aprenderse en vivo y en directo en el hogar como valores que hacen posible unas relaciones humanas de igualdad, sin hacer preferencias que puedan ser humillantes o descalificadoras para algún miembro de la familia.<br />f. La sencillez, la naturalidad y el calor humano siempre están presentes en un hogar feliz en el que cada miembro de la familia se siente valorado, aceptado y acogido.<br />g. La confianza-esperanza es otro valor fundamental que es necesario cultivar en una sociedad dominada por el pesimismo, la desilusión, el abandonismo y la renuncia al esfuerzo.<br />h. El sentido del humor, como posición ante la vida, es un valor que se ha de aprender y vivir en familia.<br /><br /><br /><br />3.2. INDIVIDUO Y SOCIEDAD: CIUDADANÍA, PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD<br /><br />El vocablo “individuo”, en griego átomos (indiviso), no dividido e indivisible, es la unicidad de una realidad particular (el hombre singular con relación al género humano). En general, se dice individuo a toda entidad que se puede distinguir numéricamente dentro de una misma especie.<br /><br />La definición que da Tomás de Aquino, dice: es “algo determinado que se distingue de todos los demás”, o la sustancia primera en contraposición al género y a la especie. Porfirio dijo que es aquella entidad singular e irrepetible.<br /><br />Lo individual sólo se conoce por intuición, se muestra, y sólo lo singular existe realmente, mientras que lo universal sólo existe en el pensamiento. En el orden práctico, individual se dice de una entidad autónoma e independiente, que sitúa la libertad personal como pilar básico del existir y de la organización social.<br /><br />Jacques Maritain, en “La persona y el bien común”, contrapone el individuo y la persona: “el hombre como individuo es un ente material singularizado dentro de la especie, es una parte del cuerpo social y está ordenado al bien común. El hombre como persona es una realidad que, subsistiendo espiritualmente, constituye un universo y un todo independiente (con independencia relativa) en el gran todo del universo”.<br /><br />Igualmente Emmanuel Mounier distingue entre individuo (que tiene connotación peyorativa: algo incomunicado en su esencia y que indica dispersión, avaricia) y persona (realidad libre, responsable, comprometida y abierta al nosotros, a la comunicación y a la comunidad: persona de personas), define la persona como “una vocación unificadora” (Manifiesto al servicio del personalismo, Ed. Taurus, Madrid, 1965, p. 81<br /><br />El vocablo ciudadano procede del latín civis, individuo que participa en los asuntos de la ciudad. Disfruta de los derechos cívicos y está obligado a respetar las leyes. Y la ciudadanía conlleva dos acepciones: la primera se refiere al conjunto de ciudadanos de un determinado Estado y, la segunda, al cúmulo de derechos y deberes políticos que cada uno de ellos tiene.<br /><br />A la persona le asisten dos clases de derechos: unos que le son inherentes por su calidad humana, y que, por tanto, son comunes a todas las demás personas, y otros que le pertenecen en cuanto elemento políticamente activo del Estado, es decir, en cuanto ciudadano. No se debe confundir los conceptos de nacionalidad (sometimiento político por nacimiento o adopción a un Estado) y ciudadanía que es la calidad que adquiere el que, teniendo una nacionalidad y habiendo cumplido los requisitos legales, asume el ejercicio de los derechos que lo habilitan para tomar parte activa en la vida política del Estado y se somete a los deberes que le impone su calidad.<br /><br />Los ciudadanos, en democracia, son todos los individuos integrantes de una nación. Por tanto, no es buen ciudadano:<br /><br />1) El político que, teniendo responsabilidades en el gobierno, no elabora y hace cumplir unas leyes justas que sirvan para defender y proteger a los ciudadanos que han depositado en él su confianza.<br />2) El que desprecia olímpicamente los derechos más elementales de los demás y mata, viola y roba, oponiendo su capricho a la vida, la libertad y la propiedad de los otros ciudadanos.<br />3) Quien vulnera a sabiendas las leyes que rigen su país, cuya finalidad es establecer unos límites fundamentales para la buena convivencia entre todos.<br />4) El que ignora las leyes por pereza o dejadez y no se ocupa de ello; lo que denota que le importa muy poco el buen entendimiento entre todos.<br />5) El que trampea para escaparse de las responsabilidades tributarias, que posibilitan el sostenimiento del Estado, el mismo que tiene como misión atender a todos los ciudadanos.<br />6) Quien no cumple con sus obligaciones familiares, en su trabajo o en cualquier compromiso adquirido ante la comunidad.<br />7) El que contraviene las normas de respeto y la más elemental cortesía que facilitan la vida de todos y la hacen más llevadera<br /><br />Una definición positiva del buen ciudadano habrá de decir esto: es buen ciudadano el que se reconoce como parte integrante de una comunidad que le aporta unas señales de identidad, por las cuales se respeta a sí mismo, a los demás y a todo lo que representa esa comunidad, a la que pertenece por haber nacido en ella, por ascendencia directa o por haberse naturalizado en ella.<br /><br />El buen ciudadano es el que piensa en su comunidad como algo que tiene realidad “aquí y ahora”, producido por un devenir histórico que la ha ido configurando a lo largo de los siglos, interrelacionando la tierra, los parajes y los hombres que en ella han vivido, en ella han pensado, en ella han laborado creando la obra imperecedera de la civilización, que sirve de faro para los que hoy vivimos en ella y para los que más tarde vendrán.<br /><br />Es ciudadano participativo y responsable quien, con el profundo conocimiento que tiene de la comunidad a la que pertenece, la ama y manifiesta dicho amor respetando y acatando las leyes que hacen posible una convivencia en democracia y paz.<br /><br />Es responsable el ciudadano que es honrado en su pensar, decir y obrar, por convencimiento propio o porque ha ido forjando su conciencia moral de acuerdo a unos valores reflexivamente ponderados, selectivamente elegidos y libremente acogidos. Por eso, su compromiso va mucho más allá del simple acatamiento de las leyes y las normas, y que con su esfuerzo de cada día contribuye al engrandecimiento de su comunidad y a la buena marcha de la misma.<br /><br />Los ciudadanos, en cuanto funcionarios públicos, están sujetos a responsabilidades especiales; y para hacerlas efectivas el Estado cuenta con órganos adecuados; y, en cuanto personas particulares, están sujetos a las responsabilidades comunes a todos los ciudadanos, con arreglo al principio de la igualdad ante la ley.<br /><br />Los gobernantes tienen sobre sí dos clases de responsabilidades: unas que dimanan de su calidad de magistrados y otras de la de ciudadanos. Las primeras son las responsabilidades políticas, que se hacen efectivas directamente por las cámaras legislativas, los tribunales de garantías y otros órganos estatales bajo cuya jurisdicción cae el juzgamiento de la conducta oficial de ellos. Las segundas, denominadas responsabilidades comunes (y que en realidad son de orden penal), van ligadas a la condición de ciudadanos que tienen los gobernantes y son exigibles por medio de los tribunales ordinarios, previa la autorización parlamentaria o el desafuero.<br /><br />3.3. SOLIDARIDAD Y SUBSIDIARIDAD: DECISIÓN POLÍTICA Y SOLUCIÓN DE CONFLICTOS<br /><br />El vocablo solidaridad originariamente fue un concepto jurídico: modo de establecer alguna obligación. Hoy se entiende como sentimiento de responsabilidad mutua entre varias personas o grupos e implica la idea ética del deber u obligación recíproca.<br /><br />Para Augusto Comte es “el reparto continuo de los distintos trabajos humanos lo que constituye la solidaridad social”. Para Durkheim, dicho vocablo es sinónimo de cohesión y concordia entre las personas. Para otros, es la secularización de la caridad cristiana.<br /><br />La solidaridad tiene diversas dimensiones y direcciones. En el campo interpersonal es la capacidad de hacer propia la causa ajena, conmoverse con el dolor del prójimo, aunar esfuerzos para superar las dificultades de los demás, extender la mano al que sufre el peso de las injusticias, agresión económica u opresión política. Pero en todos los casos la solidaridad se inscribe bajo el signo del derecho y de la moral social.<br /><br />La solidaridad social es la acción compartida para forjar un orden más justo de convivencia en el que, según las viejas palabras de Rousseau, ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro y ninguno tan pobre que sea precisado a venderse.<br /><br />El principio de solidaridad se enuncia como: la cooperación efectiva, regulada por las leyes y garantizada por la autoridad, de los distintos miembros de la sociedad para la consecución del bien común, o también, la conveniente colaboración de las formas subordinadas de sociedad en la realización del bien común.<br /><br />El bien común no es otra cosa que el valor comunitario considerado en su idealidad o también el ser ideal de la comunidad en cuanto fin a conseguir por la comunidad. Pero el bien común no es un bien particular patrimonio de la comunidad, sino que es el ser de la misma comunidad representado en su perfecto desarrollo. Las relaciones del bien común con el bien particular se rigen por principios idénticos a los que rigen las relaciones entre la comunidad y el individuo.<br /><br />La consecución del bien común, valor y meta ideal de la comunidad, con la cooperación de todos, impone la promulgación de directrices y normas que ordenen la actividad de los individuos a la meta común; pues dejados a sí mismos, los individuos no se esforzarán con seguridad en conseguir esta meta común, sobre todo, porque sus ojos no la ven con la necesaria claridad y penetración, y porque, además, en el individuo actúan fuerzas contrarias a la meta común, a saber, las miras egoístas.<br /><br />Le Tourneau afirma que “al considerar ahora la exigencia de la libertad de cada sujeto, aspecto primordial de su dignidad, ella se manifiesta en el área social y económica por el llamado a la igualdad, pero también a la solidaridad. En las relaciones personales la dignidad se distingue como una invitación al amor y a la fraternidad, conduciendo aún a la solidaridad (V. Más abajo). La igualdad presenta dos aspectos principales, la igualdad de derechos y de deberes entre los ciudadanos, la igualdad (o la reciprocidad) en los términos de cambio, permitiendo en cada uno obtener un justo beneficio. Esto último se concibe principalmente en términos económicos (V abajo sobre la buena fe); pero dada la naturaleza del hombre, el cambio debe procurar también a los compañeros un beneficio de orden espiritual, es decir, un “acrecentamiento de la confianza mutua, [un] cambio de experiencias, de palabras, de sentimientos” (E. Fuchs).” (L’Ethique..., p. 82)<br /><br />El principio de solidaridad afecta en primer lugar a las relaciones de los individuos con la comunidad o sociedad a la que están inmediatamente unidos, así como a las relaciones de las formas sociales subordinadas con las sociedades superiores. En el municipio, las distintas familias deben cooperar al bien común; de igual modo los municipios deben unirse solidariamente en las formas sociales superiores (provincias, territorios), las provincias o territorios deben constituir el Estado., la unión federal, y finalmente los Estados pueden dar lugar a una federación de Estados.<br /><br />De esto modo el principio de solidaridad administra el orden de las formas de la sociedad, estructurándolo desde abajo hacia arriba. Y así se produce una estructuración gradual de la vida social, conforme a los distintos grados que separan los valores comunitarios: dicha estructuración responde al aspecto político de orden social.<br /><br />El principio de solidaridad presta, a la vida social, la unidad ordenada y cerrada jerárquicamente, que la protege de cualquier escisión individualista. Las diferentes formas de comunidad y las esferas comunitarias del valor se unen así orgánicamente para constituir un auténtico orden social.<br /><br />Es precisamente el principio de solidaridad el que caracteriza la sociología católica, en oposición al individualismo. En el individualismo no existe cooperación eficaz, regulada por la ley y garantizada por la autoridad, de los diferentes miembros de la comunidad en la realización del bien común.<br /><br />¿Qué es el principio fundamental de solidaridad? La comunidad total y sus miembros forman una unidad y se necesitan mutuamente; por eso son responsables entre sí y están obligados a la ayuda mutua. Según esto, la solidaridad exige:<br /><br />1) Que el todo sirva a sus partes y les otorgue aquella ayuda (estímulo, protección) que pueden y deben esperar de él.<br />2) Que los miembros presten al todo lo que es necesario para su existencia y buen desarrollo (contribución, colaboración, tributos, etc.)<br />3) Que los miembros se consideren entre sí como tales y se concedan, mutuamente, lo que les pertenece como miembros de un todo (atenciones mutuas, por ejemplo, en la asociación, en el taller; los hermanos se deben muchas cosas que no deben a otros).<br /><br />Subsidiaridad proviene de subsidio (protección económica de carácter auxiliar y extraordinario) el objetivo del principio de subsidiaridad es el de regular las relaciones entre el Estado y la sociedad, a fin de que la intervención de las instituciones públicas no se ingiera en la vida de los individuos y de los grupos,<br /><br />La labor del Estado debe ser supletoria, se decía. Hoy se sitúa este principio en el contexto de la solidaridad: al Estado corresponde la tarea de promover un desarrollo integral (Estado social de derecho) dentro de una comunidad mundial, en virtud de la dependencia inevitable entre todos los pueblos.<br /><br />Mientras el principio de solidaridad ordena la estructura social desde abajo hacia arriba, al unir en una estructura social los miembros de la comunidad y las distintas esferas comunitarias de valor en orden al bien común, es básico en dirección opuesta el principio de subsidiaridad. Su importancia para la estructuración de la sociedad no es menor que la del principio de solidaridad.<br /><br />Podemos compendiar el principio de subsidiaridad en tres puntos:<br /><br />1º Las diferentes formas de sociedad, así como las personas unidas en ellas, y las diferentes esferas comunitarias de valor poseen una misión peculiar nacida de su naturaleza, para cuya realización disponen de plena independencia.<br /><br />Tal misión natural da lugar a derechos independientes, que les pertenecen por derecho propio y no por delegación de sociedades superordenadas, especialmente del Estado. Igualmente, tienen poder para dictar las leyes necesarias para cumplir con su misión en su esfera, leyes que están dotadas de idéntica obligatoriedad que las leyes del Estado y que deben ser reconocidas y en caso necesario protegidas por éste. En virtud del principio de subsidiaridad, las sociedades subordinadas poseen el carácter de corporaciones de derecho público propio.<br /><br />2º Las sociedades superordenadas están obligadas a estimular positivamente las formas de organización subordinadas, y en su caso a los individuos creando condiciones favorables de desenvolvimiento, de tal forma que puedan cumplir con la misión que les incumbe; no deben abusar de su superioridad para debilitar a los individuos o para inutilizar a las sociedades miembros.<br /><br />3º Las formas superordenadas de sociedad están autorizadas para intervenir directamente en la esfera de las subordinadas, y en su caso de los individuos, sólo para prestarles ayuda, esto es, cuando aquellos no son capaces de cumplir la misión que les incumbe, sea porque dicha misión es superior a sus fuerzas o porque se nieguen a ello: en este caso es competente la organización inmediatamente superior.<br /><br />Pero debemos considerar cuanto nos advierte Juan Luís Lorda al afirmar: “hay que evitar el error frecuente de identificar el Estado con la sociedad. El Estado es sólo es órgano rector de la sociedad, le corresponde regular y ordenar la actividad social, pero no le corresponde desempeñar por sí solo la actividad social también sería un desorden si ejerciera tal control sobre ella que la ahogara. No se puede gobernar una sociedad como si sus miembros fueran tontos o inútiles o como si fueran ladrones, necesitados siempre de vigilancia y represión” (Morral: El arte de vivir, Ed. Libros MC, Madrid, 1993, p.195).<br /><br />¿Qué significa el principio de subsidiaridad? Que la persona particular y la comunidad subordinada tienen derecho y obligación de desarrollarse según su naturaleza propia y cumplir sus propias misiones; y la comunidad superior está obligada a reconocer, proteger y estimular ese carácter y actividad.<br /><br />Tres puntos merecen atención especial:<br /><br />1º El principio de subsidiaridad no está restringido a uno u otro aspecto de la vida social, por ejemplo, el económico o el político, sino que vale en absoluto para todo el campo social. Toda comunidad debe implantar su orden y tomar sus decisiones partiendo de la capacidad de obrar de los participantes y de las comunidades inferiores, sin planificar u ordenar desde las alturas, sino de una manera cuidadosamente adaptada a las exigencias y funciones de sus miembros, individuos o colectivos.<br /><br />2º El principio de subsidiaridad no puede usarse como pretexto, invocando la propia independencia, para defender el punto de vista del señor de su casa, y oponerse a las aspiraciones de una mayor participación en la responsabilidad y gestión de la empresa. Todo el que participa en una obra común debe reconocer que no sólo él, sino también los demás, por su calidad de personas, son capaces de acción y responsabilidad independientes y que, por lo mismo, pueden aspirar a que se mitigue, en lo posible, su dependencia, confiándoseles funciones autónomas.<br /><br />3º El principio de subsidiaridad es de carácter formal, es decir, que de suyo no dice nada acerca del contenido de las funciones y misiones propias de las pequeñas comunidades. Este contenido hay que descubrirlo atendiendo al carácter, fines y proximidad a la naturaleza de la comunidad correspondiente. Lo cual significa que, para su aplicación efectiva, deben considerarse las circunstancias históricas y concretas.<br /><br />El conflicto, en general, está en la necesidad de elegir entre alternativas opuestas. El conflicto surge cuando las personas o los grupos tienen puntos de vista o intereses contrarios. En este sentido hay que entender los conflictos intrapersonales, los conflictos en las familias, en el grupo de amigos, en el trabajo, los conflictos raciales, económicos, bélicos y sociales.<br /><br />T. Hobbes interpretó el conflicto como la guerra de todos contra todos; en eso, manifiesta, consistió el estado de naturaleza. Marx habló de los conflictos de clase (lucha de clases). En las sociedades industrializadas, los conflictos más frecuentes son los económicos (entre empresarios y obreros), y de ellos se sale mediante la negociación. Kant entendió que sin los conflictos, la sociedad sería un rebaño de ovejas. Algunos psicólogos hablan de conflictos psíquicos: oposición entre dos grupos de instintos.<br /><br />El problema está, afirman Hans Rotter-Günter Virt, en que “el hombre, en efecto, tiende por naturaleza a la idealización y el perfeccionamiento, a la superación de fronteras y a la realización de objetivos en apariencia utópicos. El peligro parece estar más bien en que el hombre, ‘es una criatura que quiere más de lo que puede, y puede más de lo que debe’ (W. Wickler)”. (Nuevo diccionario de moral cristiana, Ed. Herder, Barcelona, 1993, p. 81).<br /><br />La democracia es y seguirá siendo una meta. El mérito de una sociedad (y de su gobierno) es acercarse a ella impacientemente y militantemente a sabiendas de que nunca se la alcanzará plenamente. La sustancia de la forma democrática de Estado es la participación popular. Esto es lo que defiende y caracteriza al sistema. No existe democracia sin participación. Por tanto, no hay para qué hablar de democracia participativa. Esto es casi un pleonasmo. La democracia es participación o no es democracia.<br /><br />Lo que debe discutirse son los campos y los límites de esa participación. La democracia, por definición, es un sistema que abre posibilidades reales y objetivas de participación popular en la toma de algunas de las decisiones políticas dentro del Estado y en el disfrute de los bienes y servicios de naturaleza económica y social que se producen con el trabajo colectivo. De esto se sigue que la democracia es un sistema integrado por elementos políticos, económicos y sociales. Ello significa participación popular en la actividad política (a través de la libre emisión del pensamiento, de las diversas formas del sufragio, del desempeño de funciones públicas, de la militancia en partidos políticos y en organismos sindicales y, en general, de todos los métodos de concreción y manifestación de la voluntad popular que prevé el sistema democrático), pero también implica la equitativa distribución de la renta nacional y el acceso popular a los bienes y servicios sociales, tales como el bienestar, la cultura, la educación, el trabajo, la seguridad social, la medicina, la recreación y otros. Este es el aspecto económico y social de la democracia.<br /><br /><br /><br />3.4. LIBERTAD Y JUSTICIA: PENA DE MUERTE Y CADENA PERPETUA<br /><br />Al abordar la libertad pensamos, ante todo, en lo opuesto a la violencia externa. Se dice que no es libre el preso, al que se le ha privado de la libertad y está en una situación de violencia. En este sentido se habla también de los derechos de libertad, que en un Estado libre y de derecho garantizan la libertad a cualquier ciudadano para que en determinados campos pueda hacer lo que desee; pueda creer, por ejemplo, decir, enseñar y publicar lo que desee.<br /><br />El vocablo libertad procede de la voz latina liber (hombre de condición no sometida, capaz de asumir responsabilidades), y de la griega ěύς que significa no esclavo. La libertad es la capacidad de dar respuesta para tomar decisiones no obligadas (determinismo) por agentes externos a la voluntad. Es ausencia de toda determinación; manera peculiar con que el hombre realiza su obra y orienta su conducta en el mundo en que vive. En principio, implica autodeterminación, posibilidad de elección, indeterminación, ser dueño de la propia voluntad, capacidad del hombre de disponer de sí mismo. En suma, es el componente esencial del ser humano.<br /><br />En un primer nivel, libertad es poder hacer, sin trabas o coacciones, lo que se desea. Esta es la libertad externa, dentro de la que se incluyen la libertad física, civil, política, etc. Un segundo nivel lo constituye la libertad de querer, de poder elegir, elegir hacer o no hacer, hacer esto o lo otro. Se denomina libre albedrío y es la libertad propiamente dicha. Libertad y voluntad van indisolublemente unidas.<br /><br />Tomás de Aquino afirma que la voluntad no es libre para desear o no el bien como tal (como fin último), sino que lo desea necesariamente, ya que el objeto propio de la voluntad es desear el bien. Sin embargo, quien es libre para apetecer y elegir los bienes particulares, tiene libertad de elección.<br /><br />E. Mounier afirma que “la actividad de la persona es libertad y conversión a la unidad de un fin y de una fe. Ya que una educación fundada sobre la persona no puede ser totalitaria, es decir, materialmente extrínseca y coercitiva” (Manifiesto al servicio del personalismo, Ed. Taurus, Madrid, 1965, p. 114)<br /><br />Los determinismos de todo signo (fisiológico/genético, psicológico, educacional) niegan la libertad: afirman que el ser humano está genética y constitutivamente determinado, de manera que hay hombres “constitutivamente buenos y constitutivamente malos”. En este sentido, César Lombroso sostuvo que los criminales son enfermos. Leibniz, Buridán y otros defendieron la tesis de que la voluntad esta determinada por el “motivo más fuerte” o por “el bien mayor”.<br /><br />Para Espinosa, la libertad es una ilusión: “la ilusión del libre albedrío viene de la conciencia de nuestra acción unida a la ignorancia de las causas que nos hacen obrar”. Sin embargo, la opinión general no es que el hombre esté determinado, sino condicionado por una serie de factores que influyen en el ejercicio de la libertad. Con razón E. Mounier sustenta que “al liberalismo y al espíritu totalitario el catolicismo opone una actitud cuyos dos elementos constituyentes no han alcanzado quizá al mismo tiempo la conciencia histórica de sus exigencias y de su solidaridad, pero que son inseparables: un compromiso total en una liberación continua”. (Manifiesto al servicio del personalismo, Ed. Taurus, Madrid, 1965, p.322)<br /><br />Francisco Bravo, estudiando a Teilhard de Chardin, afirma que “liberar es facilitar el camino hacia la cima de la personalidad. En cuanto a la igualdad, ésta es el “derecho, para cada hombre, de participar, según sus cualidades y sus fuerzas, en el esfuerzo común de promover, el uno mediante el otro, el porvenir del individuo y de la especie”. Es esto mismo lo que establece la fraternidad entre los hombres, es decir, el “sentido de una interligazón orgánica fundada, no sólo en nuestra coexistencia más o menos accidental sobre la superficie de la Tierra, ni siquiera en alguna descendencia común, sino en el hecho de representar, todos juntos, el frente externo, la punta de una onda evolutiva que se halla aún en pleno curso”. Nuestra fraternidad no se sostiene por abajo (en el pasado), sino por arriba (en el futuro)”. (Teilhard de Chardin, su concepción de la historia, Ed. Nova Terra, Barcelona, 1970, p. 90).<br /><br />Para Philippe le Tourneau, “la libertad caracteriza al hombre: él no está predeterminado (sobre esto volveré frecuentemente, después de una larga tradición, ilustrada ampliamente por Basilio de Cesárea, san Juan Crisóstomo, Tertuliano y sobre todo san Agustín); él está dotado de una maravillosa capacidad para crear, para cambiar. La persona está siempre en devenir, en un dinamismo creador, fruto del espíritu y gracias a las relaciones interpersonales. En el fondo, desde su nacimiento el hombre no es sino un individuo, que deviene luego una persona en sentido plenario que vengo a escribir, y no cesa en el devenir por su finalidad que le llama.” (L’Ethique... ps. 16-17)<br /><br />Y Zubiri afirma que la libertad es una exigencia del hombre, que es la realidad: “La libertad no está montada sobre sí misma. No es que las tendencias humanas dejen un margen dentro del cual puede juzgar la libertad. Es algo más que eso. Pero lo más grave y decisivo es que las tendencias exigen, precisamente, que haya libertad, y lo exigen por su inconclusión, por lo que nos colocan velis nolis, inexorablemente, en situación de libertad. La libertad no es lago que se superpone para manejar dentro de ciertos límites lo anterior a ella, lo natural, sino que es exigido por la inconclusión de lo natural para poder subsistir, incluso en tanto que natural” (Sobre el hombre) (Citado por Feliciano Blázquez, en Diccionario de las Ciencias humanas, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1997, p. 282)<br /><br />“La libertad, dice Manuel Maceiras, en consecuencia, por su vinculación al ‘sí mismo’, no es concebible ni definible únicamente por lo que el hombre ya es, sino y sobre todo por lo que él puede y debe llegar a ser y todavía no es. No es, por tanto, una facultad o capacidad ‘natural’ (en cuanto ya hecha), porque queda pendiente de su futuro, en el que intervienen elementos tan insospechados como ajenos, tanto a su propia espontaneidad como incluso a las decisiones personales de cada individuo”. (Manuel Maceiras, Para comprender la filosofía como reflexión hoy, Ed. Verbo divino, Navarra, 1994, 137).<br /><br />De ahí que al hablar de experiencia de la libertad, Maceiras considera:<br /><br />1) La libertad como experiencia personal, que conlleva “condiciones recapitulables del modo siguiente: todo acto libre es intencional, con un fin, proyectado e imputable a un agente”.<br />2) La libertad como experiencia interpersonal: “toda experiencia, en efecto, no se hace realmente humana sino cuando se vincula a la vida vivida en la intersubjetividad, ya que el hombre no puede declararse como un ‘sí mismo’ legítimo desde el solipsismo o el robinsonismo. Por eso la experiencia de la libertad no puede ser desligada de la vida de relación en el seno de las instituciones. Esta relación promueve la interiorización de una serie de sentimientos que infieren, en la conciencia, una constelación de vivencias características que perfilan lo libre como algo que no puede ser entendido sin contar con los demás”. Lo cual conlleva: a) el reconocimiento de la alteridad; b) el valor, norma, imperativo, ley; c) la razón práctica.<br />3) La libertad como categoría del ser: “El hombre, en efecto, es sujeto de la experiencia de libertad, pero también tiene experiencia de la necesidad y del determinismo físico e incluso biológico; de sus propias limitaciones y condicionamientos inconscientes, de su carácter, herencia, educación, etc.; en fin, de que no todo es libre”. (Maceiras, Para comprender la filosofía..., ps. 137 a 142)<br /><br />Sólo dentro de una concepción de la libertad se puede hablar de justicia, vocablo que proviene del griego δίκ (justicia, derecho, juicio, sentencia, arbitraje, decreto). Dentro de esta semántica, Aristóteles afirmó que “en la justicia está toda virtud en compendio. No es una parte de la virtud, de igual modo que su contrario (la injusticia) no es una parte del vicio, sino el vicio todo” (Ético a Nicómaco).<br /><br />Su seguidor, Tomás de Aquino se refirió a las tres relaciones fundamentales que implica la justicia: a) de los individuos entre sí (ordo partium ad partes), o justicia conmutativa; b) del todo social con los individuos (ordo totius ad partes), o justicia distributiva; c) de los individuos con el todo social (ordo partium ad totum), o justicia legal o general: virtud general de la vida política, que afecta a la sociedad como un todo.<br /><br />Con todo, se debe a Ulpiano la clásica definición de suum cuique tribuere (dar a cada uno lo que le pertenece), que se ha traducido como la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo. Pero lo suyo en Aristóteles y en Tomás de Aquino, era lo ajustado a la naturaleza y, en cambio, para las teorías contractualistas (Locke, etc.), es lo pactado en un contrato.<br /><br />La categoría de la justicia es bien conocida tanto en la tradición lingüística hebrea como en la griega. Mas las importantes diferencias de significado (y no sólo de léxico) obligan a una exposición diferenciada del concepto que tenga en cuenta los diversos estadios de su recepción en la historia de la Iglesia y de la teología.<br /><br />La justicia pertenece, además, tanto a la reflexión jurídica como a la ética y a la específicamente teológica.<br /><br />La reflexión ético-filosófica actual ha vuelto a plantearse, con interés y seriedad, la cuestión del fundamento en que se apoya la exigencia de justicia (particularmente Rawls). Varias son las orientaciones al respecto.<br /><br />La corriente utilitarista define la justicia como el conjunto de decisiones que tienen por resultado el máximo de felicidad para el mayor número posible de afectados. Y pueden considerarse como justas tanto las acciones particulares (utilitarismo de la acción) como las normas aplicadas con ese fin (utilitarismo de las reglas).<br /><br />La corriente contractualista (sobre todo Rawls) intenta establecer la justicia como equidad de las instituciones. Esas se consideran justas cuando respetan la libertad de las personas individuales y permiten desigualdades parciales, es decir, aquellas desigualdades que contribuyen a mejorar la posición de quienes peor se encuentran.<br /><br />Otros planteamientos, como el de M. Walzar, hacen hincapié en que los criterios de distribución pueden y deben variar según la esfera vital y abogan por una propuesta múltiple de la justicia.<br /><br />A su vez, la ética teológica intenta establecer la conexión entre los esfuerzos humanos por la justicia y la específica categoría teológica de la justicia de Dios. La teología de la liberación desarrolla ese planteamiento y ahonda en la conexión entre justicia y evangelización.<br /><br />Bernabé Tierno, al abordar el tema de la justicia cita el pensamiento de Sundari: “la verdadera justicia contiene el amor, la sabiduría y la compasión. La falsa justicia está llena de desdén, de amenazas y de menosprecio”. (Guía para educar en valores humanos, Taller de Editores S.A., Madrid, 1996, p. 225)<br /><br />El derecho a la vida comprende:<br /><br />1) El derecho a la conservación (inadmisibilidad del asesinato);<br />2) El derecho a la integridad corporal (inadmisibilidad de la mutilación). Pues todo hombre tiene derecho inalienable e inviolable a la vida, esto es, a conservar la vida, a hacer o recibir todo aquello que sea necesario para ese fin. Ni los particulares, ni la sociedad (ni el Estado) tienen poder para privar de la vida directamente y de propósito a un hombre inocente.<br /><br />En este contexto abordamos la pena de muerte, que nace con la historia de la humanidad, dándose varias opiniones acerca de su significado. Algunos autores la consideran como reminiscencias de cruentos sacrificios humanos a airadas divinidades. Para otros no es más que una compensación al sadismo de la sociedad. Para otros, en fin, es la encarnación suprema de ancestrales instintos de violencia.<br /><br />La pena de muerta ha sido durante casi toda la historia de la humanidad el soberano castigo aceptado por la gran mayoría de pueblos de la tierra. Tal castigo se ha aplicado a un enorme repertorio de delitos, muchos de los cuales resultan hoy insignificantes e incluso, algunos, francamente ridículos: el tercer latrocinio, robo de ovejas, beso a una mujer, homosexualismo, etc.<br /><br />La ley ha sido, a lo largo de la historia, más cruel que el delincuente. El siglo XVIII divide la historia de la pena de muerte en dos períodos netamente diferenciados:<br /><br />1) Acaba con su política aplicación. Hasta el siglo XVIII la pena de muerte fue la sanción mayoritaria de los delitos.<br />2) La relativa humanización supuso la aparición de la guillotina, al suprimir las torturas y mutilaciones que precedían a la ejecución.<br /><br />A partir de la Revolución Francesa, los métodos de ejecución se redujeron a seis: horca, decapitación, garrote, fusilamiento, gas y silla eléctrica.<br /><br />Gracias a la labor emprendida por los ilustrados y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se impuso la campaña del abolicionismo de la pena de muerte durante los siglos XIX y XX. En nuestros días hay una corriente más acentuada sobre el abolicionismo, cuyas razones se suscitan:<br /><br />1º No está demostrado que sea un castigo ejemplar. Cuando se ha abolido en un país, no por ello ha disminuido el número de delitos capitales.<br />2º Más de la mitad de los delitos capitales son cometidos por desequilibrados psíquicos que se ven arrastrados por impulsos sadomasoquistas irrefrenados.<br />3º De hecho, hay desigualdades en su aplicación a causa de la distinta severidad de los tribunales y de la capacidad de convicción del abogado defensor. Por lo tanto, con frecuencia una persona condenada podría haber sido absuelta por otro tribunal menos rígido.<br />4º Existe una elevada posibilidad de errores judiciales.<br />5º En realidad la pena de muerte es criminógena.<br />6º Para proteger a la sociedad de las mentes asesinas no es necesaria la pena de muerte.<br /><br />A su vez, las razones de antiabolicionistas son:<br /><br />1º La ejecución es necesaria porque sirve de escarmiento y freno a futuros criminales.<br />2º Una muerte sólo puede ser reparada con la muerte del asesino.<br />3º El argumento de la reclusión perpetua esgrimido por los abolicionistas no es válido dado que el asesino puede escapar de la cárcel o ser indultado de su pena.<br /><br />Quienes rechazan la pena de muerte proponen algunas razones éticas:<br /><br />1º Irreparabilidad<br />2º Impiedad<br />3º Inviolabilidad de la vida humana<br />4º Dignidad de la persona<br />5º Siempre es violencia y destrucción<br />6ª Contraria al fin de la pena<br />7ª Crueldad<br />8ª Excluye la expiación<br />9º Factor criminógeno<br />10º Peligro de error judicial<br />11º Frecuencia de anormalidades psíquicas en los sujetos.<br /><br />Con todo, cuando se habla de pena de muerte, se aducen de ordinario los mismos argumentos que se esgrimen en los tratados generales sobre el sentido y fundamento de la pena de muerte, sólo que con un radicalismo adicional.<br /><br />a. La pena de muerte como factor de resocialización. Quien justifica éticamente la pena o castigo refiriéndose a su cometido de reinserción social o a su función de resarcimiento o compensación no puede, evidentemente, defender a la vez la justificación moral de la pena de muerte, toda vez que ésta representa, de hecho, la desocialización definitiva y sangrienta del delincuente. Se le arranca violentamente de la sociedad, sin ninguna alternativa, a no ser que se entienda como tal (según ha ocurrido en la historia) la entrada en la comunión de los santos’ como una especie de socialización.<br /><br />b. Prevención especial. Los argumentos y justificaciones que se reclaman a un escarmiento y profilaxis especial no pueden conectar con la pena de muerte ni desde un punto de vista lógico ni tampoco ético. Mediante la pérdida irreparable de cualquier tipo de libre albedrío el delincuente ya no podrá dañar post mortem, y a causa de la pérdida de cualquier ejercicio de libertad mediante la eliminación física, nunca podrá decirse si una persona aún podría o no haber cometido un crimen.<br /><br />c. Sobre la prevención general. Cuando se recurre a la argumentación del escarmiento o preservación general, la discusión aún resulta más difícil. Habría que distinguir aquí entre legitimación “normativa” (es decir, jurídica y/o ética) y legitimación “empírica”. En este segundo caso puede establecerse una coincidencia de las investigaciones empíricas con la tesis del no escarmiento mediante la pena de muerte.<br /><br />La seguridad obtenida con tales indagaciones no es, sin embargo, lo bastante grande como para impedir que ciertos especialistas de las ciencias sociales insistan en la opinión contraria. Además, nunca se ha de olvidar que no es posible cimentar una legitimación moral o un rechazo sobre informaciones que dimanan exclusivamente de investigaciones empíricas (sofisma naturalista). Más, cuando se defiende la justificación de la pena de muerte como un medio necesario para confirmar de un modo ejemplar el orden moral, se incurre en otra serie de dificultades argumentativas. Aún pudiendo demostrar empíricamente que la pena de muerte eleva el nivel moral medio de una determinada población, eso no proporcionaría argumentos suficientes para demostrar su utilidad, urgencia y necesidad moral. Realmente no todo medio es bueno y se justifica para conseguir un fin éticamente incontrovertible.<br /><br />Cuando no se puede demostrar apodícticamente que el medio de la pena de muerte es la única posibilidad de conseguir el buen fin de la seguridad y la paz, habría que renunciar al mismo y elegir medios menos sangrientos para alcanzar el mismo objetivo. Eso es lo que hoy ocurre en todas las sociedades estatales del mundo, en las que la comunidad política dispone de suficientes medios técnicos, sin necesidad de matar, para conseguir y mantener la seguridad.<br /><br />d. La represalia. Sólo queda el recurso a una argumentación: a la idea de la pena como compensación o venganza. Esta denominada legitimación “absoluta” de la pena muestra claramente sus debilidades argumentales, así como el peligro de abuso en una posible aplicación concreta. Donde mejor se echa de ver el abuso es cuando se argumenta con la razón de Estado. Con una fundamentación ética sólo puede invocarse en el campo de una verdadera legítima defensa, en una guerra defensiva, que se impone de manera forzosa.<br /><br /><br />3.5. SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN: ÉTICA Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN<br /><br />En sentido amplio, comunicación, es “puesta en común”. En sentido más específico, es transmisión de una información mediante un sistema de signos y en perspectiva a una respuesta. Toda información se lleva a cabo mediante:<br /><br />1) La emisión,<br />2) La conducción y<br />3) La recepción de un mensaje. El significado o contenido de la comunicación está en el primer y tercer momento, pero no en el segundo, que es mero signo, es decir, algo que hay que interpretar.<br /><br />El modo plenario de comunicación humana es el lenguaje. También los animales se comunican y transmiten información unos a otros sobre los aspectos del medio que les son necesarios para sobrevivir, pero no disponen de lenguaje estructurado.<br /><br />Como concepto coloquial y científico, la comunicación no tuvo importancia mayor hasta la segunda mitad de nuestro siglo. Su lugar lo ocupaban antes los conceptos como ‘diálogo’ y ‘lenguaje’ (filosofía del lenguaje, ciencia del lenguaje). Desde 1960, poco más o menos, el concepto de comunicación se generaliza y gana en importancia, gracias sobre todo a los últimos logros en las ciencias de la naturaleza y en la técnica. Y muy particularmente en la cibernética (N. Wierner), mediante el perfeccionamiento de sistemas autorregulados matemático-técnicos y el behaviorismo interesado en la psicología y en la psicología del estímulo-respuesta.<br /><br />La comunicación de masas no es posible sin medios (técnicos) masivos. Y queda flotando la cuestión de si es posible y hasta qué punto seguir llamando comunicación en el sentido original de masas que ha surgido a través de los medios masivos (radio, prensa), cuando le faltan, de hecho, algunos aspectos esenciales de la comunicación humana (como son el diálogo, la espontaneidad, la “comunión” físico-psíquica), y de si en el fenómeno de la comunicación de masas no se trataría más bien de una distribución masiva de información (parecido al tráfico de mercancías).<br /><br />Los medios de masa no sólo le ‘facilitan’ a “cada uno una imagen de la vida,” decía Pablo VI, sino que por sí mismos constituyen realidades culturales nuevas. Influyen y determinan el cambio de contenido de la opinión pública, hasta el punto de que es precisamente el ámbito de la comunicación de masas el que se ha de tener también en cuenta como un punto de vista ético. Y es que el modo específico (a la vez que su fin concreto) con que se utilizan los medios de comunicación de masas es eso que determina, en definitiva, la importancia y el carácter de dichos medios.<br /><br />Con mucha razón Jokob Fellermeier afirma que “mi hacer sale de mí mismo como última razón y esto de tal manera que está en mi poder poner o no poner un acto, ponerlo de este o de otro modo: no vengo determinado o forzado a hacerlo por necesidad exterior o interior. La persona es dueña de su actividad; posee igualmente poder creador, no ciertamente que vaya a crear algo de la nada, pero sí en cuanto que puede poner por sí algo de lo que ella misma es la razón”. (Compendio de sociología católica, Ed. Herder, Barcelona, 1962, ps. 42-43)<br /><br />Pues la libertad es atributo exclusivo del ser racional, y si se dejase motivar por algo que no fuese la razón misma, dejaría de ser libertad. La libertad, o es autónoma, obediente a la sola razón, o de otro modo ya no es libre, puesto que algo exterior a ella misma sería su móvil, y entonces obraría condicionada u obligada por otra cosa distinta de sí misma, lo cual supondría la negación misma del acto libre.<br /><br />La acción libre consiste precisamente en el ejercicio de la propia autonomía. Eso que supone la obediencia a la ley de la razón, por ser lo más libre, es, al mismo tiempo, lo más moral. Un acto es tanto más moral cuanto más libre, esto es, cuanto más obediente al deber que impone la sola razón. Y es tanto menos moral cuanto más obediente a otros móviles que no sea cumplir con ese deber. Por legítimos o buenos que parezcan otros móviles, como respetar a los ancianos, dar limosna, cumplir con preceptos civiles o religiosos, ayudar al necesitado, etc., ninguno es motivo suficiente para hacer moral un acto de la voluntad, ya que ellos provienen de fuera de la razón. En consecuencia, suponen una merma de la libertad.<br /><br />Así, el maximum de libertad se constituye en un maximum de moralidad. Consecuentemente, la libertad es la razón de ser de la moralidad. Pero a su vez, porque existe una ley moral de la razón que se presenta como deber que debo cumplir, por ella conozco que soy libre. Entonces, la libertad de expresión sólo se encuentra en el ejercicio pleno de la libertad.<br /><br />La expresión es la manifestación, mediante signos (gestos, símbolos, palabras) de un estado de ánimo, de sentimientos o de pensamientos.<br /><br />La libertad de expresión como medio privilegiado por el cual el hombre se expresa es el lenguaje (mímico, oral, escrito, etc.). La libertad de expresión se da en el ejercicio del derecho a comunicar su pensamiento y a recibir el de otro (difusión de ideas por la palabra, por la escritura, y por los demás medios de expresión que proporcionan los inventos técnicos: prensa, radio, cine, televisión, Internet, etc.).<br /><br />La libertad de expresión está en el derecho a unirse y asociarse con fines económicos, culturales, espirituales, etc. Es el derecho a promover la muta ayuda y asistencia, tanto personalmente como asociados, lo mismo que a ser asistido y socorrido en sus necesidades.<br /><br />El poder de obrar y perfeccionarse como hombre manifiesta que este poder es la expresión directa y genuina de su existencia humana, es decir, un don natural. Ella está enunciada en una triple misión y un triple deber:<br /><br />a. Conocer la verdad y obrar el bien; pues solamente lo verdadero y lo bueno perfeccionan al hombre en cuanto tal.<br />b. Responder por sí mismo de todas sus acciones y omisiones<br />c. Tener dominio sobre la naturaleza irracional, perfeccionarla y usar de ella para propia utilidad.<br /><br />Sustentado en la libertad de expresión el hombre tiene facultad de:<br /><br />a. Profundizar en los fines y ordenaciones de la naturaleza humana y, por tanto, indagar y descubrir exactamente qué energías y fuerzas le ha concedido la naturaleza y qué tareas le ha impuesto.<br />b. Deducir una cosa de otra. Cuando observa, por ejemplo, que sale humo de tal parte, deduce con toda seguridad que allí hay fuego.<br />c. Conocer las verdades fundamentales, en virtud de las cuales la naturaleza facilita y garantiza una vida auténticamente humana.<br /><br /><br /><br />4. ECONOMÍA Y ÉTICA<br /><br />La regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ella sola las relaciones internacionales. Sus ventajas son ciertamente evidentes cuando las partes no se encuentran en condiciones demasiado desiguales de potencia económica: es un estímulo del progreso y recompensa el esfuerzo. Por eso los países industrialmente desarrollados ven en ella una ley de justicia. Pero ya no es lo mismo cuando las condiciones son demasiado desiguales de país a país: los precios que se forman “libremente” en el mercado pueden llevar consigo resultados no equitativos. Es, por consiguiente, un principio fundamental del liberalismo, como regla de los intercambios comerciales, el que está aquí en litigio.<br />Paulo VI<br /><br />Competencia: Distingue, operacionaliza y jerarquiza los actos en forma responsable encausando la solución de la pobreza mediante la dinamización de la educación y del empleo.<br /><br /><br />Debemos partir de la idea que nos da Juan Luís Lorda, al afirmar que “la economía es sólo ciencia de aprovechar los recursos y bienes materiales. Pero hay muchos más bienes que también es necesario aprovechar y difundir: los espacios inmensos de las relaciones humanas, familiar, de amistad, sociales, de convivencia; los ámbitos, también enormes, de la religión, la sabiduría, las ciencias, la cultura, las artes, la información, la técnica y la educación; etc.”. (Moral el arte de vivir, op. cit., p. 132)<br /><br /><br />4.1. ACTOS ECONÓMICOS Y SUS RESPONSABILIDADES<br /><br />Adam Smith (1723-1790) es considerado como el fundador de la ciencia económica moderna con sus libros Teoría de los sentimientos morales (1759) y La riqueza de las naciones (1776). Antes de Smith, la economía era considerada como una parte de la filosofía moral. A partir de él se produjo la escisión entre el ser y el deber-ser, de modo que la economía empezó a regirse por el principio de la eficiencia.<br /><br />Hoy se habla de una microeconomía (se ocupa de las decisiones de los agentes individuales: familia, empresa, mercados) y de una macroeconomía que estudia el funcionamiento del sistema (sectores productivos, ley de la oferta y de la demanda, empleo, gasto público, política monetaria).<br /><br />La llamada economía capitalista o economía de libre empresa, es el sistema económico que, en mayor o menor medida, se rige por las llamadas leyes del mercado, cuya operación reguladora sobre la actividad económica se supone automática. La oferta y la demanda guían el proceso económico sin ser interferidas por regulaciones gubernamentales u otras intervenciones. El sistema se basa en la propiedad privada del capital y de los instrumentos de producción y en la libre decisión de los agentes económicos privados acerca del uso que han de dar a esos bienes.<br /><br />El principio del beneficio, es decir, del afán de lucro individual, y el de la “soberanía” del consumidor son los que rigen el proceso económico. El consumidor “soberano”, que solicita en el mercado los bienes que desea y que está dispuesto a pagar por ellos, emite una “orden” a los productores acerca de los bienes que han de producir y la cantidad de ellos. Sobre esto, debemos indicar que es sólo un principio de disculpa, pues los productores hacen y deshacen.<br /><br />Otro principio rector de este sistema económico es el del máximo beneficio para el productor y el comercializador de los bienes que se expenden en el mercado. Se considera que éste es el motor de la economía.<br /><br />En este sistema los precios orientan también la técnica productiva que ha de emplearse para obtener el mayor beneficio en la elaboración de los productos finales. La distribución del ingreso, fruto del proceso de la producción, se hace entre los miembros de la sociedad en función del derecho de propiedad privada de los medios productivos y de la retribución que el mercado reconoce a cada uno de los factores de la producción.<br /><br />A fin de cuentas, el productor termina por manipular el mercado y someterlo a sus conveniencias. Utiliza la publicidad para crear nuevas necesidades o nuevas maneras de satisfacer viejas necesidades. Además, las fuerzas del mercado son absolutamente indolentes ante las cuestiones de orden social. No forman parte de las preocupaciones del productor la justicia económica, ni la equidad en la distribución del ingreso, ni la protección del medio ambiente, ni la defensa de los recursos naturales, ni los derechos humanos, ni la cultura, ni la educación, ni la seguridad social, ni el desarrollo humano.<br /><br />Por ello Philippe le Tourneau, en la introducción a su Ética de los negocios y de la administración, afirma que “la barbarie impregna la economía, bajo la cubierta de un liberalismo desenfrenado, de un libre-cambio y de un monetarismo elevado al rango de dogmas.” (2000)<br /><br />Es muy claro que no podemos considerar aquí todos los puntos del proceso económico en los que se puede producir comportamientos contrarios a la justicia, la verdad o la equidad. Necesariamente hay que remitirse a la bibliografía especializada. Con todo, es posible hacer algunas consideraciones de tipo general, teniendo en cuenta la finalidad del presente capítulo.<br /><br />Es más importante juzgar la ética del sistema en la globalidad que las actuaciones de individuos concretos relacionadas, por ejemplo, con el salario insuficiente o con los productos adulterados. Es el sistema lo que se deberá reformar y transformar, caminando hacia una mayor justicia que no comporte graves perjuicios a la efectividad. Pues entendemos que la economía debe estar al servicio de la persona humana considerada en su integridad, y no a la inversa.<br /><br />No faltan teólogos, como M. Novak, que buscan las raíces evangélicas del neoliberalismo y del neoconservadurismo, pero la inmensa mayoría de los expertos en el tema afirman que el mercado genera una ética bastante desconectada de la justicia y muy dependiente de la eficacia.<br /><br />Una somera observación del sistema económico de libre mercado nos hace ver su proclividad al enriquecimiento de los ricos y a descargar desproporcionadamente sus costos y sacrificios sobre los hombros de los menos afortunados.<br /><br />La inflación permanente, propia del sistema perjudica sobre todo a los más pobres. La especulación no productiva en cualquiera de sus múltiples facetas tiene también ese efecto. Que los más fuertes puedan aprovecharse de las necesidades básicas de los más débiles tampoco puede tenerse como una característica elogiable. Una vez que se establece la competencia desigual, el pez grande se come al chico, fomentando el darwinismo social. El gran productor se ve favorecido, aunque sólo sea por poderlo hacer a menor precio.<br /><br />Nos es desdeñable el hecho de que sólo el accionista mayoritario (y no el resto de los ahorradores) pueda controlar el empleo que se da a su dinero. Así, por ejemplo, puede suceder que el dinero de un pacifista vaya indirecta o directamente a fabricar armas.<br /><br />Al funcionar sólo por competencia, quedan fuera del sistema la solidaridad y la gratuidad real (el voluntariado), algunos lamentan su existencia aduciendo que desorganizan el mercado alterando los precios.<br /><br />Es ilustrativo el caso de las barreras arancelarias, aplicadas contra los países pobres, cuyos productos bajan de precio y cuyo flujo de capitales va a los ricos. Los precios de las materias primas y productos agrícolas bajan aduciendo que “no mejoran”. Mientras, los productos industriales suben continuamente con el pretexto de que cada vez es mayor su sofisticación y calidad. Para más descompensación, muchas de esas materias primas se van sustituyendo por productos sintéticos artificiales.<br /><br />La marcha económica mundial se parece a una carrera sin meta, que hace esforzarse mucho a los primeros y destroza totalmente a los últimos. Esta especie de subasta continua deja a una gran parte sin ninguna opción.<br /><br />No se trata de repartir los bienes actualmente existentes, sino de establecer un sistema dinámico y justo de reparto que no aumente las diferencias. Pero lograr que los otros sean competitivos frente a mí es algo totalmente contrario a los intereses de quienes dominan el mercado.<br /><br />En algunas ocasiones de habla de ética pública como sinónimo de ética civil o ética de Gobierno, en el sentido de que un estilo ético de gobernar implica, en primer lugar, la obligación de respetar y hacer respetar las normas establecidas conformes con la naturaleza y, en segundo lugar, la de señalar criterios y orientaciones destinadas a organizar la vida social de los ciudadanos, desde la asunción de sus propias responsabilidades.<br /><br /><br />4.2. DESARROLLO CON POBREZA?: IMPLICANCIAS Y POLÍTICAS SOCIALES<br /><br />El título de “progresista” era, en tiempos no lejanos, algo que se exhibía con orgullo. Hoy la palabra está sometida a una cierta revisión. Y M. Corbí escribe: “durante más de dos siglos, el aumento de los conocimientos científicos ha ido unido a la idea de progreso, entendido éste como redención cultural, como redención económica y como redención del grupo social. Esta retórica, que pretendía poseer la clave del futuro, ha sido sustituida por la cautela. La fe incondicional en el progreso ilimitado por los caminos de la racionalización, la ciencia y la técnica, se ha quebrantado. La noción de progreso ha perdido su evidencia porque el llamado progreso nos ha conducido a daños radicales y, sobre todo, porque nos ha conducido a riesgos reales, inmediatos y totales de dañar irreversiblemente el medio en que vivimos, de perjudicar de forma irreversible la vida en el planeta y nuestra propia especie” (Citado por Ángel Calvo y Alberto Ruiz Díaz en Para comprender la sociedad del hombre moderno, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1995, 150)<br /><br />No se puede llamar sabiamente progreso a la capacidad de crecer ilimitadamente, con amenaza de muerte de la especie humana y de todos sus fundamentos naturales, sin que crezca, a la vez y en la misma medida, una calidad humana individual y colectiva que sea capaz de abolir eficazmente esos riesgos.<br /><br />Claro está que se debe progresar en la idea misma del progreso, por ser la que todavía se suele manejar de forma anticuada y suicida. Es preciso proyectar a dónde queremos ir. Progresar será entonces acercarnos a esa meta. Pues, ciertamente, la medida de los progresos no son los cambios en los modos de producción originados por los conocimientos científicos, sino el despliegue de la libertad y de la democracia en todas las dimensiones de la vida de los hombres.<br /><br />A su vez, la palabra crecimiento, generalmente se aplica a los aspectos económicos y se la va entendiendo como referida al aspecto cuantitativo (más producción, más consumo, más nivel de vida, etc.). Esta dimensión económica se suele medir por indicadores tales como: Producto interior Bruto, renta per capita, y revelación real de intercambios. Tal forma de cuantificar estos indicadores es criticada por muchos. Lo cierto es que en el PIB se valora por igual un dólar destinado a alimentación que otro destinado a publicidad engañosa.<br /><br />En los años 60 se entendía que crecimiento y desarrollo eran lo mismo. Se daba por supuesto que, cuando hay un mejoramiento técnico que desemboca en crecimiento económico y en consumo, se transforman espontánea y automáticamente las estructuras institucionales y la sociedad se volvía más democrática y justa. Universalizando esto, llegaría la paz mundial. Hoy sabemos que el crecimiento económico no garantiza el desarrollo en todos los órdenes (es decir, la calidad de vida), ya que fácilmente llega a ser excluyente, elitista y asimétrico (no armónico ni orgánico). No fue el consumidor, como se pensaba, quien dio la orientación a la economía, sino las grandes empresas en beneficio propio.<br /><br />De hecho, se ha funcionado mirando casi exclusivamente a la macroeconomía, sin prestar atención a los necesarios equilibrios sociales y ambiéntales. Los ingresos se van concentrando en los más ricos (deciles superiores), mientras que los pobres (deciles inferiores) lo son cada día más. Por tanto, se da una distribución injusta de la renta. Realmente, la disminución de los costos la soportan los pobres y el medio ambiente.<br /><br />Se puede constatar el siguiente fenómeno: una vez que se ha traspasado el umbral de las necesidades fundamentales, los individuos comienzan a transformar sus deseos, que son infinitos, en necesidades, que son seguidas por nuevos deseos-necesidades cada vez más sofisticadas en la medida en que aumentan sus ingresos. Además, el sistema económico vigente se empeña en atender y estimular incesantemente estas demandas. La obsolescencia planificada de toda clase de objetos, que induce a su destrucción o desuso prematuros, es un despilfarro de recursos provocado deliberadamente para una constante aceleración de la producción y las ventas. La irracionalidad del consumo privado excesivo y el gasto público en armamentos han sido los verdaderos motores de las economías modernas. Incluso los países pobres gastan muchas divisas en artículos superfluos para su gente rica.<br /><br />Pero la expansión y el crecimiento a toda costa, encuentra dificultades, no sólo morales, sino también técnicas. El crecimiento cuesta ya más de lo que vale. El Club Roma publicó, en 1972, Los límites del crecimiento. El contenido de esta publicación ha sufrido fuertes críticas por inexacto, pero no cabe duda que, señala un problema real. El Informe Brundtland (1987) aboga por el crecimiento económico sostenible (Sustainable Development).<br /><br />El desarrollo integral es uno de los conceptos más discutidos de nuestro tiempo. La palabra desarrollo ha servido para justificar todo y para distraer la atención sobre los problemas de justicia. Todavía hoy sigue siendo un concepto polisémico y equívoco. Bajo él se esconde muchas veces el simple crecimiento económico de algunos. La definición de desarrollo conlleva un fuerte contenido ético, por lo cual es más fácil decir en qué no consiste este proceso.<br /><br />No hay que confundir el más con el mejor. Es preciso un desarrollo integral, no sólo económico o material cuantificable. Obviamente, para lograr una razonable calidad de vida se necesita un nivel de vida que la haga posible. El desarrollo tiene una necesaria dimensión económica, pero no se agota en ella. Sin “tener” un mínimo, difícilmente se puede llegar a “ser”. Primero es vivir, luego filosofar. Que en decir de algún pensador significa: primero el pan, después la libertad. La libertad con hambre es una flor encima de un cadáver.<br /><br />El concepto de desarrollo implica una mayor atención a la calidad en todos los órdenes de la vida y no sólo en lo económico. Es cierto que no es fácil medir la calidad de vida. Para ello, generalmente, se enumeran los servicios ofertados (medicina, enseñanza, ocio, vivienda, etc.)<br /><br />No es posible medir el progreso en términos de tecnología o de nivel material de vida. Entendemos que una sociedad que presente una notable degradación moral, estética, política o ambiental, no se puede llamar desarrollada, aunque sea rica y técnicamente potente. El auténtico progreso no viene definido tan sólo por criterios materiales, ni se logra automáticamente a partir de estos.<br /><br />Según Michel Novak, teólogo neoconservador, los componentes del desarrollo son: el capitalismo, la democracia y la ética de base cristiana.<br /><br />Todo esto nos lleva a considerar que hoy va quedando claro que los países subdesarrollados no pueden usar el mismo camino que emplearon los hoy industrializados. De entrada, el desarrollo occidental no podría haber tenido lugar sin la explotación sistemática del Tercer Mundo. Lo cual ya impide que los pobres puedan seguir el camino de los países ricos, pero, además, ni siquiera se encuentran en un estado virginal de subdesarrollo: se les ha empobrecido por un sistema de explotación de sus recursos naturales (economía extractiva). Es inviable el querer repetir los pasos del desarrollo real de occidente.<br /><br />Desde la ONU y otros organismos internacionales se plantea, como un objetivo y un principio director, el desarrollo humano sostenible, no el desarrollo real (el acontecido en los países industrializados hasta ahora) que ha dañado la naturaleza y ha producido consecuencias negativas para el bienestar humano. El desarrollo duradero o sustentable trata de asegurar el crecimiento económico, pero cambiando la calidad de este crecimiento y respetando el medio ambiente.<br /><br />Algunos afirman que el desarrollo sostenible es imposible y que se trata de una frase autocontradictoria. Otros defienden que “desarrollo sostenible” sólo tiene sentido para la economía si se entiende como “desarrollo con crecimiento cero”, es decir, consistente en la mejora cualitativa sin un incremento cuantitativo. Tampoco debería sobrepasar la capacidad del ambiente para regenerar las materias primas y absorber los desechos producidos. Se necesitan unas bombillas que den la misma luz con menos energía, un coche que ande más kilómetros con menos gasolina. Estos serían ejemplos de desarrollo y sin crecimiento.<br /><br />El planteamiento ético concordante con el de la Iglesia católica exige una opción por los pobres, no por la pobreza. “La gloria de Dios es que el hombre viva”, decía san Ireneo de Lyón. Y diversos textos oficiales tratan del desarrollo.<br /><br />En la Encíclica Populorum Progressio (1967) se dedican varios puntos a este tema. Se afirma que “el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre” (PP. 14). “En los designios de Dios, cada hombre está llamado a desarrollarse... crecer en humanidad, valer más, ser más” (PP. 15). “El crecimiento humano constituye como un resumen de nuestros deberes” (PP.16). “El desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad” (PP 43). “Preocuparse tanto por el progreso social como por el crecimiento económico. No basta con aumentar la riqueza común para que sea repartida equitativamente” (PP 34)<br /><br />En la carta Sollicitudo rei socialis (1987) se recalca que la Iglesia no tiene soluciones técnicas, pero se aportan juicios y criterios morales para enfrentarse el problema. Su capítulo IV está dedicado a “El auténtico desarrollo humano”.<br /><br />Consecuentemente, la pobreza, que en la mitología romana es presentada como, diosa alegórica, hija del lujo y la ociosidad, para la Iglesia católica se constituye en una virtud, pero no en una virtud muerta.<br /><br />Pues la pobreza, como tal, tiene diversos componentes; afecta negativamente al cuidado de la existencia material (alimentos, vestidos, vivienda, asistencia sanitaria; cuando faltan estas condiciones existenciales se habla de pobreza absoluta), las posibilidades de formación, el reconocimiento social (aquí se habla preferentemente de pobreza relativa; relativa respecto al contexto social, en el que se da y se valora). Por tanto, tiene componentes materiales y psíquicos; lo último, sobre todo, cuando a la falta de medios de subsistencia se suma una marginación que priva al pobre de las normales posibilidades de contacto social.<br /><br />En cualquier caso, la pobreza es una realidad existencial y social, no puede separarse del sujeto que es el pobre, y está necesariamente referida a la realidad de la sociedad ambiental, la cual define, a su vez lo que es la pobreza.<br /><br />El hecho de la pobreza provoca siempre una responsabilidad ética, con modalidades específicas en cada caso: la pobreza es una provocación para quienes tienen problemas; el pobre involuntario se enfrenta como sujeto de pobreza; la pobreza puede ser una forma de vida elegida y puede, finalmente, ser una actitud ético religiosa.<br /><br />Si la pobreza significa que alguien está expuesto a experiencias existenciales que le dañan y oprimen, debe ser combatida. El desconcierto existencial que la pobreza introduce obliga a tomar una posición personal. La cuestión es cómo resolver esa situación. Y ahí está el papel del político y del simple ciudadano responsable y ético; sobre todo en el fenómeno de miseria masiva que se da en los países pobres, aunque también en los conflictos sociales que se dan entre los hombres de cualquier país.<br /><br />En tales circunstancias, el individuo se encuentra, las más de las veces, indefenso e impotente. Con todo, hay un camino, que se ha demostrado como el camino de la esperanza: el camino de la solidarización con otras personas que están en las mismas condiciones. Asociaciones de pobres, sostenidos por la esperanza de poder conseguir algo en común, han conducido con frecuencia a la liberación de la miseria y la opresión<br /><br />Consecuentemente las políticas sociales deben alinearse con una exigencia fundamental, cual es la de aspirar a unas oportunidades de participación y desarrollo en la línea del bien común. Pues ciertamente, hoy día, el bien común de todos, individuos y grupos, sólo puede lograrse superando las fronteras nacionales.<br /><br />La moral política no es asunto exclusivo de las personas que actúan: la cultura e incultura políticas son justamente, en las democracias, un producto de la calidad del nivel ético que tienen el pueblo y la sociedad. La opinión popular lo expresa sin remilgos: “cada pueblo tiene los políticos que se merece”.<br /><br />El esfuerzo por establecer un catálogo de “valores políticos fundamentales” representa un nuevo intento por formular de manera combinada, y no inconexa, la libertad de los individuos y el compromiso general. Se demuestra que los proyectos de una imagen de orden para una sociedad no pueden dejar de lado determinadas implicaciones éticas. Esto vale también cuando a la política se le asigna el cometido concreto de cuidar del establecimiento del orden en la sociedad y de su mantenimiento.<br /><br />La ética política puede formular y establecer una serie de principios marco. Tales líneas directrices y orientativas son coordenadas básicas, con ayuda de las cuales puede desarrollarse el “juego de fuerzas” en un marco óptimo.<br /><br />Una exigencia fundamental es la de aspirar a unas oportunidades de participación y desarrollo en la línea del bien común. Y ciertamente que hoy en día el bien común de todos, tanto de los individuos como de los grupos, no habría que contemplarlo y perseguirlo ya únicamente dentro de las fronteras nacionales; pues debería tenerse ante los ojos el bien de toda la humanidad, y no sólo de la generación presente sino también atendiendo a las posibilidades de vida de las generaciones venideras.<br /><br />Por ello, frente a los graves problemas de la humanidad, como el desigual reparto de bienes, el hambre, el terrorismo, etc., es de capital importancia el modo cómo una ética política (la vez que una ética de la economía) contribuye a los debates públicos y qué carácter tiene en todo caso una ética política que pudiera entrar en el juego. Una ética meramente imperativa, que con ayuda de unos postulados impone simplemente un deber y una obligación, pronto se demostrará estéril, y pronto probablemente se reduciría a un mínimo consenso ético, que en todo caso negocian los pactantes para poder gestionar lo indispensablemente necesario.<br /><br />Pues, por importante que sea en la política tener ideas claras de los cálculos posibles, lo que se necesita, ante todo y sobre todo, son cualidades humanas, que no sólo han de entenderse como habilidades (en el sentido maquiavélico); se precisan actitudes, que cuentan y valen, es decir, virtudes en el sentido que da al término la ética clásica. El catálogo de las virtudes cardinales también tiene una actualidad evidente en los contextos políticos y económicos: justicia, fortaleza, prudencia y recta mesura o templanza, que deben formularse en el marco de la convivencia moderna.<br /><br />Una ética política debe recordar el carácter apremiante de la paz y la conservación de la naturaleza, pues nunca como ahora las posibilidades de vida y supervivencia, y también las posibilidades de destrucción de la humanidad y del medio ambiente, han estado en nuestras manos.<br /><br />Frente a los graves problemas de la humanidad, como el desigual reparto de bienes, el hambre, el terrorismo, etc., es de capital importancia el modo cómo una ética política contribuye a los debates públicos y qué carácter tiene en todo caso una ética política que pudiera entrar en el juego. Se necesita una ética política que dé cabida a la esperanza y tenga fe en el futuro.<br /><br /><br />4.3. EDUCACIÓN Y EMPLEO: RESPONSABILIDAD COMPARTIDA<br /><br />La educación es un proceso de formación de la personalidad. Persigue la humanización del hombre, en el sentido de una integridad personal y de una competencia cultural para la comunicación. La educación presenta siempre un cuño cultural. Así, pues, las intenciones educacionales están también condicionadas por los datos económicos fundamentales de una sociedad (cultura campesina, altas tecnologías).<br /><br />“Aranguren entiende, afirma Feliciano Blázquez, que educar es transmitir pautas de comportamiento técnico-científico (instrucción) y moral (formación de la personalidad) que pueden ser comunes a todos los miembros de la sociedad o diferenciadas según un criterio de estratificación o pluralismo. Constituye un elemento decisivo de comunicación – o incomunicación - : 1. en el orden de los valores vigentes en el seno de la sociedad global y de sus distintos subgrupos; 2. en cuanto al grado de integración o compartimentalización de aquella, 3. dentro de la misma comunidad escolar (La comunicación humana)”. (Diccionario de las ciencias humanas, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1997, p.128)<br /><br />Los modos de comportamiento o las actitudes fundamentales, que en una cultura se consideran especialmente valiosos, se interiorizan en el proceso educativo, por lo demás, una educación ambiciosa ha de conducir también a la crítica y mejora de las formas de conducta tradicionales en una cultura.<br /><br />Conviene distinguir entre educación e instrucción. Mientras que el fin de la instrucción o enseñanza se define con el concepto de “saber” y el enjuiciamiento del resultado de la instrucción se hace de acuerdo con los criterios de “verdadero” y “falso”. La educación no apunta tanto a la ciencia y al saber cuanto a la persona de quien ha de educarse con vistas al conocimiento completo. La educación tiene como objetivo la veracidad de las relaciones del educando consigo mismo y con el tú, según la propuesta de Brunner.<br /><br />La educación es una de las cuestiones vitales de la sociedad. Los peligros de la existencia humana y los nuevos de la sociedad, así como la apremiante capacitación total para poder resolver los problemas de supervivencia de la humanidad, asignan a la educación una importancia capital, con amplias consecuencias para las generaciones.<br /><br />Por lo que, al examinar la relación entre educación y distribución del ingreso se encuentra una relación estrecha y constante. Los conocimientos determinan, cada vez con mayor definición, el lugar que las personas ocupan en la organización social. Sin educación la pobreza es perpetua: se torna hereditaria. La educación es la palanca para salir de la pobreza en términos individuales y familiares y para alcanzar la innovación, la equidad y el desarrollo en términos sociales.<br /><br />La moderna teoría del crecimiento revela que ella es una fase determinante de la expansión económica de una sociedad y de la reducción de la pobreza.<br /><br />Por tal circunstancia, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de la Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, dice en su art. 26 que “toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos”.<br /><br />En las sociedades industrializadas, el proceso educativo está íntimamente ligado a la economía. La educación está llamada a producir los elementos bien preparados para las faenas de la producción, es decir, el capital humano. A medida que la educación avanza, se perfecciona y especializa en diversos campos de la ciencia y la tecnología, produce personas mejor preparadas para asumir responsabilidades en las tareas del desarrollo.<br /><br />El gasto que hace el Estado en este tipo de educación se considera como una inversión porque a mediano plazo la sociedad recibe los réditos en forma de eficiencia y de mayor productividad. Algunos economistas norteamericanos afirman que el mejoramiento de los factores de la producción tradicionales (capital, trabajo y tecnología) explican, sólo parcialmente, el crecimiento del producto nacional y que hay un factor, al que denomina “residual”, uno de cuyos componentes es precisamente la educación, que coadyuva decisoriamente en el proceso del desarrollo.<br /><br />Por este contexto, L. Frey manifiesta que “pocas teorías han sufrido a lo largo del tiempo o proceso de revisión y de ajuste tan intenso como las que se refieren al mercado del trabajo, al empleo y al desempleo” (Occupazione e disoccupazione giovannile in Italia, 1973). Citado por Franco Demarchi y Aldo Ellena en Diccionario de Sociología, Ed. Paulinas, Madrid, 1986, p.604)<br /><br />La ley de maximización del beneficio, vigente de hecho en las relaciones sociales de producción, marcadas por el predominio del capital, determina, por lo que atañe a la situación ocupacional, la aplicación del principio de máxima exclusión (posible) del proceso productivo de amplios sectores sociales. Según el análisis descriptivo de F. Alberoni (Clases y generaciones), “estos sectores se distinguen por edad y por sexo, al ser típica en la situación neocapitalista la tendencia a utilizar (en la producción industrial avanzada) la fuerza-trabajo masculina concentrada en los tramos de las edades centrales (desde los veinticinco a los cincuenta años).<br /><br />Siguiendo la descripción, en las sociedades neocapitalistas (o, por lo menos, con algunos sectores productivos muy industrializados) se observa como característica común un fuerte desempleo juvenil, así como la ampliación de la escolaridad, primero en los niveles secundario y secundario-superior y luego en el universitario, a lo que sigue, con un año de desfase, el fenómeno del desempleo intelectual e intelectual-juvenil.<br /><br />Los problemas inherentes al empleo, dados los muchos entrecruzados sectores que incluyen, son estudiados y analizados no sólo por la sociología sino también por la ética. Más, cuando frente a una crisis estructural, el principio de maximización del beneficio impele a una reestructuración industrial que reduce posteriormente la base productiva, es decir, los trabajadores con empleo estable (y oficial), a la vez que se incrementa el trabajo a domicilio y el trabajo de menores, comenzando a delinearse también mercados de trabajo, bien diferenciados y en parte impermeables entre sí, para los tres sectores del subempleo y del desempleo, del trabajo estable y del trabajo intelectual.<br /><br />Al estallar la gran crisis de los años 30 del siglo XX, Keunes elabora una propuesta económica sucesiva sobre el empleo. En su obra La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1938), establece una correlación directa entre los niveles de empleo y el total de las inversiones, es decir, el total de las comparas de medios de producción (adicionales) que realizan las empresas. Propuesta que tiene, aún hoy, sus pros y contras.<br /><br />Por ello, la insuficiencia de una visión puramente funcional del trabajo requiere una concepción moral del mismo referida a la persona y a la sociedad (Ethos laboral). La dignidad del trabajo se fundamenta en la dignidad del hombre. Ahí radica el criterio ético para el valor del trabajo. La base de cualquier valoración ulterior es el hombre como “sujeto de trabajo” (Juan Pablo II en Laborem exercens).<br /><br />De acuerdo con el principio personal, el trabajo va asociado con la naturaleza humana para el cumplimiento de los fines existenciales del hombre para su autodesarrollo en la aplicación de sus fuerzas físicas y espirituales.<br /><br />La cuestión del sentido ético del trabajo y de su dignidad brinda una orientación en las cuestiones de orden social. La división del trabajo en la moderna sociedad laboral potencia el alcance social del trabajo. Su consideración ético-económica permite reconocerlo como principio de máxima categoría en la economía nacional.<br /><br />El derecho al trabajo, en tanto que un derecho social del hombre, apunta al Estado, que mediante una buena política económica ha de procurar el pleno empleo. Pero afecta también a los empresarios indirectos, la sociedad en su conjunto, que ha de cooperar a una política solidaria de ocupación, la creación de nuevos puestos de trabajo es el medio mejor para frenar el paro. Se completa con una política activa de empleo por parte del Estado. Las medidas sociales a favor de los parados dependen a su vez del desarrollo del producto social, de la productividad de la economía.<br /><br />Los sorprendentes avances de la ciencia y la tecnología (que han hecho de la información la “materia prima” con la que trabajan los ordenadores electrónicos) han obligado a replantear el concepto mismo de trabajo y, por supuesto, la duración de las jornadas de labor y las demás condiciones de las relaciones laborales. Es más, han superado la llamada división del trabajo en trabajadores intelectuales y manuales proponiendo una división internacional del trabajo.<br /><br />El trabajador es quien labora por cuenta propia o vende su fuerza de trabajo bajo la dependencia de un patrono, a cambio de un horario, sueldo o salario. Pues el primer derecho del trabajador es el derecho a trabajar, es decir, a encontrar un empleo productivo y bien remunerado, a desempeñar una función en el proceso de la producción comunitaria. Esta aspiración fue incluida en la Declaración de los Derechos del Pueblos Trabajador y Explotado, redactada por Lenin y aprobada por el tercer congreso panruso de los soviets el 6 de enero de 1918, como parte de la nueva Constitución que surgió de la Revolución bolchevique.<br /><br />Después se extendió a las legislaciones de otros países dentro del movimiento llamado constitucionalismo social y fue consagrada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948 en su art. 23 que dice: “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”.<br /><br />El día Primero de mayo, declarado como día universal del trabajo, se remonta al año 1886 que en Chicago 40,000 trabajadores realizaron una huelga pidiendo la jornada laboral de 8 horas, cuyo lema fue: “ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas para lo que nos dé la gana”. El 1º de mayo se realizó en todas partes la más poderosa manifestación de trabajadores que el mundo haya presenciado hasta entonces. Y en honor a los mártires de Chicago fue consagrado como día internacional del trabajador.<br /><br />Gran lección nos ha dado la historia sobre la necesidad de coparticipar, pues a partir de allí se estableció que toda persona tiene derecho al trabajo en condiciones equitativas, a la protección contra el desempleo, a igual salario por trabajo igual, a una remuneración que le asegure, junto con su familia, una existencia conforme a la dignidad humana, al descanso obligatorio, a vacaciones remuneradas, a la limitación de la jornada de labor y a fundar sindicatos para la defensa de sus intereses laborales.<br /><br /><br />5. ÉTICA Y CULTURA<br /><br />Te damos gracias, Señor, porque tu Palabra ha dado luz a nuestras palabras. A la luz de tu Palabra leemos el libro de la vida y escribimos el libro abierto de la historia.<br />Pedro trigo<br /><br />Competencia: Reconoce, procesa y cataloga la diversidad cultural observando los alcances de las formas culturales.<br /><br /><br />El término cultura procede del participio latino del verbo colere, que significa cultivar. Por tanto, su significado se identifica con cuidar algo, con el conjunto de técnicas productivas, con todo aquello que cada individuo adquiere como ser social que es.<br /><br />En términos generales, podemos decir que la cultura consiste en el conjunto de informaciones y de patrones de comportamiento transmitidos mediante el aprendizaje de generación en generación, dentro de la especie humana. La cultura cuenta con unos mecanismos de elaboración, de transmisión y de evolución propios. Es decir, la cultura:<br /><br />- Se elabora mediante el recurso a sistemas de símbolos humanos, no de meros signos animales.<br />- Se transmite socialmente, no individualmente.<br />- Y evoluciona a través de generaciones, no de mutaciones genéticas.<br /><br />La cultura engloba todos aquellos conocimientos, ideas, instrumentos técnicos y modos de vida que los seres humanos han producido para poder adaptarse a su medio. En este sentido, todas las sociedades humanas tienen carácter cultural. No existe ser humano sin cultura; más aún, el ser humano sólo puede realizarse perteneciendo a una determinada cultura.<br /><br />En el ser humano, prácticamente, la biología se ha detenido; por el contrario, la cultura le permite continuar progresando, inventando y creando. De este modo el ser humano se ha emancipado de la naturaleza con sus leyes biológicas para instalarse en la cultura con valores sociales.<br /><br /><br />5.1. DIVERSIDAD CULTURAL: MIMETISMO, INCULTURACIÓN, ACULTURACIÓN, INTERCULTURALIDAD<br /><br />La antropología cultural estudia las diferencias entre las culturas, procurando no hacer valoraciones, porque su objetivo es describir fielmente los diversos modos de vida. La antropología filosófica, por su parte, intenta ir más allá de la mera descripción y hacer un estudio de “los otros” con la pretensión de que el método comparativo nos lleve a entendernos y orientarnos a “nosotros mismos” en la organización de nuestra vida. De ahí que abordaremos la culturalidad en sus diversas manifestaciones.<br /><br />La palabra “cultura” tanto en su noción más antigua de “culto” como en la moderna derivan del vocablo latino “cultura, que etimológicamente procede del verbo colere (excolere, percolere, recolere, cultus). Culto y cultura designan una acción y actuación humana en general con el sentido de “asistencia” y “veneración” (cultura deorum), así como de cambio, transformación, ennoblecimiento y cultivo (intentados y planificados por el hombre), tanto en el ámbito de la naturaleza física (cultura agri, cultivo del campo) como en el ámbito de la naturaleza humana (el “espíritu”) como asistencia, ennoblecimiento y perfeccionamiento de la misma, con el sentido específico de “formación” y “educación” (cultura animi de los latinos, que correspondía a la paideia griega).<br /><br />Giuseppe Flores manifiesta que en “una primera determinación de la cultura se tiene, en el mundo helenístico, con la enkyklios paideia, que se pude traducir sólo fonéticamente por enciclopedia. Marrou propone llamarla “cultura general”. Pero aún es un concepto genérico, pudiendo significar tanto la cultura total que sirve al hombre como la cultura de base, elemental, para la adquisición de una cultura superior. No se trata de algo nuevo respecto a la cultura de las ciudades griegas del período precedente”. (Diccionario de Ciencias de la educación, Ed. Paulina, Madrid, 1990, p.408).<br /><br />La cultura se diferencia tanto del producto cultural como del medio de transmisión cultural: el cuadro y la prueba científica se conservan en el tiempo, por su propia cuenta.<br /><br />Aunque abstracta, intransmisible automáticamente y a menudo no explícita, la cultura es un elemento fundamental de la realidad humana e incluso uno de sus factores característicos, como ha puesto de manifiesto Koeber en su ensayo Lo superorgánico, que constituye un desarrollo de la propuesta de Spencer. Realmente, mientras que el animal produce tan solo gracias a unos impulsos arraigados en el instinto y transmitidos por vía filogenética, el hombre realiza su propio producto gracias a un patrimonio cultural, es decir, a un patrimonio transmitido de generación en generación y acumulado a lo largo de un proceso progresivo de ampliación de los conocimientos.<br /><br />La cultura comprende mucho: las creencias, el arte, la moral, la ciencia, la tecnología, la tradición, el lenguaje, la religión, el derecho, los símbolos, las costumbres, las relaciones familiares, las vinculaciones entre el individuo y la sociedad, los regímenes matrimoniales, el concepto de autoridad, las jerarquías sociales, la igualdad y cualquier otro hábito adquirido y compartido por los hombres en la vida social, que constituyen un legado de siglos de historia común.<br /><br />De ahí que el concepto de civilización añade, al de cultura, dos importantes matices, que a menudo condicionan su empleo en sentido más limitado. Pues, civilización, en su acepción etimológica, refleja una relación acentuada del patrimonio cultural con el ambiente social urbano, que ha logrado expresar las normas de la convivencia en una legislación escrita, en la que todo ciudadano (civis) ve confirmada su propia dignidad, no garantizada fuera del ordenamiento civil. En este sentido, civilización recuerda la politeia helénica, así como su antítesis, el estado caótico de la barbarie, y alude al carácter ordenado y ennoblecedor de la verdadera cultura, en contraposición a un amasijo de nociones desordenadas.<br /><br />Según Hans Rotter y Günter Virt “con Jacob Burckhardt (1818-1897) parece imponerse definitivamente el concepto moderno de cultura, al designar preferentemente la realidad histórica y objetiva. Pero al mismo tiempo esa historización y objetivación de la “cultura” la convierten, de nuevo, en un término problemático: Burkhardt y Nietzsche – al igual que G. Simmel y O. Spengler – ven el peligro en que “la movilidad creativa del alma muera en sus propios productos” (G. Simmel). Esto conduce al pesimismo cultural de los siglos XIX-XX, que se manifiesta entre otras cosas en que ahora al concepto “cultura” se le contrapone, en parte, el de “civilización”, entendida como una “forma decadente de la cultura” (Spengler)”. Nuevo diccionario de moral cristiana, Ed. Herder, Barcelona, 1993, p. 117).<br /><br />Con todo, debemos precisar que el hombre cultiva la naturaleza, en la medida en que la naturaleza física le proporciona el material para toda modelación, ennoblecimiento y explotación imaginables. Pero, al mismo tiempo, va más allá de la naturaleza (física), por cuanto confiere, a las cosas naturales, interpretación, alcance, sentido y valor e introduce un orden en la profusión de la naturaleza, y, de ese modo, hace del caos físico un cosmos espiritual.<br /><br />De esta manera el hombre expresa una realidad espiritual, que ya no necesita del substrato físico-natural: en tanto que cultus, eso es el “cuidado del destino y de la salvación” (afirma A. Dempf), y por tanto cultura deorum en el sentido más directo. Y asimismo, crea el símbolo, lo numinoso, el mito, las religiones, el arte, las ciencias.<br /><br />Sabemos que el paisaje condicionó siempre la cultura. Esto lo sostuvieron varios pensadores, entre ellos Spengler. El paisaje genera un saber e inspira un conocimiento. Incluso la cultura que viene de fuera, al interpretarse en un lugar, se somete también a los condicionamientos del paisaje. Algunos antropólogos han llamado a este fenómeno telurismo. Es la influencia de la tierra y el paisaje sobre el ser humano y su quehacer cultural. Es parte de la pachamama de los habitantes del Ande. Es el “espacio gnóstico” del que habla Lezama Lima, capaz de marcar la cultura con un sello determinado: el del altiplano andino, de la pampa Argentina, de las bahías caribeñas o de la selva amazónica.<br /><br />Este proceso global es la cultura, que en su sentido antropológico es la solución que cada comunidad humana da a sus vinculaciones con la naturaleza y con la divinidad y a las relaciones de sus miembros entre sí. Esa es la cultura en su más amplia significación. Naturalmente que ella implica muchas cosas: dominio sobre la naturaleza, cultivo de la tierra (cultivar tiene la misma noción latina que cultura, ya lo indicamos), relaciones interpersonales, trama social, concepción del mundo, convicciones éticas, lenguaje, costumbres, inventos y descubrimientos, elaboración de herramientas, creaciones artísticas, religión. En todas estas actividades los pueblos ponen su sello singular y distinto. Crean sus propias formas de convivencia social, peculiares modos de cultivar el suelo, sus particulares vinculaciones con la divinidad y, de allí, surge un entretejido de las relaciones sociales.<br /><br />Unas culturas florecieron con gran fuerza y originalidad, perduraron por largo tiempo y ejercieron influencia sobre otros pueblos y culturas; otras, menos vigorosas, declinaron pronto o no trascendieron fuera del ámbito en que fueron concebidas. Todo lo cual nos lleva a reconocer la diversidad cultural.<br /><br />El mimetismo es un vocablo con varias significaciones. Una de ellas es la imitación por mimesis, o sea, el remedo irónico del modo de hablar, vocabulario, gestos y ademanes de una persona con el ánimo de zaherirla o dejarla en el ridículo.<br /><br />La ciencia estudia diversas formas de mimetismo animal: el mimetismo batesiano y el mimetismo mülleriano. Nos interesa este vocablo porque, a semejanza de los animales, ciertos acomodaticios actores de la vida política hacen exactamente igual: se modifican “morfológicamente” para adecuarse al medio en que se desenvuelven.<br /><br />Por eso se dice que un político es “mimético” cuando cambia de “color” de acuerdo con las circunstancias para proteger sus intereses políticos o personales. El mimetismo es sinónimo de oportunismo. Si el entorno político predominante es rojo, él es rojo; si es azul, él adopta este color para que los azules le crean uno de los suyos.<br /><br />El mimetismo no es una forma genética: no es la imitación de la que hablaba Gabriel Tarde como uno de los factores de sociabilidad. El mimetismo es otro caso. Tiene que ver con el oportunismo político para confundirse con el entorno predominante, tomar su color y defender posiciones políticas o económicas particulares. Este fenómeno se da, por lo general, cuando cambia un gobierno y viene otro de distinta orientación. Allí funciona el mimetismo político. Cambian de color ciertos protagonistas de la vida pública para adecuarse y medrar en nuevo entorno. Todo tránsfuga y todo politicastro simulador hacen mimetismo.<br /><br />La inculturación, en general, es la penetración de una cultura en otra. El término se empleó, de manera específica, para referirse a la penetración del mensaje cristiano en otras culturas. En la encíclica Slavorum Apostoli (1985) se define como el “esfuerzo de la Iglesia por hacer penetrar el mensaje de Cristo en un determinado ambiente socio-cultural”, y es la “encarnación del Evangelio en culturas autóctonas y la introducción de estas culturas en la vida de la Iglesia”.<br /><br />El cristianismo experimentó desde su extensión por un mundo dominado por la cultura helenística, una necesidad de inculturación, que le llevó a expresarse con las categorías vigentes en el helenismo. La intelección de la fe se expresó mediante las formas griegas de pensar, de ahí derivó la comprensión de Dios bajo los atributos de la inmutabilidad, inmensidad, etc., ajenos a la concepción bíblica del Dios vivo y actuante en la historia de su pueblo.<br /><br />La aculturación procedente de las voces latinas ad collere (cultivar), proceso de cultivar lo que no está cultivado. Proceso de adaptación a una cultura y también la recepción de una cultura por contacto. En sociología, se entiende como el proceso social por el que un pueblo adopta y asimila la cultura de otro pueblo.<br /><br />Hay sociólogos que identifica aculturación con socialización. Durkheim considera la aculturación como la violencia ejercida por la sociedad sobre los individuos, los cuales interiorizan los conceptos y valores vigentes en la sociedad. La definición hecha clásica dada por Robert Redfiels (1936) dice: “la aculturación designa los fenómenos que se producen cuando unos grupos de individuos viven en continuo contacto, y los cambios que se derivan en los modelos culturales de uno de los dos grupos”. A su vez Aranguren entiende por aculturación “el proceso de incorporación (más o menos espontánea) a la cultura de otro pueblo, por ser considerada como superior o por simple ‘contagio’ ante una superioridad sentida más que claramente percibida” (La comunicación humana, 1965).<br /><br />Entre los factores que influyen en el proceso de aculturación se incluyen: la idiosincrasia de una nación, las costumbres y estilo de vida. La antropología religiosa se sirve del concepto de aculturación para analizar las relaciones recíprocas entre los sistemas religiosos y las formas culturales.<br /><br />No hay duda de que los perfiles culturales de la sociedad contemporánea están dibujados por los medios de comunicación, por la sencilla razón de que los hombres piensan, actúan y se expresan de acuerdo con las informaciones que tienen, y esas informaciones las reciben de los medios de comunicación. La televisión tiene especial importancia por la onda expansiva de su influencia y por la fuerza “vivencial” de su testimonio.<br /><br />En estas condiciones, la aculturación es un fenómeno inevitable. La penetración de la cultura de Occidente, así en las altas manifestaciones del pensamiento como en la vida cotidiana del hombre común, es avasalladora. Hay una verdadera occidentalización de la cultura en los países orientales principalmente por la vía de los medios de comunicación, que difunden, a la distancia, paradigmas y costumbres, y del turismo masivo que, al entrar en contacto con los grupos nacionales, producen en éstos transformaciones culturales.<br /><br />La aculturación, éticamente, es constructiva siempre que no destruya, a través de los medios de comunicación, las costumbres propias de cada pueblo.<br /><br />El interculturalismo parte del respeto a otras culturas, pero supera las carencias del relativismo cultural al propugnar el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad. Podemos decir que el interculturalismo se propone los siguientes objetivos:<br /><br />a. Comprender la naturaleza pluralista de nuestra sociedad de nuestro mundo.<br />b. Promocionar el diálogo entre las culturas, cuya posibilidad ha quedado demostrada desde el momento en que individuos e instituciones de culturas diferentes ya demuestran ser capaces de dialogar.<br />c. Comprender la complejidad de la relación entre las diversas culturas, tanto en el terreno personal como en el comunitario.<br />d. Colaborar en la búsqueda de respuestas a los problemas planteados en los ámbitos sociales, económicos, políticos, ecológicos, etc., a escala mundial.<br /><br />En definitiva, el interculturalismo propone aprender a convivir en un mundo pluralista y defender a la humanidad en su conjunto.<br /><br />El interculturalismo no sólo respeta el hecho de las diferencias culturales, sino que lo valora positivamente, porque entiende que la diversidad es una fuente de recursos y que la diferencia es un principio de complementariedad. Dado que ninguna cultura ha llegado al desarrollo total, el diálogo es le medio para comprender valores, actitudes, costumbres y, en definitiva, una posibilidad de enriquecimiento mutuo.<br /><br />Así pues, el muticulturalismo es un hecho, el interculturalismo es la actitud que se debería adoptar ante ese hecho. Una actitud que se opone a la asimilación, la marginación y la separación, y apuesta por la integración.<br /><br />- La asimilación consiste en imponer los modelos de comportamiento de una cultura a otra. Por ejemplo, imponer, a los inmigrantes, la cultura de la sociedad que los acoge hasta llevarlos a perder su identidad.<br />- La separación se produce cuando se conserva la identidad cultural, pero no existen relaciones positivas entre las culturas. Es el caso de los guetos de inmigrantes en las grandes ciudades y de los gitanos en la periferia.<br />- La marginación se genera cuando no se conserva la identidad cultural ni se mantienen relaciones positivas. En el caso extremo, lleva al exterminio de unas culturas por otras.<br />- La integración, por el contrario, consiste en mantener la identidad de cada cultura y en valorar positivamente las relaciones entre ellas, tanto por parte del inmigrado como de la sociedad de acogida. La integración favorece la interculturalidad si se entiende como “integrarse unos con otros” y no como el mero “integrarse en” un espacio social.<br /><br />La ética de la alteridad, expresión introducida por Arunguren, proviene del término latino alter, que significa “otro” entre dos, es decir, “el otro”. En la alteridad, es fundamental la relación personal y las relaciones interpersonales, a diferencia de lo que ocurre en la aliedad, donde las relaciones son impersonales, como ocurre en el plano de las estructuras político-administrativas del Estado.<br /><br />La ética de la alteridad pretende la moralización de la política desde la ética personal (Montesquieu, Rousseau) y/o desde los grupos sociales (Lucas, Sartre). Las virtudes características de la alteridad son la libertad y la justicia. Aunque la ética de la alteridad supone un progreso frente a una moral meramente individualista, no es suficiente para el establecimiento de un ordenamiento social justo.<br /><br />La ética de la alteridad (la moralización del Estado de abajo arriba), ya en su vertiente individual, ya en su vertiente social, es imprescindible para la realización de la justicia social, pero no basta. Para la construcción de una sociedad justa debe darse la moralización por el Estado y desde el Estado (ética de la aliedad), es necesario que la fuente de la moral política sea el Estado.<br /><br /><br />5.2. ÉTICA, ARTE Y ESTÉTICA<br /><br />No todo el mundo se enfrenta con cuestiones científicas y son muchos los que no tienen sino una muy vaga experiencia estética, pero todo el mundo, o casi, tiene que habérselas, tarde o temprano, con problemas morales.<br />J. Ferrater<br /><br />Feliciano Blázquez manifiesta que el arte es la “traducción del término griego poiesis (acción, fabricación, creación), todo lo que el hombre hace, sea artesano o artista. Aristóteles dividió las ciencias en teoréticas (tienen por objeto el conocimiento), prácticas o normativa (tienen como objeto la praxis) y poéticas o productivas, cuya finalidad es la producción de objetos: las artes y oficios”. (Diccionario de las ciencias humanas, Ed. Verbo divino, Navarra, 1997, p. 37)<br /><br />A su vez, Giuseppe Flores dice que “el cuadro de las siete artes liberales futuras se completó solamente el siglo I antes de Cristo, aunque el programa en su conjunto (que ponía las matemáticas del currículo platónico después de la formación literaria sostenida por Isócrates y su escuela) se remonta al comienzo del siglo IV. La división de las “matemáticas” en cuatro disciplinas (aritmética, geometría, música y astronomía) es muy remota y se encuentra entre los antiguos pitagóricos. De las otras tres disciplinas, la más antigua es la retórica, cuyo método fue elaborado ya por el sofista Gorgias de Leontini V-IV siglo a.C.). La dialéctica alcanzó su madurez con el Organon de Aristóteles (384-322 a.C.), mientras que la gramática asumió la estructura de una verdadera técnica o arte sólo con Dionisio de Tracia hacia la mitad del siglo I a.C.” (Diccionario de ciencias de la Educación, Ediciones Paulinas, Madrid, 1990, p. 164)<br /><br />El término arte se utiliza en muchos sentidos. Podemos decir que “guisar bien es un arte”, y de alguien que hace algo con habilidad decimos que “es un artista”. Ovidio, en El arte de amar, da reglas para facilitar la buena relación entre amantes. Uno más de estos sentidos es el de bellas artes.<br /><br />Los distintos usos del término arte tienen en común el significado de “hacer” o “producir” algo con cierto método, siguiendo unas reglas o de acuerdo con un modelo.<br /><br />El origen del término es el griego τέχνή, que tiene su equivalente en el término latino ars (arte). El término griego encierra el matiz de arte manual, que requiere cierta habilidad en el hacer y conocimiento del oficio, matices que hoy se conservan, de algún modo, en el concepto de arte cuando lo usamos para designar las bellas artes, y sobre todo, en el concepto de “artista”.<br /><br />Aristóteles considera que el arte es resultado de la experiencia, pero supone también un conocimiento teórico que se aplica a la producción de algo. En este sentido, el arte es, para Aristóteles, lo opuesto a lo natural. Entendida la naturaleza como algo independiente del hombre, distingue entre seres naturales y seres artificiales. Estos últimos son resultado de la acción humana. En este sentido, el concepto de arte incluye, pues, todo lo realizado por el ser humano frente a las obras de la naturaleza. El mismo sentido tiene el término artificial y, en la actualidad, el de artesanía o artesano.<br /><br />La distinción entre arte y artesanía se hizo paulatinamente a partir de la edad Moderna y fue en el siglo XIX cuando la distancia entre ambas fue máxima. En el siglo XX ha vuelto a desdibujarse esta distinción tan tajante. Quizá hoy entenderíamos mejor el significado del término arte si aclaramos el concepto de obra de arte.<br /><br />Cuando hoy hablamos de obras de arte, nos estamos refiriendo a una clase particular de cosas hechas por el hombre: las que se realizan para ser contempladas estéticamente. Podemos decir que las obras de arte se oponen a los “objetos útiles”, que tienen una finalidad distinta de su contemplación artística, aunque puedan tener también un valor estético o cierta belleza que agrada contemplar.<br /><br />Un caso particular es el de la arquitectura porque une, a la vez, las características de un objeto de arte y de algo útil, aunque no todo edificio arquitectónico es obra de arte. Hoy se atiende mucho al diseño de los objetos, incluso de aquellos que se producen de modo industrial, y a su presentación comercial. Sin embargo, esto no permite llamarlos, en sentido estricto, obras de arte.<br /><br />En la mayor parte de los casos la pornografía no tiene nada que ver con el arte. Marhantes sin conciencia persigue el propio provecho por todos los medios; pero hay que decir que también las obras de arte pueden ser obscenas. Tanto el arte hindú como el japonés proporcionan numerosos ejemplos, como lo hace también el arte europeo desde el renacimiento. ¿Y eso por qué? Son varios los motivos, que pueden derivar de la historia personal de cada uno y pueden también responder a un propósito de crítica social.<br /><br />El desnudo puede también dar la sensación de “obsceno”. Sólo que la consideración de obscenidad es una variable sociocultural. Baste una referencia a la cultura hindú: en la India, las representaciones que nosotros encontramos obscenas tienen un significado religioso. Dentro de nuestro mismo ámbito cultural hay oscilaciones históricas; el siglo XIX fue mojigato; hoy muchos de nuestros coetáneos parecen curados de espanto.<br /><br />Es manifiesto que al hombre, especialmente hoy, le resulta difícil adoptar, al respecto, un punto de vista racional y equilibrado. Por una parte, debemos referirnos a la oleada de estímulos sexuales que arrasa en nuestro tiempo; y, por otra, nos enfrentamos a un maniqueísmo de raíces profundas, que no se da sólo entre personas piadosas, aunque ese sea su campo preferido.<br /><br />El cristianismo debe afrontar aquí una pesada cargas histórica, ya que el maniqueísmo penetró profundamente en las iglesias. A ello contribuyeron grandes teólogos, y sobre todos, Agustín. Desde la época del renacimiento, que fue un abanderado de lo corporal y erótico, son precisamente los artistas, pintores y poetas, los que arremetieron con mayor ardor contra ese maniqueísmo cristiano, aunque evidentemente sin haber conseguido un éxito duradero.<br /><br />Cabe preguntarse, por qué a menudo los cristianos se muestran extraordinariamente tolerantes frente a las representaciones de la agresión (que en muchos casos llega al asesinato, la guerra y el sadismo), mientras que rechazan cualquier tipo de desnudo. También en los templos se encuentran representaciones de martirios, donde se exhiben casi con verdadero placer las crueldades más inauditas.<br /><br />La experiencia estética, como forma de conocimiento, es le medio que tenemos de entrar en contacto con el mundo que nos rodea. Se inicia a partir de una relación sensible con las cosas. Pero por experiencia entendemos, también, la comprensión de esas mismas cosas a través de nuestra reflexión sobre lo que se nos presenta.<br /><br />El concepto de estética procede del griego αίσθησις, que significa sensación; lo propio de los sentidos, es decir, lo referente a la sensación. Experiencia estética significa, pues, lo mismo que experiencia: el conocimiento que resulta del contacto con los objetos a través de la sensación.<br /><br />Kant, en la Critica de la razón pura dedicó su primera parte a la estética trascendental o ciencia de todos los principios a priori de la sensibilidad (espacio/tiempo). Baumgarten, en 1750, empleo el término de “estética” para referirse a la “ciencia de la percepción sensible”, es decir, de las condiciones de la belleza y de la expresividad de la obra de arte.<br /><br />Pero hoy, el concepto de estética se entiende de un modo más restringido, como la ciencia que trata de la belleza y de la teoría del arte, por lo que la experiencia estética expresa la relación del ser humano con las creaciones artísticas y, en general, con todo lo relacionado con la belleza.<br /><br />Los valores estéticos están incorporados a la obra de arte y sólo se pueden captar a través de ella. Por eso, la experiencia estética es siempre una experiencia que tiene que ver con la sensación porque requiere la presencia del objeto que la provoca; pero supone también una manera específica de contemplarlo sólo por él mismo, sin ningún otro tipo de interés.<br /><br />Por todo ello, Juan Luís Lorda afirma que “nadie es capaz de vivir bien con sólo desearlo. Hace falta, primero tener claro en qué consiste vivir bien, y después adquirir los hábitos necesarios para llevar a la práctica ese conocimiento. La buena intención de tocar el piano no es suficiente para llegar a ser un maestro y la buena intención de ser bueno o de no hacer daño a nadie tampoco es suficiente para ser efectivamente bueno y no hacer realmente daño a nadie” (Moral: el arte de vivir, Ed. Libros MC, Madrid, 1994, p. 23)<br /><br />Además, el objeto de la experiencia estética sólo llega a ser tal, cuando lo contemplamos de un modo especial, como algo más interesante de lo que simplemente es como objeto real. Un cuadro es un trozo de lienzo sujeto a unas varillas de madera, embadurnado de pintura y colgado de una pared. Y eso es lo que podemos ver en él cuando le limpiamos el polvo. Pero estéticamente eso no es el cuadro. Cuando lo contemplamos como obra de arte, vemos algo muy distinto a él.<br /><br />Lo mismo sucede cuando contemplamos la belleza de la naturaleza. Para que la naturaleza pueda ser objeto de contemplación estética, tenemos que transformarla en espectáculo. En ese momento no se la considera desde un punto de vista práctico, o como algo que se vaya a utilizar. Al observar “un paisaje” no pensamos nunca en un terreno en el que se pueden sembrar patatas o construir pisos. En el primer caso hablamos de un “huerto”, y, en el segundo, de un “solar”.<br /><br /><br /><br /><br />BIBLIOGRAFÍA<br /><br />Abarca Fernández Ramón R., Filosofía cristiana, Arequipa, 1992.<br />Abarca Fernández Ramón R., Vocabulario del nuevo enfoque pedagógico, Ed. Abedul, Lima, 2000.<br />Aguedo C. Humberto Arturuo, Educación en valores, Ed. Paulinas, Bogotá, 1998<br />Blázquez Feliciano, Diccionario de las Ciencias humanas, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1997<br />Borja Rodrigo, Enciclopedia de la política, Ed. Fondo de l Cultura Económica, México, 1998.<br />Bravo Francisco, Teilhard de Chardin, su concepción de la historia, Ed. 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Gema González Ferrera<br />gema.gonzalez@uca.es<br />Profesora de Sociología de la Empresa<br />Universidad de Cádiz<br />Para aproximarnos a algunos de los procesos que se están produciendo en la globalización habría que hacer una reflexiones previas, revisando críticamente conceptos y paradigmas instalados en una época caracterizada por el “pensamiento único”. Reflexionar sobre la contingencia del concepto trabajo en la sociedad industrial, sobre el papel de los sindicatos en la construcción y crisis del Estado del Bienestar es una manera de contrarrestar el discurso y las consecuencias de un modo de entender las sociedades y la globalización actual de la economía que peca, cuanto menos, de simpleza y monolitismo ideológico. Así, se exponen algunos materiales necesarios para articular un discurso más complejo y plural, como requiere la naturaleza del asunto.<br /><br />1. Sobre el concepto trabajo y la industrialización.<br />El nuevo orden social que irrumpe con el surgimiento del capitalismo industrial creó, a través de la denominada ética del trabajo, la concepción que tenemos en la actualidad sobre el trabajo, si bien ésta dista mucho de ser categórica e indiscutible, apareciendo como extremadamente plural y compleja, como corresponde a cualquier construcción social. “Lo que nosotros llamamos “trabajo” es una invención de la modernidad. La forma en que lo conocemos, lo practicamos y lo situamos en el centro de la vida individual y social fue inventada y luego generalizada con el industrialismo” (Gorz, 1995: 25)[1]. La ética del trabajo es, pues, un invento europeo.<br />No sólo las sociedades anteriores no estaban estructuradas alrededor del trabajo sino que “La antropología ofrece hoy abundantes materiales que muestran que en estas sociedades la noción de trabajo no tiene ni el soporte conceptual ni la incidencia social que hoy tiene en la nuestra. En primer lugar, se observa que su lenguaje carece de un término que pueda identificarse con la noción actual de trabajo: o bien cuentan con palabras con significado más restringido (que designan actividades concretas) o mucho más amplio (que pueden englobar hasta la actitud pensante o meditabunda del “chaman”). No existe en ellas una distinción clara entre actividades que se suponen productivas y el resto. Como tampoco atribuyen una relación precisa entre las actividades individuales que conllevan aprovisionamiento o esfuerzo y sus contrapartidas utilitarias o retributivas, habida cuenta que entre ambos extremos se interponen relaciones de redistribución y reciprocidad ajenos a dichas actividades” (Naredo, 2002:1)[2].<br />Ya el pensador judío Karl Polanyi advirtió en 1944 en “La gran transformación” que en las sociedades pre-modernas ni siquiera existía la economía, ya que ésta se encontraba inmersa en las relaciones sociales, sin posibilidad de deslinde. Por supuesto, los grupos humanos habían de procurarse el sustento pero en ningún caso, hasta el sistema capitalista, se trata de una actividad económica con reglas propiamente económicas de cálculo y beneficio (teóricamente universales como se defiende en la ciencia económica clásica).<br />Sustituyendo a las que ahora consideramos como pintorescas creencias del pasado[3], con la industrialización se comenzó a valorar el esfuerzo humano como creador de riqueza. A la vez, desechando otros factores de sociabilidad ya existentes, se presentó el trabajo como elemento central en la vida del ser humano, fórmula privilegiada a través de la cual conseguir la cohesión social, el desarrollo de las propias potencialidades y dar salida a la natural necesidad del ser humano de auto-expresarse a través del proceso y del resultado del proceso de su esfuerzo personal. Tal concepción abstracta distaba mucho (y dista todavía ahora para la mayoría de los trabajadores), como es sabido, de las posibilidades que el trabajo real podía ofertar a la mayoría de sus ejecutantes. Como explica Hanna Arendt (1993:17)[4] “la modernidad trajo consigo la glorificación teórica del trabajo cuya consecuencia ha sido la transformación de la sociedad en una sociedad de trabajo”.<br />El trabajo pasó, así, a ocupar un puesto central en la sociedad: primando sobre la familia, recluyendo a las mujeres en el ámbito de la reproducción (que pasó a ser secundario respecto al de la producción), separando el espacio vital del laboral, pero condicionando el proyecto vital: los derechos y obligaciones, el estándar de vida, sus relaciones, ocio, normas de propiedad... definiendo el estatus a ocupar por su ejecutor y, por tanto, su éxito o fracaso; punto de referencia a partir del cual se planificaban y ordenaban todas las otras actividades de la vida[5].<br />Es decir, el trabajo se configura como el elemento determinante para definir la identidad social. Los predicadores de la ética del trabajo decimonónicos insistieron en que el padre de familia tenía que cumplir en su hogar el mismo papel que los supervisores y capataces en la fábrica, como fórmula de asegurar el nuevo orden social que se quería construir[6].<br />El término trabajo raramente recoge la cantidad de situaciones en las que sus ejecutores consideran que eso es lo que están haciendo y, a la vez, también hay que resaltar “el desorden semántico que rodea al término trabajo; su uso incluye numerosos significados y plantea confusiones difíciles de aclarar”[7]. Las diferencias más importantes son claramente culturales por lo que hay un gran consenso en afirmar que “el trabajo en su descripción de contenidos, modos y fines está socialmente construido: no existe una cosa objetiva y permanente llamada trabajo. La diferencia entre trabajo y no-trabajo raramente se refiere al tipo de actividad. Más probablemente esa diferencia estriba en el contexto social que reconoce y acepta la actividad humana concreta, contexto que naturalmente varía espacial y temporalmente” (Pérez Adán, 1992: 87)[8]. El hecho de reconocer un proceso social como construcción nos permite no sólo aludir a su contingencia sino a su posible transformación.<br />También fue una novedad histórica convertir la fuerza de trabajo en mercancía. En el contexto ideológico del liberalismo económico, se suponía que, como cualquier otra mercancía, el trabajo vería fijado su precio por el mercado. Teniendo en cuenta que se derogó la abundante legislación existente sobre pobres, se privatizaron (incluso legalmente, con las Enclosure Acts en Inglaterra, por ejemplo) los terrenos comunales y se tomaron diversas medidas tendentes a impedir la subsistencia sin someterse al nuevo orden, el asalariado sólo contó con su fuerza de trabajo para su mantenimiento.<br />Es por ello que, objetivamente, en el mercado de trabajo, la oferta y la demanda no estaban en situaciones similares de poder para negociar (aunque no todos los colectivos tuvieran la misma fuerza o debilidad negociadora). A lo largo del siglo XIX, los trabajadores se organizaron en sindicatos para intentar compensar el poder que tenían los empresarios sobre sus condiciones de trabajo (y de vida).<br />El mercado de trabajo nunca ha funcionado como la economía clásica establecía, ya que, como multitud de autores han señalado, desde Marx hasta ahora, aunque se trate y se considere al trabajo como una mercancía, éste no puede comportarse como tal. Mientras que el propietario del capital puede separarse de su capital (éste puede “trabajar” separadamente), el trabajador no puede separarse de su capacidad de trabajar y no sólo le dedica la mayor parte del tiempo útil de su vida, sino que su ser y su dignidad se implican inexorablemente en el desempeño de su trabajo.<br />Por mucho que se proclame la autorregulación del mercado, el del trabajo tiene sus límites en la fatiga producida por el esfuerzo laboral y en los salarios, que no pueden bajar del mínimo que asegure la subsistencia. “La aparición del sindicato, al igual que los acuerdos y carteles entre empresarios para aumentar los precios, convirtieron la autorregulación de la economía de mercado en lo que realmente es: un mito con un contenido exclusivamente ideológico. Todos hablan contra los monopolios y a favor de la libre competencia, y todos se esfuerzan por eliminarla tanto como sea posible formando oligopolios, cuando no verdaderos monopolios” (Sotelo, 2002)[9].<br /><br />Conocidas son las durísimas condiciones en que se desarrollan las largas jornadas laborales de la primera industrialización. Los propios círculos conservadores menos reaccionarios proclamaban la necesidad de mejorar las condiciones laborales de la clase obrera para conjurar el peligro de la revolución. Una vez que ésta triunfó en la Unión Soviética, el peligro pasó de hipotético a real. A ello se sumó la Gran Depresión que vino a evidenciar, como mínimo, las enormes dificultades que tenía “la mano invisible del mercado” para regular el sistema.<br />Y, sin embargo, la etapa de entreguerras fue de agudización de “la lucha de clases” y de planteamientos radicales en las empresas: el enfrentamiento ideológico fue total y las posturas e intereses se consideraron irreconciliables. “El movimiento obrero en general y particularmente los sindicatos europeos consideran que el capitalismo es, por su propia naturaleza, un sistema explotador. En Europa se imponen los sindicatos inspirados en el marxismo o el anarquismo... Los sindicatos inspirados en otras ideologías son considerados “amarillos”. La huelga se asume como un medio para controlar el absolutismo de los empresarios”[10].<br />Como se sabe, después de la II Guerra Mundial, las clases medias y parte de la clase obrera siguieron apoyando a partidos políticos que, con una postura reformista, habían abandonado ya anteriormente (Eduard Berstein) la concepción marxiana del Estado, para visualizarlo como un posible instrumento de transformación de la sociedad. Al alcanzar éstos el poder político, iniciaron un proceso de reformas que desembocó en el Estado del Bienestar.<br />Los sindicatos contribuyeron a institucionalizar el conflicto laboral a través de la negociación colectiva. Una sociedad compleja, una sociedad que sabe más de sí misma, sabe que el conflicto ha de incorporarse a su planificación. Con ello, el conflicto se encauza y se somete a normas, deja de ser espontáneo y, por tanto, incontrolable. Los marxistas fueron contrarios a este planteamiento al entender que esto disuadía a los obreros de luchar por la revolución y les comprometía con el reformismo.<br />El Estado de Bienestar y los sindicatos alcanzaron, pues, su época de esplendor desde los años de reconstrucción posteriores al fin de la 2ª guerra mundial hasta la crisis de los 70. A esta etapa se la denomina habitualmente como keynesiano-fordista: a nivel político, preeminencia del Estado de Bienestar; a nivel productivo, fordismo. El poder de los sindicatos fue notable, ya que, en condiciones de casi pleno empleo (tal como había sido definido por Beveridge y Keynes), homogeneidad de condiciones laborales (que suponían intereses compartidos) y grandes concentraciones de trabajadores (que facilitaba la acción concertada), los trabajadores organizados en sindicatos pudieron negociar con los empresarios en condiciones menos desiguales.<br />La intervención normativa del estado keynesiano desarrollando las políticas sociales de bienestar así como el mayor poder negociador de los sindicatos supusieron una mejora notable de la situación laboral y vital de amplias capas de la población que ya no sólo veían asegurada su supervivencia, salud, educación, subsidios de paro y de vejez, etc. sino que también podían acceder al consumo de bienes anteriormente reservados a otras clases sociales (sociedad de consumo de masas), permitiendo asimismo la reproducción del sistema sin abocarlo a una crisis de subconsumo como muchos autores consideran que fue la de los años 30.<br />Se configura así un “auténtico círculo virtuoso que guía el crecimiento de las economías occidentales” ...el modelo taylorista-fordista promueve aumentos considerables de la productividad y un uso abundante de mano de obra en las grandes fábricas que conduce al pleno empleo. Éste garantiza que amplias franjas de la clase obrera entren en el proceso de salarización y dispongan de la posibilidad de consumir los productos que invaden el mercado. Los beneficios empresariales se acrecientan y con ello la inversión y las alzas salariales se orientan, por parte de los trabajadores, de nuevo al consumo”[11].<br />Es decir, se genera una situación de estabilidad de las relaciones industriales y de confianza en el futuro que ofrecía seguridad y estabilidad y permitía calcular y obtener unas consecuencias de las propias iniciativas. Cada mejora introducida en la vida de los trabajadores se saldaba con nuevas oportunidades de negocio y, por tanto, de empleo: el sistema de pagos a plazos permitía el acceso masivo a bienes secundarios, las vacaciones pagadas iniciaban el turismo de masas, etc.<br />El reconocimiento y posición que se otorgó a los sindicatos no tiene comparación con el que han tenido otras asociaciones de intereses. Ello se logró a cambio de integrar en el pacto capital-trabajo a la clase asalariada, protagonista de “la probablemente mayor contestación de un orden social que se ha dado en la historia”[12]. De hecho, la “cuestión social” por antonomasia fue desde los inicios de la industrialización, la cuestión obrera.<br />Como afirma Fausto Míguélez (2002:40)[13]: “Hay pactos sociales que garantizan paz social y alta productividad. Su traducción en el terreno económico y laboral es la consolidación de sistemas de relaciones laborales en los que hay tres actores principales: Estado, organizaciones patronales y organizaciones de trabajadores... ... Las organizaciones de los trabajadores ofrecen al sistema en su conjunto una paz social aceptable en la que, si bien hay conflictos y medidas de presión, éstas tienen lugar dentro de unos límites tolerables. Más en concreto, garantizan a las empresas productividad en incremento a cambio de una paulatina mejora de salarios y condiciones de trabajo. Los empresarios y las organizaciones patronales aceptan negociar las condiciones de trabajo con los representantes de los trabajadores, lo que les permite mantener controladas unas ciertas condiciones de competitividad. Al tiempo, mantienen un cierto compromiso implícito con sus sociedades locales de seguir invirtiendo, lo que facilita la creación continuada de empleo. Por su parte, el Estado garantiza no sólo políticas propicias al pleno empleo, sino sobre todo que éste tenga unas garantías mínimas. Es lo que solemos llamar la regulación del empleo. Pero, sobre todo, se mantiene dispuesto a invertir en ámbitos que, con frecuencia, la iniciativa privada no ocupa y que crean riqueza y, sobre todo, empleo”. Se plantea la polémica sobre si este capitalismo, obligado a reformarse ante la existencia de la alternativa comunista, es o no es ya capitalismo.<br />Se extiende la convicción de que el trabajo (ya regulado y convertido en empleo) mejora notablemente y que eso seguirá ocurriendo en el futuro, el cual se visualiza mayoritariamente como “sociedad del ocio” y del “dolce far niente”. En ella, la innovación tecnológica y las mejoras en productividad harán preciso que el esfuerzo humano deba aplicarse menos horas al día o bien menos días a la semana, o menos semanas al mes o menos meses al año, pero, en cualquier caso, se plantea claramente la expectativa de “trabajar menos”.<br />Aún no había aparecido la coletilla actual “para trabajar todos” ya que, en general, se consideraba que seguiría existiendo el pleno empleo y, de hecho, el compromiso del Estado en la consecución de éste se hace constar en las constituciones redactadas a lo largo del siglo XX.<br />Por supuesto el pleno empleo se refería principalmente a empleo seguro, estable, a tiempo completo... para los varones y preferiblemente blancos, como se encargó de denunciar el movimiento feminista o el de los negros. Por ello, y a pesar de las mejoras significativas conseguidas, el Estado del Bienestar no estuvo exento de críticas como las de los Nuevos movimientos sociales de los 60 que, resumidamente, podemos cifrar en:<br />. No se ha erradicado la pobreza (y la pobreza no es un asunto individual), ni a nivel planetario ni en el interior de los países desarrollados, ni se han eliminado las variadas formas de reproducir la desigualdad.<br />. La alienación permanece de una forma menos evidente, pero no por ello menos grave, a través de los mecanismos de integración de los ciudadanos a través del consumo.<br />. Se han consagrado papeles diferenciados y desiguales (los dos géneros y los grupos étnicos). Persiste la sociedad patriarcal y autoritaria.<br />. Los costos sociales del crecimiento económico se aprecian alarmantemente en el deterioro progresivo e irreversible del medio ambiente y sus secuelas sobre la salud (y sobre el costo de la atención sanitaria). Se denuncia el despilfarro y el esquilmo de los bienes comunes de toda la humanidad: agua, bosques, materias primas... a la vez que comienzan, a través de los primeros Informes al Club de Roma, a conocerse las limitaciones que deberían hacerse a ese tipo de crecimiento cuantitativo en función, al menos, de la contabilización de recursos conocidos.<br />. Predominio de puestos de trabajo sin cualificación real, repetitivos, monótonos, carentes de interés, que no permiten ni la autorrealización ni el crecimiento profesional.<br /><br />2. La crisis y la globalización.<br />La crisis del petróleo supone una primera sacudida que amenaza con romper abruptamente la imagen ideal de una economía mixta que trae seguridad, bienestar y prosperidad progresivas. La progresiva reducción de aranceles comerciales propiciada por los acuerdos de la Ronda Uruguay (y posteriormente la Organización Mundial del Comercio), la libertad de movimientos de capitales acordada por el Fondo Monetario Internacional, así como el abaratamiento de los transportes y las innovaciones tecnológicas (sobre todo en el campo de las telecomunicaciones) han supuesto una transformación radical en el funcionamiento del sistema económico.<br />Comienzan los ataques a las políticas de bienestar ante las dificultades de sostenimiento del modelo a largo plazo. Y la caída del muro de Berlín se interpreta como el triunfo definitivo del capitalismo (que vuelve a retomar su primitiva acepción), conformándose una explicación de la crisis que, ante la falta de respuesta demostrada por los defensores del estado de bienestar, aparece como la única posible. Es lo que, a pesar de contar con antecedentes históricos, se configura como “pensamiento único”.<br />La transformación del sistema económico ha tenido repercusiones sobre el empleo (del pleno empleo se ha pasado al desempleo masivo y permanente), los estados de bienestar, las formas productivas, la acción de los sindicatos...<br />A nivel productivo hay que destacar la irrupción progresiva de un nuevo modelo que, sin afectar a la concentración de capital típica de las compañías multinacionales, se configura (incluso jurídicamente) como una descentralización organizativa y productiva crecientes: la empresa red, fábrica difusa, “lean production”... un modelo de producción fragmentado y descentralizado en el que distintas partes de un producto se fabrican en distintos países (que compiten entre sí en la reducción de costes) y se ensamblan y comercializan en cualquier otro.<br />Resulta más barato producir componentes del producto a la manera “fordista” en fábricas instaladas en países de mano de obra muy barata (donde los sindicatos o no existen o apenas tienen fuerza) y ensamblar finalmente todos los componentes (incluso lejos del destino final) que producir en la vieja Europa “donde la empresa está obligada a pagar altos salarios y se ve atenazada por múltiples regulaciones e imposiciones del Estado que le restan eficacia” (así se ha construido por el neoliberalismo el discurso explicativo de la crisis, al margen de cualquier razonamiento ético o de responsabilidad social de la empresa con la comunidad gracias a la cual se ha desarrollado).<br />El progresivo éxito del modelo da lugar a los procesos de deslocalización, desindustrialización y reconversiones que han expulsado a decenas de miles de trabajadores especializados al paro de larga duración o a prejubilaciones. Multitud de producciones se han trasladado (o han pasado a imitarse a un coste muy inferior) a países asiáticos (y más recientemente a los de Europa del Este) dada la facilidad de desarrollar estas producciones en serie (o de “personalización en masa”) por la rapidez en el adiestramiento de los trabajadores en procesos de trabajos repetitivos y simples, al ser extrema la división del trabajo.<br />Únicamente aquellas producciones en las que el coste del transporte o el acceso a las materias primas les permitan un margen de rentabilidad incuestionable han podido mantenerse a salvo del “dumping social” que supone la competencia de esos países en los que la mano de obra no disfruta de prácticamente ninguna de las ventajas del Estado de Bienestar[14]. Ello explica el despegue industrializador del Sudeste asiático.<br />Esta interpretación no se comparte por muchos autores (por ej. Eddy Lee[15]) que señalan el hecho de que en la nueva división internacional del trabajo, el sector manufacturero representa una parte que rara vez excede del 20% del empleo en los países desarrollados del cual sólo una parte se adscribe a empresas intensivas en mano de obra. Asimismo, como demuestran los flujos de intercambios comerciales, tanto Norteamérica como la UE como Asia funcionan como economías cerradas en la medida en que el grueso de esos tráficos se produce dentro y entre las mismas. Navarro (2000: 36) apostilla[16].: “Es más, el comercio dentro de cada región ha crecido mucho más rápidamente que el comercio entre los tres bloques regionales”.<br />A ello hay que objetar, no obstante, las muchas maniobras ejecutadas por las transnacionales para eludir las normas aduaneras a fin de conseguir que los productos “made in the world” lleven la etiqueta made in “país que más prestigio tiene en este mercado” aunque en la realidad en ese último país apenas se haya llevado a cabo algo más que una acción meramente cosmética de última hora. Si además consideramos la creciente tendencia descrita, entre otros, por Manuel Castells hacia la creación de empresas virtuales, comprobamos que no es fácil seguir el rastro real de los intercambios no sólo financieros (que es el aspecto más conocido) sino comerciales.<br />Otra objeción hace referencia a la necesidad de contabilizar, asimismo, los servicios que las empresas manufactureras desarrollan y necesitan a su alrededor, por lo que consideramos que ésta es una investigación que requiere de múltiples esfuerzos para ser dilucidada, dada la importancia que el tema tiene.<br />Otro aspecto de la globalización con repercusiones sobre el empleo es el financiero. La globalización financiera se desarrolla con un incremento espectacular de los flujos y transacciones financieras, con predominio de movimientos altamente especulativos y búsqueda de plusvalías a muy corto plazo y con el máximo rendimiento, produciéndose una cierta autonomía de la economía productiva al obtenerse mayores rendimientos de la especulación financiera que de los rendimientos empresariales (la economía devorada por las finanzas).<br />Como es obvio, “Para que la actividad empresarial merezca continuar es necesario que el capital colocado en la empresa tenga al menos una rentabilidad superior a la de una inversión financiera sin riesgo. Y el único modo de lograrlo para unas empresas acostumbradas a unos tipos nulos o negativos en los años setenta es reestructurarse y reducir costes, en especial el salarial. Evidentemente, los planes de despido forman parte de esta adaptación”[17]. Ello explica que, a pesar de obtener ganancias, pueda peligrar el futuro de una empresa porque lo que resulta preponderante es que el tipo de interés sea o no superior a la rentabilidad del capital en la empresa. Si es superior, los accionistas demandarán una reducción de costes ante el peligro de que sus acciones se hundan.<br />Y la reducción de costes se está haciendo, invariablemente, por el lado salarial ya que el factor trabajo es el más controlable para la empresa. Como afirma Miguélez[18]: “La realidad es que hoy las empresas pueden controlar mucho menos que en el pasado factores como el mercado y la tecnología. En el control de dichos factores los Estados nacionales y las relaciones de predominio de muchos de éstos (los centrales) sobre otros (los periféricos) jugaban un papel primordial en el pasado. Pero muchos Estados no pueden “proteger” tan eficazmente a sus empresas, aunque otros sí lo siguen haciendo. Por otro lado, las empresas mismas, excepto si son multinacionales –y aun éstas en menor medida que antes-, tienen mayores dificultades que en el pasado para garantizarse mercados y el uso en exclusiva de ciertas tecnologías. Por ello el trabajo se convierte en el factor más controlable”.<br />Ahora bien, como advierte Juan José Castillo (1998: 108)[19]: “cada vez está más documentado que la mejora de costes interna de las empresas, que se suele asociar con la introducción de nuevos modelos productivos, especialmente lo que se ha dado en llamar <producción>o <modelo>, se hace, en muchas ocasiones, exteriorizando costes. Costes colectivos que, por su difícil evaluación escapan fácilmente a la mirada del sociólogo apresurado. La producción ligera (maigre) dentro de la fábrica se hace <pesada>(gourmande) en el exterior, a costa de todos”.<br />La competencia a nivel internacional se hace insoportable a veces incluso para grandes empresas que pocos años atrás parecían gozar de un futuro asegurado. Ante las amenazas de cierre de plantas productivas, gobiernos de diferentes ideologías han ido plegándose a las peticiones de los grandes conglomerados económicos que se han ido formando a través de absorciones, fusiones[20]... Las grandes transnacionales “negocian” con los diferentes gobiernos tanto una política fiscal favorable como la desregulación del mercado de trabajo (o su flexibilización, con la excusa de no frenar la competitividad de las empresas en ese mercado internacional de altísimo riesgo). Como se señala a menudo: “si hay algo peor que ser barrido por las supertransnacionales es ser ignorado por éstas”. Así, los gobiernos entran a competir por atraer inversiones: rebajas de la fiscalidad de las empresas, desregulaciones del marco jurídico del trabajo...<br />Mientras las recomendaciones de la OMC o el FMI se convierten en normas de obligado cumplimiento (¿cómo no hablar de la pérdida de soberanía de los estados-nación?), las normas de la Organización Internacional del Trabajo no entran en el juego de la globalización. Y no sólo se impone como imprescindible para mantener la competitividad empresarial la flexibilización del trabajo, sino que se ataca a los sindicatos como culpables de esa falta de competitividad debido a sus excesivas exigencias.<br />La internacionalización de la economía deteriora la eficacia del Estado del Bienestar para controlar la economía nacional. Es la tesis defendida por Giddens o por John Gray a la que Vicenç Navarro opone algunas consideraciones de interés pero que, bajo nuestro punto de vista, no niegan la mayor.<br />Navarro entiende que las empresas transnacionales, lejos de forzar a los gobiernos a seguir políticas que interesen a éstas, dependen de los estados en que se ubican siendo condicionados por éstos en sus sistemas organizativos, de financiación, de personal, redes de influencia... Se apoya, entre otros casos, en la (por otro lado tradicional) consideración del gobierno estadounidense de turno por los intereses de sus grandes empresas. No está de más recordar que el peculiar sistema de lobbys estadounidense hace que sean los sucesivos gobiernos los deudores de las empresas y no al revés.<br />La política está supeditada al logro de los votos necesarios para gobernar pero para contar con todo el apoyo mediático (que, en función de sus múltiples alianzas económicas, tiene unos intereses globales concretos) debe actuar como viene haciéndolo: liberando al mundo del capital de las ataduras que pretendían remediar la libertad del zorro en el gallinero.<br />A las dificultades del estado-nación por controlar su economía hay que sumar el cambio en las condiciones demográficas y de modelo familiar hegemónico que se suceden desde el asentamiento y consolidación del Estado de Bienestar.<br />La mayor esperanza de vida de la población supone el pago durante más años de las pensiones de jubilación así como el incremento de la asistencia médica a esa población, aumentando los gastos en pensiones y sanidad, tradicionalmente los dos apartados más onerosos de las partidas presupuestarias. El modelo familiar más general en los años 60, familia biparental con un solo perceptor de rentas empleado en condiciones de estabilidad en grandes unidades de producción da paso a situaciones heterogéneas en las que predomina el deseo/necesidad de incorporación femenina a un empleo que adopta multitud de formas posibles más o menos precarias. Como consecuencia del paro y la precariedad, hay menos cotizantes a la seguridad social, así como más gastos por el mismo concepto. Más gastos y menos ingresos: el sistema se hace progresivamente insostenible con los mismos parámetros de partida.<br />Se interpreta la progresiva crisis fiscal del estado del bienestar como demostración de la inviabilidad del modelo. La consecución del déficit cero se convierte en el nuevo El Dorado a perseguir. El Estado de Bienestar “adelgaza” privatizándose servicios públicos, reduciendo la cobertura de los servicios sociales...<br />La explicación neoliberal de la crisis, sobre todo a partir de la caída del muro de Berlín, es la que triunfa, convirtiéndose en lo que algunos autores han denominado el “pensamiento único” por la falta de alternativas (e incluso de interpretación de la crisis) demostrada por los defensores del Estado de Bienestar. Se asiste así a una relegitimación del mercado y a una reafirmación de la ideología empresarial con la consiguiente revalorización de la figura del empresario como creador de riqueza y empleo. En paralelo a este vuelco ideológico se produce la desestructuración de las ideologías sindicales sobre las que se hablará más adelante [21].<br />Los políticos de todos los colores quedan inevitablemente condicionados por este dogma ideológico, aceptando como inexorable esta nueva globalización porque, como afirma Ludolfo Paramio “poner en duda el futuro de la globalización es probablemente lo más arriesgado que puede hacer un gobernante –o aspirante a serlo-... pues implica falta de fe en el mercado y, por tanto, escasa voluntad de defender su lógica ante presiones políticas o de otro tipo. Los políticos ya han aprendido que deben cuidarse muy mucho no ya de hacer, sino de decir algo que pueda provocar la desconfianza de los mercados”[22].<br />Se reemplaza así el discurso de que es el trabajo el que crea valor; aquella forma de ver el mundo que llevaba a que Miguel Hernández en su poesía “Aceituneros” a la pregunta de “¿quién levantó los olivos?” contestara que no los levantó la nada, ni el dinero ni el señor sino la tierra callada, el trabajo y el sudor. Parece olvidarse que, aunque muchos procesos productivos estén prácticamente automatizados y ofrezcan unos índices de productividad infinitamente superiores a los que permiten el esfuerzo humano, la base de esa tecnología está en el trabajo y el conocimiento humanos. El conocimiento y la creatividad sin apenas capital ahora puede comprar componentes de capacidad global (consultoría de gestión, asesoría legal...), producir riqueza y obtener éxito; el capital sin conocimiento tiene muchos más límites. Y así, El Roto puede hacer decir a uno de sus inefables capitalistas “¡Pues claro que suben los precios! ¿Qué creíais que era si no, la riqueza?”.<br />El discurso sobre los fallos del mercado (crisis de los años 30) y los costes sociales del crecimiento económico (polución y deterioro del medio ambiente, desertificación, posible agotamiento de recursos naturales...) se ve sustituido por el discurso de los efectos perniciosos de la intervención del Estado. A la cultura solidaria, igualitarista y a la propuesta utópica, lúdica y altruista le sucede una cultura individualista, de defensa, de repliegue y resignación, la apología del presente, el hedonismo y la propuesta del “sálvese quien pueda”; al discurso sobre la equidad, la igualdad y la justicia le sustituye el del crecimiento económico, la libertad de mercado y la eficiencia. Al de la prolongación de los derechos de la ciudadanía, en la búsqueda de la ciudadanía total, la merma de proyectos colectivos, el discurso de los derechos de la propiedad y la relegitimación del cálculo económico como regulador de la acción social.<br />Se privatizan los centros de poder: medios de comunicación, ciencia, dinero... Se difunden e interiorizan los valores del individualismo, el mérito y el ascenso así como del fracaso de cualquier salida colectiva, haciendo no solo creíble sino consiguiendo hacer interiorizar la máxima de que “si no triunfas es porque o no vales lo suficiente o no te esfuerzas lo imprescindible”.<br />En resumen, a los nuevos movimientos sociales de los años del boom económico, con una visión contracultural y totalizante y que insistían en las necesidades post-materiales, les suceden desideologización, despolitización [23], anomia, movilizaciones fragmentadas y dispersas y repliegues individualistas del yo (Alonso, 1991:71-98) [24].<br />Susan George [25] interpreta así el cambio acaecido: “... una explicación para el triunfo del liberalismo y los desastres económicos, políticos, sociales y ecológicos que lo acompañan es que los neoliberales han comprado y pagado su propia “Gran Transformación” viciosa y regresiva. Han comprendido, como no lo han hecho los progresistas, que las ideas tienen consecuencias. Comenzando con un pequeño embrión en la Universidad de Chicago con el economista-filósofo Friedrich von Hayek y sus estudiantes como Milton Friedman en su núcleo, los neoliberales y sus sostenedores han creado una inmensa red internacional de fundaciones, institutos y centros de investigación, publicaciones, intelectuales, escritores y mercenarios de las relaciones públicas para desarrollar, empaquetar e impulsar implacablemente sus ideas y su doctrina”.<br /><br />3. La crisis del sindicalismo ¿moderno?<br />Hemos visto que se ha producido una profunda transformación tanto en el sistema económico (crisis, globalización, intensificación de la competencia internacional, deslocalización de empresas, desindustrialización en Europa...) como en el mercado de trabajo: desempleo masivo, de larga duración y persistente, introducción de múltiples formas de contratación (flexibilidad), desregulación, fragmentación del mercado de trabajo: el “central” con contrato estable, posibilidades de promoción y cualificación[26] y el “periférico”: temporal, inestable, precario, carente de una línea constructora de un itinerario profesional, incapaz de aportar identidad), heterogeneidad de intereses, descentralización de la negociación colectiva, elevada rotación laboral...<br />Esa fragmentación o dualización de la clase trabajadora significa no sólo intereses diferenciados (incluso contrarios en ocasiones) sino desideologización, destrucción del ideario sindical y de la conciencia colectiva. Cualquier dinámica colectiva exige unos valores y una conciencia compartida. Pero ¿dónde están los intereses comunes? Los trabajadores sindicados (los fijos) demandan la defensa de sus intereses y, en muchas ocasiones, los sindicatos han conseguido mejoras para ellos que han ido en detrimento de los salarios de los temporales o bien de no realizar nuevas contrataciones. Así, aumenta la desconfianza ante los sindicatos.<br />El ex ministro de Trabajo socialista José Antonio Griñán expresó en una intervención en la Comisión de Política Social y Empleo del Congreso de los Diputados, el 19 de mayo de 1997, su temor de que "puede ocurrir que el conflicto histórico de clases se vea en el futuro sustituido por un conflicto entre las personas, cada vez menos, que trabajan en los sectores de alta productividad con mejores condiciones de trabajo y las personas, cada vez más, que trabajan en sectores de baja productividad con pésimas condiciones de trabajo".<br />Al problema de la división de los intereses de los trabajadores ante posibles respuestas colectivas hemos de sumar ahora también la progresiva “americanización” (o “Mcdonalización” según la terminología de Ritzer[27]) de una parte minoritaria (de momento) de la justicia española que, ensimismada en la ley queda fuera de la realidad y culpabiliza a las víctimas de la creciente siniestralidad laboral por no exigir a sus contratadores el cumplimiento de las medidas de seguridad[28]. En palabras de Marcos Peña, inspector de Trabajo, “un muerto en el trabajo vale 20 veces menos (más de 20 veces menos) que un muerto en la carretera”[29].<br />Como consecuencia de los factores comentados y de las sucesivas desregulaciones del mercado de trabajo, los colectivos que están al margen de los sindicatos (parados, inmigrantes, trabajadores en la economía sumergida, a tiempo parcial, eventuales, subcontratados, a domicilio...) aumentan progresivamente. Miguélez considera que “... los inseguros tienen razones para pensar que, en un universo empresarial cada vez más antisindical, les conviene aplicar estrategias individuales de permanencia y mejora en el empleo más bien que estrategias colectivas”[30]. En estas condiciones, la labor sindical se torna extremadamente difícil. Además, los sindicatos han tardado mucho en darse cuenta de su inadaptación a las nuevas situaciones.<br />Como afirma Castells “¿cómo organizar a los trabajadores, cuyas condiciones de trabajo, empleo, sueldo y protección social son individualizadas? Si el trabajo es local y el capital global, ¿cómo actuar sobre una empresa si la respuesta puede ser el cierre y la reinversión del capital en otra región, en otro país o en otro continente?”[31].<br />Sus interrogantes son varios: plantear “un debate social y político sobre las nuevas formas de organización económica, social y política, buscando un modelo que garantice la conexión entre productividad, competitividad, reparto de la riqueza y bienestar social en las nuevas condiciones tecnológicas”[32]; centrarse en la defensa de todos los trabajadores, estén afiliados o no (y fundamentalmente de quienes están en peores condiciones, por ej. las mujeres que, ante la pasividad real de los sindicatos, son utilizadas como ejército de reserva), o en una política de defensa de los intereses de los afiliados (que son quienes cotizan al sindicato). Esta última estrategia ha configurado un círculo vicioso que ha ido debilitando a los sindicatos y ha debilitado, aun más, la situación de los trabajadores más en precario.<br />Castells propone asimismo redefinir el sistema educativo de arriba abajo, adaptándolo a las necesidades de un sistema productivo basado en la capacidad de procesar información. Lo cual implica el desmantelamiento de la formación profesional, enfocada a las calificaciones requeridas a corto plazo, y por tanto rápidamente obsoletas, sustituyéndola por una integración entre educación y trabajo constante a lo largo de la vida profesional.<br />A pesar de las objetivas dificultades que encuentra la acción sindical en la actualidad, hoy por hoy y, a pesar de sus limitaciones, el sindicato es el principal mecanismo con el que se cuenta en nuestra sociedad para defender los derechos adquiridos. Pero se impone un cambio de estrategia sindical que algunos autores cifran en la fórmula popularizada en el pensamiento ecologista: “piensa en términos globales y actúa a nivel local” conservando el ideario de justicia y solidaridad que está en el origen de su existencia. Desde esta postura básicamente ética se hace ineludible la referencia a la situación del Tercer Mundo. Pero ¿es ésta una referencia habitual en el discurso de los sindicatos? ¿No están demasiado lastrados por el corto plazo (racionalidad impuesta por la globalización) y la rutina?<br />“...el cortoplacismo ha ocupado el centro de las relaciones económicas, poniendo en cuestión cualquier construcción ética porque, en realidad, la ética siempre guarda relación con la forja del êthos, del carácter, y el carácter se forja siempre contando con el medio y el largo plazo. Ir creando actitudes en las personas y en las organizaciones exige tomar decisiones orientadas por valores que trasciendan la coyuntura. Las reglas pueden servir para plazos más cortos, no así los valores de libertad, igualdad, responsabilidad, solidaridad, que trascienden el momento y por eso lo orientan. Resolver la crisis de una empresa desde la solidaridad de sus trabajadores, como fue el caso paradigmático de Volkswagen, exige unos vínculos fuertes de solidaridad entre los trabajadores que no han podido crearse sino en un plazo medio o largo. Y justamente la contingencia, el cortoplacismo, la debilidad de los vínculos, que a menudo vienen a ser la traducción del vocablo “flexibilidad”, diluyen el potencial de solidaridad que un día fue emblemático de la clase trabajadora, siembran la desunión entre los que, a fin de cuentas, tienen que bregar por su propia subsistencia”[33].<br />No es tarea fácil esta a la que se enfrentan los sindicatos. Pero son muchas ya las voces, incluso de personas nada sospechosas de actitudes críticas por su integración en los mecanismos de poder que reclaman una vuelta de tuerca a esta realidad[34].<br />En la misma dirección, Cortina y Conill[35] opinan que “...no deja de resultar ilustrativo que incluso desde sectores que optaron por la productividad, la flexibilidad traducida en vulnerabilidad, el consumo y el riesgo, la contingencia y la ironía[36], se alcen voces aconsejando prudencia. La “norteamericanización” de la vida, que comprende todos estos valores, no produce cohesión social, no reduce la anomia ni genera confianza, reduce el compromiso cívico y debilita los vínculos sociales. Y sucede que en una sociedad fragmentada y desconfiada no funciona bien la economía, menos aun la democracia”.<br />A estas alturas de aplicación de recetas neoliberales se hace insostenible esta situación en la que, habiendo aumentado tan notablemente la riqueza, en Europa no se ha conseguido crear empleo (y el que se ha creado es inestable, precario...) y se han degradado ostensiblemente las condiciones del empleo (y su correlato en aumento de las desigualdades sociales).<br /><br />4. La eterna pregunta, la clásica, la que no pueden responder todos nuestros mágicos avances tecnológicos: ¿a dónde vamos?<br />¿Hacia donde va el trabajo? Una vez que la máxima de que sólo con un empleo se puede sobrevivir, ¿cómo seguir dejando en manos del caos del mercado algo tan importante (en realidad, lo único importante) como es la absoluta definición de cómo hay que vivir, qué hay qué hacer durante la mayor parte del tiempo útil de una persona, qué tiempo nos queda para los vínculos más elementales de la vida: nuestros padres[37] ; la construcción de un hogar, de un verdadero hogar en el que se puedan transmitir, viviéndolos, los valores universales, aquellos que a lo largo de los siglos se han configurado como los que promueven la convivencia y la cohesión social así como el verdadero gozo individual. Todas esas aspiraciones altruistas que han configurado el núcleo del humanismo y de las más bellas utopías que hemos sido capaces de construir los seres humanos.<br />Como decía uno de nuestro clásicos de la sociología (Rocher, 1987:165)[38]: “La adaptación de una persona a su entorno social quiere decir... que ha interiorizado suficientemente los valores, los modelos y los símbolos de su medio ambiente; que los ha integrado en la estructura de su propia personalidad en la medida suficiente para comunicar y comulgar fácilmente con los miembros de las comunidades de las que forma parte, y funcionar con ellas y en medio de ellas, de modo que quepa decir de esa persona que pertenece realmente a tales colectividades. De ahí que, para que haya adaptación a un medio social, sea necesario que todas las personas pertenecientes al mismo ofrezcan entre sí un cierto denominador común, es decir, unos modelos, unas normas, unos valores y unos símbolos compartidos por todos y que les permitan participar de las mismas identidades colectivas”.<br />Pero la aceleración del cambio social a la que aludía Salustiano del Campo (¡en 1969!)[39], promete más anomia y más conflictos de valores. Se echa de menos la educación aristotélica que abominaba de la acción por el interés. Ya otro gran, enorme clásico, Weber advertía en su Historia Económica General (¡en los albores del siglo XX!) de la descomposición de las viejas relaciones de carácter piadoso cuando el cálculo penetra en el seno de las asociaciones tradicionales.<br />Y siguiendo sus acciones –que no sus recomendaciones- no podemos dejar de lado ni nuestros valores humanísticos ni la necesidad de reivindicarlos en pos de una pretendida neutralidad científica. Un mundo en el que la mayor parte de su población sufre carencias gravísimas no permite ser neutral. Y ello requiere despojar de sus velos embriagadores el discurso que justifica tales desmanes.<br />No es cierto que el egoísmo guíe históricamente la acción de los individuos. El individualismo ha aportado logros importantes para el desarrollo de muchas de nuestras potencialidades. Pero hay que recuperar el altruismo que la comunidad imbuía en el individuo. Gil Villa (2002: 54)[40] nos recuerda la pérdida de “...la idea de deber social que tenían las personas de auxiliar a un <pobre>, una persona cuya trayectoria había sido atacada por un destino aciago, ... y que, como explicaba la Biblia (que hasta no hace mucho sustituía el saber especializado de los científicos sociales), podía ocurrirle a cualquiera, incluso a alguien que ha tenido éxito –como narra el caso de Job-”. El paréntesis de la cita se ha añadido al texto original.<br />Pero de momento, como dice, entre otros Rifkin[41], asistimos a la mercantilización de todo. Leemos en los titulares de los periódicos: “Los estudiantes creen que no les forman para afrontar un empleo”. Y parece que las universidades han de entonar un mea culpa vergonzante mientras apenas se oyen voces que recuerden que ya bastante colabora el aparato educativo en la interiorización de las normas de la construcción social resultante de nuestro último devenir histórico. Se habla en términos que implican la necesaria subordinación de las universidades a los intereses de la producción. Pero como dice, entre otros, Félix de Azúa, la universidad no debe estar para crear súbditos de multinacionales, sino para formar ciudadanos.<br />A pesar de la crisis del Estado-nación sobre la que hemos hablado anteriormente, tampoco hay duda sobre el gran ámbito de aspectos de la vida cotidiana sobre la que los gobiernos tienen el poder de condicionamiento. Para bien y para mal. Y parece que haya pasado la época de los grandes políticos, aquellos políticos sensatos, prudentes, cultos, que a pesar de la Guerra Fría ni ignoraban ni olvidaban las enseñanzas históricas.<br />Como afirma Gabriel Jackson [42]: “Lo que resulta diferente hoy no sólo es que existe una única superpotencia, sino que dicha superpotencia está dirigida por un hombre que no sabe nada de historia ni de economía... ¿qué persona que piense en el futuro humano puede observar con calma el daño inmenso que ha hecho ya este hombre: el rechazo del tratado sobre misiles antibalísticos, la única limitación seria de armas que ha existido nunca; los anuncios repetidos, tanto a amigos como a enemigos, de que o están con nosotros o están contra nosotros; el desprecio por la ONU, el desprecio por “la vieja Europa”; el rechazo de un tribunal internacional si no promete dejar en paz a todos los ciudadanos estadounidenses; el rechazo a Kioto porque exigiría a la industria de Estados Unidos unos esfuerzos que ya se han llevado a cabo en la “la vieja Europa” y Japón... las bellas palabras sobre el libre comercio en un mundo globalizado, que se contradicen descaradamente con los nuevos aranceles para proteger la agricultura estadounidense...”.<br />Parece que haya llegado la hora de construir una nueva utopía, la que corresponde a estos tiempos en los que conviven sobre el planeta mundos tan diferentes: proyectados a través de satélites de comunicaciones unos, anclados en la prehistoria otros.<br />Una sociedad civil que aspire a sacar lo mejor de sí misma, mirando hacia delante, hacia todos esos nuevos desafíos pero también mirando hacia atrás. Sin desperdiciar la enorme sabiduría acumulada y desechando lo que se contrasta que no sirve (pero lo que no sirve ¿para qué?). Poder comparar para evaluar en qué se gana y en qué se pierde. Y pararnos a reflexionar sobre lo que es secundario y lo que es prioritario.<br />Y el modo en que el trabajo ocupa nuestras vidas, es un asunto prioritario. No es aceptable ni su vulnerabilidad, ni su precariedad, ni el excesivo marco de nuestra vida que ocupa, como nos recuerdan las grandes filósofas Dominique Mèda o Adela Cortina. “La productividad, el riesgo, la vulnerabilidad, la inseguridad y la ironía son importantes “para que la economía funcione”. El compromiso cívico, los valores de responsabilidad, confianza y lealtad cohesionan a los ciudadanos, constituyen el capital social de los pueblos, hacen que la democracia y la economía funcionen mejor”[43].<br />Hay que construir un nuevo paradigma. Juan José Castillo (1999:10)[44], muy lúcidamente, lo plantea así: “las Ciencias Sociales del Trabajo tienen que ser capaces de mostrar, contra las ideas hechas... que las posibilidades de organizar el trabajo y la vida, el tiempo disponible que decía Marx, son hoy más ricas que nunca. Todo lo contrario de lo que las políticas empresariales quieren hacernos creer justificando un trabajo degradado, preámbulo de biografías rotas por doquier, como una imposición del mercado y de su supervivencia (la de las empresas). La <flexibilidad>debe comenzar por colocar en el punto de mira, en el horizonte, el desarrollo, el despliegue de todas las capacidades de las personas, la felicidad de la mayoría como objetivo posible y razonable. Eso es lo que hay que sostener y fomentar”.<br />Y, como en las viejas y sabias tradiciones, nuestra felicidad no puede fundamentarse en trivialidades, ni juguetes, ni cuentos, no al menos en nuestras vidas de adultos. Nuestra felicidad depende de la de nuestros próximos y de la de quienes no nos son tan próximos. “...la vieja idea según la cual, a estas alturas de crítica con la cultura del materialismo, cada vez quedará más claro para más gente, en el futuro próximo, que la felicidad individual, siendo el objetivo universalmente reconocido, no se puede obtener en un contexto en el que se está rodeado de sufrimiento ajeno. La idea según la cual yo no puedo ser del todo feliz si no contribuyo a hacer a alguien que no soy yo un poco más feliz, evitando su sufrimiento, debe recomponerse en un equilibrio, siempre difícil de lograr, entre el egoísmo y la lucha contra el sufrimiento ajeno. Un equilibrio por el que hay que luchar cada día”[45].<br />Más de 20 años de políticas neoliberales (que prometían prosperidad para todos), han aumentado inequívocamente la desigualdad. Los niveles de pobreza se pueden baremar de muchas maneras. Los índices de riqueza también. Nos pueden convencer con datos muy objetivos de que el nivel de vida en China ha subido espectacularmente. Pero habrá que escuchar a la voz popular que sabe que las cifras hay que creérselas a medias. Algo dicen y algo esconden. Muchas de las mayores fortunas del mundo se están gestando allí: la hasta ahora no resuelta cuestión de la distribución.<br />Pero los índices de desarrollo humano del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) nos informan, año a año, de que esta globalización acelera y ahonda vertiginosamente el foso de las desigualdades entre el norte y el sur, el centro y la periferia. Todos sabemos que la muerte por hambre y sed de nuestros congéneres, en la misma Tierra que alberga sociedades despilfarradoras, es un atentado a nuestra dignidad como seres humanos.<br />En un inspiradísimo artículo titulado “Dios” que publicó Vicente Verdú en El País aludía al hecho de que, con datos del PNUD de 1997, con la fortuna de los siete mayores capitales del mundo se podía erradicar la pobreza en el año 2000. Según el acelerado ritmo de concentración de la riqueza que hay, Verdú suponía que estaba cerca el día en que nadie dudaría de la existencia de Dios al poder estar en manos de una sola persona la solución de tal problema.<br />Pero además no sólo es la pobreza un asunto a erradicar, sino tantos otros problemas que no existirían caso de que se cumplieran las normas que el occidente civilizado nos dimos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos[46], en las Constituciones nacionales... las mutilaciones, los castigos físicos, la explotación sexual, la falta de libertad, la inmigración, las nuevas formas de esclavitud, el desarraigo y la pérdida de apoyo familiar... esas biografías rotas son lacras con las que no debemos seguir coexistiendo.<br />Otros mundos son posibles. Y tenemos que construirlos.<br />Y habría que recordar los principios del mejor liberalismo ilustrado: ese que abogaba por la libertad civil del individuo[47], las libertades constitucionales y económicas[48], los derechos de las minorías, la permisividad moral...<br />________________________________________<br />[1] Gorz, A.: Metamorfosis del trabajo, Madrid, Sistema, 1995.<br />[2] Naredo, J.M.: “Configuración y crisis del mito del trabajo” en Scripta Nova, Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Vol. VI, núm. 119 (2), 1 de agosto de 2002.<br />[3] Como reseña Santos Ortega: “Antes nada se consideraba que fuera producido por el hombre; las riquezas se veían bajo el prisma de las mitologías como fruto de un maridaje entre el cielo y la tierra, integrado dentro de la visión organicista y animista entonces dominante. Dentro de esta visión organicista, todas las cosas del mundo se consideraban, de una manera u otra, dotadas de vida: esta abarcaba tanto al reino animal y vegetal como al mineral”. Santos Ortega, J.A.: Sociología del Trabajo, Valencia, Tirant lo Blanch, 1995, pág. 49-50.<br />[4] Arendt, H.: La condición humana, Madrid, Paidós.<br />[5] Bauman, Z.: Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Barcelona, Gedisa, 2000, págs. 34-35.<br />[6] Bauman, Z. (2000): op. cit., pág. 36: “Si la sujeción de la población masculina a la dictadura mecánica del trabajo fabril era el método fundamental para producir y mantener el orden social, la familia patriarcal fuerte y estable, con el hombre empleado (“que trae el pan”) como jefe absoluto e indiscutible, era su complemento necesario”.<br />[7] Santos Ortega, J.A.: op. cit.; pág. 36.<br />[8] Pérez Adán, J.: “Trabajo y sociedad” en Nemesio, R., Pérez Adán, J. y Serra, I.: Organización y trabajo. Temas de sociología de la empresa. Valencia, Nau Llibres, 1992, cap. 4.<br />[9] Sotelo, I.: “Un desempleo perpetuo”, en El País, 22.10.2002<br />[10] Sarriés, L.: Sociología de las relaciones industriales en la sociedad postmoderna, Zaragoza, Mira, 1993, pág. 93.<br />[11] García Ferrando,M., Poveda, M., Sanchís, E. y Santos, A.: “Trabajo y ocio en la sociedad contemporánea” en García Ferrando, M. (coord.): Pensar nuestra sociedad, Valencia, Tirant lo Blanch, 1995, pág. 325.<br />[12] Prieto, C.: “Trabajo y orden social: de la nada a la sociedad de empleo (y su crisis)” en Revista Política y Sociedad, nº 34 , monográfico Qué es el empleo, mayo-agosto 2000, pág. 27.<br />[13] Miguélez, F.: “¿Por qué empeora el empleo?” en Revista Sistema 168-169: La degradación del trabajo, julio 2002, pág. 40.<br />[14] Sabel,, Ch.: Trabajo y política: la división del trabajo en la industria, Madrid, Mº de Trabajo y S.S., 1986, cap. 5. “¿El final del fordismo?”.<br />[15] Lee, E.: “Mundialización y empleo: ¿Se justifican los temores?” En Revista Internacional del Trabajo, vol. 115 (1996), núm. 5, pág. 530<br />[16] Navarro, V.: “¿Están los Estados perdiendo su poder con la globalización?” en revista Sistema 155-156 El legado de Keynes, abril 2000.<br />[17] Fitoussi, J-P.: “¿La Bolsa o el empleo?” en El País 10.6.2001, pág. 16.<br />[18] Miguélez, F.: op.cit. pág. 44.<br />[19] Castillo, J.J.: A la búsqueda del trabajo perdido, Madrid, Tecnos, 1998.<br />[20] Susan George: en su conferencia “Una breve historia del neoliberalismo: veinte años de economía de élite y de oportunidades emergentes para el cambio estructural” pronunciada en la Conferencia sobre Soberanía Económica, Bangkok, marzo de 1999, disponible en http://www.ugt.es/globalizacion/susan1.htm afirma que de “dos tercios a tres cuartos de todo el dinero denominado “Inversión Extranjera Directa” no se dedica a inversiones nuevas para la creación de trabajo sino a las Fusiones y Adquisiciones que casi siempre invariablemente resultan en pérdidas de empleos”.<br />[21] Bilbao, A.: Obreros y ciudadanos. La desestructuración de la clase obrera, Madrid, Trotta.<br />[22] Paramio, L. “¿Hasta cuando la globalización?” en El País, 25.7.2001.<br />[23] A la que no es ajena la conversión de los partidos políticos en “máquinas de ganar votos” que han de centrarse para llegar al poder, perdiendo, por tanto, alguna de sus señas de identidad tradicionales.<br />[24] Alonso, L.E.: “Los nuevos movimientos sociales” en Vidal-Beneyto J. (Ed.) España a debate. II La sociedad. (coord.: Miguel Beltrán), Tecnos, Madrid 1991.<br />[25] George, S.: op.cit.<br />[26] pero sometido a procesos de fuerte intensificación del trabajo, víctimas propicias para el estrés y las nuevas enfermedades mentales. Ver el artículo “El estrés, una `no enfermedad´ muy cara” de Pablo X. Sandoval en El País de 26.1.2003, págs. 30-31: El estrés es un problema de adaptación a nuestro entorno que está en el origen del 50% de todas las bajas laborales de la Unión Europea.<br />[27] Ritzer, G.: La Mcdonalización de la sociedad: un análisis de la racionalización en la vida cotidiana, Barcelona, Ariel, 1996.<br />[28] Se alude a sentencias emitidas en Barcelona y Pontevedra (al menos) en noviembre de 2003.<br />[29] Peña, M.: “Sí, es verdad, los lunes al sol” en El País, 21.10.2002, pág. 16.<br />[30] Miguélez, F.: op. cit., pág. 45.<br />[31] Castells, M.: “Empleo, trabajo y sindicatos en la nueva economía global” en http://www.ugt.es/globalizacion/mcastells.htm; octubre de 1996<br />[32] Castells, M.: Íbidem.<br />[33] Cortina, A. y Conill, J.: “Cambio en los valores del trabajo” en Revista Sistema 168-189, La degradación del trabajo, julio 2002, págs. 11-12 .<br /><br />[34] James Wolfenshon, Presidente del Banco Mundial: “Si no actuamos ya, en los próximos años las desigualdades serán gigantescas y se convertirán en una bomba de relojería que estallará en la cara de nuestros hijos”. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001: “Creo que la globalización –la supresión de las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales- puede ser una fuerza benéfica y su potencial es el enriquecimiento de todos, particularmente los pobres; pero también creo que para que esto suceda es necesario replantearse profundamente el modo en el que la globalización ha sido gestionada”. Michel Camdessus, ex Director General del Fondo Monetario Internacional: “No hay que considerar el mercado como una divinidad a la que hay que adorar. Se ha visto que el mercado solo, sin regulación pública eficiente, no funciona bien y puede crear situaciones sociales y de poder destructoras para la democracia y para el mismo mercado”<br />[35] Cortina, A. y Conill, J.: op. cit., pág. 14.<br />[36] Aluden a la obra de Richard Sennet, La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Barcelona, Anagrama, 2000.<br />[37] “La extinción de la mujer cuidadora” a la que aludía Adela Cortina en El País 23.11.1999 lleva a que en nuestras sociedades productivistas se haga tan dificultosa la atención a muchos padres dependientes que éstos ven, inermes, cómo el tradicional respeto y la gratitud hacia aquellos por quienes disfrutamos del don infinito de la vida se trueca en una creciente contrariedad al carecer de medios para atenderlos.<br />[38] Rocher, G.: Introducción a la sociología general, Barcelona, Herder, 1987.<br />[39] Del Campo Urbano, S.: La Sociología científica moderna, Madrid, Instº Estudios Políticos), pág. 27.<br />[40] Gil Villa, F.: La exclusión social, Barcelona, Ariel, 2002.<br />[41] Rifkin, J.: La era del acceso, Barcelona, Paidós, 2000.<br />[42] Jackson, G.: “¿Qué puede hacer la gente?” en El País, 10.11.2003, pág. 13.<br />[43] Cortina, A. y Conill, J.: op. cit., pág. 15.<br />[44] Castillo, J.J.: “Trabajo del pasado, trabajo del futuro: por una renovación de la Sociología del Trabajo” en Castillo, J.J. (Editor): El trabajo del futuro, Madrid, Editorial Complutense, 1999.<br />[45] Gil Villa, op. cit., pág. 57.<br />[46] Que aprobó la Asamblea General de la ONU en 1948: su artículo 1, reza así: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.<br />[47] Y ningún individuo es libre si no puede elegir qué hacer con su vida, si deviene inevitablemente obligado a cumplir con un estatus teóricamente adquirido pero realmente adscrito.<br />[48] Pero reaccionando ante las consecuencias negativas de ésta tratando de paliarlas.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-89817447072774230422008-05-07T11:18:00.002-05:002008-06-18T11:25:02.459-05:00LA FORMACIÓN INTEGRAL DESDE LA DIMENSIÓN ÉTICA EN LA UNIVERSIDAD ACTUALPor Lic. Yahíma Gómez Pozo<br /><br />Introducción<br /><br />En el inicio de un nuevo siglo, en el mundo y en nuestro país, la sociedad exige una demanda de la educación superior sin precedentes, basada en la toma de conciencia de la importancia fundamental que este tipo de educación reviste para el desarrollo sociocultural y económico y para la construcción del futuro.<br /><br />La universidad en el siglo XXI reclama las exigencias de una sólida formación cultural como fundamento de la comprensión global de la época en que se vive. El proceso formativo se ha orientado hacia una amplia y profunda visión determinada por el impetuoso desarrollo de la ciencia y la tecnología en estrecha interconexión con las diferentes esferas del saber, así como por su repercusión en toda la vida de la sociedad.<br /><br />A la universidad actual le corresponde ser un factor clave para el desarrollo científico; el modelo de universidad científica, tecnológica y humanista conjuga fortalezas que son atributos únicos: una elevada concentración de hombres de ciencia y pensamiento, que hace de la universidad una institución social con capacidad de general nuevos conocimientos y habilidades para comprender los desarrollos tecnológicos, y con capacidad de difundir, socializar dichos conocimientos.<br /><br />Es una época en que la Revolución ha encaminado sus esfuerzos a la construcción de una universidad en correspondencia con el sueño martiano, de que la misma sea brillante, útil y de acuerdo con los tiempos, estado y aspiraciones de los países en que enseña. La universidad cubana estará encargada de formar profesionales con independencia y creatividad, dotados de valores éticos, acorde con el desarrollo científico- técnico que se experimenta en el mundo, capaz de resolver los problemas que se les presentan en su quehacer profesional.<br /><br />Desarrollo<br /><br />En los tiempos en que vivimos, las universidades, además de cumplir su encargo social como institución cultural, tienen el propósito de asegurar la calidad de la formación integral de personalidad del profesional, a través de los procesos sustantivos universitarios (docente, investigativo y extensionista).<br /><br />El enfoque integral para la labor educativa y político ideológica constituye la estrategia maestra de la Educación Superior, para las universidades resulta un verdadero reto formar profesionales cuyos valores respondan a una actuación profesional responsable y comprometida con la solución de los problemas de su entorno laboral, demostrando competencia en su desempeño y una actuación ciudadana digna de los más altos valores morales que distinguen nuestra sociedad.<br /><br />El centro de la labor educativa es la formación ética del profesional para ello el enfoque integral potencia la aplicación de métodos y el despliegue de los contenidos de las asignaturas para formar desde la instrucción los valores éticos que caracterizan a cada profesional.<br /><br />Las universidades constituyen un espacio cosmopolita para el aprendizaje ético ya que son centros difusores de cultura por excelencia; la universidad y sus claustros de profesores han estado siempre en el vórtice de las transformaciones que la sociedad le impone, en sus recintos ha primado como tendencia fundamental el pensamiento crítico, la necesidad del progreso, la búsqueda del rigor y de la verdad en todos los ámbitos y procesos, más cuando se trata de los cambios en las formas de pensamiento y de promover la capacidad de los estudiantes hacia estos mismos procederes.<br /><br />Ética, ciencia y valores<br /><br />El término ética se deriva del vocablo griego ethos, que significa morada o lugar. En la actualidad, la ética se define como la disciplina filosófica que estudia el comportamiento moral del hombre en sociedad. Es, por tanto, una rama de la filosofía, cuyo objeto de estudio es la moral, la cual es inherente al hombre como ser social. A partir de esta relación entre la ciencia y su contenido se comprende que la ética es la teoría de la moral, la que puede definirse como un sistema de opiniones, representaciones, normas y evaluaciones sobre la regulación de la conducta de los individuos.<br /><br />En la relación entre ética y moral se han descrito 2 niveles, la ética crítica y la ética aplicada. La primera consiste en un análisis lógico y epistemológico de los principios éticos, la determinación de la validez de ciertas opiniones o creencias morales. La ética aplicada o normativa busca guiar la conducta en la decisión de cuál es la opción mejor entre las posibles, en una situación concreta.<br />Según ha señalado Mario Bunge, [1] la ciencia en su conjunto no es éticamente neutral y los principios que propone para un código moral de la ciencia son la honestidad intelectual o culto a la verdad, la independencia de juicio, el coraje intelectual, el amor por la verdad intelectual y el sentido de justicia.<br />Dentro del conjunto de principios morales prevalencientes en una sociedad en un momento histórico concreto, están los referidos a la moral profesional, entendido como tal el conjunto de facultades y obligaciones que tiene el individuo en virtud de la profesión que ejerce en la sociedad.<br /><br />El desarrollo científico-tecnológico contemporáneo ha puesto a los profesionales ante un dilema entre tecnología y valores, no suficientemente estudiado, y necesitado de un abordaje metodológico con el propósito de generar una ética de la sustentabilidad.<br /><br />El impacto del vertiginoso desarrollo tecnológico sobre la educación en el contexto de leyes de mercado globalizadas se expresa en la tendencia a considerar como fin de la educación, la producción de ciencia y tecnología. En una sociedad como la cubana no existen los factores que explican la presencia de algunas situaciones que caracterizan el entorno social y educacional latinoamericano (exclusión, desocupación, etc.). Sin embargo, sí existen algunas debilidades y amenazas que se comparten, como el posible deterioro progresivo de la calidad educativa en la medida en que se aparte de las necesidades y problemas del contexto sociocultural, así como el privilegio a la educación técnica y subvaloración de la humanística, entre otras.<br /><br />Cualquier intento de preservar la pertinencia y la calidad de la educación superior en medio de este contexto, marcado por la transnacionalización y la desnacionalización económica, cultural y social del mundo unipolar y globalizado, pasa por la necesidad de trabajar intensamente por la consolidación en los estudiantes del sistema de valores morales que ordenan los juicios sobre la vida moral de la sociedad y las acciones derivadas de esos juicios.<br /><br />Los valores se han definido como los motivos que se constituyen; se configuran en el proceso de socialización del hombre y al mismo tiempo, articulan la expresión del hombre en sus distintos espacios de relación. Surgen como resultado de la comprensión.<br /><br />El papel de la educación en la formación de valores se basa en propiciar las ocasiones apropiadas a los estudiantes (individual y colectivamente) para que configuren mediante la experiencia y lenguaje propios sus valores, constitutivos de la personalidad y de la individualidad humana. No pueden existir en la realidad valores no asumidos. Por tanto, el espacio del valor está en la individualidad. Hablar de formación ética significa abordar la educación moral de los individuos sobre la base de la interiorización de un determinado sistema de valores, a través de un proceso de construcción personal consciente, contextualizado y argumentable.<br /><br />La determinación de cuáles son los componentes de un sistema de valores dado para un contexto socio-histórico concreto es pues, el punto de partida del proceso formativo, y posiblemente sea para la Educación Superior una de las tareas más arduas que debe llevar adelante.<br /><br /><br />Algunas consideraciones sobre la formación integral y el aprendizaje ético en las universidades<br /><br />Las continuas y sustanciales transformaciones de la sociedad actual, generan un sin número de conflictos existenciales que ponen en crisis los valores históricamente formados, surgen nuevos valores en una contradicción dialéctica entre "lo nuevo" y "lo viejo" que representa un estado de necesidad para las innovaciones educativas en las universidades.<br /><br />Quizás esta exigencia de la sociedad constituya un reto que ayuda a promover los cambios en la universidad ante la tarea de formar valores en los estudiantes y no quedarse en la simple "aphrensión" de actitudes que no llegan nunca a transformarse en convicciones y consecuentemente contrastan con los nuevos paradigmas de la sociedad.<br /><br />La formación axiológica se ubica en el debate de los objetivos y los contenidos que son objeto del aprendizaje de los estudiantes como parte de su formación universitaria, por lo que los métodos y los procedimientos que el profesor diseñe para el proceso de enseñanza aprendizaje de su asignatura, determinan en gran medida la eficiencia en el proceso de formación axiológica, particularmente aquellos que tributan a la formación ética, los cuales serán el centro de la atención.<br /><br />La incorporación de los aspectos éticos al proceso de enseñanza aprendizaje en las universidades y la creación de condiciones que posibiliten un escenario altamente estimulante para el aprendizaje ético, requiere de una clara comprensión sobre el papel del enfoque integral y su instrumentación en el proceso docente educativo, pasando por el diseño del modelo de formación de valores en la carrera y concretándose en los objetivos formativos del año, como el subsistema donde se logra la integración de lo instructivo y lo educativo. Los valores surgen en un contexto socio-histórico y tiene por objeto dotar al ser humano de un instrumental simbólico y de prácticas adecuadas para sobrevivir y desarrollar una vida plena.<br /><br />Resulta normal que la formación y asimilación de esos valores se produzca allí donde se generen; dentro de la construcción cultural misma en las prácticas sociales; económicas, políticas, en la reproducción de la vida, la educación formal solo puede venir a afianzar lo que la vida cotidiana del mundo laboral y las relaciones sociales determinan. Mediante la educación se identifican los contenidos éticos y espirituales de esa prácticas cotidianas, luego y como elemento que refuerza y consolida esa formación esta la comunidad la cual estima en su experiencia como valiosos por su eficacia aquellos valores que logran reproducir la calidad de vida de la persona y permitir a la generación presente dejarlos en herencia digna a la venidera. [2]<br /><br />El enfoque integral forma parte del paradigma educativo social humanista de las universidades cubanas en la formación de los profesionales en una cultura general integral, donde los valores se erigen en rectores de la formación de la personalidad, de ahí que el proceso de enseñanza aprendizaje constituya la vía más eficaz para la formación axiológica de los estudiantes, durante su diseño y realización se propiciará un papel activo del profesor y la dedicación de este en la planificación, organización y ejecución de las actividades docentes, extensionistas y socio-políticas que tributan al proyecto educativo de año, donde los estudiantes son actores fundamentales del proceso de aprendizaje ético.<br /><br />Desde el punto de vista metodológico, el desarrollo de una ética profesional orientada al humanismo no puede tener lugar según las fórmulas neoliberales de búsqueda y formación de su propio sistema de valores por los jóvenes. Se interpreta esto como una fantasía que pretende ignorar la influencia de la globalización y justificar la falta de compromiso de las universidades en la educación de la juventud. Frente a esas fórmulas se destaca el papel del profesor como elemento clave por la fuerza de su ejemplo personal y por la capacidad que tenga para lograr un protagonismo consciente de los jóvenes en su propia formación.<br /><br />La formación ética forma parte del sistema de aprendizaje axiológico, el diseño del modelo de la carrera, identifica los valores éticos que caracterizan el modo de actuación profesional, en cada una de las direcciones de la formación axiológica que caracterizan el enfoque integral; dígase la formación ético-moral, y la formación ideo-política.<br /><br />El trabajo curricular conlleva una coherencia entre perfil profesional -plan de estudio- programas de las asignaturas-ejecución de los procesos que lo integran, y todos ellos tributando a los objetivos formativos.<br /><br />Las modalidades curriculares adoptadas por las universidades deberán estar guiadas por este objetivo de formación integral. Al respecto, será necesario prestar particular atención al desarrollo de la educación artística, entendida no como la formación de artistas sino como la posibilidad de acceder al conocimiento y apreciación de las diferentes manifestaciones del arte como una de las máximas expresiones de la creatividad humana.<br /><br />Asimismo, la formación integral debe otorgar particular atención al desarrollo físico y a la práctica deportiva, dirigidos a promover mayores niveles de salud, y al desarrollo de hábitos de juego limpio, el cuidado de uno mismo y el trabajo en equipo.<br /><br />La formación integral de la personalidad implica un sostenido trabajo educativo para que el alumno se desarrolle como sujeto de derecho. Esto implica que se conozca a sí mismo, que interactúe con los demás y que pueda disponer de todas las condiciones para definir su proyecto de vida.<br /><br />El trabajo extracurricular, tanto el de carácter docente como el extensionista, también debe estructurarse en sistema y en torno a los objetivos formativos. El enfoque integral para la labor educativa se concreta en el proyecto educativo del año académico y de la brigada estudiantil.<br /><br />Cualquier avance en la obtención de resultados en la educación de la personalidad de los educandos, necesariamente ha de partir de un trabajo más orgánico, en el que el trabajo educativo curricular se complemente con el extracurricular y el extensionista, orientados armónicamente al logro del sistema de valores que como ciudadanos y profesionales deban portar los egresados.<br /><br />El perfeccionamiento de los programas de estudio, con una mayor precisión de los aspectos educativos que se pretende lograr, y particularmente los referidos a la formación ética a lo largo de la carrera es un elemento que en nuestra opinión contribuiría a elevar el carácter participativo de los profesores y a favorecer la articulación armónica de las restantes variantes del trabajo de formación de la personalidad de los jóvenes.<br /><br /><br />Conclusiones<br /><br />Si bien existen innumerables dificultades para llevar adelante la obra educativa de la Revolución, el fortalecimiento del papel protagónico de los centros de formación, incluidas las Universidades, ha de apoyarse en los sólidos cimientos creados por todos los que a lo largo de la historia han contribuido a la formación, desarrollo y consolidación de la nacionalidad cubana hasta la actualidad y en la búsqueda de métodos humanistas que pongan a los estudiantes en el centro de toda la actividad institucional, como los principales creadores de su propia personalidad bajo la guía de los profesores. Esta es una tarea impostergable que se abrirá paso cualesquiera que sean las dificultades.<br /><br />La calidad educativa debe abarcar la integralidad del sujeto. Desde este punto de vista, es necesario que la formación básica y universal brinde las oportunidades educativas que fortalezcan todas las dimensiones de la personalidad: cultural, social, estética, ética y religiosa. La formación integral supone fortalecer la capacidad de cada uno para definir su proyecto de vida, la libertad, la paz y la solidaridad, la igualdad, la justicia, la responsabilidad y el bien común.<br /><br />La formación integral, ética y de valores requiere: el trabajo con los profesores, el trabajo curricular y el trabajo extracurricular.<br /><br /><br />Bibliografía<br /><br />1. Alarcón, R, Sánchez Noda R. Actualización del Enfoque Integral. Editorial Félix Varela. La Habana, 2000<br />2. Bunge M. Ética y Ciencia. Buenos Aires: Siglo XXI; 1972.<br />3. Chávez, Arturo. J (2002). 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Desde esta concepción se aborda y se explica la relación de la formación humanista y la ética profesional en la carrera de Licenciatura en Economía de la Universidad de Cienfuegos.<br /><br />Introducción<br />La historia de la formación humanística en el pensamiento cubano se aviene a la madurez intelectual que alcanzaron un grupo de figuras del siglo XVIII y XIX como fueron Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive y José Martí, este último de gran importancia debido a que en él se sintetiza todo el proceso que lo antecedió.<br /><br />La formación humanista constituyó una exigencia martiana, en analogía con el universo y con su época. Martí reconoce la necesidad de esta formación humanista, que les permita a los educandos insertarse activamente en su contexto, les esclarezca las cusas esenciales de la realidad y les ofrezca el instrumental científico –teórico para la modificación de la realidad. ¨En la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar¨ . Considera que la escuela debe incluir y lograr, a través de la formación humanista, el manejo, dominio y encausamiento de las fuerzas sociales que contribuyen a precisar y transformar el contorno del mundo que se construyen los hombres.<br /><br />Sobre esto mismo expresa Gerardo Ramos Serpa: “la formación humanística representa la elaboración y apropiación por parte del sujeto a través de la vía curricular, de una concepción integral acerca de la naturaleza del hombre y la sociedad así como de la activa y multilateral interrelación entre ambas.”<br /><br />Ante esta disyuntiva de desarrollar una cultura humanista, el currículo debe ser entre otras cosas, flexible, abierto a la reflexión. En este sentido Stenhouse ofrece un concepto de currículo que resulta acertado y es el que asume esta investigación: “Es un intento de comunicar los principios esenciales de una propuesta educativa, de tal forma que quede abierta al escrutinio crítico y pueda ser traducida efectivamente a la práctica” . Entendido el currículo como una construcción social históricamente determinada que se pone en práctica en las instituciones con el objetivo de mantener y desarrollar el legado cultural que un grupo humano consideras trascendente, por lo que debe estar en constante revisión para su trasformación en correspondencia con los cambios que se dan en dicha realidad.<br /><br />Con esto no se quiere decir que se abarroten los programas de estudio con disímiles asignaturas de corte humanístico sino que se trata de lograr en el estudiante la conformación e integración sistémica coherente de conocimientos, que le sirva de sustento profesional para la comprensión de la realidad y su transformación.<br /><br />Entre las diversas funciones que debe desempeñar la formación humanística, según Ramos Serpa, se encuentran algunas que a continuación serán señaladas de acuerdo a los intereses que sigue esta investigación :<br /> Función de formación intelectual: se caracteriza por las operaciones que debe regular el proceso cognoscitivo y afectivo para un razonamiento lógico y desarrollador que conduzca a la reflexión en la forma de pensar y actuar.<br /> Función de formación económica: permite una comprensión de las leyes del devenir económico de la sociedad, tanto referente a lo micro y la macroeconomía, así como en el plano nacional e internacional.<br /> Función de formación política: ofrece de una explicación de la existencia e incidencia de las clases sociales y de sus intereses en la dinámica social, así como de los mecanismos, organizaciones e instituciones en los que ellos se plasma y sustenta.<br /> Función de formación estética: establece una concepción artística, literaria, poética, en relación con los elementos culturales que caracteriza lo bello y sus parámetros en el proceso de creación y percepción de la realidad.<br /> Función de formación ética: contribuye a la asimilación y apropiación de normas, patrones de conducta que regula las relaciones de los hombres en un momento histórico concreto que trasciende por su relevancia para formar un sistema de valores universales e individuales para accionar.<br /> Función de formación patriótica- nacional: favorece la elaboración del sentimiento y la autoconciencia de pertenencia e identidad nacional, sobre la base de las tradiciones y valores históricos, sociales y culturales del país.<br /> Función de concepción del mundo: permite la estructuración consciente en el ámbito teórico de las coordenadas y principios directrices más generales de la actividad social del individuo, mediante una visión integral de conjunto acerca del hombre, la realidad y la activa relación entre ambos.<br /><br />La formación humanista no puede ser un elemento externo, ni incluido a posteriori, ni tampoco constituye un momento consustancial de la formación integral del profesional y del propio hombre.<br /><br />Serpa (1998) destaca la necesaria correlación entre la ciencia y la docencia a través de la formación humanista, a través de un diseño curricular que permita que la lógica de la enseñanza se modifique con respecto a la lógica de la ciencia en función de los objetivos que se persiguen en la formación del profesional y atendiendo a la solución de los problemas profesionales. Afirma que la formación humanista está llamada a ofrecer lo básico, que es diferente de lo elemental y de lo tradicional. Lo básico entendido como el sistema de principios y fundamentos que le permiten al sujeto orientarse, comprender su realidad y promover su desarrollo, a través del principio de la actividad a lo largo de todo el proceso de enseñanza- aprendizaje.<br /><br />Como ya hemos visto dentro de estas funciones de la formación humanista se encuentra la de lograr una formación ética, vista la ética como una reflexión sobre los valores en general que se forman a través del proceso de educación. Al decir de Savater: “la educación a de despertar el interés ético más que trasmitir un recetario de cuestiones¨.<br /><br />En la concepción de la formación ética como un proceso que prepara ciudadanos capaces de convivir, cooperar, participar con autonomía, tolerar y solidarizarse.<br /><br />El egresado de la Enseñanza Superior, con un perfil empresarial, no debe estar ajeno a la situación económica que vive el mundo, y dentro de él la de su país, ha de prepararse a partir de una sólida formación humanista, la cultura ética empresarial, vista la cultura ética empresarial como parte del propio desarrollo de la conciencia económica y de la función de la formación ética.<br /><br />Los denominados pilares del aprendizaje del siglo XXI, definidos por la UNESCO, constituyen una excelente guía para interrogarse acerca de los sentidos y contenidos de la educación. Estos pilares son:<br /> Aprender a ser para conocerse y valorarse a sí mismo y construir la propia identidad para actuar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y responsabilidad personal en las distintas situaciones de la vida.<br /> Aprender a hacer- desarrollando competencias que capaciten a las personas para enfrentar un gran número de situaciones, trabajar en equipo, y desenvolverse en diferentes contextos sociales y laborales.<br /> Aprender a conocer- para adquirir una cultura general y conocimientos específicos que estimulen la curiosidad para seguir aprendiendo y desarrollarse en la sociedad del conocimiento.<br /><br /> Aprender a vivir juntos- desarrollo de la comprensión y valoración del otro, la percepción de las formas de interdependencia, respetando los valores del pluralismo, la compresión mutua y la paz.<br /><br /> Aprender a aprender, para el desarrollo de una actitud preactiva e innovadora, haciendo propuestas y tomando iniciativas.<br /><br />Esta declaración de la Habana del Proyecto Regional de Educación para América Latina y el Caribe concibe las prácticas educativas determinadas por la cultura de la escuela, por lo que mejorar la calidad y equidad de la educación pasa necesariamente por transformar la cultura y funcionamiento de las escuelas y promover cambios desde las propias escuelas. En la concepción de que las relaciones que se establecen entre las personas, constituyen interacciones mediatizadas por la cultura (roles, conocimiento, habilidades, estatus sociales, etc.).<br /><br />En Cuba, el proyecto de educación a que se aspira debe conducir a la formación humanística de los profesionales en sentido general. Por el contenido y las funciones que esta formación posee fue necesario en la investigación realizar un estudio paciente del modelo del profesional de la carrera de Licenciatura en Economía. Y además en el proceso de investigación, nos fue necesario elaborar el concepto de Cultura Ética como la “Cosmovisión ética que abarca la dimensión de la empresa, las organizaciones e instituciones, el comportamiento moral de los agentes económicos, la ética profesional y las políticas económicas de desarrollo en su relación con el entorno”. Cuyo significado implica para la praxis educativa, conocimientos éticos, habilidades éticas y la ética profesional.<br /><br />La ética de la Economía es una reflexión sobre problemas de al realidad económica. Puede incluir diversas áreas de consideración. Sobre todo, la del comportamiento moral de los agentes y de las instituciones económicas y de la dimensión ética de los medios o instrumentos utilizados en la economía. Dando lugar a tres tipos de éticas aplicada:<br /><br />• De la empresa y las organizaciones ( Ética empresarial)<br />• La profesional que trata del comportamiento moral de los agentes económicos. ( Ética profesional de los economistas)<br />• De las políticas económicas de más recientes creación (Ética del desarrollo).<br /><br />Algunos autores consideran que la ética profesional tiene un sentido más amplio que el de deontología: sin limitarse a los deberes y obligaciones que se articulan en un conjunto de normas o códigos de cada profesión, para dirigirse a las virtudes y roles profesionales, (Bolívar, 2005), (Oakley y Cocking, 2001).<br /><br />Bolívar (2005) comprende por ética profesional “el conjunto de principios morales y modos de actuar éticos en un ámbito profesional, por una parte aplica a cada ámbito de actuación profesional los principios de la ética en general, pero paralelamente por otra parte dado que cada actividad profesional es distinta y específica, incluye los bienes propios, metas, valores y hábitos de cada ámbito de actuación profesional”. Explica que la ética profesional es propia de la profesión en la se que está formando el estudiante.<br /><br />El autor considera que la enseñanza de la ética tiene como objetivo proporcionar instrumentos y claves relevantes para tener criterios éticos y capacidad de elección, propios de ciudadanos que participan en los asuntos públicos. En este sentido destaca que hay un marcado interés por la educación para la ciudadanía, cuyo objetivo es contribuir a formar ciudadanos más competentes cívicamente y comprometidos en las responsabilidades colectivas desde su profesión.<br /><br />Bolívar (2005) y Cobo (2003) caracterizan la ética profesional de la siguiente forma:<br />1. Se basa en la extensión y aplicación de dicha ética general al ámbito de práctica profesionales, con las especificaciones propias que le correspondan.<br />2. Como una parte de las éticas aplicadas.<br />3. Además de incluir las normas internas del colectivo, tiene en cuanta una perspectiva más amplia.<br />4. Su contenido ético dimana del sentido ético que proporciona su fin, el bien que aportan o procuran.<br />5. Exige la utilización adecuada de la competencia:<br /> formación teórica (conocimientos-saber aprender-cultura tecnológica y lenguas extranjeras).<br /> Formación práctica (destrezas, técnicas y sociales: confianza, independencia, tolerancia, descubrimiento del otro, participación en proyectos comunes, e enriquecimiento intercultural.)<br />6. La pertenencia de un individuo a una profesión significa entonces, que además de la competencia propia de dicha profesión, comparte sus principios éticos inherentes de actuación.<br />7. Pone el acento en lo que es bueno hacer, aquello que es propio de cada profesión en el plano del comportamiento moral.<br />8. Trata de las diversas posibilidades de actuar bien en las diversas actividades profesionales.<br /><br />A su vez reconocen las limitaciones en la enseñanza de la ética profesional en las universidades en: el refugio en un objetivismo o neutralidad (cifrado en un contenido disciplinar sin explicitar las dimensiones morales presentes en toda ciencia y en la propia enseñanza) y que en muchas ocasiones la ética profesional en su contenido no incluyen explícitamente dimensiones necesarias para su aplicación en el ejercicio profesional.<br /><br />Reconoce que es necesario ofrecer una cosmovisión ética a todo lo que se hace en las universidades y hablar de ello en términos éticos, a esto pueden contribuir todos los que enseñan diferentes materias y participan en la vida universitaria o la gestionan, en la concepción de que la formación ética es parte del conocimiento profesional y práctico.<br /><br />Las líneas metodológicas que contribuyen a la enseñanza de la ética profesional pueden ser según Bolívar (2005): los códigos profesionales (con reglas y actuaciones deseables) y el método de estudio de caso. A su vez Cobo (2003) reconoce como líneas metodológicas que contribuyen a la enseñanza de la ética profesional las siguientes: el estudio del código ético o deontológico de la profesión, las investigaciones y publicaciones existentes sobre la ética profesional de que se trate, posibles interpelaciones de la ética civil (reflejadas en los códigos profesionales), inserción académica de la ética profesional, utilidad y necesidad del estudio y opinión sobre dilemas y casos prácticos, la responsabiliza de la universidad en la información, motivación y educación en los objetivos de la educación ética, y en particular la educación ética profesional.<br /><br />Las propuestas metodológicas para la enseñanza de la Ética Profesional, de ambos autores están resumidas en el siguiente esquema.<br /><br />Esquema 1: Propuesta de Líneas Metodológicas<br /><br /><br />A partir del análisis de estas propuestas, nuestra experiencia en la docencia y las investigaciones realizadas en otros contextos universitarios sobre ética profesional nos llevan a considerar que las líneas más acertadas para la enseñanza de la ética profesional en el contexto cubano son:<br /> el estudio de los códigos profesionales<br /> el estudio de caso<br /> la inserción académica curricular de manera transversal<br /> la enseñanza de la ética profesional en el componente laboral e investigativo.<br /><br />En Cuba el licenciado en Economía, a partir de 1977, se ha formado en la orientación de tres planes de estudio: el Plan A, el Plan B y el Plan C, con perfiles profesionales diferentes. Durante el período 1990-95 se llevó a cabo la formación profesional bajo una única denominación: Licenciado en Economía, y que corresponde al perfil de un economista con un marcado sesgo empresarial en su formación. Como parte de los centros de educación superior del país, la universidad de Cienfuegos forma licenciados en Economía con perfil en ciencias empresariales desde el curso (1996-1998), lo que condicionó como necesidad la preparación del claustro de profesores en disímiles disciplinas vinculadas al mundo empresarial y a la relación empresa universidad y empresa sociedad, todo ello exigió a la academia, la enseñanza desde la perspectiva de la cultura ética empresarial, para el enfoque de las diferentes disciplinas y asignaturas, tendencia que también acontece en muchas universidades del mundo.<br /><br />El Licenciado en Economía tiene relación con diferentes formas de las éticas aplicadas: la Ética Económica, la Ética Empresarial y la Ética Profesional, ellas incluyes diferentes niveles de aprendizaje, que abarcan el saber, saber hacer y el ser. En el siguiente cuadro se resumen las tres formas de las éticas aplicadas que se relacionan con el Licenciado en Economía.<br />Esquema 2: Éticas Aplicadas<br /><br /><br /><br />Luego de la sistematización de los fundamentos teórico conceptuales de la relación formación humanista y ética profesional, la implementación de la misma en las universidades y la necesidad social de la formación ética profesional de nuestros Licenciados en Economía, aplicamos un cuestionario a la matricula de esta carrera en el curso 2005-2006, 190 alumnos de los cinco años abarcan la carrera, nuestra decisión muéstral es de ámbito local ((datos recopilados, procesados y organizados en sistema informatizado por SPSS (11.5). Utilizamos el inventario sobre Ética profesional diseñado y validado por De Vicente, (dir.), Bolivar, y otros (2006) “Inventario sobre ética profesional del estudiante universitario”, en calidad de cuestionario.<br /><br />Contienen una explicación de cómo se debe comprender, la revisión personal, en qué grado juzga que es importante en tu profesión la ética profesional (1ª columna) y si crees que se enseña la ética profesional y en qué medida durante la carrera (2ª columna).<br /><br />En su estructura tiene 24 declaraciones, generales 16 y específicas por titulaciones Educación 8, Psicología 8, Derecho 8, Trabajo Social 7, Ciencia y tecnología de los Alimentos 7, Enfermería 8 y Medicina 8. En este cuestionario sobre ética profesional no aparecía la especialidad objeto de nuestra investigación Economía.<br /><br />El proceso de modificación del cuestionario tuvo en cuenta nuestro contexto (la sociedad cubana, la misión de la universidad en la formación ética de los egresados universitarios y los objetivos de nuestra investigación. Para este proceso de modificación y adaptación contamos con documentos oficiales tales como el Plan de estudio y el Código de ética de los miembros de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba y la fraseología adecuada al contexto de nuestros estudiantes. Durante este proceso se somete el instrumento a juicio de expertos para reconstruirlo teniendo en cuenta los aspectos antes mencionados de nuestro contexto. Para ellos se seleccionaron 5 jueces teniendo en cuenta su función como evaluadores del desempeño profesional y su experiencia pedagógica.<br /><br />El cuestionario quedó con 16 declaraciones generales y le incluimos 10 declaraciones especiales para los estudiantes de Economía, con perfil en Ciencias Empresariales. Es utilizado en esta investigación con el objetivo de conocer los criterios y opiniones de los estudiantes en cuanto a la importancia de la ética profesional y sí se les enseña la ética profesional en nuestra universidad. Integra tres dimensiones: Formación humanista, la cual la conforman los ítems 2, 3, 6, 8, 10, 12, 15, 17. Conducta moral, la cual la conforman los ítems 1,2,9,13,14,15,16,18,19,20,21,22,26. Y Competencia profesional, la cual la conforman los ítems, 4, 5, 7, 11, 15, 19, 23, 24, 25.<br /><br />Los resultados genelares acerca de la importancia que los estudiantes le otorgan a la ética profesional en su ejercicio profesional se manifiesta de la manera siguiente: en orden de importancia para ellos, lo más importante es la competencia profesional, después la conducta moral y por último la formación humanista. (Ver gráfico Importancia).<br /><br />Los indicadores de la ética profesional en la manera en que se enseñan, es reconocida por los estudiantes de la siguiente forma: lo que más se enseña es la conducta moral, después la competencia profesional y por último la formación humanista. (Ver gráfico Enseñanza).<br /><br /><br />Gráfico Importancia<br /><br />Gráfico Enseña<br /><br /><br /><br /><br />Conclusión<br />1. La formación humanista representa la elaboración y apropiación por parte del sujeto de una concepción integral acerca de la naturaleza del hombre y la sociedad así como de la activa y multilateral interrelación entre ambas.<br />2. La formación humanista se reconoce como necesidad en la tradición del pensamiento filosófico cubano y constituyó una exigencia martiana.<br /><br />3. La formación humanista integra la formación ética.<br />4. La formación ética desempeña una función importante en la formación humanista, pues contribuye a la asimilación y apropiación de normas y patrones de conductas que regulan las relaciones de los hombres en un momento histórico concreto que trasciende por su relevancia para formar un sistema de valores universales e individuales que le permite insertarse activamente en su contexto, desde su propio perfil ocupacional.<br /><br />5. La formación ética incluye en el egresado de Licenciado en Economía la ética económica, la ética empresarial y la ética profesional.<br /><br />6. La ética profesional como forma de las éticas aplicadas integra la dimensión ética de cada ámbito de actuación profesional.<br /><br />7. La ética profesional en el ámbito de cada profesión contiene aspectos que tributan a la competencia profesional, a la conducta moral y la formación humanista.<br />8. Las líneas metodológicas más acertada para la enseñanza de la ética profesional en el contexto cubano son: el estudio de los códigos profesionales, el estudio de caso, la inserción académica curricular de manera transversal y la enseñanza de la ética profesional en el componente laboral e investigativo.<br /><br />9. El desarrollo de las éticas aplicadas adquiere especial importancia para el Lic. en Economía con perfil empresarial, por su relación con la ética económica, la ética empresarial y la ética profesional. Ello le confiere gran relevancia para la formación de este profesional, al estar relacionada la ética con su ciencia, su objeto y praxis profesional.<br /><br />10. Los estudiantes de la Universidad de Cienfuegos, de la titulación Licenciatura en Economía reconocen la importancia de la ética profesional. Sus consideraciones sobre la importancia de la Ética Profesional en su profesión se manifiesta en el siguiente orden: lo más importante es la competencia profesional, después la conducta moral y por último la formación humanista.<br /><br />11. Los estudiantes Licenciatura en Economía de la Universidad de Cienfuegos, identifican que se les enseña la ética profesional de la siguiente forma: lo que más se les enseña es la conducta moral, después la competencia profesional y por último la formación humanista.<br /><br />12. Es recomendable la perfección del Programa de la disciplina Gestión del Proceso Empresarial (disciplina integradora, que dirige la práctica), para lograr que la formación ética profesional se convierta en una acción educativa intencional, organizada y sistemática.<br /><br />Bibliografía<br />Alvero, F. (Ed.) (1983; p.77). Cervantes. Diccionario manual de la lengua española. La Habana: Editorial Pueblo y educación.<br />Álvarez, C. (1999). Didáctica la escuela en la vida. La Habana: Editorial pueblo y educación.<br />Álvarez, C. (2000). El diseño curricular. La Habana: Pueblo y Educación.<br />Barrabia, O. (2005).Contribución de Fidel Castro Ruz a la concepción de la<br />formación del hombre nuevo en Cuba de 1959 -19 75. Tesis en opción al<br />Grado Científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas. Disponible en:<br />WWW//A:/artículo%60etica%60superior.htm. 17 de junio2006<br />Bolívar, A. (2005) El lugar de la ética profesional en la formación universitaria. 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Ambas palabras (ethos y mos) se ubican en el terreno de la ética y hacen hincapié en un modo de conducta que es adquirido por medio del hábito y no por disposición natural. Por su definición etimológica, la ética es una teoría de hábitos y costumbres. Comprende, ante todo, “las disposiciones del hombre en la vida, su carácter, sus costumbres y, naturalmente también la moral.” (Aranguren).<br /><br />El concepto ética en este escrito se analizará desde el punto de vista de Fagothey (1991) que establece que ésta “es el conocimiento de lo que está bien y de lo que está mal en la conducta humana” (2). A diario se enjuicia moralmente un acto y se afirma que es o no es ético, o sea bueno o malo, si este acto está a favor o en contra de la naturaleza y dignidad del ser humano.<br /><br />Según Escobar (1992) “la ética nos ilustra acerca del porqué de la conducta moral y los problemas que estudia son aquellos que se suscitan todos los días en la vida cotidiana, en la labor escolar o en la actividad profesional” (1).<br /><br />Necesidad de la Ética<br />Todo trabajador tiene o debe desarrollar una ética profesional que defina la lealtad que le debe a su trabajo, profesión, empresa y compañeros de labor. Villarini (1994) describe que “la ética de una profesión es un conjunto de normas, en términos de los cuales definimos como buenas o malas una práctica y relaciones profesionales. El bien se refiere aquí a que la profesión constituye una comunidad dirigida al logro de una cierta finalidad: la prestación de un servicio” (53). Señala, además, que hay tres tipos de condiciones o imperativos éticos profesionales:<br /><br />(1) competencia - exige que la persona tenga los conocimientos, destrezas y actitudes para prestar un servicio<br />(2) servicio al cliente - la actividad profesional sólo es buena en el sentido moral si se pone al servicio del cliente<br />(3) solidaridad - las relaciones de respeto y colaboración que se establecen entre sus miembros.<br /><br />Para lograr en los empleados una conciencia ética profesional bien desarrollada es que se establecen los cánones o códigos de ética. En éstos se concentran los valores organizacionales, base en que todo trabajador deberá orientar su comportamiento, y se establecen normas o directrices para hacer cumplir los deberes de su profesión.<br /><br />En virtud de la finalidad propia de su profesión, el trabajador debe cumplir con unos deberes, pero también es merecedor o acreedor de unos derechos. Es importante saber distinguir hasta dónde él debe cumplir con un deber y a la misma vez saber cuáles son sus derechos. En la medida que él cumpla con un deber, no debe preocuparse por los conflictos que pueda encarar al exigir sus derechos. Lo importante es ser modelo de lo que es ser profesional y moralmente ético. Por ejemplo, un deber del profesional es tener solidaridad o compañerismo en la ayuda mutua para lograr los objetivos propios de su empresa y, por consiguiente, tener el derecho de rehusar una tarea que sea de carácter inmoral, no ético, sin ser víctima de represalia, aun cuando esto también sea para lograr un objetivo de la empresa. Al actuar de esa manera demuestra su asertividad en la toma de decisiones éticas, mientras cumple con sus deberes y hace valer sus derechos. Además, demostrará su honestidad, que es el primer paso de toda conducta ética, ya que si no se es honesto, no se puede ser ético. Cuando se deja la honestidad fuera de la ética, se falta al código de ética, lo cual induce al profesional a exhibir conducta inmoral y antiética.<br /><br />Hay tres factores generales que influyen en el individuo al tomar decisiones éticas o antiéticas (Ferrell, 87-96), los cuales son:<br /><br />1. Valores individuales - La actitud, experiencias y conocimientos del individuo y de la cultura en que se encuentra le ayudará a determinar qué es lo correcto o incorrecto de una acción.<br />2. Comportamiento y valores de otros - Las influencias buenas o malas de personas importantes en la vida del individuo, tales como los padres, amigos, compañeros, maestros, supervisores, líderes políticos y religiosos le dirigirán su comportamiento al tomar una decisión.<br />3. Código oficial de ética - Este código dirige el comportamiento ético del empleado, mientras que sin él podría tomar decisiones antiéticas.<br /><br />Un aumento en las regulaciones rígidas en el trabajo a través de los códigos de ética ayudará a disminuir los problemas éticos, pero de seguro no se podrá eliminarlos totalmente. Esto es así, debido a las características propias de la ética que establecen que ésta varía de persona a persona, lo que es bueno para uno puede ser malo para otro; está basada en nuestras ideas sociales de lo que es correcto o incorrecto; varía de cultura a cultura, lo cual no se puede evaluar un país con las normas de otro; y está determinada parcialmente por el individuo y por el contexto cultural en donde ocurre.<br /><br />No obstante, el profesional debe reconocer que necesita de la ética para ser sensible a los interrogantes morales, conocer cómo definir conflictos de valores, analizar disyuntivas y tomar decisiones en la solución de problemas.<br /><br />Problemas éticos<br />En las relaciones cotidianas de unos individuos con otros surgen constantemente problemas cuya solución no sólo afecta a la persona que los crea, sino también a otra u otras personas que sufrirán las consecuencias. Da testimonio de esto Cartagena (1983) cuando señala que “las profesiones mismas están continuamente confrontando este asunto al constatarse los amargos hechos de médicos que explotan a sus pacientes, abogados que se dedican a actividades criminales, ingenieros y científicos que trabajan sin tomar en consideración la seguridad pública ni el ambiente y hasta negociantes que explotan al público indiscriminadamente. Si a esto añadimos la corrupción gubernamental, los robos, el vandalismo, los asesinatos y la violencia actual, entonces el tema ético toca el centro mismo de nuestra supervivencia como sociedad.” También Badillo (1990), sostiene que “el arquetipo del profesional, cuando se enmarca en la pura técnica, oculta, por principio, un ataque furtivo a la ética” (9). Esto crea situaciones que se complican en problemas que desmoralizan la imagen personal y profesional del individuo.<br /><br />Algunos de estos problemas éticos son los siguientes:<br /><br />1. Abuso de poder - utilizar el puesto para “pisotear” a unos o para favorecer a otros.<br />2. Conflicto de intereses - emitir normas en su ámbito de trabajo que redundarán en su propio beneficio, como lo es el participar en el proceso de reclutamiento cuando uno de los candidatos es miembro de su propia familia.<br />3. Nepotismo - reclutar muchos miembros de una misma familia en una institución.<br />4. Soborno - aceptar dádivas, obsequios o regalías a cambio de dar un trato especial o favor a alguien como retribución por actos inherentes a sus funciones.<br />5. Lealtad excesiva - mentir para encubrir la conducta impropia del supervisor o hacer todo lo que éste le diga, aun en contra de sus principios morales.<br />6. Falta de dedicación y compromiso - perder el tiempo, hacerse “de la vista larga” y no dar el máximo de su esfuerzo en el trabajo.<br />7. Abuso de confianza - tomar materiales de la institución para su uso personal o hacer uso indebido de los recursos disponibles en la misma.<br />8. Encubrimiento - callar para no denunciar a un traidor, movido por su amistad o por temor.<br />9. Egoísmo - buscar el bienestar propio en detrimento del beneficio de los demás.<br />10. Incompetencia - El conocido Principio de Peter (1977) estipula que en “toda jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia.” Complementa, además, que “para todo puesto de trabajo que existe en el mundo, hay alguien, en algún lugar, que no puede desempeñarlo. Dado un período de tiempo suficiente y suficientes ascensos, llegará finalmente a ese puesto de trabajo y permanecerá en él, desempeñándolo chapuceramente, frustrando a sus compañeros y erosionando la eficiencia de la organización” (Peter, 28).<br /><br />Problemas de esta magnitud requieren la acción enérgica y concertada del profesional para desarrollar una nueva ética. “Corresponde al momento actual compensar el poder del profesional moderno, en cuanto técnico, con una más fina percepción de sus regulaciones morales” (Badillo, 9). Como es sabido, en todas las profesiones surgen estos tipos de problemas. Es a través de cursos, cuya finalidad sea la formación ética profesional, que se logra desarrollar “en el futuro profesional el conocimiento, la habilidad, la sensibilidad y voluntad para que cuando actúe lo haga a nombre de los intereses de la comunidad profesional de la que es parte, de la comunidad que le une a sus clientes y del pueblo o humanidad de la que es miembro” (Villarini, 56).<br /><br />Conclusiones<br />Para evitar en gran medida los problemas de índole ético-moral que surgen en el ejercicio de una profesión o de un oficio, se deben poner en práctica principios éticos que establezcan los parámetros y reglas que describan el comportamiento que una persona puede o no exhibir en determinado momento. No es difícil poner estos principios en práctica, pero el omitirlos redundará en perjuicio propio y en el de las personas con quienes se interviene o se interactúa. “Una decisión en la que está envuelto el comportamiento ético de una persona, siempre va a estar enmarcada en uno de los principios y valores aquí señalados” (Conética, 4 - adaptados).<br /><br />1. Honestidad - Aprender a conocer sus debilidades y limitaciones y dedicarse a tratar de superarlas, solicitando el consejo de sus compañeros de mayor experiencia.<br />2. Integridad - Defender sus creencias y valores, rechazando la hipocresía y la inescrupulosidad y no adoptar ni defender la filosofía de que el fin justifica los medios, echando a un lado sus principios.<br />3. Compromiso - Mantener sus promesas y cumplir con sus obligaciones y no justificar un incumplimiento o rehuir una responsabilidad.<br />4. Lealtad - Actuar honesta y sinceramente al ofrecer su apoyo, especialmente en la adversidad y rechazar las influencias indebidas y conflictos de interés.<br />5. Ecuanimidad - Ser imparcial, justo y ofrecer trato igual a los demás. Mantener su mente abierta, aceptar cambios y admitir sus errores cuando entiende que se ha equivocado.<br />6. Dedicación - Estar dispuesto a entregarse sin condición al cumplimiento del deber para con los demás con atención, cortesía y servicio.<br />7. Respeto - Demostrar respeto a la dignidad humana, la intimidad y el derecho a la libre determinación.<br />8. Responsabilidad ciudadana - Respetar, obedecer las leyes y tener conciencia social.<br />9. Excelencia - Ser diligentes, emprendedores y estar bien preparado para ejercer su labor con responsabilidad y eficacia.<br />10. Ejemplo - Ser modelo de honestidad y moral ética al asumir responsabilidades y al defender la verdad ante todo.<br />11. Conducta intachable - La confianza de otros descansan en el ejemplo de conducta moral y ética irreprochable.<br /><br />La ética debe convertirse en un proceso planificado, con plena conciencia de lo que se quiere lograr en la transformación de nuestras vidas. Debemos desarrollar al máximo el juicio práctico y profesional para activar el pensamiento ético, reconocer qué es lo correcto de lo incorrecto y contar con el compromiso personal para mantener el honor y el deber.<br /><br />Hostos recomienda en su Tratado de Moral que “hay que poner de nuestra parte un continuo esfuerzo y una continua disposición de no salirnos del orden que contemplamos y acatamos. Ese esfuerzo y esa disposición, que es lo que constituye el deber, se derivan inmediatamente del hecho mismo de estar relacionado el hombre a sí mismo, a los otros y a la Naturaleza” (Pedreira, 184-185). Hostos, además, especifica que las relaciones particulares que ligan al individuo con la sociedad son las de necesidad, gratitud, utilidad, derecho y deber. De estas se derivan los deberes sociales de trabajo, obediencia, cooperación, unión, abnegación, conciliación y derecho. Expone que todos los deberes quedan sometidos a uno en general: “el deber de los deberes, que consiste en el exacto cumplimiento de todos los demás”, y cuando haya conflictos entre ellos, hay que “cumplir primero el más inmediato, el más extenso, el más concreto” (Pedreira, 188).<br /><br />Al fin de cuentas, el ser humano es responsable de actuar inteligente y libremente y es el único que puede responder por la bondad o malicia de sus actos ante su propia conciencia, ante el prójimo y ante Dios, su Creador.<br /><br />Bibliografía<br />• Aranguren, José Luis. Ética. Madrid, Revista de Occidente. 1958.<br />• Badillo, Pedro E. “Una visión humanística de la crisis en la educación”. Ábaco. Revista de Educación y Cultura. Santurce, P. R.: Promociones Plenamar. Núm. 2. 1990.<br />• Cartagena, R. Puerto Rico Enfermo. Río Piedras, P. R.: Editorial Cultural. 1983.<br />• ELA de PR. Oficina de Etica Gubernamental. “Valores y Principios Eticos de los Servidores Públicos”. Conética. Boletín Informativo. 1991.<br />• Escobar, Gustavo. Etica. México: McGraw-Hill Co. 3ra ed. 1992.<br />• Fagothey, Austin. Ética, Teoría y Aplicación. McGraw-Hill Co. 5ta. ed. 1991.<br />• Ferrell, O.C. y Larry G. Gresham. “A Contingency Framework for Understanding Ethical Decision Making in Marketing”. Journal of Marketing, Summer 1985, 87-96.<br />• Pedreira, Antonio S. Hostos, Ciudadano de América. Editorial Edil, Inc. 1976.<br />• Peter, Laurence y Raymond Hull. El Principio de Peter. Plaza y Janes. S. A., Editores. España. 1977, 28.<br />• Rosario Galarce, Elmy. “Desarrollo de Valores Éticos: Responsabilidad del Profesor de Educación Comercial”. Revista APEC (Asociación de Profesores de Educación Comercial). Volumen 18. 1994.<br />• Villarini, Angel R. “La Enseñanza Moral en el Currículo Universitario”. La Educación Moral en la Escuela: Fundamentos y Estrategias para su Desarrollo. P. R. Colección Praxis. 1994.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-23576956633339865542008-05-07T11:12:00.003-05:002008-06-18T11:23:04.792-05:00Sin Bioética no es posible una buena práctica médicapor Vicente Bellver<br />CONVERSACIÓN CON ADELA CORTINA<br />SOBRE FORMACIÓN BIOÉTICA, POR VICENTE BELLVER<br />Un buen número de cuestiones relacionadas con la Bioética vienen ocupando titulares de los medios de comunicación en los últimos meses: la creación de los cultivos o animales genéticamente modificados; la despenalización de la eutanasia en Holanda; la aceptación de la donación de embriones en Gran Bretaña para fines de investigación; el fracaso de la cumbre de La Haya en su intento de reducir las emisiones de CO2, causantes del efecto invernadero y del incremento de la temperatura del planeta... Todos estos problemas nos afectan más o menos directamente y suscitan un vivo debate en la opinión pública mundial. Este, sin embargo, no suele canalizarse por vías de diálogo racional sino de atrincheramiento en las propias posiciones y de enfrentamientos irreductibles con quienes piensan de otro modo. Adela Cortina es catedrática de Ética de la Universidad de Valencia y, desde hace más diez años, ha prestado especial atención a las éticas aplicadas o éticas de las profesiones, incluyendo la ética médica y la Bioética. Hemos estado charlando de las controversias actuales en dichos campos, centrándonos especialmente en analizar las bases desde las que afrontar éticamente no sólo los dilemas de la Biomedicina sino su ejercicio cotidiano.<br />VICENTE BELLVER. Vd. es miembro de la Comisión Nacional de Reproducción Asistida. Es un órgano consultivo creado por la Ley de Técnicas de Reproducción Asistida hace doce años, con el objetivo de hacer un seguimiento de la aplicación de la ley mediante la elaboración de informes públicos. Esta Comisión no empezó a funcionar hasta hace tres años. Su primer Informe anual es de 1 998 y, cuando ya nos encontramos en e año 2001, el de 1999 todavía no se ha publicado. ¿Qué es o que sucede?<br />ADELA CORTINA . El Informe de 1999 está concluido desde hace tiempo, pero los cambios en el Gobierno, tras las pasadas elecciones generales, han hecho que aquel informe se quedara en el camino. Como ese momento de tránsito ya lo hemos dejado atrás, convendría que la Comisión fuese convocada y nos pusiéramos a trabajar de nuevo. Así lo hemos hecho saber a los miembros de la Comisión a quienes corresponde.<br />V B . Esta situación demuestra que la Comisión no resulta muy operativa. Y ello se podría aplicar asimismo a muchos comités asesores de Bioética, semejantes al español, que existen en otros países. En ocasiones, simplemente no funcionan; otras veces, son la correa de transmisión de las opiniones del gobierno de turno o de grupos de presión; también pueden acabar siendo órganos que se limiten a hacer eco al pensamiento socialmente dominante. A pesar de este panorama no muy estimulante, Vd. es firme partidaria de la existencia de los comités de ética en todos los niveles: desde los hospitales hasta las instituciones internacionales.<br />A C . Es verdad que me parecen importantes los comités de ética, porque -a mi juicio- son expresión de la moral cívica, propia de una sociedad pluralista. En una sociedad moralmente monista, con un código moral único, al menos oficialmente, las propuestas morales se obtienen de ese código, con más o menos dificultades. Pero en una sociedad pluralista es preciso ir encontrando las respuestas desde la deliberación abierta, y esto es lo que hacen, o deben hacer, los comités. Por eso creo que constituyen una fenomenización de la moral compartida.<br />Evidentemente, su funcionamiento no es simple. No siempre están representadas todas las sensibilidades morales de una sociedad; los miembros del Comité tienen distintas concepciones de vida buena -lo que me he permitido llamar «éticas de máximos»-, que en ocasiones entran en conflicto; el diálogo interdisciplinar de científicos, juristas y éticos añade, en fin, la dificultad de encontrar un lenguaje común. Pero lo verdaderamente difícil en un diálogo de este tipo es que los interlocutores estén dispuestos a dialogar en serio, preocupados por llegar a la mejor solución para los seres humanos. El afán de protagonismo en algún caso, la intransigencia en otros, el empeño en no dar el brazo a torcer, incluso el desprecio hacia los demás miembros, oscurece el afán de verdad.<br />Ante esta realidad se podría concluir que los comités son bastante inútiles. Pero conviene recordar que no hay alternativa en una sociedad pluralista y, sobre todo, que pueden ofrecer resultados muy positivos si se ponen todos los medios posibles. En principio, siempre es posible recabar la información más relevante sobre las cuestiones a tratar, armarse luego de paciencia y dejar que las deliberaciones permitan considerar con sosiego todas las razones que se van exponiendo. Si se procede así, se desvanecen muchos prejuicios y se descubre un amplio campo de posiciones compartidas. Es muy posible que, pese a todo, en algunos casos se mantengan posturas irreductibles; para ello existen los votos particulares, a los que se prestará la misma publicidad que a la posición mayoritaria. Lo que piensa la mayoría no es necesariamente lo verdadero, pero es lo que por el momento expresa un ámbito común más amplio, con el que se va forjando una cierta Bioética cívica transnacional.<br />En cualquier caso, las decisiones son siempre revisables. En primer lugar, porque podemos equivocarnos en la argumentación, o carecer de información relevante, pero también porque en ei ámbito de la libertad humana no existe una situación idéntica a otra y cada una exige una respuesta específica.<br />V B . Aunque en España se prevé la existencia de comités de Bioética en muy distintos niveles, tengo lo impresión de que falta esa cultura de la deliberación, el estar convencido de que los problemas se esclarecen mediante el diálogo. ¿No cree Vd. que el buen funcionamiento de esos comités exige lo formación de un talante distinto entre los profesionales que han de tomar parte en los mismos?<br />A C . En alguna medida esas cosas se aprenden mediante el ejercicio, porque es entonces cuando uno ve que las razones de los otros contribuyen a perfilar las propias y a alumbrar entre todos soluciones a los problemas concretos. Pero, desde luego, es necesario que las Facultades de Medicina y las Escuelas de Enfermería no sólo transmitan unos conocimientos técnicos sino también un determinado talante con que afrontar los casos difíciles para las conciencias del personal sanitario con los que se encuentra todos los días.<br />V B ¿Defiende, por tanto, que el estudio de la ética médica o la Bioética tendría que incorporarse a las carreras sanitarias?<br />A C . En efecto. Creo que la formación de un profesional de la sanidad está incompleta mientras no se forme en este terreno y, por eso, me parece urgente la incorporación de la Bioética como materia obligatoria en carreras como Medicina, Enfermería o Biología. Si se explica bien, lejos de ser una asignatura decorativa, suscita un gran interés y contribuye a dotar de sentido a las profesiones sanitarias. La Bioética permite descubrir al estudiante lo que, de otra manera, sólo se alcanza, y no siempre, después de años de ejercicio de la profesión: lo que es la buena práctica médica. Así entendida, la Bioética contribuye a forjar el carácter de los profesionales de la salud.<br />V B . Ha empleado una expresión que me llama la atención: « a buena práctica médica». ¿Cómo se explica que Vd., que siempre se ha considerado kantiana, recurra ahora a un término que tiene raigambre aristotélica?<br />A C . Porque en el campo de las éticas aplicadas, sobre todo, he detectado una limitación del postkantismo, que consiste en ocuparse de las normas y olvidar que la vida humana se compone de actividades, cosa que los aristotélicos tienen muy en cuenta. Por eso, cuando leí por primera vez la caracterización de práctica que ofrece Maclntyre, reconstruyendo la idea de práxis aristotélica, me di cuenta de que era muy aprovechable para las distintas éticas aplicadas y, muy especialmente, para las éticas del trabajo. Las profesiones son actividades que se legitiman por sus fines. Para alcanzarlas, los sujetos han de adquirir unas virtudes, de forma que cada actividad profesional genera su propio êthos, que debe asumir quien se inserta en esa profesión. Por ello, en ética de las profesiones es preciso complementar el normativismo kantiano con las «buenas prácticas» de cada profesión, como quise mostrar en Ciudadanos del mundo y en Ética de las profesiones.<br />V B . ¿Pero cómo se hace ese descubrimiento de lo que es una buena práctica en cada profesión?<br />A C . Por medio de la interpretación y la comprensión de cada actividad profesional, por medio de la hermenéutica. Por ejemplo, en la actividad médica y de enfermería hay ya distintas metas, que el Hastings Center resume en cuatro: prevenir la enfermedad, curar, cuidar y ayudar a morir en paz. Por hablar de esta última, en el proceso de morir -que tanta controversia ha suscitado en los últimos tiempos- médicos y enfermeras descubren que su tarea consiste en ayudar a morir en paz, lo que exige evitar el encarnizamiento terapéutico, proporcionar cuidados paliativos que alivien el dolor, permitir que la familia acompañe al enfermo, facilitarle ayuda para preparar su muerte, tratarle con respeto y afecto.<br />V B . Menciona una serie de actividades que, a mi entender, exceden el marco de la ética de mínimos, es decir, de aquellas obligaciones que afectan a lo justo y pueden ser exigidas jurídicamente. Pero tampoco parecen actividades supererogatorias, propias de una ético de máximos y exigibles únicamente a quien tiene determinada visión del bien y de la vida buena. Parecen, más bien, obligaciones universales, exigibles a cualquier profesional que se encuentre en una situación así, aunque no se puedan reclamar ante ningún juzgado.<br />A C . Con frecuencia he recurrido a la distinción entre ética de máximos y ética de mínimos. La primera se refiere a la concepción global acerca de lo que es bueno que puede defender cada persona; la segunda comprende el conjunto de exigencias universales derivadas de lo que se entiende por justo, y que vinculan a cada individuo como miembro de una sociedad. Pero entre esa moral individual, que es la que da la plenitud de sentido a la vida de cada persona, y la moral social, que es exigible a todos, se encuentra el vasto territorio de la ética de las profesiones. La actividad específica de cada profesión genera su propio èthos, como hemos dicho antes, del que se derivan una serie de obligaciones morales. Estas, aunque en ocasiones no se puedan exigir jurídicamente, siguen siendo verdaderas obligaciones exigibles a cualquier individuo que realice una profesión.<br />V B . Da la impresión de que recela Vd. un poco de las posibilidades del Derecho, pues reconoce que existen obligaciones morales universalmente exigibles y, sin embargo, las sustrae del campo jurídico.<br />A C . Yo no recelo del Derecho. Únicamente pienso que existe una inflación de normas jurídicas, que tratan de conseguir el cumplimiento de un sinfín de obligaciones mediante la coacción y no lo consiguen porque no son idóneas para exigirlo. Ese fracaso es debido, a mi entender, al intento de reducir la moral social al Derecho. El Derecho se ha de ocupar de lo estrictamente justo y positivizable; la moral social va más allá, abarcando otras obligaciones que no se pueden exigir jurídicamente. Cualquiera puede reconocer que un médico tiene que mostrar un exquisito respeto por cada paciente; pero a nadie se le ocurriría establecer en un reglamento algo así como que el médico que no salude a sus pacientes será sancionado.<br />Las sociedades occidentales han tratado de reglamentar todos los aspectos de la vida social y el resultado no ha sido el refuerzo, sino la debilitación del capital social. Aunque es más fácil legislar que crear una cultura dispuesta a descubrir y asumir las obligaciones morales de índole social, me parece imprescindible dirigir los esfuerzos a crear esa cultura ética. Sólo así se vigoriza una sociedad. Las éticas de las profesiones constituyen la punta de lanza de ese empeño.<br />V B . Me resulta atractiva su propuesta, pero tengo la impresión de que la tendencia actual es justo la contraria. Un ejemplo sería el del consentimiento informado en Medicina. Se reconoce que los médicos tienen el deber de informar a los pacientes sobre su enfermedad y solicitarles el consentimiento para cualquier intervención o tratamiento. Estados Unidos es el país que más lo ha desarrollado y el resultado no ha sido positivo. En lugar de una Medicina en la que el paciente sea tenido en cuenta en mayor grado, se ha llegado a una Medicina defensiva en la que el paciente desconfía del médico y el médico del paciente.<br />A C . Bueno, el caso del consentimiento informado merece una atención especial. Sin duda la idea de autonomía sale a la luz en la Ilustración europea, pero es curioso que en el ámbito médico sea Estados Unidos quien la incorpore. Kant, el adalid de la autonomía, no se refiere a ella en El conflicto de las Facultades, al referirse a la Facultad de Medicina, sino que es en Norteamérica donde la noción de autonomía se incorpora a la práctica médica a través del consentimiento, que primero es «voluntario» y luego «informado».<br />Ahora bien, es éste un asunto en el que hay que ir con sumo cuidado para que el acto de pedir su consentimiento al enfermo a la hora de administrarle un tratamiento no se convierta en un acto jurídico más que en un acto moral de respeto hacia su autonomía. Si lo único que mueve al personal sanitario en estos casos es el intento de prevenirse frente a posibles denuncias, no hará sino intentar que el paciente firme un escrito, cuando lo importante es la explicación verbal de la situación y de los posibles cursos de acción, en un clima de confianza mutua. Al menos, en España las gentes desconfiamos cuando alguien nos insta a firmar un texto. Por eso, lo que importa es crear un clima de confianza entre el personal sanitario y el paciente, en el que el escrito resulte anecdótico en comparación con la palabra. A fin de cuentas, juridificar las relaciones humanas no es deseable. La burocratización y la Medicina defensiva, que encarece el sistema sanitario, no hacen sino frustrar al personal sanitario e infundir desconfianza en los pacientes.<br />Esto no significa, obviamente, que no sea indispensable informar al paciente y pedirle su consentimiento, pero desde una cultura médica, más que desde reglamentaciones. El buen êthos médico y de enfermería es el que lleva a descubrir a los profesionales cuáles son las buenas prácticas. Para ello son imprescindibles buenos cursos de Bioética durante los estudios y ejemplos de buena praxis en los hospitales, en sesiones clínicas o en las deliberaciones sobre un caso difícil.<br />V B . En este rato no hemos hablado de problemas bioéticos concretos sino de los bases sobre los que deben asentarse. Se ha referido a la importancia de forjar el carácter ético de los profesionales de la salud para que sean capaces de descubrir y llevar a cabo una buena práctica médica; y también ha hecho hincapié en la necesidad de los procesos de deliberación para llegar a esa verdad práctica, que es siempre aún no verdadera porque cabe el «mejor aún». Aunque Vd. hace su propuesta desde a filosofía kantiana, creo que en este campo concreto los puntos en común con Aristóteles son muchos, tal como han puesto de manifiesto los representantes alemanes y americanos de la «rehabilitación de la filosofía práctica» o, en nuestro país, filósofos como Alejandro Llano o Jesús Ballesteros. Pero no me gustaría acabar sin referirme a algunos de los problemas bioéticos que han centrado la atención de los medios de comunicación y la opinión pública en los últimos meses. Empezaría por preguntar su opinión sobre la despenalización de la eutanasia en Holanda.<br />A C . Ya he mencionado antes algunos criterios generalmente admitidos que deben orientar la praxis médica en el proceso de morir, como el rechazo del encarnizamiento terapéutico, la promoción de los tratamientos paliativos o el apoyo social al paciente y a la familia. Dicho esto, temo que se defienda la despenalización o la legalización de la eutanasia como respeto a la autonomía, cuando con el tiempo muchas personas pueden llegar a pedirla por la presión social.<br />En una sociedad con recursos escasos y medios técnicos costosísimos, que permiten prolongar mucho tiempo el final de la vida humana, es fácil que se introduzca la idea de que quien tiene una enfermedad terminal resulta ser una carga insoportable. La presión psicológica de esa idea podría llevar a muchos a solicitar la muerte para evitar verse como una carga social, que no produce nada bueno y consume recursos.<br />A mi juicio, no se puede despachar la cuestión de la buena muerte informando a los médicos de que no tendrán responsabilidad penal, si ayudan a morir, sino que es preciso enfocar la cuestión desde el deseo decidido de ayudar a morir en paz. Desde él, puede entenderse que a menudo, cuando alguien dice que quiere morir, en realidad está diciendo que no quiere vivir así. En esas situaciones la buena praxis y el apoyo social ofrecen soluciones satisfactorias. Sin duda una sociedad demuestra su calidad moral por su capacidad para comprometerse hasta el final con las personas para ayudarlas a morir en paz.<br />Una manifestación concreta de ese compromiso consiste en proporcionar las ayudas necesarias para que las familias puedan atender a sus enfermos sin llegar a situaciones de tensión insoportable, y en recuperar la sensatísima idea de que, llegado un momento, lo mejor es llevar de nuevo al enfermo a su hogar y permitir que muera tranquilo entre los suyos.<br />V B . En diciembre del pasado año, el Parlamento británico aprobó una reforma de su ley sobre fecundación asistida que permitirá donar embriones para investigar con ellos y obtener las células madre, con las que se podrían curar muchas enfermedades.<br />A C . Como kantiana que soy, estoy en contra de la instrumentalización de cualquier realidad humana. Comparto lo dispuesto en el Convenio Europeo sobre Derechos Humanos y Biomedicina de 1996, que prohibe crear embriones humanos con fines de investigación y se exige que, en cualquier caso, los embriones habrán de ser tratados con respeto. Siento que el Reino Unido no haya querido compartir el marco bioético que se alcanzó en Europa tras ese Convenio, que es una muestra de cómo se pueden conseguir acuerdos de mínimos razonables mediante procesos de deliberación.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-9436521902465107892008-05-07T11:10:00.002-05:002008-06-18T11:22:29.735-05:00PRINCIPIOS ÉTICOS BÁSICOS EN LA ÉTICA PROFESIONALReferencia bibliográfica para este artículo:<br />Omar França-Tarragó<br />Introducción a la Etica Profesional<br />Montevideo: UCU:Biblioteca Virtual de Etica, 2003.<br /><br /><br />Una vez que hemos tratado el tema del valor moral supremo que es la dignificación de la persona humana, corresponde ahora ver cuales son los "caminos" o "vías" éticas por las cuales ese valor máximo puede canalizarse o concretizarse en la interacción profesional-persona. A esos "caminos" o "vías" nos referimos con el tema de los principios y normas éticas, ya que estos posibilitan que el Valor supremo se defienda y se acreciente en su realidad.<br /><br />Puede definirse a los principios morales como aquellos imperativos morales, categóricos y formales que:<br /><br />1º ayudan a entender lo que implica, en cualquier tiempo y espacio, la dignificación de la persona humana. Metafóricamente, podríamos decir que los principios éticos básicos tienen el mismo efecto que un "faro", puesto que iluminan las formas de la práctica humana que puedan estar impidiendo o deteriorando la dignificación del hombre.<br />2º ayudan a iniciar el proceso de la acción humana en orden a defender e incrementar la realización del valor ético máximo. Son como decíamos recién, los "caminos" o las "vías" por las cuales debe ponerse en práctica dicho valor.<br /><br />Afirmamos que son formales por cuanto carecen de un contenido concreto como lo tiene la siguiente proposición: "debes evitar dañar al consumidor” En este caso, el contenido está dado por dos elementos. Por un lado, es un imperativo específico: “evitar dañar”. Por otro, el objeto de la acción es un tipo de individuo definido: “el consumidor”. Muy excepcionalmente las reglas éticas tienen contenidos materiales como los de este ejemplo. Al contrario, muchas de ellas son formales, es decir, apuntan a un ideal ético que cada individuo tiene luego que discernir cómo ponerlo en práctica.<br /><br />Los principios éticos son el ejemplo contrario al que acabamos de dar. No tienen contenido sino sólo forma. El enunciado del Principio de autonomía: "toda persona debe ser respetada en su autodeterminación", no prescribe ni manda que se haga nada específico en un caso determinado. Al contrario. respetar la autonomía implica algo que tiene que estar subyacente a toda interacción humana, en cualquier tiempo y espacio.<br /><br />Los principios éticos básicos formales interactúan entre sí y "manifiestan", "revelan", "muestran" cómo debe ponerse en práctica la dignificación de la persona humana.<br /><br />Así, los tres principios éticos básicos formales de la relacionalidad interpersonal son: el Principio de Beneficencia, el Principio de Autonomía, y el Principio de Equidad.<br /><br /><br />A. El PRINCIPIO DE BENEFICENCIA<br /><br />El deber de hacer el bien, -o al menos, de no perjudicar- fue formulado desde antiguo con la máxima latina: "primun non nocere" (primero que nada, no dañar). Expresa de forma negativa, el imperativo positivo de beneficiar o hacer el bien a otros. Tal es concepto del Principio de bene-ficencia.<br /><br />Hacer el bien, no significa que yo haga a otro lo que "yo creo" que es su bien. Por el contrario, este imperativo me obliga a hacer el bien esencial que le corresponde a la persona por el mismo hecho de ser persona. Esto significa que para garantizar la dignidad humana es necesario promover en la persona la conciencia, la libertad, y la capacidad para convivir armónicamente con los demás.<br /><br />El contenido del Principio de Beneficencia es pues, llevar a cabo todas las conductas que incrementan la conciencia, la libertad, y la equidad con los demás.<br /><br />Puede decirse pues que el Principio de Beneficencia tiene tres niveles diferentes de obligatoriedad, en lo que tiene que ver con la práctica profesional:<br /><br />1er nivel: debo hacer el bien al menos no causando el mal o provocando un daño. Es el nivel más imprescindible y básico. Todo ser humano, -y un profesional con más razón- tiene el imperativo ético de no perjudicar a otros intencionalmente. De esa forma cuando una persona recurre a un empresario, un abogado, a un médico, a un ingeniero o a un comunicador, tiene derecho a exigir que por lo menos no sea perjudicado con la acción de estos profesionales.<br /><br />2o nivel: debo hacer el bien ayudando a solucionar determinadas necesidades humanas. Este nivel es el que corresponde a la mayoría de las prestaciones de los profesionales, cuando responden a las demandas de ayuda de sus clientes a partir de sus conocimientos y habilidades. El abogado, el psicólogo, el trabajador social, el médico, el comunicador social, o cualquier otro profesional puede responder o no, con los conocimientos que le ha brindado la sociedad, a la necesidad concreta, parcial y puntual, que le demanda una determinada persona que requiere sus servicios.<br /><br />3o nivel: debo hacer el bien a la integridad de la persona y de la sociedad. Este nivel tiene un contenido mucho más inespecífico porque no se limita a responder a la demanda puntual de la persona sino que va mucho más allá. Se trata de responder a la necesidad que tiene una persona de ser beneficiada en la totalidad de su ser. De lo anterior se deduce que para que el principio de beneficencia sea obligatorio, debe tenerse en cuenta no solo su formalidad -hacer positivamente el bien- sino las consecuencias que implican su puesta en práctica, es decir un cálculo de costos (incluyendo riesgos) y beneficios. El cálculo de la desventaja del beneficio sobre el costo es algo sumamente complejo que implica muchas dificultades teóricas que deben ser resueltas en cada caso. Y estos problemas implican opciones de valores, tal como puede verse a través de estas preguntas: a.¿qué valores son los que se tendrán en consideración para juzgar lo que son los costos y lo que son los beneficios?. b.¿Cuánta variedad de costos y beneficios se tendrán en cuenta para el cálculo?. c.¿los valores de quién son los que se tendrán en cuenta como más relevantes?. d.¿a quienes van a cargarse los costos y a quienes se les va a distribuir los posibles beneficios? e.¿Cuánto costo-beneficio corresponde a los individuos (abstractamente aislados) y cuánto a la sociedad en su conjunto?. Frente los costos y beneficios físicos, los mentales y los sociales, ¿a cual se le dará más peso?. Recordemos como ejemplo de eso el caso sucedido en nuestro país hace unos años cuando, en alta mar, se desencadenó un incendio en la sala de máquinas de un barco que amenazaba con explotar la totalidad del navío. Viendo esto un marinero tapó con su propio cuerpo el lugar por donde podía expandirse el fuego, con lo cual salvó a toda la tripulación. Necesitamos volver a la caracterización que ya hicimos de la persona humana para recordar que su necesidad fundamental es la de incrementar su conciencia su autonomía y su comunitariedad. De ahí que el deber de beneficiar a la totalidad de una persona es el de hacer todo aquello que aumente en ella su vida de relación con los demás y su capacidad de vivir consciente y libremente de acuerdo a sus valores y deseos.<br /><br />La diferencia que hay entre un "hacer el bien" según el segundo nivel antes visto o el tercero, se corresponde a la diferencia que hay entre una ética de los intereses individuales y la ética que se hace corresponsable del bien común de la sociedad, que no sólo busca estar informada sino de muchas otras necesidades y derechos, como el derecho a no verse perjudicada inútilmente.<br /><br /><br />¿Una empresa que "haga el bien"?<br /><br />Podemos decir que los individuos que deciden en una organización pueden "hacer el bien" en el sentido antes mencionado. ¿De qué manera?<br /><br />En primer lugar cumpliendo la finalidad de una organización que es la de producir bienes y servicios en la sociedad. La productividad en sí misma es un bien por cuanto agrega valor a las cosas y a las materias primas y posibilita el bienestar social por medio de la generación de empleo y la realización creadora de las personas que trabajan. Una organización que produce de forma competitiva muestra que ofrece bienes y servicios con un buen equilibrio precio/calidad. En el cumplimiento de su finalidad organizacional en sí misma, la empresa "hace el bien".<br /><br />En segundo lugar la corporación "hace el bien" intralaboralmente en la medida que puede promover una serie de conductas y actitudes que garantice, por un lado, un "clima" éticamente positivo y, por otro, en la medida que remunere justamente el esfuerzo creador de valor que tienen todos y cada uno de los miembros de la corporación.<br /><br />En tercer lugar, una corporación "hace el bien" cooperando con el bien común. Esta cooperación puede tener diversos niveles de operatividad:<br />3.1. El cumplimiento de lo mandado por la ley:<br />- cuidando el ambiente<br />- pagando los impuestos<br />3.2. El discernimiento de los criterios de inversión. El capital puede invertirse solamente con un objetivo de maximizar el lucro o, también, ante igualdad de condiciones financieras, optando por inversiones que promuevan el desarrollo social de áreas económicamente no desarrolladas.<br /><br />3.3. La cooperación con la búsqueda de igualación de oportunidades. Numerosas organizaciones sin fines de lucro buscan contrarrestar en determinados sectores sociales, las deficiencias que la vida o los azares ha implicado. De ahí que hayan instituciones de ayuda en todos los órdenes de la sociedad. Una organización puede colaborar voluntariamente en esta hipoteca social que todos los ciudadanos del mundo tenemos y que, también compete a las organizaciones.<br /><br /><br />B. EL PRINCIPIO DE AUTONOMÍA<br /><br />La capacidad de darse a sí mismo la ley, era el concepto que tenían las ciudades-estados griegas de la antigüedad. El concepto moderno de autonomía surge principalmente con Kant y da a entender la capacidad del sujeto de gobernarse por una norma que él mismo acepta como tal sin coerción externa. Por el hecho de poder gobernarse a sí mismo, el ser humano tiene un valor que es el de ser siempre fin y nunca medio para otro objetivo que no sea él mismo. Pero para Kant, esta auto legislación no es intimista sino todo lo contrario. Una norma exclusivamente individual sería lo opuesto a una verdadera norma y pasaría a ser una "inmoralidad". Lo que vale -según Kant y según la mayoría de los sistemas éticos deontológico - es la norma universalmente válida, cuya imperatividad no es impuesta desde ningún poder heterónomo sino porque la razón humana la percibe como cierta y la voluntad la acepta por el peso de su misma evidencia. Esta capacidad de optar por aquellas normas y valores que el ser humano estima como válidas es formulada a partir de Kant como autonomía. Esta aptitud esencial del ser humano es la raíz del derecho a ser respetado en las decisiones que una persona toma sobre sí misma sin perjudicar a otros.<br /><br />Stuart Mill, como representante de la otra gran corriente ética, el utilitarismo, considera a la autonomía como ausencia de coerción sobre la capacidad de acción y pensamiento del individuo. A Mill lo que le interesa es que el sujeto pueda hacer lo que desea, sin impedimentos. Su planteo insiste más en lo que de individual tiene la autonomía, que en su universalidad, aspecto que es fundamental en Kant.<br /><br />Ambos autores coinciden en cambio en que piensan que la autonomía tiene que ver con la capacidad del individuo de autodeterminarse, ya sea porque por propia voluntad cae en la cuenta de la ley universal (Kant), ya sea porque nada interfiere con su decisión (Mill).<br /><br />De lo anterior es fácil concluir que para ambos autores la autonomía de los sujetos es un derecho que debe ser respetado. Para Kant, no respetar la autonomía sería utilizarlos como medio para otros fines; sería imponerles un curso de acción o una norma exterior que va contra la esencia más íntima del ser humano. Para Kant, se confunde y se superpone el concepto de libertad con el de ser autónomo. De la misma manera que no puede haber un auténtico ser humano si no hay libertad, tampoco puede haber ser humano donde no haya autonomía. Stuart Mill por su parte, también reivindica la importancia de la autonomía porque considera que la ausencia de coerción es la condición imprescindible para que el hombre pueda buscar su valor máximo que sería la utilidad para el mayor número.<br /><br />El pensamiento filosófico postkantiano incorporó como noción fundamental en la antropología y en la ética, el principio que ahora llamamos de autonomía y que podría formularse de la siguiente manera: "todo hombre merece ser respetado en las decisiones no perjudiciales a otros". Desde la perspectiva de Kant no habría sido necesario hacer esa cláusula exceptiva, puesto que la decisión de un hombre autónomo siempre sería adecuarse a la ley universal, que por cierto, nunca puede ser perjudicial en sí misma. La cláusula exceptiva proviene de la filosofía utilitarista y es una defensa contra la arbitrariedad subjetivista.<br /><br />Tal como lo formula H.T.ENGELHARDT , el principio de autonomía considera que la autoridad para las acciones que implican a otros se deriva del mutuo consentimiento que involucra a ambos. Como consecuencia, sin ese consentimiento no hay autoridad. Las acciones que se hacen contra tal autoridad son culpables en el sentido de introducir un "violador" fuera de la comunidad moral y haciendo lícita la venganza, o la fuerza punitiva aplicada por cualquier comunidad moral minoritaria. A su vez, el mutuo consentimiento sólo se puede basar en el hecho de que cada persona es un centro autónomo de decisión al que no se puede violar sin destruir lo básico en la convivencia humana. De ahí que el respeto al derecho de consentir de los participantes en la comunidad de acción comunicativa, es una condición necesaria para la existencia de una comunidad moral. El autor que venimos citando formula la máxima de este principio como: "no hagas a otros lo que ellos no se harían a sí mismos; y haz por ellos lo que con ellos te has puesto de acuerdo en hacer".<br /><br />Del principio antes formulado se deriva una obligación social: la de garantizar a todos los individuos el derecho a consentir antes de que se tome cualquier tipo de acción con respecto a ellos; protegiendo de manera especial a los débiles que no pueden hacerlo por sí mismos y necesitan un consentimiento sustituto.<br /><br />Ninguna acción corporativa podría justificarse -al menos desde una ética personalista- si no buscara el incremento, el mantenimiento o el respeto de una mínima autonomía en el sujeto para que éste dirija sus actos de acuerdo a su escala propia de valores o concepción de la vida.<br /><br />C. EL PRINCIPIO DE EQUIDAD<br /><br />Si la ética en general y la ética empresarial en particular se basara únicamente en el principio ético de respeto por la autonomía de los individuos, nos encontraríamos con la misma arbitrariedad y caos social que si no tuviéramos principio ético alguno, puesto que la autonomía de las personas puede llevar a que la norma de conducta que cada una se auto provea no sea otra cosa que la preferencia solipsista por una emoción subjetiva. Por otro lado una persona no puede realizarse como tal, si no se constituye en la alteridad, es decir en la apertura a la relación y a la comunicación. El “yo” nunca es una tabla rasa, en la que cada individuo escribe solipsistamente, sino un ámbito de recepción y emisión, que se va constituyendo precisamente en ese dinamismo de acción comunicativa. Además ningún ser humano existe dependiendo solamente de cómo entabla sus relaciones individuales con otros seres humanos sino que se encuentra con estructuras dadas en las que vive, y en las que necesariamente se enfrenta para modificarlas o confirmarlas. Este ámbito político es intrínseco a la realidad humana, del que de ninguna manera puede escapar, a no ser fabricándose un mundo únicamente subjetivo, tal como se da en las enfermedades psíquicas. La persona es, pues, un individuo con una estructura recíproca; o dicho en palabras latinas, es un "homo loquens", un inter-locutor, que explícita o implícitamente actúa deliberando en una comunidad de interacción.<br /><br />El principio de equidad es la aplicación del Principio General de “Justicia” a la relacionalidad interpersonal. Por ello, en primer lugar, a continuación desarrollaremos el tema de la Justicia, para luego aplicarlo a esta relacionalidad como “equidad”.<br /><br />C.1. Antecedentes históricos<br /><br />a. Justicia como justeza o exactitud<br /><br />Aristóteles fue de los primeros en formular esta categoría. La diosa Némesis era para los griegos una diosa vindicativa de lo que no estaba ajustado con la realidad que le correspondía "por naturaleza" Aristóteles retoma ese personaje pero lo integra como una categoría moral: la vindicatio o virtud que procura que las cosas estén según su orden natural. Es pues la virtud por excelencia o la práctica de la virtud perfecta: justeza de las cosas con su propia realidad.<br /><br />En el caso de la vida social, hay una justicia política que es la que hace que exista la sociedad con su orden natural propio, es decir, organizada de acuerdo a su "esencia". Como parte de esa justicia política está la justicia distributiva (o proporcionada), correctiva - conmutativa (o igualitaria), y la legal.<br /><br />La justicia distributiva se refiere a la justeza que debe haber en las relaciones entre el gobernante y sus súbditos, cada uno cumpliendo su propio rol: o mandar u obedecer. No se trata de una distribución igualitaria de bienes -ya que la desigualidad es natural para Aristóteles-, sino de darle a cada uno lo que le corresponde según su rol social. Es decir, una justicia proporcionada.<br /><br />La justicia conmutativa es la justeza que debe haber en las relaciones entre los iguales. Se refiere al intercambio igualitario de valores, es decir, si yo le doy un tonel de vino, tengo derecho a recibir un valor equivalente en trigo, etc.<br /><br />La justicia legal es la que se refiere a la justicia que se debe para con la sociedad como conjunto, y que se manifiesta normalmente a través de los deberes ciudadanos expresados en las leyes. De ahí toma su nombre de justicia legal.<br /><br />En la época ilustrada de la Edad Media, Santo Tomás de Aquino introduce variables fundamentales en su lectura de Aristóteles, que permanecen como categorías normalmente usadas en las sociedades modernas y en el derecho contemporáneo. Este extraordinario filósofo medieval consideraba que tanto la justicia conmutativa como la distributiva atañían al bien de los particulares. Por el contrario, la justicia legal es para él, la que tiene como objeto al bien común, que es superior y previo al bien de cada individuo.<br /><br />b. Justicia como cumplimiento de los contratos<br /><br />El Renacimiento junto con el florecimiento de las artes, trajo un renacer de la subjetividad y del comercio. La justicia poco a poco empieza a definirse como lo que asegura la libertad en los contratos. Lo justo ya no sería dar a cada uno lo que le corresponde sino cumplir lo pactado.<br /><br />Así Hobbes considera que el único derecho del hombre es la libertad de hacer lo que quiere. Para convivir en sociedad no le queda más remedio que renunciar a ese derecho innato. De ahí la importancia del "pacto". La injusticia sería transgredir ese pacto y por tanto, para Hobbes no hay justicia que no sea la justicia de cumplir la ley o pacto social.<br /><br />Locke por su lado considera que el ser humano como un ser individual es depositario del derecho a la vida, a la salud, a la libertad y a la propiedad. También para vivir en sociedad es necesario que el estado proteja esos derechos. Si no lo hace es injusto puesto que su papel es garantizar la libertad individual. Esta noción de justicia contractual de la Ilustración continuó luego durante la mayor parte del siglo XIX.<br /><br />Modernamente Nozick (1974) vuelve a reivindicar esta concepción de la justicia cuando defiende que el papel de un estado es ser "estado mínimo". Es decir, preocuparse de proteger a los individuos contra la violencia, el robo, el fraude y el cumplimiento de los contratos. Si hace sólo eso, es un estado "justo". Justicia sería para este autor, el libre desarrollo de cada uno según su voluntad, con tal de que no moleste a otros.<br /><br />La concepción "contractual" de la justicia repercute en múltiples ámbitos de la sociedad, y en particular en el del ejercicio de las profesiones. Veamos a manera de ejemplo, las dos principales consecuencias que tuvo en una de ellas como es la medicina. Por un lado, afectó a la forma que los médicos empezaron a entender el "derecho" a ejercer su profesión. De acuerdo a esta noción de justicia los médicos son considerados como parte de las profesiones "liberales" porque el ejercicio profesional pasa a ser visto como el contrato "libre" hecho entre un médico independiente y un paciente que lo elije en el mercado de ofertas no mediado por el estado. A partir de la Ilustración, los pacientes ya no retribuyen los "honorarios" que le corresponden al médico por el "honor" que se merecen sus servicios , -tal como había sido la forma tradicional de relación médico-paciente hasta esa época-, sino que pagan un contrato preestablecido. En el siglo XIX los médicos tenían pánico de terminar como simples asalariados del estado y el "libre contrato" entre el médico y su paciente se consideraba esencial a la práctica de la profesión dentro de esta concepción ilustrada de la justicia. Era un "derecho" del médico liberal el poder fijar su propia tarifa, con la única condición de no cobrar menos de una cuota determinada fijada por el gremio, para no desprestigiar a la profesión. Una segunda repercusión de la concepción liberal de la justicia fue la forma en que se valoró la obligación del estado con respecto a la salud. En esta forma de considerar "lo justo", la atención de la salud de los ciudadanos no es un deber que el Estado deba cumplir, sino simplemente un derecho individual que debe proteger de forma negativa, al impedir que nadie atente contra la salud de nadie. La justicia debida del Estado en todo caso podría consistir -para los liberales- en pagar la atención de aquellas enfermedades causadas por el mismo Estado, pero nunca una responsabilidad para todo tipo de asistencia. La salud pasa a ser considerada como una benevolencia del estado, pero no un deber vinculante u obligatorio hacia sus ciudadanos.<br /><br />c. Justicia como Igualdad<br /><br />Será Marx quien contribuya significativamente a un concepto de justicia como igualdad de bienes. Su crítica al capitalismo estriba en que para él la defensa incondicional de los derechos del individuo a lo que llevan es a que quienes tienen el dinero puedan seguir siendo cada vez más ricos a espaldas de las masas desposeídas.<br /><br />La llamada Doctrina social de la Iglesia y los socialistas democráticos son los que más han llevado a considerar el papel del estado como el promotor y protector de una real situación de igualdad de oportunidades abiertas para todos. Eso incluye una vida digna de los individuos de la nación en los que quede siempre garantizada los derechos básicos de educación, vivienda, trabajos y salario justos, jubilación y salud.<br /><br />d. La concepción de J. Rawls.<br /><br />Quizá el autor más célebre al respecto y que más ha hecho repensar la noción de justicia es J. Rawls . Para el autor de "A Theory of Justice"(1971), en la "posición original" es decir, en una sociedad supuestamente todavía no "corrompida", compuesta por seres iguales, maduros y autónomos, es esperable que sus ciudadanos estructuren dicha sociedad sobre bases racionales y establezcan que los criterios o bienes sociales primarios accesibles para todos, estén compuestos de:<br />1. libertades básicas (de pensamiento y conciencia)<br />2. libertad de movimiento y de elegir ocupación, teniendo como base la igualdad de diversas oportunidades.<br />3. la posibilidad de ejercer cargos y tareas de responsabilidad de acuerdo a la capacidad de gobierno y autogobierno de los sujetos.<br />4. La posibilidad de tener renta y riqueza<br />5. el respeto a sí mismo como personas<br /><br />Para J.Rawls en esa "posición original" o sociedad "pura" sus ciudadanos estimarían razonable que todos los bienes se distribuyeran igualitariamente, a menos que una desigual distribución beneficiara a todos. Como esto último es improbable sólo cabe escoger entre dos alternativas incompatibles entre sí: o hacer que las desigualdades beneficien a los más favorecidos (maxi-max) o minimizar los perjuicios que sufren los menos favorecidos (maxi-min). Es lógico pensar que en la "posición original" los ciudadanos libres y autónomos escojan el "maximin" es decir que:<br /><br />"todos los bienes sociales primarios -libertad, igualdad de oportunidades, renta, riqueza, y bases del respeto humano-, han de ser distribuidos de un modo igual, a menos que una distribución desigual de uno o de todos estos bienes redunde en beneficio de los menos aventajados"<br /><br />A su vez, este principio se descompondría en otros dos:<br /><br />"1. toda persona tiene el mismo derecho a un esquema plenamente válido de iguales libertades básicas que sea compatible con un esquema similar de libertades para todos".<br />"2. Las desigualdades sociales y económicas deben satisfacer dos condiciones. En primer lugar, deben estar asociadas a cargos y posiciones abiertos a todos en igualdad de oportunidades; en segundo lugar, deben suponer el mayor beneficio para los miembros menos aventajados de la sociedad" .<br /><br />O dicho en otras palabras:<br />"1. Las libertades civiles se rigen por el principio de igual libertad de ciudadanía.<br />2. Los cargos y posiciones deben estar abiertos a todos, conforme al principio de justa igualdad de oportunidades.<br />3. Las desigualdades sociales y económicas (poderes y prerrogativas, ventas y riqueza) deben cumplir el principio de la diferencia, según el cual la distribución desigual de esos bienes sólo es justa o equitativa si obedece al criterio maximin, es decir, si ninguna otra forma de articular las instituciones sociales es capaz de mejorar las expectativas del grupo menos favorecido"<br /><br />Siguiendo pues la enseñanza de Rawls podríamos decir que el Principio de Justicia es aquel imperativo moral que nos obliga a lo siguiente:<br /><br />En primer lugar, a la igual consideración y respeto por todos los seres humanos. Esto implica un elemento negativo que es el imperativo de no discriminar, es decir de respetar que toda persona tiene derecho a ser tratada en igualdad de condiciones con respecto a otro ser semejante a él, sin diferenciar por motivo de edad, condición social, credo religioso, raza o nacionalidad. Implica por otro lado un imperativo positivo, la búsqueda eficaz por la igualdad de oportunidades en cuanto al acceso al común sistema de libertades abiertas para todos. En otras palabras esto quiere decir que todo ciudadano de una nación tiene derecho a la igualdad de oportunidades en cuanto a acceder a la satisfacción de las necesidades básicas de toda persona, como son la vida, la salud, la autonomía, la educación y el trabajo. Si una persona tiene la posibilidad de satisfacer estas necesidades básicas podrá escoger libremente otras necesidades que se derivan de las anteriores, y que de hecho han sido reconocidas como tales por la Declaración Universal de los Derechos humanos, tanto individuales, políticos, sociales y económicos.<br /><br />En segundo lugar, el Principio de Justicia implica que sólo es éticamente justificable aceptar diferencias de diverso tipo entre los seres humanos, si esas diferencias son las menores humanamente posibles y las que más favorecen al grupo más desfavorecido, o como dice textualmente J.Rawls, "si ninguna otra forma de articular las instituciones sociales es capaz de mejorar las expectativas del grupo menos favorecido" Esta forma de considerar el Principio de Justicia es profundamente dinámico y removedor de cualquier falsa solución. Mantiene a la humanidad en permanente tensión hacia el ideal ético de hacer eficaz lo de que "todo ser humano tiene derecho a la igual consideración y respeto".<br /><br />De ahí que entendemos al Principio de justicia como aquel imperativo que obliga moralmente al ser humano a la justa equidad de consideración y respeto por todo ser humano. No nos referimos con esto a una forma educada de tratar a los demás, sino a que es imperativo de toda acción éticamente justificable el buscar asegurar que toda persona sea tratada de tal manera que dicha relación acreciente la participación de todos en la igualdad de oportunidades de libertad ofrecidas para todos. El principio de Justicia lleva pues implícito que si hay quienes tienen limitado el acceso a esa igual posibilidad de oportunidades de libertad, haya que tratarlos con preferencia, para que su deficiencia sea compensada y se logre finalmente la justa equidad de participación en la comunidad de acción comunicativa; el ámbito donde, a través de la deliberación, los seres humanos podemos encontrar cómo resolver los conflictos propios de la alteridad política. El principio de justicia lleva implícito, tal como lo plantea John Rawls, que si hay que favorecer a alguien para asegurar la justa equidad de oportunidades en ese sistema de libertades abierto para todos, sea a los más pobres o desaventajados.<br /><br />El principio de justicia lleva a cuestionar permanentemente en qué medida el comunicador social está posibilitando con su accionar práctico que todos tengan justa equidad de posibilidades de acceso -sin discriminación de condición social o económica- a los beneficios del saber científico, político, económico, cultural y religioso. No existe "igual consideración y respeto" si la sociedad y los comunicadores no buscan medios eficaces para que todo ser humano, independientemente de su condición social, pueda ser beneficiado por la comunicación de los grandes públicos. Y aunque la sociedad no haya encontrado todavía los medios eficaces para posibilitar eso, el profesional individual no por eso puede considerarse libre de la obligación de hacerse responsable -en la medida de sus posibilidades- de aquéllos que no tienen medios para acceder a esa comunidad de medios de comunicación.<br /><br />Quizá una de las cosas que más ponen en cuestionamiento al principio de la justa igualdad de oportunidades, sea el desequilibrio del flujo de información a escala mundial. Es un hecho archiconocido el monopolio informativo de las grandes agencias internacionales; y que lo que recibimos en nuestros hogares pasa por la tecnología centralizadora de 5 grandes empresas noticiosas que pertenecen al mundo desarrollado. Sin embargo, también en el interior de nuestros países toda mono-tonía ideológica en la propiedad de la tecnología de la comunicación está en conflagración directa con el derecho de que todas las corrientes de opinión puedan acceder a la comunidad de comunicación. Y si bien es cierto que es impensable que la progresiva tecnologización de la comunicación pueda ser accesible a cualquier grupo económico de ciudadanos, el imperativo ético de permitir la justa equidad de participación de los distintas corrientes de opinión debe ser garantizada en este nuevo contexto de potencialidad comunicacional. A esta exigencia ética no podemos renunciar si realmente queremos avanzar en la democratización de nuestro país.<br /><br /><br />D. LA INTERRELACION DE LOS PRINCIPIOS EN LA PRACTICA PROFESIONAL<br /><br />El Respeto por la autonomía, el principio de Hacer el bien y el de Justicia (o de igual consideración y respeto) indican los deberes primarios de todo ser humano y los derechos inalienables de cada persona y de los pueblos. Son las columnas fundamentales de toda ética personalista.<br /><br />Estos principios no involucran sólo a la relación individual sino a cualquier grupo humano dentro de la sociedad y aún a la relación entre los estados. Son el fundamento de toda ética, aún la internacional. De ahí que se apliquen también a cualquier ética profesional o especial, con las debidas acomodaciones a cada práctica particular.<br /><br />Desde el punto de vista de la ética personalista no puede decirse que exista un único principio ético a partir del cual los dilemas de la práctica profesional puedan resolverse o superarse. Es la trinidad de los tres principios simultáneamente tenidos en cuenta los que deben articularse para que se pueda entablar una adecuada relación ética entre el profesional, la persona y la sociedad; y además, para que pueda vehicularse en la práctica concreta, el sostén, la protección y el acrecentamiento del valor ético supremo que es la dignidad de la persona humana en sus tres dinamismos esenciales: incremento de la conciencia, la autonomía y la comunitariedad.<br /><br />Por el contrario, si se diera prioridad o sólo se tuviera en cuenta a un único principio como el de Autonomía, terminaríamos obrando con una ética individualista, libertarista o solipsista. Si sólo tuviéramos en cuenta el Principio de justicia podríamos caer en una ética colectivista, totalitarista, o gregarista. Si sólo aplicáramos el deber de hacer el bien podríamos caer en una sociedad paternalista o verticalista.<br /><br />Es evidente que el diseño o "edificio" de la ética personalista está todavía incompleto en el punto al que hemos llegado. Faltan tratar las normas éticas, -que serán objeto de estudio en el próximo capítulo-, y las virtudes. En la práctica concreta las dificultades provienen en la mayoría de las ocasiones porque entran en conflicto entre sí, diversos valores, principios o normas. Cuando ese conflicto es entre un principio y una norma, parece relativamente sencilla la decisión de darle prioridad al principio sobre la norma. Pero cuando existen conflictos entre dos principios, la resolución es más compleja. Trataremos de enfocar ese punto cuando lleguemos a tratar el tema de las "Decisiones éticas".<br /><br />Pero además, de nada sirve saber cuales son los valores, principios y normas si los sujetos no incorporan en sí como parte de su "carácter" o "modo permanente de ser" lo que implica la benevolencia, el respeto, o el ser justo. Toda ética es últimamente gélida si no termina convirtiéndose en una ética de virtudes. Pero por otra parte es prácticamente inefectiva si junto a los valores, principios y normas no se aprende a razonar éticamente de una forma correcta para poder incorporar el ideal ético en una práctica realmente transformadora y crítica de la realidad fáctica.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-57958517391260602172008-05-07T11:03:00.002-05:002008-06-18T11:22:09.356-05:00MAS ALLÁ DE LAS CLASES DE ÉTICAfuente: http://blog.pucp.edu.pe/item/3967 Filosofía práctica y Liberalismo. Taller del Prof. Bacigalupo<br /><br />Qué es ética<br />Todos damos por supuesto que sabemos o que por lo menos tenemos una idea de qué es la ética. Pero la verdad es que la confusión conceptual está muy generalizada. Para algunos la ética es la moral vigente en una determinada colectividad; para otros es un conjunto de principios que se hallan por encima de las distintas costumbres morales de una sociedad dada; y hasta hay quienes identifican ética con estética. La confusión no sólo se aprecia en el lenguaje público no-académico, sino se constata también entre los especialistas. El filósofo alemán contemporáneo Jürgen Habermas, por ejemplo, ha acostumbrado a sus seguidores a llamar ética a lo que la tradición filosófica siempre llamó moral, y moral a lo que la mayoría de los filósofos sigue llamando ética.<br /><br />Visto esto desde la confusión de nuestros días, parece una ironía que en los orígenes, cuando griegos y latinos forjaron los conceptos de Occidente, ética y moral significaran lo mismo. Una palabra era la traducción de la otra; pero a lo largo de la historia se fueron decantando ciertas diferencias que, a fines de la Edad Media, se convirtieron en uso común.<br />En efecto, en la época de la temprana Escolástica, ‘moral’ empezó a significar el conjunto de costumbres que de hecho se hallan vigentes en un determinado grupo social. En el concepto, esas costumbres abarcan desde los modales y la manera de vestir de los individuos, pasando por las normas de conducta familiares o de clan, hasta los usos políticos más fuertes, arraigados en la vida pública de las ciudades. Por esa razón, los juristas y los filósofos siempre consideraron que el derecho era, de algún modo, un componente de la moral de un pueblo, porque era el conjunto de las normas explícitas de un universo normativo más vasto.<br />El hecho de que distintos pueblos y culturas se toparan unos con otros a lo largo de su historia —por lo general, de manera poco amistosa— produjo un fenómeno de ‘contaminación’ de las costumbres originales y, en con-secuencia, una moral determinada se veía invadida y trastornada por los valores de otra moral. En la historia del Occidente, el primer cristianismo mediterráneo se expandió hacia los demás pueblos europeos sobre la base de esta suerte de mutua influencia moral y, a través de ella, inoculó patrones de comportamiento nuevos en los pueblos convertidos, a la vez que asimilaba los ajenos.<br />Esto, como se sabe, se convirtió en una constante histórica. Pues bien, cada vez que se daba un encuentro cultural con impactos duraderos se producía, como era de esperar, una crisis de valores hasta entonces vigentes, es decir, una crisis moral. Los pueblos, sin embargo, siempre han sabido administrar estas crisis y los individuos, tarde o temprano, han sabido hallar una salida que les permita conservar algunos rasgos ancestrales de su cultura y adaptarse a los cambios con mayor o menor versatilidad.<br />El punto al que quiero llegar en esta primera entrega es simple: Puesto que algunos pensadores occidentales de la Edad Media fueron conscientes de esta confrontación y la consiguiente amalgama cultural, optaron finalmente por asignarle a la palabra ‘ética’ una nueva función. Fue así como, desde mediados del siglo XII, se la empezó a usar para señalar normas de conducta que se hallaran por encima de las diferencias morales de los pueblos. Así entendida, la ética debía asociarse a la naturaleza humana y, por ende, debía trascender esas particularidades para convertirse, en lo que toca a la determinación racional del bien y el mal, en el denominador común de todos los seres humanos sin excepción.<br />De ese modo, la ética se convirtió en una reflexión acerca de lo que, a partir de una purificación del proceso mismo de hibridación moral, podía decantarse como universal. Desde entonces, quienes tienen un sentido agudo para la perspectiva histórica, ven en la ética un ámbito de cuestionamiento crítico de los avatares de las diversas concepciones morales de la vida, y le asignan a esa mirada crítica una clara vocación universal.<br />Ahora bien, la posibilidad de hallar los mínimos comunes de la convivencia racional se asienta en la capacidad de la ética de enunciar y proclamar los principios de aceptación universal, así como de deducir de ellos los valores y las normas mínimas indispensables para lograr la tolerancia de lo diverso en las sociedades complejas. En las siguientes entregas veremos cómo se ha pretendido lograr eso en la cultura occidental.<br />No hay una moral, sino muchas morales<br /><br />Desde la época helenística, la moral dejó poco a poco de ser el nombre de una sola realidad cultural uniforme, para referir cada vez más a diversos conjuntos normativos de la acción humana. Entre las normas de esas ‘morales’ se hallaban con frecuencia las costumbres de las comunidades religiosas tradicionales, más o menos cerradas a la influencia externa; pero era referida también como ‘moral’ una amalgama de costumbres más bien amorfa e imprecisa, mucho más amplia, que se solía instalar en las sociedades urbanas pluriculturales por defecto de un único patrón rector.<br /><br />En los tiempos modernos, la ‘moral de los burgos’ o, si se quiere, ‘moral burguesa’ continuó evolucionando y profundizando su curso, hasta convertirse en algo muy difícil de perfilar, debido sobre todo a sus múltiples componentes heterogéneos. Sin embargo, ciertos trazos permanentes y comunes a la vida citadina de todos los tiempos siguen marcando las pautas básicas del comportamiento humano, y hoy afectan a millones de seres humanos.<br />Si a esto se suma el ritmo vertiginoso de los cambios sociales y culturales producidos por los avances tecnológicos y de la comunicación de masas, más que un estado de decadencia o pérdida de ciertos valores tradicionales, lo que estamos viviendo es una crisis de adaptación. Cris moral, en sentido estricto, me parece que siempre ha habido; pienso que la crisis en en realidad una condición de la convivencia humana. Lo que ocurre hoy es que no hay tiempo suficiente para la generación y sedimentación de nuevos valores a partir de los valores tradicionales.<br />Sin embargo, hay una ‘moral por defecto’ en las grandes ciudades y que podría llamarse ‘la moral burguesa del capitalismo’, si se quiere utilizar esa expresión. Lo que me interesa subrayar aquí es que esta moral se ha visto recientemente forzada a incorporar a su despliegue espontáneo no sólo la ley positiva —que por puro principio de legalidad no puede desconocer—, sino además las demandas interpuestas por la ética de los derechos humanos.<br />La amalgama moral de nuestro tiempo está siendo afectada en su desarrollo espontáneo por los principios universales de la moralidad, que fueron expuestos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948: La dignidad de la persona, la igualdad de todas las personas en dignidad, la libertad, la justicia y la paz. Esto me parece un acontecimiento extraordinario, que responde a una extrategia exitosa. Aquel sencillo documento, en el que se resume la ética universal de nuestro tiempo, a pesar de ser una declaración hecha por un grupo de juristas americanos y franceses al finalizar la Segunda Guerra Mundial, ha tenido sin embargo la capacidad de normar a la moral polimorfa de fines del siglo XX y principios del XXI con un rango de incidencia planetario.<br />Quiero cerrar esta segunda entrega recomendando no exagerar la tensión entre normas morales particulares y principios éticos universales de la conducta humana. En la mayor parte de los casos, la relación se suele dar sin grandes conflictos y dentro de una dinámica de permanente reinterpretación y adaptación. Debido al carácter marcadamente liberal que ha adquirido el proceso de hibridación de las culturas del Occidente moderno, sólo ciertas sociedades particulares —como las minorías voluntariamente cerradas, los grupos étnicos que rehúsan el contacto fluido con la cultura predominante o los grupos religiosos conservadores— ofrecen niveles de resistencia considerables al carácter universal y vinculante de los principios éticos asumidos por el ‘humanitarismo político’ de nuestra era.<br />Hasta aquí el marco teórico básico de nuestro enfoque. En lo que sigue, centraremos nuestra atención en los problemas que este enfoque plantea a la enseñanza universitaria de la ética, particularmente si se trata de una universidad católica.<br />Qué es ética profesional<br /><br />Para echar luz sobre este punto, empecemos por preguntarnos qué es una profesión. Si nos fiamos de la etimología, propiamente hablando, la profesión es un acto subjetivo mediante el cual un individuo profesa una determinada línea de conducta en su vida. Pero la palabra profesión perdió paulatinamente su vínculo con el verbo que señala este acto de entregar la vida a una determinada causa, y poco a poco terminó por significar el conjunto de actividades formales, más o menos lucrativas, a las cuales uno se dedica para ganarse un sustento.<br /><br />Cuando las prácticas tradicionales aún eran la forma de distinguir las opciones particulares dentro la moral general de un grupo social determinado, la profesión no había alcanzado aún su carácter moderno. Este carácter se adquiere desde el momento en que la profesión es reconocida por el Estado como una institución pública, con lo que regula su ejercicio en los ámbitos jurídico-político y socio-cultural. Con ello, particularmente en el Estado liberal, la profesión tiende a perder sus características morales tradicionales para convertirse cada vez más en una actividad regida por las leyes positivas y la moral burguesa de lo cotidiano.<br />Pues bien, cuando en este contexto moderno se habla de una ética profesional, lo que se implica con el uso de ese término es que en la actividad profesional no basta con tomar en cuenta las normas jurídicas y morales de un Estado y una sociedad en particular, sino que es indispensable incluir en ella los principios éticos universales. Esos principios éticos, más allá de las leyes positivas del Estado y más allá de las costumbres vigentes en su comunidad, pretenden obligar a toda persona a trazarse unas normas de conducta ineludibles, frente a las cuales tiene que responder.<br />En este sentido es que debemos reconocer que la ética está más allá de cualquier moral particular —incluida, desde luego, la moral católica—. Si asumimos que esto es así, hablar de la enseñanza de la ética profesional en una universidad católica, nos obliga a plantear las cosas de la siguiente manera: En una universidad católica corresponde, desde luego, enseñar la moral católica; pero ello no exime a la universidad de la tarea de formar a sus estudiantes en la ética universal de los derechos humanos.<br />En efecto, los estudiantes y los profesores están invitados a considerar la riqueza que encierra la moral católica para la vida humana; pero la ética de los derechos humanos no es una invitación que se hace a las personas, sino una obligación frente a la que hay que responder. ¿Qué significa esto? Significa que los profesores católicos no podemos demandar que los profesionales que formamos en nuestras aulas asuman la rectitud de su profesión a partir de costumbres morales como la oración o la vida sacramental. En cambio, todo profesional, ya sea católico o no, está éticamente obligado a plantear la rectitud profesional como la aplicación directa de los principios éticos basados en el respeto absoluto a la dignidad de la persona humana. Estos principios, dicho sea de paso, son perfectamente comunes al cristianismo y a la sociedad laica con la que éste convive.<br />Para cerrar este punto diré que, en el contexto macro, aparecemos como un pequeño punto de un mundo complejo; mundo que ha formulado una ética universal para salvar a la humanidad de nuevas o peores catástrofes auto-infligidas; catástrofes no sólo bélicas, sino también humanitarias y medioambientales. En el contexto micro, aparecemos como individuos abocados a lograr una profesión; profesión con la que estaremos en condiciones de ganarnos la vida; pero ganarnos la vida no de cualquier manera, sino obligados a no admitir que todo vale.<br />La ética no significa que queramos ser profesionales respetuosos de la dignidad humana, propia y ajena; no significa que queramos ser libres, justos y pacíficos. Ética significa que estamos obligados a ello.<br />Ahora queda pendiente la pregunta cómo se enseña ética, porque para todos está claro que no basta con predicarla.<br />La enseñanza de la ética<br /><br />Formar estudiantes en una Universidad Católica no quiere decir formarlos dentro de las pautas de conducta de la moral católica. Si los estudiantes no traen desde sus hogares esa moral, es ingenuo suponer que la universidad será capaz de formarlos moralmente en ese o en cualquier otro sentido. ¿Qué es, pues, la enseñanza de la ética en la universidad si es que está claro para todos que no es la traea de inculcar una moral? Y por otro lado, ¿qué es la enseñanza de la ética universitaria si es que está igualmente claro para todos que no puede reducirse a una presentación didáctica de las principales teorías de los filósofos que se ocuparon o se ocupan de las cuestiones éticas fundamentales?<br /><br />Formar éticamente a los estudiantes de una Universidad Católica significa hacer de ellos sujetos competentes en el manejo adecuado de la problemática ética contemporánea, lo que supone, desde luego, tener muy en cuenta las enseñanzas de la Iglesia Católica al respecto. Pero ¿qué significa un manejo adecuado de la problemática ética contemporánea?<br />Con la palabra manejo quiero subrayar que no se puede enseñar ética solamente en el aula. El aprendizaje de la ética supone la puesta en práctica de aquello que en el aula sólo se puede presentar de una manera esquemática e incompleta. En ese sentido, se trata de una práctica análoga a la del manejo de un vehículo, que no se aprende con sólo recibir las instrucciones básicas con el motor apagado, sino sólo a partir del momento en que los principios se han puesto a prueba en una práctica de manejo real.<br />Con el adjetivo adecuado se quiere subrayar que no se trata de manejar nuestras decisiones prácticas de cualquier manera, sino sujetándonos por una parte a los principios éticos fundamentales (que equivalen a los principios básicos del manejo) y a las reglas morales que siempre nos impone la vida en sociedad (y que en la metáfora equivalen a las reglas de tránsito de la ciudad). Pueden haber muchas disfunciones en el conjunto de las reglas morales, sobre todo si estamos hablando de sociedades que atraviesan una crisis de valores, pero si los principios éticos son firmes y están claramente expuestos, uno siempre puede conseguir un manejo adecuado de sus decisiones prácticas bajo cualquier circunstancia.<br />Ahora bien, si enmarcamos estas decisiones prácticas en el dominio de una profesión determinada, el manejo adecuado de las decisiones prácticas involucra la posibilidad de aplicar los principios éticos en el ejercicio de las prácticas pre-profesionales.<br />Este esquema se debe ajustar, desde luego, a las características particulares de cada profesión. Lo que rige aquí como denominador común es la convicción de que ninguna profesión puede ejercerse de una manera ética sin la satisfacción simultánea de los cinco principios fundamentales: la dignidad de la persona, la igualdad de todas las personas en dignidad, la libertad, la justicia y la paz.<br />En cada caso particular, las disciplinas tienen una moral propia, es decir un conjunto de prácticas adquiridas en el ejercicio de la profesión durante generaciones. La universidad está en la obligación de trasmitir al estudiante tanto las características singulares de la moral profesional como las exigencias éticas universales. En el caso de que se diera conflicto entre las prácticas morales y los principios éticos universales, está claro que la primacía la tiene la ética sobre la moral.<br />Sin embargo, en una universidad católica es muy importante subrayar que la interpretación de los alcances de los cinco principios éticos es una materia en disputa. Los ejemplos más conocidos de conflicto se plantean hoy en relación con los alcances de la libertad. Estos debates no son debates morales, sino propiamente éticos. Desde el punto de vista ético, todos estamos de acuerdo en respetar el principio de la libertad; pero ¿hasta qué punto? ¿Pueden el aborto o la eutanasia, por ejemplo, aceptarse como aplicaciones legítimas del principio de la libertad? ¿Es la libertad absoluta lo que estamos aceptando como el principio ético universal de la libertad? ¿Es racional el postulado de una libertad absoluta para el ser humano?<br />Impartir una sólida formación ética supone que el estudiante se haya planteado este tipo de preguntas filosóficas en algún momento de su carrera. Pero si hablamos de formación ética, no basta con las clases filosóficas sobre las cuestiones éticas fundamentales, y menos aún si lo que prometemos es una formación integral.<br />¿Cómo se puede impartir una sólida formación ética? Formular la idea es fácil. Se trata de una formación universitaria que no se limite a lograr que los estudiantes estén capacitados y facultados para desempeñarse con solvencia en una determinada profesión, sino que sean personas capaces de manejar adecuadamente los diversos retos que la vida en general le plantea. Dicho lo cual, subsiste sin embargo la pregunta: ¿Cómo se logra eso? ¿Mediante un cursito de ética profesional de dos créditos?<br />La enseñanza de la ética en general, profesional o no, no tiene sentido si no genera compromisos prácticos con los principios fundamentales durante períodos de tiempo prolongados, de preferencia durante toda la carrera. No nos olvidemos que cuando hablamos de la formación ética de jóvenes universitarios no estamos hablando de formar caracteres morales de niños aún no moldeados por la vida. A la universidad se llega con hábitos muy sedimentados, y no es razonable suponer que esos hábitos sean en su mayor parte buenos.<br />Tampoco es razonable suponer que la mayoría de los profesores de una universidad sean modelos ejemplares de comportamiento ético.<br />El fin que se busca es que personas en gran medida mal dispuestas hacia la ética, tanto si son profesores o estudiantes, por el hecho de pertenecer a esa comunidad de aprendizaje sean capaces de rectificar en alguna medida los principios prácticos mediante los cuales toman sus decisiones, y favorezcan conscientemente la dignidad de la persona humana como principio ético absoluto.<br />Para lograr ese fin, la práctica universitaria de los principios éticos fundamentales debe ser posible. Veremos de qué depende esa posibilidad en la siguiente entrega.<br />Cómo debe transformarse la enseñanza universitaria de la ética para que tenga algún efecto mayor que el que tienen, si es que tienen alguno, las clases convencionales?<br />En una universidad no se trata de predicar una determinada manera de vivir, ni siquiera se trata de predicar los derechos humanos, porque en la universidad no se predican las doctrinas, sino se estudian. Se supone que en una universidad se explican los fundamentos de las disciplinas, se platean hipótesis, se discuten teorías, se pone todo a prueba mediante la investigación. De modo que, si nos limitamos al dictado de clases ética como lo venimos haciendo, confinados en un aula, en el mejor de los casos tendremos algunas personas bastante bien informadas acerca de las diversas teorías éticas expuestas en el semestre por el profesor. En lo que toca a la formación ética, el resultado del dictado convencional será, como siempre, una gran mayoría de estudiantes a quienes esa información les entra por un oído y les sale por el otro en menos de lo que toma un periodo de vacaciones. Ninguna teoría se asimila de ese modo.<br />Tampoco es que estemos pensando en una necesaria asimilación masiva de las teorías éticas, como si eso pudiese comprobarse de alguna manera. Tan sólo nos interesa poder constatar que muchas personas se comprometen activa y productivamente con los principios éticos durante su paso por la universidad. Esto es algo que no podemos hacer con los métodos pedagógicos tradicionales y para lo que hace falta transformar muchas cosas; y lo primero que habría que hacer para lograr una nueva forma de enseñar ética es salir del aula.<br />En los años ochenta del siglo pasado, el filósofo A. MacIntyre decía que sin prácticas reales de compromiso entre los seres humanos no había posibilidad alguna de regenerar los valores morales. ¿Con qué causas están dispuestos a comprometerse los jóvenes? Con ninguna que se les presente pasivamente como oyentes. ¿Qué ocurre cuando los jóvenes establecen contactos personales prolongados con otras personas que requieren del apoyo y la orientación que ellos pueden brindarles? Se comprometen con ellos y eventualmente luchan hombro a hombro por lograr metas que asumen como propias. Porque sólo en la práctica real uno aprende a aplicar los principios fundamentales de la ética. Y esa experiencia es algo que ya no se olvida.<br />¿Por qué si la solución del problema de la formación ética es tan elemental sigue siendo un problema no resuelto en las universidades? La respuesta es también elemental. Porque las universidades están diseñadas para impartir formación en aula, bajo el sistema de las asignaturas semestrales. No están diseñadas para poner al estudiante en contacto con problemas reales, de personas reales, y generar conocimientos, aprendizajes y compromisos éticos en esos encuentros reales.<br />Enseñar ética profesional, por lo tanto, no se limita a enseñar una moral determinada, ni se limita a predicar los derechos humanos. En una universidad de punta, abierta a las transformaciones que demandan los tiempos, la enseñanza de la ética requiere que el trabajo universitario se reinvente. Los cursos de deontología, los cursos de ética profesional, los cursos teóricos de ética, si no están dirigidos a formar especialistas en la temática, deben transformarse en espacios de prácticas solidarias y sostenidas. Si estas se llevan a cabo de forma interdisciplinaria, tanto mejor. Si se llevan a cabo fuera de la universidad en cooperación con instituciones y personas abocadas a la solución de problemas concretos, mucho mejor aún.<br />El reto es de gestión, más que de concepción. Al involucramiento práctico con los problemas reales del desarrollo humano deberá asignársele un valor en créditos; deberá lograrse un entronque entre las prácticas y las asignaturas; deberá ser posible utilizar el espacio abierto por las prácticas para la generación de nuevo conocmiento a través de la investigación especializada e interdisciplinaria. Hace falta una estrategia de integración de teoría y práctica, y una labor permanente de hacer explícitos los principios éticos fundamentales que se satisfacen en esos nuevos espacios de aprendizaje y servicio.<br />La dimensión práctica de la enseñanza fue desterrada de muchas áreas de estudio en el modelo de universidad que hemos heredado. Es hora de propiciar su retorno sistemático y sostenible. Para ello, es más que razonable empezar con los cursos de ética.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-81113576739585425942008-05-07T11:00:00.002-05:002008-06-18T11:21:30.785-05:00La ética del trabajoA. Ruiz Retegui<br /><br /><br />a) INTRODUCCION<br /><br />Ámbitos de significación del término "trabajo"<br /><br />La palabra trabajo -o sus equivalentes- tiene un origen remoto, pero su ámbito de significación ha experimentado variaciones importantes a lo largo de la historia. Por eso no resulta muy útil hacer análisis etimológicos. Aún hoy, lo significado con esa palabra es tan variado que no parece pertinente tratar de establecer una definición precisa. Esto supone una cierta dificultad, pero a la vez exige realizar una reflexión sobre la realidad, que es de gran interés.<br /><br />La razón que nos impulsa a evitar tomar como punto de partida una definición exacta del trabajo, es que el trabajo se ha convertido en los últimos siglos en la referencia fundamental para el entendimiento de la articulación social y consiguientemente, de modo especial a partir de Marx, para la actividad política. Como la actividad política es la más amenazada por la embestida ideológica, el trabajo mismo resulta muy frecuentemente entendido desde una perspectiva ideológica. En nuestro mundo cultural el trabajo viene a ser una realidad frecuentemente nombrada, pero escasamente observada en su verdadera realidad y en su amplitud de significación humana.<br /><br />Por eso nos proponemos explícitamente dirigir nuestra atención al trabajo para captarlo lo más fielmente posible. Es muy probable que las consideraciones nuestras, precisamente por pretender alcanzar con fidelidad la amplia realidad del trabajo, concluyan en una exposición orgánica no perfectamente estructurada. Esto no es una limitación que deba inquietarnos, pues la unidad de las consideraciones que se hacen en el pensamiento no debe buscarse tanto en la mera coherencia interna de la construcción intelectual cuanto en la coherencia con la realidad que se trata de entender.<br /><br />Desde un punto de vista más bien descriptivo, puede afirmarse -manteniéndonos en un nivel muy general- que las múltiples significaciones de la palabra trabajo coinciden todas en tener que ver con la acción humana. El lenguaje ordinario denomina "trabajo" a cierto tipo de acciones humanas, no a todas. También se designa con esa palabra al resultado de las acciones que reciben esa denominación (por ejemplo, cuando se dice que un ensayo es "un buen trabajo", o que hay que entregar "un trabajo sobre la termodinámica de la evolución). Así mismo se llama trabajo al objeto de esas acciones humanas (por ejemplo, cuando decimos que nos hemos propuestos "un trabajo para el fin de semana").<br /><br />No cualquier actividad humana es denominada trabajo: hay acciones humanas que no se denominan así. La delimitación entre estos dos tipos amplios de acciones no es fácil, y requiere consideraciones más detalladas.<br /><br />La amplitud de tipos de acción que son denominadas trabajo nos remite a cuestiones importantes y fundamentales de antropología de la acción humana y de la configuración social. Las formas de actividad propiamente humana son muy variadas y, en su fundamento, muestran las diversas características de la condición humana (1).<br /><br />Por su condición de ser corporal vivo, el hombre ha de realizar actividades en las que atiende al "metabolismo de la vida": come, se lava, se protege del medio, etc. Correspondientes a este ámbito de la actividad humana hay algunas acciones que se denominan trabajo y otras no: comer es una acción humana que no es calificada como trabajo, pero preparar la comida a veces sí.<br /><br />Para realizar esas actividades el hombre cuenta con razón y manos que vienen a sustituir la deficiencia que tiene el hombre respecto a los animales en lo que se refiere a la dotación instintiva. Por su razón y sus manos el hombre no sólo realiza esas acciones de un modo libre, no estrictamente predeterminado, sino que es capaz de usar instrumentos en cuanto tales, y por tanto, es capaz también de idearlos y construirlos. Este "hacer instrumentos" o "fabricar cosas" es considerado también trabajo, algunas veces, quizá la mayoría.<br /><br />Aunque la denominación de trabajo sea común a los dos tipos de actividades que hemos referido hasta ahora, hay que reconocer que existe una diferencia importante: aunque, en principio, la acción de fabricar instrumentos vaya en ayuda del metabolismo de la vida, no está totalmente determinada por las exigencias de ese proceso ni se sume completamente en él. El metabolismo de la vida es proceso, mientras que esos productos fabricados como instrumentos permanecen estables al lado del proceso de la vida al que ayudan. Esos objetos estables, expresión permanente de la racionalidad libre que los ha creado, configuran un "mundo" estable, constituido por objetos, cosas permanentes.<br /><br />La diferencia entre los dos tipos de actividades que hemos considerado se manifiesta patente, pues el "trabajo", por ejemplo, de un cocinero, o de un encargado de limpieza, o incluso de un médico, no deja nada tras de sí: es actividad que se sume completamente en el proceso vital, y por tanto, son actividades que nunca se acaban como no se acaba el proceso de la vida. Quienes realizan esos trabajos no pueden mostrar su "obra". Por el contrario, quienes fabrican cosas que duran, sí pueden mostrar lo que han hecho: un arquitecto o un escritor, al poder mostrar una obra estable, alcanzan en su actividad una dimensión que no aparecía en el caso anterior.<br />Aún encontramos un tercer tipo de actividades que también se denominan trabajo, aunque aparecen muy distantes de las anteriores. Son las actividades que se derivan no simplemente del carácter metabólico-corporal de la vida del hombre, sino de su carácter plural. En efecto, la condición plural no es accidental para el hombre, y su vida no es simplemente vida "junto a" otros hombres, sino en el sentido profundo, que hemos visto en el capítulo anterior, es verdaderamente "convivencia". La condición plural es fundamento de actividades específicas y variadas, algunas de las cuales se denominan a veces trabajo. Así las actividades ordenadas a la propia organización de la pluralidad humana, que no está como en los animales "sociales" -abejas, etc.- predeterminada por la naturaleza, y requiere la actividad inteligente y libre del hombre, suelen ser denominadas trabajo. Trabajo son en este sentido la actividad propia de políticos, gobernantes, economistas, juristas, etc. Hay también otras actividades humanas que sin ordenarse a la organización de la pluralidad tienen en la pluralidad humana su razón de ser como son las múltiples formas de actividades educativas. Trabajo en este sentido es la actividad del maestro, y la del discípulo. Sin embargo, la actividad de los padres que educan a sus hijos no suele denominarse trabajo. Algunas actividades humanas que nacen directamente de la pluralidad, como pasear y conversar con los amigos, participar en juegos colectivos, etc. no se denominan en principio trabajo.<br /><br /><br />Sentido social del trabajo: la profesión<br />En el párrafo anterior hemos subrayado las expresiones a veces, algunas veces, suele, en principio, porque manifiestan que las consideraciones realizadas en un nivel de reflexión que podríamos denominar individual o esencial abstracto, se muestran insuficientes cuando las comparamos con la consideración que de ellas se hace en la convivencia entre los hombres tal como se expresa en el lenguaje ordinario.<br /><br />En efecto, la actividad humana de conversar con los amigos no es considerada trabajo generalmente, pero la amistosa charla del maestro con el discípulo que acude a consultarle o con sus colegas, sí suele ser considerada trabajo en el ámbito correspondiente. Sólo una visión muy restringida y productivista de la universidad podría conducir a menospreciar los momentos de comunicación directa y amistosa. Por supuesto que esas conversaciones pueden hacerse banales y, en ese sentido, constituir una "pérdida de tiempo", pero ¿quién en un ambiente universitario podría negar el calificativo de trabajo a la actividad que se desarrolla en una conversación de seminario?<br /><br />Análogamente jugar al ajedrez o al fútbol no será considerado trabajo si quien lo realiza lo hace por puro esparcimiento, pero sí es considerado trabajo si el que lo realiza, lo tiene como profesión.<br /><br />Como profesión. He aquí una palabra estrechamente vinculada con nuestra noción de trabajo: profesión. Incluso puede afirmarse que el trabajo se determina en su significación propia cuando se le califica como trabajo profesional.<br /><br />Parece que al formar nuestra noción de trabajo no tenemos ante la mirada sólo el individuo humano con sus facultades operativas, sino que implícitamente alcanzamos a la persona como inscrita en la pluralidad, en la sociedad humana.<br />Concebir el trabajo como profesión, calificarlo como trabajo profesional, quiere decir que la actividad humana denominada trabajo no se considera sólo desde su raíz, en las facultades operativas del hombre, sino desde el contexto social. Una actividad humana, lo podemos afirmar, es considerada trabajo profesional cuando se ejercita, y en cuanto se ejercita, formando parte del contexto social, es decir, en cuanto se inscribe en el conjunto de funciones de la sociedad, a través de las cuales la misma sociedad se autoconstituye se automantiene, se autodesarrolla.<br /><br />La misma actividad, considerada desde el punto de vista de la persona individual, transformarse de ser un mero esparcimiento, o incluso una pérdida de tiempo, a ser un trabajo reconocido, profesado ante los demás cuando, por ejemplo, es aceptado por algún núcleo social, y consecuentemente, remunerado.<br /><br />En la sociedad en que vivimos no es pues el trabajo el que produce los medios para vivir. No hay una relación inmediata y directa entre la actividad que se realiza y esos medios. La relación está mediada por la función de la sociedad en su conjunto, que acoge la actividad de cada uno, y, como conjunto, produce los bienes que reparte en forma de salario. Por esto, podría afirmarse que, en cierto modo, recibir un sueldo es lo que en nuestra sociedad eleva una actividad a la categoría de trabajo profesional. Esa inversión de causalidades está en la base misma de gran parte de los conflictos personales y sociales en torno al "mundo del trabajo".<br /><br />En esta perspectiva en que nos movemos, puede ser trabajo no hacer casi nada: la denominación de trabajo no se da a una actividad atendiendo a su propia naturaleza intrínseca, ni siquiera el tener de suyo una finalidad distinta de la propia actividad. "Tener trabajo" no nos dice casi nada sobre la cualidad intrínseca de la actividad de la persona, sino más bien de su integración dentro del conjunto social.<br /><br />Ciertamente si se absolutiza el carácter de profesión del trabajo, el trabajo mismo resulta totalmente funcionalizado en el conjunto de la sociedad y en consecuencia la persona misma queda, en ese aspecto, absorbida por la colectividad. Pero aquí se está señalando un aspecto importante que no puede ignorarse si se trata de atender a la realidad.<br />La perspectiva colectivista es fuertemente reduccionista, pero también es inadecuado tratar la cuestión del trabajo desde una perspectiva esencialista, es decir, desde la pura esencia metafísica del hombre, que inevitablemente considera al hombre en universal y, por tanto, como uno. Si queremos hacer justicia a la realidad del trabajo es necesario una atenta consideración de la pluralidad humana, como peculiarísima pluralidad de "seres únicos", es decir, de personas absolutamente dignas, que constituyen cada una de ellas, un todo de sentido.<br /><br />La noción de trabajo, lo mismo que la expresión bíblica "dominad el mundo" no remite únicamente a la persona individual y a sus potencias activas.<br /><br />El significado humano del trabajo<br />Encontrar una significación o sentido a algo quiere decir situarlo en una relación intrínseca con una "fuente de sentido". Cuando alguna realidad se considera como significativa por sí misma, las demás adquieren su significación por su conexión con ella. Esa conexión puede ser de diverso tipo: de unión intrínseca, de finalidad, de perfección, etc.<br /><br />Así por ejemplo, cuando lo que se considera significativo por sí mismo es el dinero (en cuanto permite hacer lo que se quiere: lo cual quiere decir que lo significativo por sí mismo en el fondo es lo que quiera proponerse la libertad incondicionada, no el dinero), cualquier actividad adquiere significación, está suficientemente justificada, cuando se consigue mostrar su conexión con el dinero. Mientras esa conexión no se ha alcanzado, las significaciones parciales siguen reclamando un "para qué".<br /><br />La fuente de significación auténtica ha de ser algo que tenga la cualidad de ser valioso por sí mismo y no en función de otra cosa, es decir, no ha de ser un "valor relativo a otra cosa" sino un "valor no relativo", "un valor absoluto". El único bien absoluto que hay en el mundo creado por Dios es la persona humana en cuanto tal. En cuanto tal, es decir, como tal persona humana y no como mero medio para hacer otras cosas, o como capaz de entender o de producir obras de arte.<br />Entender cabalmente una realidad es, pues, ponerla en conexión con lo humano en cuanto tal. En estas páginas trataremos de encontrar la relación que el trabajo del hombre tiene, no con la producción de bienes de consumo, o con la conservación del medio ambiente, o con el mantenimiento de las democracias liberales, sino con la propia humanidad del hombre. ¿Cómo es esta relación? ¿Existe de verdad? ¿Es una relación necesaria? Aún si el hombre tuviera todas sus necesidades cubiertas ¿tendría que trabajar? ¿Qué significa entonces el trabajo? Si parece que en todas las actividades que se denominan trabajo el significado inmediato se toma de lo que se causa fuera de la misma persona ¿cómo es afectada la persona?<br /><br />Adelantando, de un modo muy general aún, lo que veremos más adelante podemos decir que el núcleo del problema sobre la cuestión humana del trabajo radica en establecer de un modo teóricamente claro -y que pueda orientar la práctica concreta- la relación entre la dimensión productiva de la actividad y la dimensión inmanente o de afectación al hombreUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-12451028326071178982008-05-07T10:57:00.003-05:002008-06-18T11:21:08.718-05:00EL SENTIDO DEL TRABAJO PROFESIONALChalmeta, Gabriel(Author). Ética Social. Familia, Profesión y Ciudadanía.<br />España: EUNSA, 2004. p 148.<br /><br /><br />a) El sentido primario del trabajo profesional<br /><br />El significado que el trabajo tiene en el conjunto de la vida de cada persona, su porqué más radical, no puede ser distinto que el de cualquier otra actividad humana: responder a su vocación a la vida buena. Sin embargo, si razonásemos a partir de esta consideración aislada, omitiendo la reflexión global acerca de las actividades que el hombre ha de realizar para vivir bien, sería fácil llegar algunas conclusiones erróneas sobre el sentido del trabajo profesional. Concretamente, esa desatención podría llevarnos a una percepción tendencialmente totalitaria de la relevancia ética que tiene esta actividad —muy difundida, por desgracia, en nuestra cultura: «todo en función del éxito profesional».<br /><br />Para no incurrir en un error teórico o práctico de este tipo, es necesario tener presente que entre los muchos bienes que integran la vida buena, los más esenciales (amor-afecto interpersonal y consejo amistoso) sólo pueden obtenerse como resultado de nuestro comportamiento en el ámbito de las comunidades de amistad.<br /><br />Por esta razón, el objetivo primario que la persona debería perseguir con todas sus actividades sociales, profesionales o de otro tipo es el nacimiento y subsistencia de estas comunidades, asegurando la propia integración armónica en alguna o algunas de ellas (comenzando por la familia); mientras que esas otras actividades sociales vienen «después».<br /><br />El sentido primario del trabajo profesional es, por tanto, el que se manifiesta cuando examinamos este fenómeno desde la perspectiva de las necesidades de los grupos de amistad. Se constata así que las relaciones de colaboración que las personas pueden establecer dentro de estas comunidades son absolutamente insuficientes para satisfacer muchas de las exigencias físicas y culturales de los individuos que las componen y para la subsistencia misma de esos grupos. Resulta necesario que sus miembros —o, al menos, algunos de ellos— se incorporen a un sistema de relaciones más amplio, en el que, a cambio de la propia actividad especializada (técnica) de producción o distribución de bienes de naturaleza física o cultural, obtengan para sí mismos y para las propias comunidades de amistad los otros bienes de esta naturaleza de los que carecen.<br /><br />Este sistema de relaciones es la sociedad del trabajo, que coincide sustancialmente con el «mercado» de la teoría económica («lugar» de naturaleza ideal en el que se realizan tales intercambios) y con el «segundo sector» de la ciencia sociológica (el «primero» sería el Estado). El dinero, en sus varias modalidades, es el medio —hoy por hoy insustituible— para cambiar unos bienes con otros o, dicho todavía con mayor precisión, para operar el intercambio de la propia actividad profesional con la actividad profesional de los demás componentes del mercado (el dinero, en definitiva, no es otra cosa que trabajo potencial, capacidad de hacer que otros trabajen para mí). En fin, lo que más importa, el sentido primario, aunque parcial, de todas estas realidades —el trabajo profesional, el mercado y el dinero— es satisfacer adecuadamente las necesidades de bienes materiales y culturales de las comunidades de amistad a las que los trabajadores pertenecen, y que estos grupos no pueden obtener por sí mismos.<br /><br />b) El sentido pleno del trabajo profesional<br />§ El «deber-ser» más elemental e irrenunciable del trabajo profesional es, por tanto, el que se deriva de su «ser» una actividad que permite dar solución adecuada a la escasez, a la limitación de los medios que el hombre encuentra a su disposición en la Naturaleza y en las comunidades de amistad. Pero, como se habrá intuido, esta concepción del sentido del trabajo profesional no puede considerarse completa ni —por tanto— deben reputarse definitivas e insuperables las conclusiones morales que hasta ahora hemos obtenido. En caso contrario, habríamos, sí, disminuido el riesgo de incurrir en una visión tendencialmente totalitaria del trabajo, pero sólo para acercarnos peligrosamente a otra concepción de signo opuesto, también deformada. Me refiero concretamente a la concepción puramente instrumental de esta actividad propia de quien mira sólo de puertas adentro:<br /><br />«se ha de trabajar lo estrictamente necesario para permitir una existencia digna a quienes forman parte de mis comunidades de amistad; por lo que se refiere a las demás personas afectadas por mi actividad, habré de limitarme —en el mejor de los casos— a respetar lo estrictamente exigido por la honestidad».<br /><br />Para evitar este otro tipo de error, nuestra conclusión relativa al sentido primario del trabajo profesional habrá de ser completada teniendo en cuenta que, en realidad, tanto el sujeto activo de esta actividad (el empresario, el obrero, el médico, etc.) como su beneficiario (el obrero en relación al empresario y el empresario en relación al obrero, los clientes en relación a ambos, el paciente, etc.) no sólo son seres afectados por las necesidades materiales y culturales que he venido mencionando. Son bastante más: son seres humanos.<br /><br />En consecuencia, la sociedad del trabajo se nos presenta como una sociedad de los hombres y para los hombres, como un sistema de relaciones en el que los destinatarios objetivos del proceso productivo protagonizado por el trabajador son siempre, mediata o inmediatamente, otros seres humanos como él e igualmente llamados a realizar su valor inconmensurable de personas en las relaciones interpersonales. Será entonces tarea de cada uno descubrir esta dimensión del trabajo, dirigir y actualizar la intencionalidad en esta dirección y poner en práctica<br />todas sus implicaciones, sin más límites éticos que los derivados de las exigencias (prioritarias) de sus grupos de amistad.<br /><br />§ Teniendo en cuenta esta nueva perspectiva, que no anula sino que completa<br />la precedente, el sentido pleno del trabajo profesional se configura como el<br />de una actividad:<br /><br />— cuya finalidad primordial es hacer accesibles a los grupos de amistad de los que el trabajador es miembro aquellos bienes de naturaleza física y cultural que son necesarios para su subsistencia y desarrollo y que por sí mismos no pueden producir;<br />— y que, además, constituye un ámbito de directa realización del valor de persona del trabajador, que se actualizará en la medida en que con su actividad profesional respete y —en lo posible<br />— promueva el valor de persona de los demás; una promoción que, en este ámbito, habrá de comenzar por la satisfacción lo más perfecta posible de las necesidades físicas o culturales para las que se ha requerido su intervención y que muchas veces podrá desembocar en las formas de ayuda típicas de las relaciones de amistad.<br /><br />Se trata de un doble objetivo que, atendiendo a las relaciones recíprocas que origina, podría indicarse de forma sintética como realización del bien común de la sociedad del trabajo.<br /><br />2. LOS PRINCIPIOS DE JUSTICIA EN LAS RELACIONES PROFESIONALES<br />Una vez que hemos averiguado qué finalidad tiene el trabajo profesional, estamos en condiciones de explorar la segunda de las cuestiones éticas fundamentales que plantea esta actividad: esto es, la relativa —como se recordará— al mejor modo de realizarla. Esta indagación, es bueno anticiparlo, nos conducirá a las dos siguientes conclusiones generales:<br />— Toda persona tiene, en principio, el deber y el derecho de realizar un trabajo profesional (apartado a).<br />— Este deber/ derecho habrá de ejercitarse de modo tal que se promueva el bien común de la sociedad del trabajo (apartado b).<br /><br />a) El deber/ derecho de realizar un trabajo profesional<br />§ Hablando en general, se puede afirmar que toda persona adulta está llamada a realizar una actividad especializada de producción o distribución de bienes dentro del mercado, es decir, un trabajo profesional; con una importante excepción: a no ser que lo desaconseje la tarea que esa persona realiza en el seno de las comunidades de amistad. Esta conclusión, así como la relativa salvedad, estaban ya claramente presentes en las conclusiones hasta aquí alcanzadas. Entonces, traduce en un orden de consideraciones que hace aconsejable abrir un nuevo<br />apartado.<br /><br />3. RACIONALIDAD ÉTICA Y CIENTÍFICA EN LA DETERMINACIÓN<br />3. DEL DEBER-SER DEL TRABAJO PROFESIONAL<br />a) Relaciones entre la racionalidad ética y científica (económica) § La determinación del deber-ser del trabajo profesional, del cuánto y del cómo se ha de llevar a cabo esta actividad, es competencia primordial de la racionalidad ética. Más tarde, pero sólo más tarde, el trabajo profesional podrá y deberá ser examinado recurriendo a la racionalidad científica que es propia de otras ciencias humanas y positivas, cuya contribución es necesaria para fijar ulteriormente el modo más justo de realizarlo. Entre estas ciencias cabría mencionar la Medicina (que nos permitirá, por ejemplo, lograr que las condiciones de trabajo sean salubres), la Arquitectura (ofreciendo soluciones arquitectónicas que contribuyan a la humanización del ambiente de trabajo) o tantísimas otras; pero, sobre todas ellas, destaca la Economía, ciencia humana y positiva que se ocupa de manera más específica del trabajo profesional.<br /><br />¿Por qué la intervención de todas estas ciencias en la configuración del trabajo es únicamente apropiada en un segundo momento? Porque, en razón de su metodología propia, perciben este fenómeno de un modo objetivante y reductivo: consideran a los sujetos implicados en el trabajo profesional prescindiendo —cada una de las ciencias en diversa medida— de su condición de personas. Si pensamos, por ejemplo, en la racionalidad económica, estas personas sólo se consideraran relevantes en cuanto actores sociales en el rol de «individuos productores o distribuidores de determinados bienes» o en el de «consumidores de los bienes que otros producen o distribuyen». Y, partiendo de esta suposición, la ciencia económica tratará a continuación de individuar las técnicas de intervención en el proceso productivo, distributivo o del consumo que nos permitan optimizarlo, hacerlo más «racional» desde su peculiar punto de vista, que consiste —esencialmente— en responder estas tres preguntas: ¿cómo producir o distribuir nuevos bienes?, ¿cómo producirlos o distribuirlos más eficazmente? y ¿cómo aumentar su consumo?<br /><br />Ahora bien, siendo la metodología científica ciega al ser de la persona en cuanto tal, no está capacitada para descubrir cuál es el fin que ésta debe conseguir con su actividad y, en particular, con su trabajo profesional. Por esta misma razón, carece también de competencia necesaria para determinar la naturaleza de los bienes que han de producirse o distribuirse o discernir el significado más profundo y completo que el termino «racionalidad» posee en la expresión «producir y distribuir del modo más racional posible». Cuando la racionalidad científica, tanto la económica como la de cualquier otra ciencia positiva o humana, desconoce estos límites de su metodología propia y pretende haber llegado autónomamente a unaUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-5999250552725574712008-05-07T10:53:00.002-05:002008-06-18T11:20:45.458-05:00LA ÉTICA COMO ELEMENTO NECESARIO PARA LA IMAGEN Y SUPERVIVENCIA DE LA EMPRESA.Sebastián Pla Colomina.<br />Vicepresidente de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navega¬ción de Castellón<br /><br /><br />Cada vez con mayor fuerza se impone la necesidad de un comporta¬miento éticamente correcto en las relaciones de las empresas con sus clientes y también con sus proveedores. No puede ser ya una cuestión secundaria, ni pensar que el límite está en el respeto a la legalidad vigen¬te, que de entrada se supone. En la medida en que consigamos crear esa imagen, estamos ofertando calidad y asegurando el futuro a medio y largo plazo. La mejor forma de crear una imagen es cuidarla día a día y en cada transacción comercial.<br /><br />Es evidente que una adecuada política de imagen favorecerá el objetivo de la empresa en este campo, pero se debe refrendar en cada operación, ya que en caso contrario se corre el riesgo no sólo de gastar recursos inútilmente, sino que además podemos perjudicar seriamente la credibilidad y comprometer el futuro de la firma. Por ejemplo: no le serviría de nada a la empresa que la gente identifique yogur con DANONE, si el producto no fuese bueno, sobre todo desde el convencimiento del propio fabricante.<br /><br />El objetivo empresarial de obtener el máximo beneficio posible en el menor tiempo, debe al menos compatibilizarse con la necesidad de planificar el futuro. Quizá la clave esté en la palabra «posible». No se puede garantizar la supervivencia de la empresa con movimientos pura¬mente especulativos que persigan grandes e inmediatos beneficios.<br /><br />La honradez en las relaciones con otras empresas y la garantía al usua¬rio y calidad en el servicio son componentes necesarios para una co¬rrecta política de imagen.<br /><br />Un elemento fundamental es la transmisión de estos valores éticos a todo el organigrama de la empresa. Todos los miembros de la empresa deben asumir como básica la norma de comportamiento correcta, para así poder transmitir seriedad y seguridad en cada momento de la tran¬sacción comercial. Conseguir lo que podríamos denominar orgullo de marca significará que todo el personal se sienta integrado en la em¬presa y corresponsable en su funcionamiento. Debe llegarse al conven¬cimiento de que merece la pena luchar por la empresa. Será uno de los. mejores caminos para transmitir seguridad, imagen e incluso calidad.<br /><br />La inversión en conseguir comportamientos éticos tanto en las relacio¬nes internas como en las externas puede convertirse en una de las más rentables,. Sin embargo, es muy difícil observar resultados tangibles a corto plazo. A medio y largo plazo puede suponer un pilar básico sobre el que se asienta una empresa sólida y con una ventaja importante de cara a la necesaria competitividad.<br /><br />Ética y empresa, conceptos que hasta el momento no se han tenido muy en cuenta en España, es más, se han considerado como divergen¬tes, pueden suponer, si se concilian, la mejor baza para obtener una buena imagen y favorecer la competitividad.<br /><br />Este nuevo concepto de empresa, como lo define el profesor Domin¬go García, tiene bastantes mas años de experiencia (positiva) en países como EE.UU. donde hace ya muchos años que se reconoce como prácticamente imprescindible.<br /><br />Otro aspecto a tener en cuenta es la posibilidad o no de aplicar deter¬minados comportamientos que, en principio, podríamos considerar como muy convenientes desde el punto vista de ética e imagen de empresa y que están condicionados a la legalidad vigente y la necesaria competitividad.<br /><br />La legalidad vigente condiciona aquello que se puede aplicar, de mane¬ra que algunos comportamientos lo son en función de una legalidad restrictiva o anticuada.<br /><br />Muchas veces la realidad económica supera la capacidad de puesta al día de la norma aplicable y provoca decisiones que en principio pueden perjudicar la imagen de la empresa, pero que son necesarias para intentar sobrevivir. Sobre todo si tenemos en cuenta la globalización de la economía. Ya no se trata del marco de nuestra legalidad o de la comunitaria. Competimos con todos los países del mundo y cada uno tiene unas normas diferentes.<br /><br />A titulo de ejemplo, una legislación socialmente avanzada en los países occidentales relativa a las tripulaciones de los buques, ha provocado que desaparezcan las flotas y que los armadores abanderen sus bu¬ques en otros países con legislaciones menos restrictivas y que las tripulaciones provengan de países cuyas normas son absolutamente diferentes. Llega la situación a tal punto que un país como Reino Unido crea un segundo registro en Gibraltar con normas mucho mas suaves para evitar la fuga hacia banderas de otros países. Lo mismo hizo Fran¬cia, y España lo estudia con el registro Canario.<br /><br />La evolución rápida de la norma aplicable, acoplándose a los momen¬tos económicos con la mayor velocidad, es fundamental para mante¬ner políticas económicas coherentes en las empresas.<br /><br />También sería deseable armonizar a nivel global la mayor parte de las normas aplicables para evitar desequilibrios y movimientos cuando menos extraños. Todavía se hace mas necesario en las zonas de libre¬cambio donde se desmontan barreras arancelarias y cualquier tipo de corrección que signifique algún tipo de restricción al comercio.<br /><br />El objetivo mundial de liberalizar los intercambios y evitar barreras de todo tipo puede convertirse en un problema a gran escala si la legisla¬ción, las normas, los comportamientos éticos, ecológicos y de imagen no están armonizados o se estudian las medidas correctoras necesa¬rias para evitar desequilibrios que podrían devolvernos a un nuevo pro¬teccionismo quizá mas sofisticado.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-19095569439971821002008-05-07T10:51:00.002-05:002008-06-18T11:20:14.426-05:00Legislación Chilena y RSESe dice que la RSE comienza donde la ley termina. En Chile, la implantación de esta visión de negocios se caracteriza por su foco en la transformación social y el desarrollo de una conciencia democrática, con un énfasis en la solución de las necesidades sociales. Es por ello que existe una extensa lista de legislaciones asociadas a las áreas temáticas de la RSE, que se enumeran a continuación y cuyos textos completos pueden ser encontrados fácilmente ingresando el número y artículo en el sitio web de la Biblioteca del Congreso Nacional www.bcn.cl<br />Ética Empresarial<br />• Normas para la Defensa de la Libre Competencia. DL 211 de 1973.<br />• Ley que crea el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia. Ley N° 19.911 de 2003.<br />• Operaciones de Crédito de Dinero (anti usura). Ley 18010, 27 de junio de 1981.<br />• Ley de Protección de Datos y Privacidad. Ley 19628, 28 de agosto de 1999.<br />Medioambiente<br />• Ley sobre Bases Generales del Medio Ambiente. Ley 19300, 9 de marzo de 1994.<br />• Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico. DFL 33, 27 de octubre de 1981.<br />Compromiso con la Comunidad<br />• Ley de Donaciones con Fines Educacionales. Ley 19247 Art. 3, 15 de septiembre de 1993.<br />• Ley de Donaciones con Fines Culturales. Ley 18985 Art. 8, 28 de junio de 1990.<br />• Ley de Donaciones con Fines Deportivos. Ley 19712, 9 de febrero de 2001.<br />• Ley sobre Juntas de Vecinos y demás Organizaciones Comunitarias. Ley Nº 19418 de 1997.<br />• Ley sobre Impuesto a la Renta. Decreto Ley Nº 824 de 1974.<br />• Ley sobre Rentas Municipales. Decreto Ley Nº 3063 de 1979.<br />Marketing Responsable<br />• Ley de Protección al Consumidor. Ley 19496, 7 de marzo de 1997.•<br />Calidad de Vida Laboral<br />• Integración social de personas con discapacidad. Ley 19284, 14 de enero de 1994.<br />• Instituciones de Salud Previsional ISAPRES. Ley 18933, 9 de marzo de 1990.<br />• Fondo Único de Prestaciones de Familia y Subsidio de Cesantía. DFL 150 Art. 20, 25 de marzo de 1982.<br />• Fondo para la Capacitación y Formación Sindical. Ley 19214, 6 de mayo de 1993.<br />• Fondo Nacional de Subsidio Familiar. Ley 18611, 23 de abril de 1987.<br />• Fondos para la Vivienda. Ley 19281 Tit. VI, 27 de diciembre de 1993.<br />• Fondo Nacional de Salud FONASA. DL 2763 capítulo III, 3 de agosto de 1979.<br />• Dirección del Trabajo. DFL 308, 6 de abril de 1960.<br />• Ley de Centrales Sindicales. Ley 19049, 19 de febrero de 1991.<br />• Ley sobre Trabajos Pesados. Ley 19404, 21 de agosto de 1995.<br />• Ley sobre Trabajadores Temporeros. Ley 19988, 18 de diciembre de 2004.<br />• Ley sobre Trabajo Extraordinario. DFL 1046, 20 de diciembre de 1977.<br />• Sistema de Subsidio de Cesantía. DFL 150, 25 de marzo de 1982.<br />• Ley de Seguro de Desempleo. Ley 19728, 14 de mayo de 2001.<br />• Ley de Seguridad Social. Ley 19350, 14 de noviembre de 1994.<br />• Régimen de Prestaciones y Protección de Salud. Ley 18469, 23 de noviembre de 1985.<br />• Regula Peso Máximo de Carga Humana. Ley 20001, 5 de febrero del 2005.<br />• Registro Nacional de Discapacidad. Ley 19284 Titulo V, 14 de enero de 1994.<br />• Protección a la Maternidad. DFL 1 Arts. 194 al 208, 16 de enero de 2003.<br />• Plan de Salud AUGE. Ley 19966, 03 de septiembre de 2004.<br />• Organizaciones Sindicales y Negociación Colectiva. Ley 19069, 30 de julio de 1991.<br />• Ley de Medicina Preventiva. Ley 6174, 9 de febrero de 1938.<br />• Ley de Medicina Curativa. Ley 16781, 2 de mayo de 1968.<br />• Permiso especial (a trabajadores en caso de enfermedad grave de sus hijos menores). Ley 19505, 25 de julio de 1997.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-47819407296395774952008-05-07T10:47:00.002-05:002008-06-18T11:19:04.888-05:00¿Qué es la RSE?fuente: www.accionrse.cl<br /><br />Las empresas hoy en día juegan un rol cada vez más activo en las sociedades en las que operan; ya no sólo son generadoras de empleo y riqueza sino que aportan al desarrollo de las comunidades en las que están insertas.<br /><br />En Chile y Latinoamérica la opinión pública como la sociedad civil, en general han comenzado no tan sólo a esperar sino que a exigir que las empresas se comporten como "buenos ciudadanos corporativos". Desde el punto de vista de las empresas que operan en Chile, esto ya no es sólo una condición ética sino un imperativo para el éxito de sus negocios en el largo plazo.<br /><br />Aunque no existe una definición única de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), esta generalmente se refiere a una visión de los negocios que incorpora el respeto por los valores éticos, las personas, las comunidades y el medio ambiente.<br />La RSE es vista por las compañías líderes como algo más que un conjunto de prácticas puntuales, iniciativas ocasionales o motivadas por el marketing, las relaciones públicas u otros beneficios empresariales. Ella es vista como un amplio set de políticas, prácticas y programas que son integrados a través de la operación empresarial y que soporta el proceso de toma de decisiones y es premiado por la administración.<br /><br />En la última década, un gran número de empresas ha reconocido los beneficios en el bottom-line de incorporar prácticas y políticas socialmente responsables. Sus experiencias han sido respaldadas por una serie de estudios empíricos que demuestran que la RSE tiene impactos positivos sobre los valores empresariales, medidos en varias formas.<br /><br />Las Compañías además se han alentado a adoptar o expandir esfuerzos de RSE como resultado de la presión proveniente de los consumidores, los proveedores, la comunidad, los inversionistas, las organizaciones activistas y otros stakeholders.<br /><br />Beneficios para el Negocio<br />Mejoramiento del Desempeño Financiero<br />Reducción de Costos Operativos<br />Mejora de la Imagen de Marca y Reputación<br />Mejoramiento del Desempeño Financiero<br />Las comunidades empresariales y de inversión han debatido extensamente sobre la real conexión entre las prácticas empresariales socialmente responsables y un desempeño financiero positivo. Diversos estudios académicos han demostrado tal correlación:<br />En 1999, un estudio publicado en Business and Society Review, mostró que 300 grandes corporaciones descubrieron que las empresas que hacían público su compromiso de honrar a sus códigos de ética, mostraron un desempeño tres veces mayor a aquellas que no lo hicieron, tomando como parámetro el valor agregado en el mercado.<br />En 1997, un estudio de la Universidad DePaul, demostró que las empresas con un compromiso corporativo definido en cuanto a principios éticos, tenían un mejor desempeño financiero que las que no lo hacían, como base en las ventas e ingresos anuales.<br />Un estudio longitudinal reciente efectuado por la Universidad de Harvard se descubrió que las empresas con acciones balanceadas entre empleados y accionistas mostraron una taza de crecimiento cuatro veces mayor y una taza de crecimiento de empleo ocho veces mayor a las de empresas enfocadas solamente a accionistas.<br />Por solicitud de IBM Corp., David Lewin, profesor de la UCLA estudió a 156 empresas con el fin de determinar la relación entre las donaciones corporativas y el desempeño corporativo. El estudio demostró que las firmas más propensas a la filantropía obtenían tazas de retorno a sus inversiones significativamente más altas. Lewin concluyó que "la filantropía corporativa puede, con el tiempo, fortalecer el desempeño de los negocios".<br />Numerosos estudios han demostrado que las empresas con una sólida trayectoria en el área de medio ambiente, experimentan un desempeño financiero superior. Por ejemplo:<br /><br />El índice del Dow Jones Sustainability Group, muestra que las compañías que se enfocan en una sustentación económica de "línea de base triple", ambiental y ética, superan a otras compañías en el mercado de valores.<br />En una comparación reciente entre las seis empresas de la industria química, con más altos desempeños ambientales y seis empresas con los más bajos desempeños ambientales, se encontró que aquellas con mejor comportamiento ambiental producen un retorno anual 9.2% mayor al de aquellas que se encuentran en los niveles más bajos de desempeño ambiental.<br />Reducción de Costos Operativos<br />Diversas iniciativas de RSE, particularmente aquellas que están orientadas al medio ambiente y ambiente laboral, pueden reducir los costos drásticamente, disminuir los gastos e improductividad. Por ejemplo, muchas iniciativas que favorecen la reducción de los gases del efecto invernadero, también incrementan la eficiencia energética, reduciendo así los gastos. Asimismo, muchas iniciativas de reciclaje eliminan los costos de desechos y generan ingresos mediante la venta de materiales reciclados. En el área de recursos humanos, programas de balance entre la vida personal y el trabajo, reducen el ausentismo e incrementan la retención de empleados, también permiten a las empresas ahorrar dinero gracias a un incremento en la y reducción de costos de contratación y entrenamiento.<br />Existen cientos de casos prácticos de empresas que han reducido drásticamente sus costos debido a una disminución en sus desechos, la eficiencia energética, prevención de la contaminación y aprovechamiento de los recursos. Por ejemplo, Dow Chemical Co. y la National Resource Defense Council (NRDC) se asociaron para un proyecto de tres años que tiene el fin de reducir la producción de 26 químicos tóxicos a tan solo uno, en una de las plantas de Dow. La inversión de Dow de 3.1 millones de dólares le está ahorrando a la empresa 5.4 millones al año y, para muchos de sus negocios, se ha incrementado la calidad de los productos y la capacidad de producción. Dow planea replicar este proyecto en una planta petroquímica mayor.<br />En el año 2000, un estudio de 200 ejecutivos de 158 grandes empresas internacionales demostró que un número creciente de compañías multinacionales realizan grandes reducciones de costos e incrementan su desempeño después de implantar nuevas formas de trabajar que estimulen a los trabajadores a crear y compartir sus conocimientos. Por ejemplo, BP Amoco y Ford Motor Company han ahorrado cada uno más de 600 millones de dólares gracias a sus programas de administración del conocimiento.<br />En 1997, una encuesta a más de 150 ejecutivos conducida por la Whirlpool Foudation, Working Mother Magazine y Family Newsbrief relaciono a más de 40 programas e iniciativas del ambiente laboral (en áreas tales como el cuidado de bebés y ancianos, flexibilidad, salud y bienestar, diversidad entre otras) el resultado fue un listado de 16 ventajas para los negocios, como: reducción del ausentismo y rotación, mayor satisfacción de los empleados y los consumidores, reducción de costos de salud, etc.<br />En 1999, HR Focus reportó que la oficina de recursos humanos de Ernst & Young definió unos programas de retención los cuales incrementaron la promoción de empleados a puestos de alta gerencia, la apreciación para el balance entre vida personal y el trabajo, y la asignación de personas para funcionar como modelos a seguir en comportamiento. Estos programas le hicieron ahorrar a la empresa un estimado de 21 millones de dólares.<br />Mejora de la Imagen de Marca y Reputación<br />Frecuentemente los consumidores son llevados hacia marcas y compañías consideradas por tener una buena reputación en áreas relacionadas con la RSE. Una empresa considerada socialmente responsable, puede beneficiarse de su reputación entre el público, así como de su reputación entre la comunidad empresarial, incrementando así la habilidad de la empresa para atraer capital y asociados. Por ejemplo, en 1997 un estudio llevado a cabo por dos profesores de gestión del Boston College demostró que excelentes relaciones con los empleados, los consumidores y la comunidad son más importantes que las grandes utilidades para lograr ser parte de la lista anual de Empresas mas admiradas según la revista Fortune.<br />La participación activa en actividades de la comunidad, genera una reputación positiva con los empleados dentro de la empresa. Según un estudio de Hill and Knowlton and Yankelovich Partners, los estadounidenses piensan más favorablemente de aquellas empresas que focalizan sus esfuerzos filantrópicos en la donación de productos y el estímulo del voluntariado de los empleados en la comunidad. Sólo un pequeño porcentaje consideran que "dar una gran suma de dinero" es la acción corporativa más impresionante. Empresas líderes son frecuentemente citadas en los medios de comunicación y son recomendadas a los inversionistas que buscan empresas socialmente responsables. Muchas de las listas anuales sobre empresas incluyen la participación activa en la comunidad como parte de los parámetros a medir. Por ejemplo, le revista Fortune, sitúa la "responsabilidad social" entre los ocho criterios usados en su encuesta anual de las Empresas más admiradas, conjuntamente con solidez financiera y calidad en la administración.<br />Las empresas han utilizado la responsabilidad medio ambiental como una manera de reforzar su reputación o imagen de marca, lo que, en retorno, ha servido para incrementar las ventas y atraer capital de inversión. En los Países Bajos, el valor en el mercado de ITT Nokia para televisores de 24 pulgadas se incrementó de 57% y su ingreso bruto de 73% un mes después de que una revista de consumidores los calificara como los mejores productos, basándose en parte, en el consumo de energía, el reciclaje y la utilización reducida de materiales dudosos. En los EEUU, los consumidores gastan aproximadamente 110 billones de dólares en productos que identifican como "socialmente o ambientalmente progresivos". Asimismo, las empresas que han integrado el factor ambiental en sus decisiones de negocios están comenzando a ganar beneficios de instituciones financieras y compañías de seguros, según un informe del Aspen Institute efectuado en 1999.<br />En la economía global, la imagen de marca y la reputación están entre las más valoradas fortalezas. Prácticas de marketing responsable, por naturaleza, son altamente visibles para los consumidores y tienen el potencial de fortalecer o fragilizar la opinión del público con respecto a una empresa o a su marca. Una buena reputación por integridad y un fuerte compromiso con los consumidores puede generar lealtad y confianza y proveer un espacio de confianza en tiempos de crisis, teniendo un público más tolerante y más propenso a restaurar su confianza cuando la crisis termina. Del mismo modo, prácticas de marketing responsable que son vistas de manera negativa pueden menguar la imagen de marca y la reputación de una empresa, así esta tenga productos o servicios de muy alta calidad.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-20223003295694247302008-05-07T10:45:00.002-05:002008-06-18T11:18:30.812-05:00CURSO DE ÉTICA PROFESIONAL PARA UNIVERSITARIOSR.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.<br />Curso dado a estudiantes universitarios en San Rafael 22-30 de enero de 2005.<br /><br />I. INTRODUCCIÓN<br />'No es por la forma en que un hombre habla de Dios, sino por la forma en que habla de las cosas terrenas, como se puede discernir mejor si su alma ha permanecido en el fuego del amor a Dios. Ahí no es posible ningún engaño. Hay falsas imitaciones del amor a Dios, pero no de la transformación que él realiza en el alma, porque la persona no puede tener ninguna idea de esta transformación más que si ella misma pasa por ella [...] Según la concepción de la vida humana expresada en los actos y las palabras de un hombre, sé (quiero decir que sabría, si tuviera discernimiento para ello) si ve esta vida desde un punto de vista situado en este mundo o desde lo alto del cielo. Por el contrario, cuando habla de Dios, no puedo discernir (aunque a veces sí puedo) si habla desde dentro o desde fuera [...] El valor de una forma de vida religiosa o, más generalmente, de una forma de vida espiritual, se aprecia por la intensidad de la luz proyectada sobre las cosas de este mundo [...] Las cosas carnales son el criterio de las cosas espirituales. Esto es lo que generalmente no queremos reconocer, porque tenemos miedo a un criterio. La virtud de una cosa cualquiera se manifiesta fuera de ella'<br />(Simone Weil, 'Escritos esenciales', Sal Terrae, Santander 2000, pp. 132-134).<br />________________________________________<br />Este texto me parece muy luminoso. Fue escrito por Simone Weil, una mujer muy especial (nació en París, 1909; murió a los 34 años en Inglaterra en 1943). Era judía, izquierdista a su manera, muy preocupada por los problemas sociales, muy patriota aunque a veces luchó por causas equivocadas, brillante intelectualmente, estuvo en contacto con grandes personalidades de su época tanto de la política como de la filosofía, de izquierda y católicos, fue acercándose a la Iglesia católica de modo tempestuoso; gran amiga de algunos sacerdotes, luchadora tenaz por los derechos humanos, de conducta personal intachable (la llamaban 'la virgen roja', por su moral y por sus ideas socialistas), tiene pensamientos profundísimos en muchas cosas, al parecer no quiso entrar durante su vida a la Iglesia, pero en 1988, su mejor amiga reveló que en el lecho de muerte ella le pidió que la bautizara y así lo hizo (incluso le había dado instrucciones para que la bautizara si entraba en estado de coma en su enfermedad). Su amiga guardó silencio sobre el tema por respeto a su familia judía. Admirada, y con razón, por muchos pensadores católicos, como Gustave Thibon, para quien trabajó. Una mujer extraordinaria porque representa la búsqueda de Dios en bruto, desde la nada; se hizo sola y tuvo, al parecer una experiencia mística de Cristo, comprendiéndolo a través de su sufrimiento. Así y todo no todos sus pensamientos son plenamente católicos, pues son de diversas etapas; para leerla hay que saber discernir. Castellani dijo de ella que fue 'una mística en estado salvaje'; definición que le cuadra muy bien.<br />El texto que he citado, cuando lo leí por vez primera, anote a su lado: 'vale más que mil sermones'. Estoy seguro. El texto vale un curso entero.<br />'No es por la forma en que un hombre habla de Dios, sino por la forma en que habla de las cosas terrenas, como se puede discernir mejor si su alma ha permanecido en el fuego del amor a Dios'.<br />Este es el centro de la cuestión de nuestro tiempo. Los dramas de la Iglesia, o por los que atraviesa la Iglesia pasan por la incomprensión de esta inmensa verdad. 'Hay falsas imitaciones del amor a Dios, pero no de la transformación que él realiza en el alma, porque la persona no puede tener ninguna idea de esta transformación más que si ella misma pasa por ella'. Los falsos místicos, los que se creen católicos o hacen creer a otros que lo son, imitan, representan una obra. Pero eso no es necesariamente el espejo verdadero de su fe. Jesús dijo 'el que me ama guardará mis mandamientos'. San Juan en su primera carta repite de diversas maneras estas palabras: 'Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él' (1Jn 2,4-6).<br />La ciencia de Dios, o las palabras de Dios o sobre Dios, pueden ser lecciones aprendidas en los libros, escuchadas en sermones, pueden ser engaños del corazón que vive de veleidades. Como el joven rico, que debía ser probablemente un joven ensoñador. Pero se puede conocer mucho de estas cosas y no ser un cristiano auténtico, cabal . Hoy tenemos muchos de estos. No son malos, como el joven rico no era malo (¡y Cristo lo miró y lo amó!). Pero no pudo. No pudo seguir a Cristo porque le fallaba el juicio y la mirada sobre las cosas terrenas no era la de Cristo. No tenía la mirada libre. Las consideraba demasiado valiosas, tanto como para pensar que no era capaz de dejarlas para seguir a Cristo. Esta es una mirada esclava. No todos tenemos que dejar todo para seguir a Cristo; el religioso debe despojarse de todo; el laico debe transformar las cosas para Cristo. Pero tanto uno como el otro, deben estar dispuestos a dejar todo si fuera la única opción de ser fieles a Cristo. El joven rico no se creía capaz de eso, y por eso siendo bueno vivía un engaño. O se engañaba pensando en amar mucho a Cristo, o se engañaba en darle demasiada importancia al mundo.<br />En todo caso, era un muchacho esclavo.<br />Uno puede 'imitar el amor a Dios' y engañarse y engañar (con buena o mala intención). Si su amor sólo se manifiesta en palabras, en cantos, en afectos. Tal vez sea sincero y verdadero; pero no basta esto para saber si es auténtico. Este criterio no es suficiente. Y hoy estamos rodeados de católicos que creen ser tales pero no lo son. Sólo son católicos al 20% que es el porcentaje que ocupa en nuestra vida exclusivamente la visión o la idea que tenemos de Dios. El otro 80% consiste en la visión que el amor a Dios vuelca sobre el mundo. Estos son los criterios de la fe. Y estos son infalsificables. Se derivan de Dios pero terminan en un terreno que es todo lucha, todo batalla, todo heroísmo. Algunos son católicos sólo en ese 20%, pero ese 20% es el 'picnic' de la fe; la parte fácil.<br />El fin de este curso es que ustedes tomen conciencia de la importancia que tiene el llevar esa visión divina a las cosas terrenas. Ustedes son estudiantes, futuros profesionales. Tienen una vocación específica que es juzgar, penetrar de luz, iluminar las cosas (según las diversas ramas del saber que están estudiando) con los ojos de Dios. Como las ve Dios y divinizarlas y cristianizarlas.<br />Esto no es fácil en el mundo de hoy. Porque el mundo de hoy es una mentira. Jesús rezó al Padre celestial por nosotros en la Última Cena: No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno (Jn 17,15). San Juan dijo que el mundo entero yace en poder del Maligno (1Jn 5,19).<br />Los cristianos que viven ese 20% de fe, engañados (por ese pequeño porcentaje de fe) de que tienen la mirada puesta en Dios (tibiamente, por otra parte), son incapaces de iluminar desde la fe las cosas terrenas, ¡y no se dan cuenta de ello! No saben en qué lucha están metidos, ni se dan cuenta de cuánto terreno pierden día a día. Creen amar a Dios, pero sólo son afectiva y superficialmente simpatizantes de Dios. Dios nos pide a nosotros -a ustedes- algo más; mucho más. Les pide que miren con los ojos de Dios el mundo, como lo mira Jesucristo. Que juzguen con los criterios que les da el Evangelio. Que no se queden en las nubes mientras el Maligno avanza sin que nadie le ponga resistencia.<br />¿Cuántos católicos hay en nuestro país? La mayoría dice serlo. ¿Por qué nuestro país no es un país católico, entonces? No nos engañemos. Hace medio siglo el P. Alberto Hurtado escribió un libro que causó escozor a muchos de sus compatriotas, titulado '¿Es Chile un país católico?'. Y el P. Hurtado metía, con esa pregunta, el dedo en muchas llagas. ¿Es Argentina un país católico? Pienso que es un país con muchos católicos, y hasta cierto punto también un país con ciertas reservas católicas y en el que persisten, enterradas en los mejores, fibras espirituales católicas -de esas capaces de levantarse en un momento de crisis o catástrofe. Pero no es un país católico en el sentido cabal del término: porque no son católicas sus instituciones, no lo es su política, no lo es su economía, no lo son sus universidades ni sus profesores, porque no lo son los medios de comunicación, porque no se educa católicamente en las escuelas, ni públicas ni privadas, porque no son católicos sus sistemas de salud, etc. Entiendo por 'ser católico' aquello que se guía por los criterios del evangelio. Y en esto estamos muy lejos. ¿Quien tiene la culpa? Los que nos llamamos católicos pero sólo somos católicos de imitación (como los productos de imitación fabricados sin calidad y vendidos por monedas, que sólo se parecen a los originales por fuera, pero dejan de servir a los pocos días).<br />Hoy hay muchos profesionales que creen ser católicos, pero transan con la mentira, con el poder, venden su profesión y su honra, comercian con la sangre ajena. Algunos dicen que 'entran en el sistema'. Nunca olviden qué significa 'el sistema'; es lo que san Juan llamaba 'el poder del Maligno'.<br />Se puede hacer mucho en este campo. A esto quisiera invitarlos con este sencillo curso. ¿Cómo podemos hacer esto? El programa es el que he enunciado más arriba: hablar de las cosas terrenas como quien ha sido transformado por Dios. Iluminar con el Evangelio el pequeño mundo que toca a cada uno de ustedes; juzgar con criterios de fe todas las cosas, defender el valor inviolable de la conciencia cristiana y vivir los mandamientos divinos en el campo que les toque<br />Si alguno me dice, ¿pero esto qué tiene que ver con la 'ética profesional'? Esto es ética profesional. Lo demás es aprender leyes, y la ley sin espíritu es algo muerto.<br />CURSO DE ÉTICA PROFESIONAL PARA UNIVERSITARIOS<br />R.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.<br />Curso dado a estudiantes universitarios en San Rafael 22-30 de enero de 2005.<br />II. LA IMPORTANCIA DE UNA VERDADERA Y PROFUNDA FORMACIÓN<br />'(...) Estudiaba yo entonces (...) los libros de la elocuencia, en la que deseaba sobresalir con el fin condenable y vano de satisfacer la vanidad humana. Más siguiendo el orden usado en la enseñanza de tales estudios, llegué a un libro de un cierto Cicerón, cuyo lenguaje casi todos admiran, aunque no así su fondo. Este libro contiene una exhortación suya a la filosofía (...) Semejante libro cambio mis afectos (...) De repente apareció a mis ojos vil toda esperanza vana, y con increíble ardor de mi corazón suspiraba por la inmortalidad de la sabiduría, y comencé a levantarme para volver a ti (...)<br />¡Cómo ardía, Dios mío, cómo ardía en deseos de remontar el vuelo de las cosas terrenas hacia ti, sin que yo supiera lo que entonces tú obrabas en mí! Porque en ti está la sabiduría . Y el amor a la sabiduría tiene un nombre en griego, que se dice filosofía , al cual me encendían aquellas páginas. No han faltado quienes han engañado sirviéndose de la filosofía, coloreando y encubriendo sus errores con nombre tan grande, tan dulce y honesto (...)<br />Mas entonces (...) sólo me deleitaba en aquella exhortación el que me excitaba, encendía e inflamaba con su palabra a amar, buscar, lograr, retener y abrazar fuertemente no esta o aquella escuela, sino la Sabiduría misma, estuviese dondequiera'<br />(San Agustín, Confesiones, III, 4, 7-8).<br />________________________________________<br />Este texto tomado del libro de las Confesiones de San Agustín, nos relata el encuentro de este joven de 19 años con el primer libro serio de su vida. Un libro escrito por Cicerón, el Hortensio , hoy perdido. Pero que, a pesar de tener Aurelio Agustín una gran confusión en su cabeza (de hecho paseó todavía casi 15 años por el pecado y el error), de estar cursando una carrera (la retórica) más preocupada por el estilo que por la verdad, y ser este un libro escrito por un pagano, levantó su corazón al amor del conocimiento por las cosas más altas, a la búsqueda, como él señala, de la sabiduría.<br />Uno de los problemas más grandes que enfrentamos en nuestro tiempo -y que venimos acarreando desde el pasado siglo- es la pérdida de la formación integral. Hoy en día en los lugares donde verdaderamente se enseña y se estudia (que no son muchos) lamentablemente se imparte una formación parcial, lo cual es un equívoco pues no es propiamente formación; a lo más es instrucción. Formación viene de formar, dar forma, pero la forma se da al todo, no sólo a una parte. Un escultor que tiene que hacer la estatua de un caballo, pero sólo modela bien la cola y deja el resto convertido en un bruto pedazo de mármol difícilmente conseguirá que alguien le crea que ha esculpido un caballo (imaginen un gran bloque de piedra en uno de cuyos lados cuelgue una cola, ¿por qué tendría que ser eso un caballo?). Este es el resultado del actual sistema educativo superior que enseña sólo 'especializaciones'. Tenemos técnicos en computación, técnicos en diseño, nefrólogos, urólogos, penalistas, etc. Incluso en aquellas carreras que presentan una visión más completa de su objeto (medicina clínica, derecho, etc.) siguen faltando elementos claves que dé una visión de conjunto. Lo que no tenemos son sabios. Así, por ejemplo, los que estudian carreras relacionadas con las ciencias exactas o con las biológicas difícilmente entenderían por qué necesitan, incluso para su propia profesión, una formación humanista y filosófica (e incluso claras nociones de teología). Antiguamente todo esto se consideraba necesario, y estaban en lo cierto.<br />Se repite en nuestro tiempo, a nivel universal, lo que cuenta Platón en el Teetetos que 'una aguda y graciosa esclava tracia se burló de Tales (de Mileto, filósofo), porque, mientras observaba las estrellas y miraba hacia arriba se cayó en un pozo; ávido por observar las cosas del cielo, le pasaban inadvertidas las que estaban detrás de él y delante de sus pies' [1] . Digamos que la esclava tenía cierta razón para reírse; Platón critica en realidad la actitud de la que esta esclava es símbolo: los que se burlan de quienes están preocupados por las cosas espirituales, por la realidad oculta tras las apariencias, por las esencias de las cosas, y consideran esto algo inútil. Esta esclava representan a los que dividen las ciencias en útiles e inútiles. Los estudios inútiles serían los estudios de las humanidades [2] . Es cierto que hay conocimientos que no se ordenan a producir o fabricar cosas; su fin es la 'teoría' en el sentido griego de la palabra: contemplación. Aristóteles decía de la filosofía que 'no la buscamos por ninguna utilidad, sino que, así como llamamos libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues ésta sola es para sí misma' [3] . Hay que entender bien estas palabras, pues pueden prestarse a cierto equívoco: la filosofía no reporta ninguna utilidad material inmediata, pero es en el fondo la más útil de las ciencias si entendemos utilidad en la acepción de provechosa .<br />Debemos confiar más en un médico que además de sus manuales busque un poco de sabiduría en Platón, en el Quijote, en Fray Luis de León o en San Agustín, que en otro que conozca todos los secretos del riñón o de la depresión pero ignore los secretos del alma del hombre que no se los pueden dar sus estudios puramente positivos.<br />La filosofía bien estudiada y conocida (es decir, el conocer el por qué último de las cosas) no sólo es, como ha dicho Chesterton, la única cosa verdaderamente entusiasmante en este mundo, sino algo necesario. ¿Necesario para todos? Para todos los profesionales sí; de una forma u otra tienen que pensar filosóficamente (lo que no es lo mismo que 'ser filósofos'), incluso aquellos cuyo oficio los lleva al estudio de cosas más prácticas. L a historia documenta, por ejemplo, que siempre el médico ha debido filosofar sobre su pro¬pia ciencia y por eso desde los tiempos clásicos se ha reconocido una estrecha relación entre la medicina y la reflexión filosófica [4] . Aristóteles, aun distinguiendo campos, establecía una profunda continuidad entre una y otra disciplina. Galeno (c. 130 d.C.) acusaba a los médicos de su tiempo de ser ignorantes, corruptos y absurdamente divididos en escuelas; y les exigía que fueran filósofos, por exigencias 'internas' a la misma ciencia médica. A él se atribuye la expresión: 'el mejor médico es también filósofo'. En el temprano medioevo sobresale el testimonio de Cassiodoro (en torno al año 500) quien concedía a la medicina un honor singular por su ordenación a socorrer las miserias humanas, pero por esa misma razón sostenía que el médico necesita una formación seria y cuidada, es decir, nutrida de todo aquello que en ese entonces se retenía como serio y cuidado, o sea, el estudio de los clásicos. Un siglo más tarde, San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías exigía del médico el conocimiento de todas las artes liberales, y llamaba a la medicina 'segunda filosofía'. La filosofía árabe medieval también reconocía una legitima autonomía a la medicina, pero señalaba una estrecha relación con la filosofía, la cual encuadra a la medicina en un horizonte más amplio desde el punto de vista cosmológico y teológico. En el Alto Medioevo (s. XIII) los estudios universitarios exigían para quien quisiera estudiar medicina los estudios previos de la filosofía. Así, por ejemplo, Federico II, en las Constituciones del Reino de Sicilia, escribía: 'Puesto que no se puede afrontar el estudio de la medicina si primero no se tiene el dominio de la lógica, establecemos que ninguno emprenda los estudios médicos si precedentemente no ha estudiado por al menos un trienio la ciencia de la lógica. La misma concepción se encuentra entre los grandes teólogos medievales como Alberto Magno y Tomás de Aquino. Esta tradición se mantuvo prácticamente invariable hasta la irrupción del positivismo que escindió el saber médico del saber filosófico y, consecuentemente, de la ética. A pesar de la concepción moderna que separa ambos saberes, la visión clásica se impone por sí sola, pues, co¬mo afirma G. Thibon, el técnico de la medicina no puede saber qué tiene el enfermo mientras no sepa qué es el enfermo.<br />Esto podemos aplicarlo a todas las demás profesiones, puesto que son profesiones que tratan del hombre o de las cosas del hombre.<br />Creo que a nadie se le escapa la importancia que tiene la buena formación. Tal vez no muchos se den cuenta de la importancia que tiene el estudio de la filosofía y de la teología en una buena formación. Y sin embargo, son ciencias fundamentales: sin ellas no hay buena formación.<br />La filosofía es la ciencia que nos hace conocer la esencia de las cosas y las cosas por sus causas y nos pone en contacto con la realidad. Cuando alguien no tiene un pensamiento filosófico, se limita a ver, describir y clasificar las cosas, pero no sabe qué son, ni por qué son, ni para qué son esas cosas. Es un superficial.<br />En todas las carreras deberían estudiarse los fundamentos filosóficos y tendrían que darse nociones de teología. De lo contrario formamos monstruos no intelectuales ni científicos. Una persona que sabe cómo curar una llaga o como trasplantar un riñón pero no sabe qué es el hombre o, peor aún, tiene una idea equivocada de él, ¿qué puede hacer verdaderamente por el hombre? Algo, pero siempre poco. ¿Qué puede hacer un médico, un psiquiatra o un psicólogo que no entiendan lo que es el dolor como problema, que no puedan responder al drama del mal, que no comprendan lo que es 'el hombre paciente'? Si un ingeniero o un arquitecto no tienen un concepto adecuado de lo que es el hombre, de su dignidad, de lo que significa la familia humana ni de lo que es la educación humana, ¿cómo pueden construir un 'hogar'? Puede hacer construcciones que tengan paredes y techos, habitaciones y baños, pero no un 'hogar', un núcleo para que viva y se desarrolle una familia; esto implica conceptos filosóficos. El ejemplo más patente son las 'colmenas' inhumanas que en muchas partes llaman 'viviendas de departamentos'.<br />Es decir: cuando falta la capacidad de reflexionar sobre la realidad a la luz de sus últimas y más profundas causas no tenemos médicos sino 'recetadores', no tenemos 'ingenieros' sino grandulones que juegan a poner ladrillos formando cosas.<br />Los problemas fundamentales del hombre (de nosotros como hombres y de los hombres para los que trabajamos como profesionales) no se agotan en las cosas materiales que nos piden (salud, balances, diseños) sino en horizontes que nuestras especializaciones no nos pueden dar. Hoy en día todo está encarado para convertir a las profesiones en canteras de abundancia: la medicina buscar procurar abundancia de salud para sus pacientes y que vivan muchos años (está muy bien, por otra parte), la economía a producir abundancia de dinero y bienes, la política abundancia de posibilidades en la sociedad (la buena política; de la cual hay poco y nada), la técnica abundancia de posibilidades tecnológicas: televisores de plasma, teatros hogareños, computadoras que hacen de todo, robots, programas, etc. (los japoneses, desde hace un par de años, no apuntan a fabricar cosas nuevas sino cosas más chicas porque se han dado cuenta que sus clientes no compran ningún aparato nuevo... porque ya no tienen lugar para ponerlo en sus casas), etc. El único problema es el que se planteó el escritor David Riesman al titular uno de sus libros Abundance for What? '¿Abundancia para qué?'. Ninguna de estas ciencias puede enseñarme o responderme el para qué quiero todo esto, y si intenta responder su respuesta será renga, a menos que responda apelando a otra ciencia diversa de sí misma: esa ciencia 'inútil' que da las únicas respuestas que el hombre necesita.<br />Los modernos programas de la mayoría de carreras terciarias desprecian o ignoran olímpicamente toda noción de filosofía, o al menos de buena filosofía. Muchos se preguntarían asombrados: ¿y para qué quiero saber filosofía o teología yo si no soy ni filósofo ni menos teólogo? ¿Cómo que no somos teólogos ni filósofos? ¿Acaso no somos seres humanos? Y al ser tales, ¿no tenemos una inquietud innata por conocer la verdad total, universal, que trasciende las pequeñas verdades que nos transmiten en nuestros estudios?<br />Siendo hombres y mujeres ¿acaso no queremos saber qué es eso que decimos al decir que 'somos hombres y mujeres'? ¿Acaso no queremos saber por qué sufrimos, por qué morimos, o por qué existe lo que existe? ¿Por qué hay ser en vez de nada? La química nos habla de leyes genéticas que son asombrosas pero la química no puede explicar porque existe la vida; la astrofísica nos habla de astros, distancias y estructuras cuyas cifras ni siquiera caben en un pizarrón; pero no nos dice por qué existe algo en vez de nada. Y tarde o temprano, si usamos nuestra cabeza, querremos saber la respuesta a esta pregunta. Llegará un momento en que dejará de interesarnos a qué velocidad se expande o se comprime el universo y querremos saber por qué hay un universo. Las ciencias sólo nos dan datos para que cada vez nos hagamos más preguntas. No menos.<br />Aristóteles comienza el primer capítulo de la Metafísica con aquella frase que tantos repiten: 'Todos los hombres aspiran por naturaleza a saber'. Y Santo Tomás comenta esto diciendo que se explica por tres razones. La primera, que todas las cosas desean de modo natural su propia perfección, y como nosotros somos hombres por ser inteligentes (por tener razón) nuestra perfección está en el saber ya que la inteligencia se perfecciona conociendo. La segunda que todas las cosas tienen inclinación natural a realizar la operación que le es más propia; siendo nosotros principalmente inteligentes (en esto nos distinguimos de los demás animales) y siendo la operación de la inteligencia el conocer, estamos naturalmente inclinados a saber, a conocer. La tercera es que a cada cosa le es sumamente deseable unirse a su principio, y en esto consiste su perfección, y nuestro principio es la Inteligencia divina y su verdad, por eso tendemos a unirnos a Él conociéndolo y conociendo todas las cosas y sus esencias. Santo Tomás es muy realista y por eso añade enseguida que si bien todos los hombres tienen este deseo, no todos lo ponen en práctica porque muchos se frenan en las cosas que tienen más cerca, como en los placeres o en las riquezas, pero esto equivale a la atrofia en el crecimiento de un ser destinado a algo más alto. Todos nosotros tenemos potencias vegetativas que tienden a desarrollarse completamente y ordinariamente hacen que vayamos creciendo física, psicológica y espiritualmente. En algunas personas, por razón de algún problema genético o alguna enfermedad en la primera infancia, esta potencia se atrofia y no se desarrollan físicamente produciendo el fenómeno del enanismo. Sabemos que eso no es lo normal y por eso luchamos médicamente para prevenirlo y corregirlo. En el plano intelectual también se da el problema del enanismo, mucho más triste que en la realidad física. Son los que han quedado semi-desarrollados intelectualmente en su deseo de saber.<br />Esto es indiscutible. Si la tendencia a saber, (saber significa conocer la realidad por sus causas, y especialmente sus causas últimas, no quiere decir conocer algunas cosas) es parte de nuestra naturaleza humana; entonces el no desarrollarla significa dejar sin desarrollo nuestra humanidad en lo que tiene de más propio.<br />En relación con esto, Aristóteles al comienzo de su Ética a Nicómaco divide a los hombres en tres clases de vidas , o lo que vendría a ser lo mismo, tres clases de hombres según las diferentes concepciones sobre la felicidad (cf. el Comentario de Santo Tomás en In Eth. n. 58-59). Su idea también nos sirve para calificar a los profesionales y a los que aspiran a una profesión.<br />El motivo es que cada uno considera 'vida suya' a aquello a lo que está más aficionado (para el filosofo 'su vida' es el filosofar, para el cazador será el cazar). Y como aquello a que más se aficiona uno es lo coloca como fin último, por lo tanto, las vidas se diversifican según la diversidad del fin último . El fin último produce una unificación de nuestras vidas; él rige todas nuestras operaciones y da como un colorido único a todo nuestro obrar y vivir. El fin último domina el afecto del hombre y le da las reglas de su vida.<br />De este modo distingue tres géneros de vida: (a) La vida voluptuosa que es la de aquel que coloca el fin en el placer deleitable o voluptuoso. (b) La vida civil o activa, que coloca el fin en el bien de la razón práctica (es decir en las virtudes, en el honor, en la vida pública, en la acción social, etc.) (c) La vida contemplativa que coloca su fin en el bien de la razón especulativa, es decir en la contemplación de la verdad . Respecto a los que ponían su fin en las riquezas (el dinero) Aristóteles consideraba que siendo ésta una de las 'opiniones menos racionales', no valía la pena perder el tiempo considerándola; nosotros que vemos a este tipo de personas por todas partes, necesitamos no dejar de echarle el ojo, por eso lo mencionaremos llamándolo 'vida económica'.<br />Empecemos con este último, el hombre economista y el profesional economista . Es el utilitarista o consumista, el que ha sucumbido a la tentación de poner como objetivo de su vida el capital, el dinero, el crecimiento de su cuenta de banco o de su poder de producir cada vez más plata. Le decimos 'hombre economista' condescendiendo más que Aristóteles; él ni siquiera lo llama 'hombre', porque este comportamiento es irracional. Las riquezas no pueden ser un fin en sí mismas, sirven para otras cosas. El profesional que entra en esta variante hace de su profesión un negocio, y su única regla moral la ganancia. Buscar por sí mismo algo que sólo sirve como instrumento es tal lógico como ir a un restaurante y pedir solamente un 'tenedor'. Y si el mozo le pregunta qué va a querer parra comer, el hombre econonista se limitaría a mirarlo como un marciano diciéndole, 'nada, a mí lo que me gustan son los tenedores'. Probablemente también el mozo lo mire como un marciano. Y probablemente sea el mozo quien tenga razón. Pero cuando un capitalista solo piensa en el dinero y amarroca más dinero que el que podría gastar si viviese diez mil años, ¿por qué somos nosotros los que parecemos marcianos al decirle que eso es como ordenar sólo tenedores en un restaurante o edificar tambos en Júpiter donde no hay vacas?<br />El hombre y el profesional voluptuoso es el que ha puesto su fin en los placeres carnales y estos dominan sus aspiraciones y proyectos, incluso sus proyectos profesionales. Es más comprensible que el anterior, y si éste quiere dinero y para eso trabaja o roba, al menos sabemos que entiende que los tenedores sirven para otra cosa. Ya usan en algo su intelecto práctico. Pero lo usan como los animales usan su instinto. Sólo que el instinto de los animales es un instinto 'regulado' por la naturaleza y por eso, salvo excepciones de animales atrofiados genéticamente, el instinto les lleva a buscar el placer sexual o comestible cuando sea un bien para la especie o para el individuo; después se apaga hasta que la conservación de la especie o del individuo lo vuelven a necesitar. En el hombre no se apaga, por eso el hombre voluptuoso se enceguece, se esclaviza y se vuelve un adicto. Estos, tarde o temprano, se pierden y caen en un descalabrante fracaso. A veces decimos que este tipo de personas se bestializan; y no es exacto, porque los animales por lo general no tienen problemas de adicción destructora; la vida de un adicto al sexo o a la droga no es una vida de perros; éstos envidian a los perros.<br />El hombre y el profesional activo es el que piensa que su felicidad (y por tanto su fin último) está en la actividad, política, social, civil, artesanal, etc. Ya estamos en un nivel realmente muy superior a los anteriores; estos merecen verdaderamente el título de hombres; pero son hombres incompletos. Un manco es hombre, y un ciego también, pero algo les falta. En el plano físico esto puede superarse con una gran voluntad y hay ciegos y hay mancos que son hombres en el sentido más pleno de la palabra. Pero no sucede así en el plano del espíritu. El ciego espiritual y el paralítico espiritual, es medio hombre. Por eso este tipo de personas, que ponen su fin y felicidad en la actividad, viven lacerados por el miedo, por la insatisfacción, por el agobio de una actividad que se vuelve agotadora y no da la felicidad. En muchos casos son personas que huyen (la hiperactividad es una forma de escapismo psicológico): huyen de su conciencia, de Dios, de la ley moral. Es como tocar el piano sin escuchar la música o pintar cuadros sin contemplarlos. El hombre activo es el ser que trabaja para no pensar; porque el que trabaja para pensar es la última clase de hombres.<br />El hombre y el profesional contemplativo o mejor 'filosofante' es el que hemos descrito al comienzo. Él ordena todo al saber último de las cosas (y finalmente al conocimiento y posesión de Dios que es la Causa última de todas las cosas y la Explicación última de todos los interrogantes). Este trabaja, disfruta, se esfuerza, sufre y se sacrifica; pero sus ojos están siempre en un objetivo más allá. El hombre filosofante, no queda reducido al pequeño horizonte de su profesión o carrera, sino que alcanza el conocimiento de las causas de las cosas, por eso sabe en qué pequeño lugar del saber está ubicado su reducido conocimiento, entiende el movimiento de la historia humana y comprende el valor de sus acciones dentro de la historia y de la meta-historia (es decir, de la 'últimas cosas' que habrán de suceder al final de todo). Gracias a eso puede juzgar y discernir y no dejarse engañar. Puede alcanzar no sólo una comprensión filosófica del hombre, del universo y de Dios, sino una visión de fe y una interpretación teológica. Pero este amplio marco hoy en día no se lo ofrecen en sus estudios; debe buscarse aparte.<br />Para llegar a ser hombres con una mente teorética, contemplativa, debemos sobrepasar lo que recibimos en nuestras carreras y estudios y mirar más allá; habrá que formarse leyendo, estudiando, meditando los clásicos, los filósofos y también los teólogos. Debemos admirarnos de las cosas y buscar saber qué son y por qué son; debemos admirarnos de nosotros y querer saber qué somos y por qué somos. Como decía un autor dirigiéndose a los jóvenes universitarios: 'si queréis entenderos vosotros mismos, el mundo en que vivís, hacer carrera, tener un éxito estable, volved a los estudios clásicos, a las facultades de letras, de lenguas y literatura, a la filosofía. Y si estudiáis economía o ingeniería o medicina, no os limitéis a vuestra especialidad, ampliad la mente con otras lecturas, con otros cursos. Leed novelas, libros de historia, de filosofía, de sociología (....). Seguid las clases de los profesores más serios, más profundos, incluso si al inicio os cuesta entender, incluso si debéis estudiar más de las mil quinientas horas globales de la reforma os pide que no superéis [ el autor escribe en Italia ]. Aprended a razonar, a argumentar' [5] .<br />* * *<br />Es verdad que muchos de estos conocimientos son inútiles, productivamente hablando; no enseñan a hacer cosas. Pero son necesarios de manera radical. Las humanidades son imprescindibles para la buena formación del científico y del especialista; ellas le proporcionan la formación humana que hace posible el recto progreso de la ciencia misma porque le dan al científico la colocación que su saber tiene dentro de algo que es infinitamente más amplio. Y además llenan el deseo de su corazón. De lo contrario una inteligencia hecha para la verdad plena se atrofia masticando sólo un pedazo de la verdad, que, por estar desconectado de todo el resto de la verdad, pierde su sentido y se vuelve incomprensible.<br />Jacques Maritain, Introducción a la Filosofía , Club de Lectores, Bs. As. 1985<br />Josef Pieper, El ocio y la vida intelectual , Rialp, Madrid 1983<br />Josef Pieper, En defensa de la filosofía , Herder, Barcelona 1970.<br />Jaime Balmes, El criterio , hay varias ediciones.<br />________________________________________<br />[1] Platón, Teeteto , 174a.<br />[2] Se puede leer con provecho el libro de Alberto Caturelli, Reflexiones para una filosofía cristiana de la educación , Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba 1982, especialmente pp. 148-162.<br />[3] Aristóteles, Metafisica , A,2, 982b 25.<br />[4] Cf. Porcarelli, Andrea, Il rapporto tra filosofia e medicina nella storia del pensiero , en: AA.VV., Etica dell'atto medico , Ed. Studio Domenicano, Bolonia 1991, pp. 42-101.<br />[5] Francesco Alberoni, L'inganno delle lauree brevi e delle lezioni facili , Corriere della Sera, 10-3-2003.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-53893803959809511932008-05-07T10:44:00.002-05:002008-06-18T11:18:01.272-05:00Sueldo ÉticoInforme Ethos Nº 59 (2008)<br /><br />El Centro de Ética de la Universidad Alberto Hurtado publicará periódicamente un breve Informe Ethos, ofreciendo una lectura ética de un tema de interés nacional para ayudar en el discernimiento de un juicio moral responsable con vistas a una acción coherente. Se adopta el método ignaciano del triple paso: experiencia (hecho) – reflexión (su comprensión e implicaciones) – acción (sugerencia de principios orientadores): una reflexión sobre la experiencia con miras a una acción consecuente.<br />1.- Los Informes Ethos (1) no pretenden agotar un tema como tampoco pronunciar una palabra conclusiva. La finalidad es presentar un breve escrito que introduzca elementos éticos, de inspiración cristiana, en el debate nacional sobre temas de interés público para apoyar la formación de un juicio ético correspondiente. Su propósito es poner de relieve la dimensión ética en la discusión sobre temas que inciden en la vida ciudadana y, directa o indirectamente, en cada miembro de la sociedad. En otras palabras, no se pretende pensar éticamente por otros sino estimular a otros para pensar éticamente.<br />1.- El hecho<br />1.- El 1 de agosto de 2007, Mons. Alejandro Goic Karmelic (Obispo de Rancagua), después de haber realizado un rol mediador en el conflicto de Codelco, llamó a analizar las escandalosas diferencias económicas que existen en el país, advirtiendo que en la ausencia de una mayor justicia social se pavimentará el camino inevitable al conflicto.<br /><br />Por ello, hizo un llamado para un diálogo nacional sobre la deuda permanente con los más pobres de Chile. Si bien reconoció avances, constató que aún faltaba dar pasos.<br /><br />2.- Así, lanzó la pregunta que remeció el país: ?Es posible vivir con un sueldo mínimo de $135.000 pesos? En consecuencia, Mons. Alejandro Goic propuso que el sueldo mínimo debería ser transformado en un sueldo ético, en el sentido de que todos los que puedan, no paguen el sueldo mínimo legal, sino que por lo menos éste alcance a los $250.000 pesos.<br /><br />3.- Las reacciones, a favor y en contra, no se dejaron esperar y surgió un debate nacional, reflejado en todos los medios de comunicación social. El 23 de agosto del mismo ano, la Presidente Michelle Bachelet constituyó el Consejo Asesor Presidencial en Materias de Trabajo, Salario, Competitividad y Equidad Social: Hacia un Chile más justo,<br /><br />conformado por 48 figuras públicas, con la tarea de preparar un informe final (marzo 2008) con propuestas concretas, que el Gobierno utilizaría como base para buscar “la forma de alcanzar la confluencia de voluntad de los diversos sectores políticos y sociales, con el propósito de dar origen a un Pacto Social por el Desarrollo”.<br />2.- La comprensión del hecho<br />4.- La relevancia y la comprensión de las palabras de Mons. Alejandro Goic exigen considerar la realidad del mundo del trabajo (el contexto) y el significado exacto de sus dichos (el texto). La Encuesta Casen 2006 del Ministerio de Planificación (MIDEPLAN) iluminaría el primer punto, mientras que su intervención en el Encuentro sobre Desigualdad Social, organizado por la Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC) y el Diario El Mercurio (24 de octubre de 2007), como también un discurso del mismo Mons. Alejandro Goic (18 de septiembre de 2007) explicarían el sentido exacto de sus afirmaciones.<br /><br />5.- En la última Encuesta Casen (Caracterización Socioeconómica Nacional, 2006) se constata que el total de ocupados es de 6.578.325. De este total, el 75.7% (4.977.834) son asalariados y el 24.3% (1.600.491) son no asalariados. Ahora bien, el 16.2% (1.066.454) del total del mundo del trabajo gana menos o igual a un salario mínimo líquido, es decir, 108.000 pesos (se resta el 20% de 135.000 pesos para calcular el ingreso recibido, es decir, líquido). Además, el 52.7% (3.465.643) de los trabajadores gana menos del salario ético propuesto por Mons. Alejandro Goic 1.<br />Por consiguiente, resulta muy relevante la problemática propuesta por el Obispo porque afecta directamente a más de la mitad del mundo del trabajo.<br /><br />6.- Durante el Encuentro sobre Desigualdad Social realizado en el mes de octubre, Mons. Alejandro Goic explica que la formulación de una cantidad concreta (250.000 pesos) era simbólica, ya que “si no hubiera dado una cifra, probablemente el debate no se hubiera puesto en el tapete”. Además, deja en claro que “soy observador de la realidad, no soy político ni economista… Soy un pastor que está cerca de la gente, que procura escuchar a la gente”2.<br />7.- El 18 de septiembre de 2007, en la Homilía pronunciada durante el Te Deum de Fiestas Patrias celebrada en la Catedral de Rancagua, Mons. Alejandro Goic toca el tema Por una Patria más equitativa. Por de pronto, llama la atención las dos citas bíblicas que encabezan la Homilía: He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto (cf. Ex 3, 1 – 12), y Denles ustedes de comer (cf. Mc 6, 31 – 44). En parte de la Homilía se explica el qué dijo sobre el sueldo ético y el por qué lo dijo.<br /><br />8.- Como Pastor, explica Mons. Alejandro Goic, le corresponde sensibilizar sobre el desafío de la equidad y de mayor comunión, senalando la necesidad de un salario ético como un imperativo de justicia y una urgencia para la necesaria paz social. Es el mismo Evangelio que interpela la conciencia del ciudadano. Obviamente, no se dice una palabra “como técnicos en la materia, porque no lo somos”. Sin embargo, no deja indiferente el sufrimiento de tantos hombres y mujeres (trabajadores, jubilados, pensionados y montepiados) que no logran vivir con dignidad si no acceden a un ingreso que permita a una familia satisfacer sus necesidades básicas acordes con la naturaleza de quienes son hijos de Dios.<br /><br />9.- “Al plantear este grave problema que, si bien aqueja al conjunto de nuestra sociedad, lo sufren los más pobres”, aclara el Prelado, “no somos más que el eco de la Palabra de Dios que nos interpela cuando dice: Miren, el salario de los obreros que segaron sus campos, y que no han pagad, está gritando, y los gritos de sus segadores han llegado a los oídos del Senor (Sant 5, 4)”. En la Doctrina Social de la Iglesia emerge con claridad la responsabilidad social de todos los católicos y el deber de los Pastores de proponerla a todos y de colaborar para que el conjunto de la sociedad de pasos de mayor justicia y fraternidad.<br />10.- ?Cómo puede alguien creer en Dios, comunión de amor del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, si no se es obrero de la comunión entre los seres humanos y de éstos con Dios? Así, sostiene Mons. Alejandro Goic, “los creyentes en Jesucristo tenemos la misión de estar allí donde la común–unión en cualquiera de sus formas es amenazada y, por tanto, menoscabada la dignidad del ser humano. Allí es misión de la Iglesia defender esa dignidad humana y anunciar el designio de común–unión que Dios tiene para todos los hombres y mujeres”.<br />11.- En concreto, esto significa que “en ocasiones hemos tenido que hacerlo a causa de graves violaciones de los derechos humanos; en otras ocasiones cuando el derecho a la vida es amenazado, especialmente en los más pequenos e indefensos a causa del aborto; en otras, cuando hay políticas públicas que debilitan a la familia o no contribuyen a una real educación de ninos y jóvenes. Del mismo modo, nuestro llamado a todos los sectores de la sociedad a buscar un salario ético se inserta en esta corriente de promoción de la dignidad humana que anima al designio de comunión entre Dios y los hombres”.<br /><br />12.- El respeto por la dignidad de todas las personas implica necesariamente una mejor distribución de los bienes, asegurando un salario justo. “En realidad, y sin eufemismos”, afirma el Prelado”, “!lo mínimo para que un salario sea mínimo es que sea ético, si no es así significa que estamos viviendo en una sociedad inmoral!” No es correcto resignarse a aceptar la inequidad y la injusticia social como simples datos de la realidad. No se puede separar la ética de la vida ni de la economía.<br /><br />13.- La propuesta de un salario ético se sitúa en el contexto más amplio de considerar al país como una patria para todos. Este desafío exige repensar, desde la responsabilidad ética que corresponde a cada uno, qué tipo de sociedad se desea vivir, qué tipo de desarrollo se busca, qué tipo de crecimiento se anhela, qué tipo de empresas se pretende desarrollar, qué tipo de conocimientos se desea promover, qué tipo de vida política y de políticos se aspira, qué modo de relacionarse se quiere cultivar; en una palabra, qué Chile se desea vivir y qué futuro entregar a las próximas generaciones.<br /><br />14.- “En el Evangelio”, concluye Mons. Alejando Goic, “se nos recuerda que en medio de los complejos desafíos de la historia, el Senor nos hace responsables de las situaciones, asegurando su presencia, pero invitándonos a actuar nosotros. En realidad, la situación de los discípulos era casi desesperada: cómo alimentar a una multitud en un lugar despoblado y sin medios suficientes para ello. La respuesta de Jesús es un desafío a la libertad y responsabilidad de los discípulos: denles ustedes de comer (Mc 6, 37)”.<br />3.- Implicaciones éticas<br />15.- La preocupación y las palabras de Mons. Alejandro Goic no sólo reflejan fielmente el pensamiento social de la Iglesia, sino se insertan dentro de la corriente de la tradición eclesial del episcopado chileno. Así, ya en 1937 se encuentra una Carta Pastoral del Episcopado Chileno sobre El justo salario (15 de enero de 1937)3. Esta Pastoral de los Obispos Chilenos recoge las ensenanzas de las primeras dos encíclicas sociales:<br />León XIII, Rerum Novarum (15 de mayo de 1891), y Pío XI, Quadragesimo Anno (15 de mayo de 1931).<br /><br />16.- “Siguiendo el ejemplo del Maestro Divino”, comienza la Carta Pastoral, “lleno de compasión por las muchedumbres que lo escuchaban, y marchando sobre las huellas de Nuestra Santa Madre la Iglesia, que en diecinueve siglos de existencia ha dedicado preferente atención a todos los que padecen en este mundo, los Obispos Chilenos no podemos, venerables hermanos en el sacerdocio y amados hijos todos en el Senor, mirar sin profunda angustia la penosa situación creada a una parte numerosa de la porción predilecta de Cristo, de los pobres, de los obreros, que en tan gran número padecen aquella inmerecida miseria”.<br />17.- Esta miserable condición “en parte, se debe a los mismos obreros, que aprovechan mal el dinero que ganan”; pero, “asimismo, hemos de reconocer con dolor que la triste condición de los obreros resulta, en muchas ocasiones, del proceder de los que se aprovechan de su trabajo”.<br /><br />18.- Los obispos recuerdan que el régimen del salario no es en sí injusto. Sin embargo, la justicia del salario no depende del simple acuerdo entre el patrón y el obrero. “Efectivamente, sustentar la vida es deber común a todos y a cada uno y faltar a ese deber es un crimen. De aquí necesariamente nace el derecho de procurarse aquellas cosas que son necesarias para sustentar la vida; estas cosas no las hallan los pobres sino ganando un jornal con su trabajo. Por consiguiente, aún concedido que el obrero y su amo convienen libremente en algo y particularmente en la cantidad del salario, queda, sin embargo, una cosa que dimana de la justicia natural y que es de más peso y anterior a la libre voluntad de los que hacen el contrato, y es ésta: que e1 salario no debe ser insuficiente para la sustentación de un obrero frugal y de buenas costumbres. Y si acaeciese alguna vez que el obrero, obligado por la necesidad y movido por el miedo de un mal mayor, aceptase una condición más dura y, aunque no lo quisiera, la tuviese que aceptar por imponérsela el amo o el contratista, sería eso hacerle violencia, y contra esa violencia reclama la justicia”.<br />19.- Ahora bien, para determinar la cuantía del justo salario hay que atender al carácter individual y social del trabajo. Por consiguiente, por una parte, “hay que dar al obrero una remuneración que sea suficiente para su propia sustentación y la de su familia”. Por otra, “atender a la situación de la empresa y del patrón”, ya que sería injusto pedir salarios desmedidos que la empresa no pudiera soportar.<br /><br />20.- Una tercera condición para determinar la cuantía del justo salario es la atención al bien común, o al bien público económico. El principio del bien común exige que obreros y empleados, mediante el ahorro, lleguen a formarse un modesto capital; que se evite la ruina de las empresas que dan trabajo a los obreros; que todos los que deben y pueden trabajar tengan trabajo para sustentarse y que, por lo mismo, se eviten los salarios insuficientes y también los demasiado elevados que dejarían sin trabajo a los obreros; y que se procure establecer una justa proporción entre los salarios y los precios de venta de las distintas industrias.<br />21.- Establecidos los principios generales, se pasa, en la Segunda Parte de la Carta Pastoral, a explicitar algunos medios para asegurar un salario justo. Así, se plantea la pregunta por el quién debe satisfacer el derecho del obrero de ganar el justo salario. “Por justicia estricta, que cuando es violada, obliga a la restitución, lo debe pagar el patrón o empresario, al menos en la parte equivalente al servicio prestado por el obrero… A él también le toca, cuando le es posible, dar el salario suficiente para la familia: pero si alguna vez no le fuera posible, a la sociedad le tocará proveer, porque, al menos, es obra de justicia social; pues el obrero, con su trabajo, no sólo beneficia al patrón, sino también a la sociedad y ésta tiene sumo interés en la familia del obrero, que la provee y proveerá de labradores de sus riquezas y bienestar”.<br />22.- También se establece la responsabilidad del Estado con relación al salario justo. “Por lo que toca a la intervención del Estado, según las ensenanzas Pontificias, fundadas en la recta razón y en la fe, debe tener por fin y medida el bien común, objeto propio de la Autoridad Civil… Ahora bien: es parte tan esencial de ese bien común el bienestar de los obreros y con él la paz, el orden y el bienestar de todo el cuerpo social, que los Sumos Pontífices declaran repetidas veces que a la Autoridad Civil le toca cuidar especialmente a los pobres, de que tengan el justo salario, y de que se establezca un régimen social en que se les asegure una justa participación en las riquezas que contribuyen a producir… Aunque en la protección de los derechos de los particulares débense tener en cuenta principalmente los de la clase ínfima y pobre; porque la clase de los ricos, como que se puede defender con sus propios recursos, necesita menos del amparo de la pública autoridad; el pobre pueblo, como que carece de medios propios con qué defenderse, tiene que apoyarse grandemente en el patrocinio del Estado (cf. R.N. 57). Por consiguiente, es no sólo derecho, sino deber del Estado proveer con prudente legislación que al obrero se le garantice una justa retribución para satisfacer sus necesidades individuales y familiares, espirituales y temporales”.<br />23.- La responsabilidad de los empleadores consiste en “esforzarse en cumplir para con sus obreros o empleados, en cuanto les sea posible, además de los deberes de estricta justicia, los de justicia y caridad sociales”. También se senala la responsabilidad del trabajador. “Los obreros, por su parte, procuren emplear bien su dinero, en satisfacer las necesidades de la familia y propias, según su condición, empenándose, al mismo tiempo, en hacer que les permitan mirar con tranquilidad su porvenir y el de sus hijos… También los obreros han de estar penetrados de espíritu de justicia y de caridad, cumpliendo bien, a conciencia, sus contratos y considerando en sus exigencias las posibilidades razonables y justas con que se les podrá atender, sobre todo cuando, como a tantos sucede en los tiempos de crisis, se paraliza el comercio y se perturban o paralizan también las industrias y a los empresarios amenaza la ruina, con la cesantía consiguiente para los mismos obreros y empleados”.<br />24.- A la Iglesia le corresponde “en primer lugar, ensenar los principios religiosos y morales a que se ha de ajustar la actividad social pública y privada, de los patrones y de los obreros, y, en seguida, juzgar si esas actividades, instituciones o leyes, son o no conformes a los principios que ensena”.<br /><br />25.- Los obispos terminan con un llamado a los católicos: “Ojalá, amados hijos en el Senor, no hubiera en nuestra querida Patria uno sólo de esos patrones o empresarios que se llaman católicos y que, sin embargo, en sus relaciones con sus trabajadores, se portan como paganos”. Y, recurriendo a las palabras de Pío XI, insisten: “Hay, además, quienes abusan de la misma Religión y se cubren con su nombre en sus exacciones injustas, para defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros. No cesaremos nunca de condenar semejante conducta; esos hombres son la causa de que la Iglesia inmerecidamente, haya podido tener la apariencia y ser acusada de inclinarse de parte de los ricos, sin conmoverse ante las necesidades y estrecheces de quienes se encontraban como desheredados de su parte de bienestar en esta vida” (Quadragesimo Anno, No 125).<br />26.- También se dirigen a los sacerdotes recordándoles su responsabilidad en “dar a conocer las ensenanzas de la Santa Iglesia sobre las relaciones del capital con el trabajo, sobre todo en lo tocante al salario, y con ello se disiparán os prejuicios que la ignorancia o la calumnia han hecho nacer en el pueblo contra la Iglesia y contra el Clero, como si fuéramos defensores de las injusticias de los ricos para con los pobres, o quizás, a veces también, de pretensiones injustas del trabajo contra el capital… Y si alguna preferencia hemos de tener, ella ha de ser por los pobres y desvalidos, como la tuvo el Senor, por lo mismo que son los más necesitados”.<br /><br /><br />4.- Implicaciones éticas<br />27.- La importancia del sueldo como fuente de ingreso para muchas familias resulta evidente. “El empleo es el vínculo más importante entre el desarrollo económico y el desarrollo social”, constata un estudio de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Naciones Unidas), “por ser la principal fuente de ingreso de los hogares, alrededor del 80% del total en nuestra región. Las posibilidades de acceder a él, la retribución, la cobertura y la protección social de los trabajadores inciden en forma decisiva en el nivel y la distribución del bienestar material de la población. Por lo tanto, la exclusión y la segmentación social derivados de la falta de acceso a empleos de calidad son factores determinantes de la pobreza y de las desigualdades sociales que se reproducen a lo largo del tiempo y que se expresan en la elevada y persistente concentración del ingreso prevaleciente en la región”4.<br /><br />28.- San Alberto Hurtado resume el pensamiento social de la Iglesia con respecto al salario justo en cinco puntos: (a) que baste a las necesidades del trabajador y su familia; (b) que responda al valor técnico del trabajo; (c) que refleje la situación económica del momento; (d) que guarde proporción con el estado de la empresa; y (e) que tenga en cuenta las exigencias del bien común. Así, “la retribución del trabajo debe tener como límite mínimo las necesidades del trabajador y su familia; como límite máximo, las posibilidades económicas de la empresa; como regla que lo regule, las exigencias del bien común; como alternativas de fluctuación, la preparación técnica del trabajador y las condiciones económicas del momento”5.<br />29.- Con Juan Pablo II, el tema del trabajo llega a ocupar un lugar central en el pensamiento social de la Iglesia. “El trabajo humano es una clave, quizás la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien de la persona humana”, adquiriendo “una importancia fundamental y decisiva”6. Tanto es así que “la justicia de un sistema<br />socio-económico y, en todo caso, su justo funcionamiento merecen en definitiva ser valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo humano dentro de tal sistema”, porque “el salario, es decir, la remuneración del trabajo, sigue siendo una vía concreta a través de la cual la gran mayoría de las personas puede acceder a los bienes que están destinados al uso común”7.<br />30.- No se trata tan sólo de un principio de justicia social, sino la clave está en su fundamentación antropológica. La dimensión subjetiva del trabajo condiciona la misma esencia ética del trabajo, porque “quien lo lleva a cabo es una persona humana”. “Esta verdad, que constituye en cierto sentido el meollo fundamental y perenne de la doctrina cristiana sobre el trabajo humano, ha tenido y sigue teniendo un significado primordial en la formulación de los importantes problemas sociales que han interesado épocas enteras”8.<br />31.- En el Nuevo Testamento se afirma dos veces: El trabajador tiene derecho a su salario (Lc 10, 7; 1 Tim 5, 18). Esta preocupación se encuentra en las primeras páginas de la Sagrada Escritura: “No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que reside dentro de tus puertas. Le darás cada día su salario, sin dejar que el sol se ponga sobre esta deuda; porque es pobre, y para vivir necesita de su salario. Así no apelará por ello a Yahvéh contra ti, y no te cargarás con un pecado” (Dt 24, 14 – 15). Es que el salario es, para la gran mayoría, condición de calidad de vida (alimentación, vivienda, educación), de dignidad (auto-respeto y reconocimiento social), y de realización personal y familiar (posibilidad de proyección).<br /><br />32.- El auténtico progreso de un país, en el pensamiento social de la Iglesia, “no se mide exclusivamente por la cantidad de bienes producidos, sino también teniendo en cuenta el modo en que son producidos y el grado de equidad en la distribución de la renta, que debería permitir a todos disponer de lo necesario para el desarrollo y perfeccionamiento de la propia persona”9. La implementación de un salario justo hace, en verdad, de la sociedad una auténtica patria para todos y todas.<br /><br /><br />Notas<br /><br />1 Cf. Centro de Estudios INFOCAP, septiembre 2007.<br /><br />2 Diario El Mercurio, Sección Economía y Negocios, 24 de octubre de 2007, B9.<br /><br />3 La Pastoral fue publicada por la Editorial Splendor. En ella se remite a otros documentos eclesiales anteriores: “El Episcopado Chileno, en cumplimiento de su sagrada misión, ha tratado de corregir ese mal en nuestro país, no sólo publicando las Encíclicas Pontificias y con actos individuales, como lo hizo en hermosa Pastoral de 1891 el Rvdmo. Arzobispo de Santiago, Monsenor Mariano Casanova, de feliz memoria, sino también en forma colectiva, como lo hemos hecho en nuestra Pastoral del 8 de septiembre de 1932 sobre La Verdadera y Única Solución de la Cuestión Social, en la cual hemos ensenado la doctrina de la Santa Iglesia sobre el justo salario y sobre la justicia y la caridad sociales, sin las cuales será inútil todo esfue rzo para conseguir la paz y la felicidad del mundo”.<br /><br />4 CEPAL, Cohesión Social: inclusión y sentido de pertenencia en América Latina y el Caribe (Síntesis), (Santiago: Naciones Unidas, 2007), pp. 49 - 50. En la cita reproducida se hace referencia al estudio de la CEPAL: Equidad, desarrollo y ciudadanía, (Santiago, 2000).<br /><br />5 Alberto Hurtado s.j., Moral Social (Obra póstuma), (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2004), p. 248. Cf. también pp. 63 – 65 y 241 –<br />249. Tres son las exigencias del bien común: (a) que los trabajadores puedan formarse un modesto patrimonio; (b) que los salarios se regulen de tal manera que el mayor número de trabajadores pueda emplear su actividad productiva (es decir, que los salarios no sean ni demasiado reducidos ni extraordinariamente elevados); y (c) que exista un cierto equilibrio entre las varias profesiones de la sociedad (entre los salarios de las varias categorías profesionales; entre los precios de los productos y servicios de las distintas ramas productivas; entre los salarios y los precios de las diferentes actividades económicas). Cf. p. 247.<br /><br />6 Juan Pablo II, Laborem Exercens, (14 de septiembre de 1981), No 3.<br /><br />7 Juan Pablo II, Laborem Exercens, (14 de septiembre de 1981), No 19.<br /><br />8 Juan Pablo II, Laborem Exercens, (14 de septiembre de 1981), No 6.<br /><br />9 Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2004, No 303.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-41781613499216398942008-05-07T10:43:00.003-05:002008-06-18T11:17:28.536-05:00UNA ÉTICA PARA LA PROFESIÓNMónica Codina<br /><br />Es en el ejercicio de las profesiones donde se pone de manifiesto la necesidad de reconocer y respetar en la sociedad aquello que es un bien para la persona y que denominamos ética pública. Las sociedades fundan su entramado de relaciones institucionales, profesionales y personales en la confianza, esto es, en la verdad de la palabra dada. Debo poder confiar en que el juez hace justicia, el profesor enseña a mis hijos y la botella de un litro de leche no es de cuarto. Cuando la corrupción habita en las instituciones, empresas o grupos de poder, la sociedad sufre una profunda crisis.<br /><br />«No hay más ética que la personal, que la mía», éste es el lema de la sociedad contemporánea. Este coletazo del pensamiento moderno contiene una verdad: es responsabilidad personal e intransferible descubrir el bien y el mal que hay en la realidad, en las acciones y en las cosas. El bien y el mal están ahí, o los pongo yo con una acción auténticamente personal.<br /><br />Y es, precisamente, a esta verdad a la que renunciamos cuando no podemos exigirnos y exigir a nuestros conciudadanos el reconocimiento de algunos bienes indiscutibles y la malicia de algunas acciones personales, trasciendan o no a la esfera pública. La libertad que el hombre moderno ha conquistado ha querido huir de una ética entendida como cumplimiento de una norma extrínseca, constrictiva, asfixiante. Y, como consecuencia, vivimos en una aparente anomia que conduce a una anemia espiritual y, a fin de cuentas, degrada la condición humana: en poco se estima al hombre cuando no se le exige nada. Vivimos hoy de la herencia de un pasado epistemológico que ha renunciado a la capacidad de conocer y derivado hacia la ocultación de sentido del ser, para afirmar al hombre como único constructor del sentido de la existencia. Nos hemos asignado una tarea excesiva.<br /><br />Hoy somos más conscientes que nunca de la pluralidad y diversidad cultural que habitan en el mundo, pero pluralidad y multiculturalismo no significan en modo alguno relativismo moral, no se traducen necesariamente en una carencia absoluta de auténticos valores humanos, como se pone de manifiesto en el deseo de proteger los derechos humanos fundamentales, o en la posibilidad de hacer un juicio de valor respecto de algunas actuaciones públicas. Son éstas realidades cotidianas que sólo tienen sentido si hay auténticos bienes que el hombre debe respetar, y no sólo privadamente sino en la esfera pública.<br /><br />El carácter social del hombre hace que éste sólo pueda formarse en el contexto de una tradición. Es en el entorno de una comunidad donde se aprende a hablar, relacionarse, presentarse en sociedad, trabajar, un entendimiento de la vida y un determinado sentido de lo bueno y de lo malo. Del mismo modo, el ejercicio de las profesiones «se aprende» de modo práctico en el entorno profesional.<br /><br />Sólo trabajando se adquieren los hábitos que llevan a comprender y manejar una situación, tomar decisiones, rentabilizar el tiempo o coordinar la realización de unas tareas. Este aprendizaje comporta el ejercicio de una actuación prudencial, priorizar unos intereses frente a otros y, por tanto, se compone de decisiones que exceden el ámbito de la competencia meramente técnica. La acción profesional siempre comporta, en mayor o menor medida, una responsabilidad social, siempre afecta a la vida de los hombres.<br /><br />El desarrollo de las profesiones conlleva la consolidación de una determinada praxis profesional que constituye una especie de legado que otorga la experiencia, indicativo de aquellos modos de proceder que son adecuados y eficaces en el desempeño de la propia tarea. Así los «gremios» tienen su propio código de conducta, conocido por los ciudadanos, y por el que se sienten exigidos. Este código de actuación no se encuentra habitualmente legislado, sino que se deriva de los deberes que implica la relación profesional que se establece entre el que desempeña un oficio y el que usa de ese servicio. Algunas profesiones son especialmente sensibles a esta relación: la medicina, la construcción, la abogacía, etc.<br /><br />Los estándares profesionales se concretan de modo diverso atendiendo a las circunstancias culturales, políticas, sociales, económicas de los lugares donde las profesiones se desarrollan. Es indudable que la actuación del profesional de la información no puede ser la misma en un país que goce de garantías de libertad de expresión, que en un país donde no existe libertad de prensa, o donde las instituciones no son transparentes, las distancias intransitables, o no hay medios técnicos suficientes para obtener la información. Del mismo modo, la comunicación persuasiva se organizará en torno a las marcas, productos y servicios necesarios en cada país, y se asociará a mensajes que sean significativos para su público objetivo.<br /><br />Por otra parte, la configuración de mundos posibles responderá a aquellas imágenes que resulten próximas y significativas para su creador y para el público al que se dirige.<br /><br />En el ámbito de la comunicación, es la labor del profesional de la información la que goza de una mayor tradición en la concreción de los estándares profesionales que determinan aquello que es noticia y cómo ha de informarse, el peculiar carácter de servicio a la sociedad que representa esta profesión y la delicadeza de los asuntos que trata hace que estos estándares profesionales estén fuertemente unidos a las dimensiones éticas de la profesión. Si bien en el ámbito de la comunicación persuasiva cada vez se conocen mejor las técnicas que favorecen una comunicación eficaz y en el ámbito de la ficción cinematográfica los estudios técnicos permiten saber cómo realizar un buen trabajo, todavía estas disciplinas no han desarrollado unos estándares profesionales que atiendan a las dimensiones éticas de su trabajo. Sin duda, la técnica permite elaborar una noticia, desarrollar adecuadamente la estructura de una película o construir una campaña persuasiva eficaz. Ahora bien, la pericia técnica no garantiza suficientemente la calidad humana de un trabajo.<br /><br />Los diferentes modos de entender la actividad profesional, tanto en el ámbito de la información, como de la persuasión o de la ficción, responden a su carácter de profesiones liberales en las que se pone de manifiesto de modo particular el carácter libre del hombre, que se despliega «desde» una cultura y «genera» cultura. Entender la no determinación de la naturaleza humana, sino la necesidad de su despliegue libre es lo que posibilita comprender que la diversidad cultural destaca u oscurece algunos de los valores propios del hombre. Ser conscientes de esta realidad en una sociedad que tiende a la globalización económica y comunicativa es de la mayor importancia. La inculturación de los valores humanos no responde a la ley de la economía, no es un valor de cambio que iguala todo; el conocimiento de culturas diferentes a la propia provoca la reflexión comparativa, pero no debería ahogar los valores auténticos que se encierran en un determinado entorno y sí asumir otros que quizá nunca se han tenido o se han perdido.<br /><br />Es en este contexto —en que el dinero lo iguala todo, las fronteras geográficas se vuelven próximas y los medios de comunicación son un factor de socialización importante— donde surge la dificultad para entender cómo son compatibles la verdad y la pluralidad, la convicción y el respeto por los que son diferentes, un sentido de lo bueno y de lo malo compartidos y el respeto a la diversidad cultural.<br />Radicalizar la situación de incompatibilidad de estos elementos significa no haber desentrañado el significado profundo de la condición humana. La perplejidad social que nace de la fuerte experiencia de la pluralidad cultural y de la existencia de diferentes parámetros morales, dificulta dar una respuesta<br />a la pregunta por el «sentido» y el «contenido» de una ética profesional. Si la moral desaparece de la esfera pública y resulta políticamente incorrecto manifestar el compromiso con la verdad, la justicia, el respeto a la vida o los valores religiosos, ¿cómo puede hacerse presente la ética en el ámbito de las profesiones? Los gobiernos «democráticos» no están dispuestos a pronunciarse en las cuestiones morales más acuciantes de nuestro tiempo, incluso nos podríamos preguntar si no estarán haciendo una dejación de su deber. Está claro que en la política democrática cabe casi todo con tal que esté apoyado por un colectivo, puede que pequeño, pero siempre adinerado, que sepa organizar una campaña de «concienciación social». El ámbito de las profesiones de comunicación es especialmente sensible a esta situación social, no puede dejar de ser unas veces «espejo» y otras «generar» la valoración social que comportan determinados hechos y actuaciones.<br /><br />Se trata de una situación de feedback en la que no siempre es fácil determinar hasta qué punto se refleja o se contribuye a crear una determinada situación social.<br /><br />La realidad choca de frente con la conciencia que se tiene de las profesiones de comunicación, pues hace saltar el paradigma de la objetividad, ya que incluso para hacer una fotografía se decide desde qué ángulo se quiere enfocar. Los medios no son sólo medios en el sentido de canales, como los cables de la telefonía, sino que detrás de los medios están las personas que los hacen y que deciden qué se comunica a quién, cuándo, cómo, dónde. Por tanto, no hablamos de medios, sino de mediadores o, si se quiere, de intermediarios que se convierten en un actor más dentro del entramado social.<br /><br />Significado humano de la comunicación<br />Informamos sobre acciones o padecimientos humanos que tienen relevancia pública, narramos la vida de los hombres tratando de reconocernos en la expresión de un carácter, movemos la economía de mercado vendiendo, no un objeto determinado, sino la felicidad, la libertad, el confort o un estilo de vida. ¿Cómo puede quedar la acción comunicativa al margen de la valía humana de aquello que<br />se comunica? El medio por su propia naturaleza tiende a igualar la realidad, en él se cumple el principio según el cual «lo recibido se hace al recipiente», por lo que si se quiere preservar la significación humana de aquello que se comunica, se le ha de otorgar la forma adecuada.<br /><br />Trabajar en un medio de comunicación informativo supone marcar la agenda de la opinión pública, decidir quiénes son mis fuentes, tomar postura respecto de un problema social. No es posible mantener una posición del todo neutral cuando se ha de mostrar la raíz de los problemas sociales. Puede que no se exprese de modo «políticamente incorrecto» u olvidando la naturaleza propia de la profesión, pero se muestra en el lugar que se otorga a una información, la repetición del mensaje y su formulación. La significación de las palabras connota ya un juicio; así lo pone de manifiesto el uso cotidiano de palabras como ladrón, asesino, estafa, donativo, calumnia, inmigrante o solidaridad. Se narra la historia cuando es importante y también se otorga importancia a la historia cuando se la narra, se puede dar así la categoría de noticia a aquello que en absoluto lo es. Contar una historia implica siempre dar los elementos de juicio que permiten entender el sentido de esa historia. Con frecuencia, informar no consiste en enumerar datos, sino en ayudar al ciudadano a entender, de modo sencillo y claro, qué significanUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-90118353294817455412008-05-07T10:40:00.001-05:002008-06-18T11:16:48.764-05:00Ética de los negociosJoaquín Peón Escalante<br /><br />La ética de los negocios es una reflexión, no es una imposición, no son recetas morales. En el libro: "Ética de la empresa", de Adela Cortines, española, se dice: "la meta de la actividad empresarial es la satisfacción de las necesidades humanas", en este sentido la ética de la empresa tiene por valores irrenunciables la calidad en los productos, la gestión, la honradez en el servicio, el mutuo respeto a las relaciones internas y externas de la empresa, la cooperación por la que conjuntamente aspiramos a la calidad, etcétera.<br />Otros autores afirman que la ética de los negocios estudia la justificación moral de los sistemas económicos. Considerando las estructuras de los sistemas económicos los hay más morales y hay más inmorales, me refiero a lo que subyace atrás de los sistemas económicos y de sus prácticas. Existen diversos enfoques de la ética de los negocios, por citar algunos: el que subraya las responsabilidades y los derechos de los trabajadores, el de la responsabilidad de los consumidores y el de la degradación del medio ambiente.<br />Se afirma que lo que distingue a las sociedades que tienen una posibilidad de progreso es su ética individual. Siempre la ética es individual, aunque esté condicionada por el contexto social o los grupos la decisión final siempre es individual, tal vez con riesgo de la vida se puede uno negar a hacer muchas cosas. No voy a hablar de lo individual o lo estatal, o sea, la sociedad completa, sino de las universidades, industrias, gobiernos, empresas, es este nivel organizacional donde yo considero que se puede dar el cambio mayor.<br />En las empresas, donde se está manejando una ética, yo he sido consultor veinte años, sientes que se respira un ambiente de paz, de tranquilidad, como que todo el mundo se lleva bien, sus ventas van creciendo algo ocurre en las empresas o universidades honestas que las distingue ... tienen una ventaja competitiva. La consecuencia de la corrupción es un ambiente más violento y más destructivo.<br />En 1977 nos llegaba una publicación que se llamaba "Cambio Organizacional", el enfoque de la publicación era el mundo del trabajo, se centraba en las gentes que decidían, no sólo por aspectos de ingeniería industrial, comprar nuevas maquinarias, sino la decisión de ir siendo más creativos. Se cuestionaba este sistema para mejorarlo. Esto desembocó en varias cosas, entre ellas, los círculos de calidad.<br />La ética, como decía antes, no estaba en ciertas empresas y era algo que les hacía pensar a algunos empresarios que valía la pena esforzarse por lograrlo<br />A mí me impresionó mucho hace unos meses un conferenciante norteamericano que dijo una definición de ética que es la que yo usaba para calidad, "dicen que la calidad -esto lo dijeron varios pensadores norteamericanos- es hacer las cosas bien hechas", no simplemente hacerlo bien a la primera, sino "haz bien lo que tengas que hacer" y mucha gente creyó que la calidad sólo era hacer las cosas bien, pero las gentes que van un poco más a fondo se dieron cuenta que la calidad no sólo era hacer las cosas bien, sino sobre todo, "hacer lo correcto", de nada serviría que tuvieras ahora una fábrica de reglas de cálculo.<br />Lo mismo pasa con la ética, la ética no es sólo portarse bien y lavarse los dientes tres veces al día, sino hacer lo que debes hacer.<br />Esta idea me llevó a buscar a quienes estaban haciendo las cosas bien desde las empresas y creamos entre varios amigos, de una manera muy informal, lo que llamamos "El premio de calidad", una serie de organizaciones nos enviaban sus reportes y el primer año ganó el premio una empresa de Seguros, hoy fusionada con otras. Me llamó la atención, porque hace veinte años tenían un programa que se llamaba "Compromiso de calidad", el mismo nombre que Pemex puso a su programa, trataba con respeto a sus trabajadores, los escuchaba, había muchas juntas para tomarlos en cuenta, había muchos esfuerzos por hacer las cosas juntos. Esta empresa era dirigida primero por Manuel Senderos y luego por Guillermo Cantú y tenían el 30 por ciento del mercado.<br />Al segundo año la que ganó fue la UNAM, pero no toda la UNAM, por supuesto, sino el sistema de Biblioteca, nos metimos a ver todo lo que ocurría y tenían un sistema de 172 bibliotecas que daban un servicio a un numeroso grupo de estudiantes con un costo muy bajo, y un grupo de gentes, dirigidas por un doctor, Nava, había creado un clima muy participativo de mucha orientación a los estudiantes, y donde ellos tenían incentivos, sistemas de premiar sus logros, un sistema muy mejorado, nos dio mucho gusto que ganaran.<br />El tercer año, una filial del grupo Cytsa que hacían partes de plástico y aluminio, empaques sofisticados, aplicaban un sistema sociotécnico, y luego aquí Crysel en Guadalajara y después en San Luis Potosí siguieron este modelo, esta empresa la dirigía Don Andrés Marcelo Sada y a parte del éxito comercial y financiero, a los que nos dedicábamos a la productividad en esa época, nos enseñaron que la calidad era el mejor camino para lograr eficiencia. Nosotros pensábamos que lograr eficiencia era conjuntar muchas cosas humanas y técnicas, pero no nos habíamos dado cuenta que al hacer las cosas bien se hacen a un mejor costo.<br />El cuarto año ya no hubo ganadores, de los que participaban realmente ninguno lo merecía, y después se acabó el premio que dábamos nosotros, pero seguimos investigando y encontramos otros casos que pudieron haber ganado el premio y no lo ganaron, como el de Bimbo, una empresa mexicana con 60 mil empleados, como ocho mil camiones que están repartiendo pan fresco y recogiéndolo, todos los días. Su objetivo, dice el director de Bimbo, tratar con equidad y con justicia a los trabajadores, ¿qué pasó con Bimbo en el 94, cuando muchas empresas se vinieron abajo?, ¿saben a cuantos trabajadores despidió Bimbo?, a ninguno, la demanda de los productos Bimbo siguió, tuvieron que "apretarse un poquito el cinturón", están en 9 países de Sudamérica, en Argentina, Colombia, Brasil, etcétera, produciendo pan, ¿cuál es el secreto de Bimbo? Una ética de trabajo muy clara.<br />Otros ejemplos muy claros y que no ganaron el premio, son por ejemplo, la Constructora ICA, ¿saben que hizo la empresa ICA? El ingeniero Bernardo Quintana hizo algo muy atrevido en México, que desafortunadamente otros no lo siguieron, decidió que todos los ingenieros son socios, si le va bien a la empresa, le va bien al trabajador, es un modelo social de empresa. El ingeniero Bernardo Quintana, el que más tiene, tiene 4 por ciento de las acciones, hay muchas personas que tienen 1 por ciento o menos, entonces, cuando le va mal a la compañía, no sólo va mal tu empleo, sino a tus ahorros que están ahí. Bimbo también ha vendido muchas acciones a sus trabajadores.<br />Otro grupo que también está aquí en Guadalajara y tiene muchas empresas es el grupo Condumex, el estilo de ellos yo lo llamo "de gerencia totalmente responsable", es una empresa que hace anillos para pistones, esta empresa tenía otra empresa y tenía un sindicato de izquierda radical, en vez de destruirlo decidieron hablar con él, y este sindicato llevó a la empresas a niveles de calidad extraordinarios.<br />Cuando la Nissan se fue a Aguascalientes y abrió esta planta grandísima de ahora, va a producir más de mil coches por día, el gobernador, que era priísta, pidió que el sindicato fuera de la CTM, entonces, todos los trabajadores, ya que tenían la opción de decidir, pidieron que el sindicato fuera del PAN, yo les hice una investigación y era un modelo de empresa, tenía trabajadores libres, pensantes, no obligados.<br />Otro caso es la cervecería Modelo, por ahí, estudiando la vida de Don Carlos Diez me encontré con que había sido benedectino, cuando salió se dio cuenta que no tenía vocación, pero después de ser benedectino tomó un barco y se vino a México. Los benedictinos le prestaron 20 mil pesos e incursionó en varias cosas y finalmente puso la Cervecería Modelo, por los años 20. Cuando ustedes van a la Cervecería Modelo ven el trato que le dan a los trabajadores, el ambiente de respeto, los sueldos, los incentivos, pero también el ambiente de respeto. Hoy en día la cerveza Corona es la primera de exportación en Estados Unidos, vende más que ninguna cerveza alemana u holandesa en el mercado más grande del mundo. Es la número uno, sin influencias, sin arreglos, está en muchos países del mundo. En México que tenían el 28 por ciento del mercado, hoy tienen el 58, o sea, ni juntas Motectezuma y Cuauhtémoc llegan a su producción. ¿Qué pasó ahí?, que la gente no es tonta, vieron la ética de la organización, y claro pasaron muchas cosas más de estrategia de mercadotecnia , pero la mejor estrategia de mercadotecnia cuando hay conflictos internos, huelgas, desavenencias, fracasa. Yo recuerdo una época en que decían que no se comprara Volkswagen, porque había un conflicto laboral y los obreros estaban descomponiendo los coches en la planta y era un automóvil peligroso.<br />Hace unas semanas estuvo en la Ibero un profesor, especialista en sistemas, autor de libros como "diseñando el futuro", uno de los grandes especialistas en el mundo del pensamiento sistémico, la visión estratégica, y nos dijo ahí, "ofrecer calidad de vida al trabajador no sólo es lo correcto, sino que es el mejor camino", los empleados, decía, "tratan a los clientes como ellos mismos se sienten tratados.<br />Algunos, los más visionarios, se han dado cuenta que la calidad no es cuestión de decir, somos excelentes, somos los mejores, verse en el espejo y decir, "yo soy el más guapo de todos", sino que realmente se dieron cuenta que la calidad era algo muy complejo, no era un destino, sino que era un camino, todo un proyecto de cambio a largo plazo, una filosofía de cambio, para satisfacer las necesidades cada vez más crecientes de un consumidor más exigente, más observador, un consumidor que ya tenía opciones y que no era tonto. La calidad empezó a ser el objetivo de las empresas de avanzada.<br />En Guadalajara hay dos o tres empresas ganadoras del "Premio a la Calidad", lo primero que encuentras en todas ellas es un sentido de autocrítica. Yo recuerdo el primer año, que le hablé al director general de Hylsa, la planta de Puebla, y le dije, "se va a sacar el premio" y me dijo: "oye no es posible, es que somos malísimos" y año tras año se ha repetido este hecho. Los mejores, los más avanzados dicen "yo no lo merezco", La gente de calidad es así, de hecho yo tengo una regla que dice, "dime de qué presumes y te diré de qué careces", mientras una empresa se haga mas autopropaganda, casi seguro que es muy mala.<br />La calidad, también nos dimos cuenta, tiene que ver, con la credibilidad, no sólo tiene que haber sistemas de calidad, sino un director general comprometido, visionario, rediseñando su empresa, un hombre austero, ejemplar. Recuerdo una empresa donde todo el mundo llegaba tarde, hicieron todo tipo de cosas, pusieron relojes silbadores, regaños en los tableros, amenazas ... y la gente seguía llegando tarde, y es que el director general llegaba a las nueve y media todos los días, el ejemplo básico es el que sigue la gente,<br />La calidad es también liderazgo, es crear valor agregado para la sociedad, crear valor, dar más por menos. Me contaban en una empresa que la primer computadora que compraron era una Burroghs, la pusieron en una habitación de gran tamaño, donde sólo entraban unos sujetos de bata blanca, tenía 16 megas de potencia, ahora, cualquiera tiene mucha más capacidad que la que ocupaba todo ese cuarto. Eso es crear valor en computación. Las computadoras cada 18 meses, hay una regla, doblan la potencia y bajan a la mitad de precio, eso es calidad, cada vez tiene más por menos y más confiabilidad, más seguridad, hoy además te puedes conectar a Internet, puedes llamar por teléfono, recibir o mandar faxes, pero cuesta menos o cuesta lo mismo, eso es calidad.<br />En este contexto de calidad total, por 1989, nos dimos cuenta que lo que se premiaba era el cumplimiento de las normas, fíjense que absurdo, se premiaba por entregar cemento por cemento, leche por leche, leche. En 1989 ya había 200 empresas que lo habían ganado, estaban los tequileros de aquí de Jalisco, Sauza, Cuervo, y yo dije, ah caray pues qué raro, este tequila cuesta 80 pesos, el otro 40, el otro veinte y los tres lo ganan, nos pareció medio absurdo.<br />Nosotros empezamos a ver un segundo aspecto, la calidad la va a definir el usuario, la calidad, no somos nosotros los que decimos que somos buenos, la calidad es objetiva. La calidad la juzga el otro. Una marca de tequila puede tener muchas medallas, pero vamos a ver quien está conquistando el mercado japonés, quien está conquistando el mercado local, vamos a ver el precio, ¿cuanto está dispuesto el consumidor a pagar, porque aprecia la calidad de este producto?.<br />El tercer aspecto que me parece que es muy importante, y este es más filosófico, es la relación entre calidad total y ética. En el modelo anterior de calidad total siempre había inspectores, siempre había alguien que te decía tienes que hacer esto y lo otro. Ustedes recuerdan un anuncio de Volkswagen de hace varios años, se veía un coche y muchos señores de bata blanca, por lo tanto, calidad es donde hay muchos policías, muchos inspectores, pero el modelo de calidad total es otro concepto. Estuve en Silao en la planta de General Motors, ahí, todos los obreros tienen sus sistemas de control de estadísticas, si un obrero encuentra que hay productos que están saliendo fuera de la norma 1100, tiene capacidad de parar la planta, el jefe, el supervisor, el superintendente es él mismo, el que decide, y es un valor. Creemos en el ser humano, en el hombre, en la mujer, en su capacidad de autogestión, de decidir por sí mismo. La calidad es un proceso de mejoramiento continuo, no solamente se trata de llegar a ella, de echarle muchas ganas, como los entrenadores de fútbol, la calidad ante todo es diseñar sistemas confiables que garanticen, qué va a pasar. ¿Por qué me subo en ese avión?, porque tiene sistemas de seguridad, si nó no me subiría, tiene un sistema de respaldo, si el piloto hace el error, el sistema de frenos electrónicos corrige los errores. La calidad por lo tanto, no se hace con normas externas, se hace con sistemas, con personas de calidad, es una cultura organizacional de superación.<br />Vuelvo a la ética. Había aspirantes al premio, empresas que tenían muy alta calidad, había una de ellas que había tenido un conflicto tan fuerte, que tenía dos muertes en la planta, no podían ganar, tenían ISO 9000, pero no podían ser ganadores. Varias empresas, hasta una universidad trataron de ganar el premio usando influyentismo, hicieron un plantón en Secofi, dieron un telefonazo a gente influyente, al Presidente y al Secretario de comercio. Estas empresas se adornaban y nos dimos cuenta que nos estaban mintiendo, nos desilusionamos mucho.<br />En el mismo 92 y 93, me llamaron del Instituto Nacional de Nutrición, es un Instituto que está en el Sur de la ciudad de México, tiene 52 años y es de los más importantes de México. Sin embargo, entre los primeros resultados, observamos que no tenían procesos formales de calidad. Una tarde que fuimos a entrevistar al doctor Salvador Subirán, el fundador del Instituto, nos dijo: ¿no conocen ustedes la mística del Instituto?, le dije pues no doctor. Nos sacó una hoja que se llama "la mística del Instituto", la escribió el doctor Subirán con el grupo de médicos y enfermeras que le ayudaban en los inicios, todos hicieron el compromiso. "Entregar el pensamiento y la acción, sin límites de tiempo y esfuerzo; a la atención de los enfermos, tener permanente apego a la más estricta ética profesional, luchar por el prestigio de la Institución antes que el propio, con orgullo de pertenecer a la Institución.<br />Además de las organizaciones hay que considerar la cultura de las naciones, el gran contexto. En los diversos países también se capta una ética, en las calles se percibe la paz o la inconformidad de las manifestaciones. Podemos aplicar a los países lo que dijimos de las organizaciones. Donde hay agresiones físicas, inseguridad, aunque hayan logrado una gran nivel de desarrollo tecnológico, algo anda mal, hay que revisar la ética.<br />Ya para terminar, lo quisiera hacer con una nota optimista: la naciente democracia mexicana. Algunos partidos de oposición se están dando cuenta de que sí se puede. Para la elección del año 2 mil, lo más importante es el aspecto ético de confiabilidad, es decir, si podemos confiar en esa persona, la que sea, candidato del partido que sea. Otra de las cosas que están ocurriendo éticamente bien en México, por ejemplo, son las asociaciones. Las hay de todo tipo y son un indicador de democracia y participación. Dentro del país que se hunde, está el país que nace.<br />Quisiera dejar un toque de esperanza, yo siento que ya ha llegado la hora de la ética en México, de la ética en las universidades, de la ética en las organizaciones, de una cultura de corrección, una cultura de confiabilidad, este es el momento de México, si ahora no colaboramos todos para crear este nuevo movimiento de ética, si ahora no, ¿cuándo?, ¿si no empezamos aquí? ¿en dónde? ¿si no lo hacemos nosotros? ¿quiénUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-69118909183487531262008-05-07T10:38:00.001-05:002008-06-18T11:16:09.804-05:00ÉTICA DE LAS PROFESIONES: LA INGENIERÍAÉTICA DE LAS PROFESIONES: LA INGENIERÍA<br />Departamento de Proyectos de Ingeniería de la Universidad Politécnica de Valencia.<br /><br />EL CONCEPTO DE PROFESIÓN Y SUS IMPLICACIONES ÉTICAS<br />Definiciones de lo que una profesión es o deja de ser hay muchas. Normalmente tiene un sentido positivo y el adjetivo de es un buen profesional lo adjudicamos para alabar el buen hacer de alguien. (futbolista, ingeniero, profesor, torero, etc.). Podemos considerar dos grandes interpretaciones de lo qué significa ser un profesional. Una de ellas se centra en el aspecto remunerado, es decir implica que alguien se gane la vida con esa actividad. La otra se centra en el aspecto actitudinal y la seriedad con la que se ponen en práctica los conocimientos propios de esa práctica, en este sentido se dice de alguien que es un buen profesional cuando manifiesta una actitud de rigor, dedicación e interés por la actividad que realiza.<br />Nosotros nos vamos a centrar especialmente en esta segunda interpretación, puesto que lo que nos interesa es descubrir cuáles son los valores que los ingenieros deben poner en juego si quieren ser unos profesionales serios y rigurosos.Como ya es sabido, la palabra profesión tiene un origen trascendente y religioso; el concepto de profesión se ha vinculado al concepto de vocación (Beruf - Ruf; profesar una creencia religiosa, etc.). No pretendo entrar ahora en este tipo de cuestiones de historia, pero sí es bueno recordar el origen de nuestras profesiones y sus implicaciones. Todas ellas, las que así se definen, aspiran a algo más que a ganar dinero o a controlar un conjunto de saberes, todas ellas consideran su meta el servicio a la sociedad como su máxima finalidad, y es una finalidad que le trasciende, y va más allá de sus intereses personales. Así entendido profesional es: aquella persona que posee un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de problemas vitales, recurrentes pero no estandarizables y que se sienten en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, al mismo tiempo que se sienten identificados con los demás profesionales del ramo.<br />Esta definición implica una serie de puntos que debemos considerar:<br />• "dominio de la teoría", exige amplia base científica y considerables esfuerzos de preparación,<br />• "no-estandarizables", aquí se pretende que el profesional no se enfrenta a casos estándar y repetitivos, sino que cada caso es individual, con unos rasgos propios y únicos, que exigen del profesional el desarrollo y ejercicio de todo su conocimiento. Éste es un aspecto que hoy por hoy está amenazando seriamente a las profesiones, puesto que se tiende a estandarizar todo y muchos profesionales han caído en la burocratización y rutinización de su actividad,<br />• "y que se sienten en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias". Este punto de autocontrol es especialmente importante para nosotros. Ese sentirse obligado, este grado de autocontrol de la conducta, se suele realizar mediante un código ético interiorizado a través del proceso de socialización en los valores de la profesión, y a través del control externo ejercido por asociaciones y los Colegios profesionales.<br />Vamos a intentar extraer más detalles de lo que una profesión es o deja de ser, a partir de la definición anterior:<br />• Una profesión es, ante todo, un servicio a la sociedad único, definitivo y esencial. Único porque se reclama el derecho exclusivo de realizar tareas propias de la profesión; definitivo porque el público debe saber a qué atenerse sobre las funciones de cada grupo profesional y sobre sus competencias; y esencial porque trata de un servicio del que la sociedad no puede prescindir.<br />• Se considera como vocación. Se piensa y se espera que el profesional se dedique a su profesión de por vida.<br />• Toda profesión se basa, predominantemente, en conocimientos y técnicas intelectuales para la realización del servicio que se presta y de la tarea que realiza.<br />• El profesional debe haber pasado un período de preparación especializada y formal, habitualmente en instituciones educativas.<br />• El profesional reclama un amplio campo de autonomía. Se trata de una autonomía para desempeñar sus tareas profesionales con fidelidad sólo a su propio juicio y a la experiencia, y como mucho al juicio de sus colegas.<br />• La contrapartida de la autonomía es la responsabilidad personal sobre los juicios emitidos, los actos realizados y las técnicas empleadas en el ejercicio de la profesión.<br />• El énfasis está puesto en el servicio prestado más que en las ganancias obtenidas.<br />• Existe una organización de profesionales de cada ramo, creada y autogobernada por ellos mismos, cuyas misiones son crear criterios de admisión/exclusión, impulsar un alto nivel de competencia y elevar el estatus socioeconómico de los miembros.<br /><br />Éstas son esquemáticamente la definición y las características más destacables de lo que es una profesión. Teniendo en cuenta esta definición y atendiendo a los fines y las metas propias de cada profesión, podemos ir extrayendo una serie de valores que cada persona, al ingresar en ese cuerpo profesional se compromete a respetar, independientemente de sus creencias o de sus intereses personales.<br />Centrándonos en concreto en la Ingeniería, ésta la podemos definir como: “El fin de la profesión de ingeniería es la creación de productos tecnológicos útiles y seguros a la vez que respeta la autonomía de los clientes y del público, especialmente en lo que se refiere a los riesgos” (Martin / Schinzinger 1996, 42).<br />Otra definición de la profesión de ingeniero/a que nos dirige hacia aspectos éticos es la presentada por la Enciclopedia Británica: “Ingeniería es el arte profesional de aplicar la ciencia para la conversión optima de los recursos naturales para el uso de la humanidad”. Aquí vemos que el acento está en los conocimientos científicos y en el saber para manipular. Esto significa que siguiendo la máxima “saber y conocer obligan”, las obligaciones del ingeniero deben estar a la altura de su conocimiento y de su poder.<br />Con estos párrafos introductorios intento dar razones para convencer de que la necesidad de la ética en la ingeniería no es algo superfluo o añadido, sino que está en la esencia misma del saber y del hacer del ingeniero.<br />Desde luego una ética de la ingeniería no puede tratarse de un conjunto de normas o valores concretos que se aplican mecánicamente a situaciones problemáticas, ni pretende inculcar un determinado conjunto de creencias. La finalidad de la ética de la ingeniería es incrementar la habilidad del juicio moral y desarrollar la autonomía moral del ingeniero. Su principal objetivo es mejorar la habilidad para reflexionar críticamente sobre aspectos morales.<br />Estas consideraciones no son nuevas, la necesidad de la formación en ética ya se presentó explícitamente en la Declaración de Kramel sobre técnica y responsabilidad moral en 1974, aunque ya anteriormente podemos encontrar afirmaciones reivindicando una mayor atención a los aspectos ético y humanos de la técnica. Estas sugerencias se han tomado muy en serio en los países anglosajones, especialmente en EEUU, y poco a poco van calando en todo el mundo.<br /><br />ÉTICA EN LA PROFESIÓN DE INGENIERO/A<br />La ética de la ingeniería la podríamos catalogar como un tipo de ética aplicada. Es decir como la reflexión ética sobre los problemas concretos de la ingeniería y de la aplicación de la tecnología.<br />En el apartado anterior presentábamos una definición de ética ofrecida por A. Cortina. Esta definición de ética, en tanto que filosofía moral (moral pensada), lleva implícitas las siguientes funciones fundamentales:<br />1. Aclarar qué es lo moral, cuales son sus rasgos;<br />2. Fundamentar la moral, es decir, tratar de inquirir cuáles son las razones para que los hombres se comporten moralmente;<br />3. Aplicar a los distintos ámbitos de la vida social los resultados de las dos primeras, que es lo que hoy se viene llamando "ética aplicada".<br />Desde este punto de vista la ética de la ingeniería, la ética médica y la ética empresarial –entre otras – serían algunas de las éticas aplicadas.<br />En este sentido, nosotros presentamos una ética aplicada desde una perspectiva integrativa, es decir considerando las condiciones y las especificidades propias de la actividad a las que se remite la ética. Nuestra idea no es la de una ética que "desde arriba" se imponga a la actividad concreta, en este caso la ingeniería. Hay otra opciones u otras interpretaciones que sí tienen esta concepción de la ética, pero no es la que nosotros consideramos. No se trata de la aplicación de teorías normativas a problemas morales concretos, sino más de un propio análisis de esos problemas para desentrañar su propia racionalidad y las normas prescriptivas que incluyen.<br />Aplicar no debe entenderse, así pues, como algo externo con otra realidad ontológica que se impone a una realidad material concreta. Nuestra apuesta es más por descubrir cuáles son los bienes internos de cada actividad, para desde ahí establecer racionalmente sus normas y los limites que deben guiarla. Sería una reflexión filosófica más de abajo a arriba, que no una imposición desde la "monarquía del saber filosófico". (Aquí el papel que pueden jugar los códigos profesionales es fundamental, en la medida en que tienen que explicitar los bienes de la praxis profesionales, y los valores por los que se guía).<br />No es tarea de la ética aplicada solucionar casos concretos – objeto de la casuística – sino que su tarea consiste en diseñar los valores, principios y procedimientos que, en los diferentes casos, deberían tener en cuenta los afectados. Son éstos quienes han de servirse de la prudencia para ponderar circunstancias y consecuencias en el contexto concreto, y quienes han de tomar decisiones morales racionales. En este sentido la ética aplicada se tiene que preocupar del marco de aplicación, no de la aplicación concreta, y con el esclarecimiento del estatuto de ese marco.<br />Centrándonos ya de forma específica en la ética de la ingeniería, ésta la podemos definir como: “Ética de la ingeniería es el estudio de los casos y decisiones morales que confrontan a los individuos y organizaciones en el campo de la ingeniería; así como el estudio de las cuestiones relativas a los ideales morales, el carácter, políticas y relaciones de personas y corporaciones involucradas en actividades tecnológicas” (Martin / Schinzinger 1996, p. 2).<br />Esta extensa y genérica definición presentada por Martin y Schinzinger, es la que ha aceptado la prestigiosa National Society of Professional Engineers, de Estados Unidos.<br />Tal y como explicita la definición, la ética de la ingeniería combina el análisis de valores, una explicación de sus significados y de hechos.<br />1. El primero y central aspecto de la ética de la ingeniería es el análisis normativo, es decir la identificación y la legitimación de los estándares y normas morales que debe guiar al individuo o al grupo. Estas cuestiones se refieren a lo qué debemos hacer, y sobre qué es lo bueno.<br />2. El segundo análisis se refiere a la clarificación conceptual, es decir a dilucidar cuál es el significado de los principios, los conceptos y los asuntos. Por ejemplo qué es soborno, qué significa decir la verdad, cómo se concreta la obligación de los ingenieros de proteger la seguridad y el bienestar de las personas.<br />3. Y el tercer nivel de análisis se refiere a la cuestión factual o de hechos. En este tercer nivel se pretende descubrir los valores que están a la base de determinados hechos, y a la vez descubrir los hechos auténticos que envuelven determinadas situaciones.<br />Podemos concluir este punto afirmando que hoy las consecuencias de la creatividad humana en el ámbito de la ingeniería han alcanzado cuotas impensables hace tan sólo unas décadas, y que ese poder y ese desarrollo significan una enorme cantidad de poder y por tanto de responsabilidad. Los posibles problemas y dilemas que surjan del desarrollo de la profesión deben ser analizados a la luz de la perspectiva ética y considerando los principios de la dignidad humana.<br /><br />LOS VALORES ÉTICOS EN LA INGENIERÍA<br />El tema de los valores es uno de los más discutidos y complejos que existen en el ámbito de la filosofía moral. Por supuesto el tema se complica cuando hablamos de valores en ciencias naturales, pues tradicionalmente se ha considerado que los valores juegan un papel importante en las ciencias humanas, pero que no tienen nada que ver con las ciencias naturales. Esta pretensión de permanecer fuera del ámbito de los valores es fruto, en gran parte, del desconocimiento de los valores y su consiguiente concepción relativista.<br />Sin pretensión de exhaustividad ni de entrar en discusión sobre tan complicado tema, vamos a aceptar las consideraciones que sobre los valores presenta la Asociación alemana de Ingenieros (VDI). Para ellos los valores adquieren significado a través de la valoración y son determinados por el acto humano de valorar. Estos sirven para la legitimación, orientación o enjuiciamiento de los modos de acción y de los hechos. En este sentido, normalmente, los valores se presentan vinculados a pretensiones de validez y de aprobación.<br />Los valores son fruto de procesos de desarrollo individual y social que se hacen efectivos en la interacción con las condiciones culturales, sociales y naturales del entorno. En este sentido es en el que los sistemas de valores subyacen a los cambios históricos y pueden discrepar entre diferentes culturas y diferentes grupos sociales. El contenido de los valores proviene de esa necesidad de acondicionar la realidad, y se concretan en determinadas metas, criterios y normas.<br />Desde la definición de Ingeniería presentado en el apartado anterior podemos elaborar un listado de valores de diferente naturaleza (valores económicos, técnicos, estéticos y por supuesto morales) que debe poner en juego cada ingeniero en el desarrollo de su actividad para llegar a ser un buen profesional.<br />Para J. R. Speed de la National Society of Professional Engineers los valores morales centrales que deben guiar el comportamiento de todo ingeniero son: la objetividad, la honestidad y la confianza.<br />Por su parte, para E. Schlossberger (1993) los valores claves de la ingeniería son: (1) seguridad, (2) progreso humano, (3) toma de decisiones clara y trasparente, (4) comunidad, y (5) colaboración con la naturaleza. Cinco valores que se extraen de la definición de ingeniería que él presenta: Ingeniería es el avance seguro del progreso de la comunidad humana en colaboración con la naturaleza a través del conocimiento técnico usado en una práctica sistemática de toma de decisiones clara y transparente.<br />Una lista más completa y matizada puede verse en las líneas maestras de la Asociación de Ingenieros Alemanes (Richtlinien des Vereins Deutscher Ingenieure), aquí se presentan estructurados los diferentes grupos de valores que deben tenerse en consideración en el desarrollo de la praxis técnica:<br />• Valores de funcionalidad (efectividad, perfección, utilidad, etc.)<br />• Valores económicos (rentabilidad, minimización de costes, maximización de beneficios, crecimiento empresarial, etc.)<br />• Valores de bienestar (crecimiento cuantitativo, satisfacción de necesidades básicas, capacidad de competencia internacional, etc.)<br />• Valores de seguridad (pervivencia de la humanidad, integridad física, minimización de riesgos, etc.)<br />• Valores de la salud (bienestar físico, bienestar psíquico, aumento de la esperanza de vida, etc.)<br />• Valores del medioambiente (cuidado de la naturaleza, reducción de emisiones, etc.).<br />• Valores de desarrollo personal y de calidad social (libertad de acción, creatividad, reconocimiento social, solidaridad y cooperación, etc.)<br />Estos valores nunca se presentan aislados sino que se presentan relacionados unos con otros, y en ocasiones en conflicto. El papel fundamental de valores éticos y morales propios de una ética cívica – como son la justicia, libertad, la solidaridad, el respeto activo y el ethos dialógico – es el de organizar y dar cohesión a los demás sistemas de valores, de manera que en caso de conflicto sean los valores humanos los que primen. Si tenemos presente que la meta de toda acción técnica debe ser la de mejorar y asegurar las posibilidades de vida humana a través del desarrollo y la aplicación de los medios técnicos, no es difícil concluir, por ejemplo, que la economicidad y la efectividad son valores instrumentales para la finalidad de ampliar los espacios de actuación humana. (Lenk, /Rophol 1987: 334).<br />La puesta en juego de estos valores debe conducir a la excelencia profesional y a pasar de ser un mero técnico (que domina a la perfección los medios, pero que ha olvidado los fines - Fachidiot), a ser un auténtico profesional que enjuicia los medios en razón de los fines propios de la actividad a la que dedica gran parte de su vida.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-34684083263413156852008-04-15T10:27:00.002-05:002008-06-18T11:15:49.886-05:00Todos los días; Las Relaciones Personales en el TrabajoPor Karin Schmidt O.<br />Pretendo mostrar de una manera sencilla y didáctica cómo la práctica de la virtud incide sustancialmente en nuestras relaciones personales, y que la contribución que cada uno haga para que el lugar de trabajo sea un espacio al que se quiera volver depende de la vida virtuosa que se pretenda lograr.<br />Todos los días, al levantarme para ir a trabajar o hacer clases, me pregunto varias cosas. Desde luego qué me voy a poner y cómo me voy a peinar. Pero también me vuelvo a preguntar "pues lo hecho el día anterior" de qué forma haré la clase; cómo voy a interesar a los alumnos, qué le voy a decir al encargado de las carpetas. Cada día, me pregunto si alcanzaré a llegar a la hora. Estas preguntas, incluyendo el grano de arena con el que espero contribuir a la educación y formación de mis alumnos, reflejan las preocupaciones con las que encaro mi desempeño laboral. Pero atañen a la organización de mi vida: a cómo me relaciono con mis hijos y mi marido, por ejemplo.<br />Por cierto, hay muchas otras consideraciones de importancia. Y, en mi caso particular, especialmente: desempeño un trabajo donde la materia con la que se elabora el producto final "el curso que enseño "son personas.<br />Lo anterior me conecta también con todos los trabajos y todos los trabajadores "profesionales, directivos y operarios del mundo", pues todos compartimos algunas características esenciales, independientemente de la labor concreta de cada uno. En efecto: todos trabajamos, cual más cual menos, rodeados de otras personas. Y en el desarrollo de esos trabajos buscamos relativamente lo mismo: procurarnos medios para la subsistencia, realizarnos en nuestra vocación, ayudar a la comunidad. Todos estamos hechos, en suma, para trabajar (homo nascitur ad laborem).<br />Como el trabajo permite al hombre cumplir una serie de finalidades con las actividades que realiza, abre un campo enorme de reflexión. Sin embargo, voy a centrarme en las relaciones personales que involucra o significa, y en cómo esas relaciones son campo propicio para la adquisición y práctica de una serie de virtudes que no por sabidas son más ejercidas.<br />Comenzaré con un ejemplo. Hay veces en que debemos saludar a personas a quienes no conocemos, o no queremos ni nos interesa saludar. Situaciones así son oportunidades para apreciar el papel determinante que la familia y el entorno social juegan en la educación de las virtudes, al formar un sedimento de "buena educación" no necesariamente ligado a instrucción formal de algún tipo. Así, alguien bien educado saludará, amablemente, además, a esas personas con quienes se cruzó, sean o no conocidas suyas. Ahora bien: aunque ese saludo parecerá "obligado" o producto de un lazo o vínculo "artificial" que el trabajo ha establecido, dado que el hombre nació y fue creado para trabajar la "obligatoriedad" o "artificialidad" es sólo relativa. Dicho de otra manera: tras haber hecho la instrucción básica y media en la familia, el trabajo es una verdadera escuela para post-graduarse en la virtudes. Es decir, el trabajo es el medio social donde se ponen en práctica las virtudes aprendidas y aprehendidas en la familia.<br />Cuando hablamos de virtudes hablamos de actos que deben repetirse cada día para que lleguen a ser tales. Sólo seré un trabajador o profesional puntual en la medida en que siempre "o casi siempre"llegue a tiempo al lugar de trabajo; a mi sitio concreto de desempeño, a la reunión fijada o con el encargo terminado en la fecha preestablecida. Un conjunto de pequeños actos cotidianos harán que, con el tiempo, adquiera la virtud de la puntualidad y pueda decir, en consecuencia, que soy una persona puntual. La palabra latina virtus procede de vis, que significa fuerza, vigor. Se trata, por tanto, de una capacidad, de un poder para la acción (interior o exterior).<br />Como las relaciones humanas son más fáciles y gratificantes entre quienes poseen virtudes, y más complicadas y retorcidas cuando hay vicios arraigados, resulta útil ver en qué consisten algunas virtudes, y cómo se pueden ir cultivando. He aquí un detalle breve y sistemática, pero al mismo tiempo práctico:<br />1) Veracidad. Seré una persona veraz cuando haya una adecuación entre lo que digo y lo que pienso. Por el contrario, no podrá decirse que soy veraz si, al preguntárseme por qué llegué atrasada, para no decir que me quedé dormida producto del llanto nocturno de mi hijo menor, digo que se atrasó el bus.<br />2) Respeto. Es una forma de reconocimiento, aprecio y valoración de las cualidades de los demás, ya sea por su conocimiento, experiencia o calidad como personas. Así, por ejemplo, no podré decir que soy respetuosa si no he cuidado el trato con otros profesores y alumnos.<br />3) Sinceridad. Esta es una hermosa virtud, que se adquiere cuando aprendemos a conocernos a nosotros mismos. Implica desarrollar la capacidad de percatarnos de nuestros aspectos positivos y de reconocer nuestras imperfecciones (que me esmeraré en mejorar). Para ello, resulta útil escuchar al otro sin ofenderse. Lo mismo ocurrirá con el entorno y los hechos: si aprendemos a percatarnos de ellos tal cual son, los transmitiremos de esa misma manera. No tendremos dobleces, seremos "de una pieza": transparentes, verdaderos. Para adquirir esta virtud puede resultar conveniente un breve examen al final de la jornada, que repase cómo ha sido y apunte a aquellas cosas en las cuales sé o me doy cuenta que debo mejorar. La sinceridad y la humildad son virtudes que ayudan mucho a llevar una vida recta.<br />4) Alegría. ¡Qué atractivas son las personas alegres! ¡Cuánto contribuyen a un buen ambiente! La verdadera alegría es interior y la consiguen quienes ven el lado positivo de las diferentes situaciones que se les presentan, tratando de advertir lo bueno que hay en cada suceso y persona. Por ello, es preciso no confundir alegría con risas y carcajadas; con un cierto bienestar físico y ausencia de preocupaciones. Una de las fuentes de la alegría es la satisfacción y paz que produce el deber cumplido. Hay que evitar la amargura y el descontento (con o sin razón), pues siempre se transmite lo que se lleva dentro. Actitudes tristes no contribuyen al buen ambiente que quisiéramos en nuestro trabajo.<br />5) Honestidad. Es una forma de vivir coherente entre lo que se piensa y la conducta que se tiene hacia los demás. Junto a la justicia, es una virtud que exige dar a cada uno lo que le corresponde. Faltar a la honestidad rompe los vínculos de amistad y de confianza establecidos y desarrollados en el trabajo, la familia y el ambiente social en el que nos desenvolvemos. Si no hay honestidad, la convivencia se hace prácticamente imposible. Más aún: no hay convivencia si las personas somos incapaces de confiar unas en otras.<br />Hay que empeñarse, entonces, en tener la coherencia de vida que los demás esperan. La relación entre la palabra y el ejemplo resulta esencial. Nuestra conducta, querámoslo o no, será siempre evaluada. En mi caso particular, por los alumnos. Como en clase no se trata de representar un papel sino de vivirlo, y aparte que no puede enseñarse lo que se ignora, debo esforzarme por prepararme bien. Así, cultivar mi asignatura me resulta imperioso.<br />6) Afabilidad. La afabilidad es la virtud que inclina a actuar de tal modo que se contribuya a hacer agradable el trato con los demás. Por lo mismo, se expresa de manera muy variada. Así, por ejemplo, la delicadeza en el trato, la alabanza sencilla y natural, el buen recibimiento, el ser acogedor con quien se incorpora a la empresa, el comprender los defectos ajenos, las expresiones de gratitud y cortesía, etc. Cuando las manifestaciones de este tipo son producto de la virtud y no mera formalidad exterior son especialmente valoradas.<br />8) Laboriosidad. Ser laborioso significa hacer con cuidado y esmero las tareas, labores y deberes que a cada uno le corresponden en su particular circunstancia. Procuraré entonces impartir a tiempo la clase y que ésta esté preparada conforme a un cronograma. De lo contrario, habrá un deber mal cumplido, hecho descuidadamente, chapuceramente, improvisadamente. Y además será una falta de respeto a la inteligencia de mis alumnos.<br />9) Comprensión. La capacidad de tener una actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos de otro se llama comprensión. Desde luego, es algo más que "entender" los motivos y circunstancias que rodean un hecho. No basta con saber qué pasa: es necesario dar algo más de uno mismo. La comprensión, que se vive todos los días y en muchos momentos, se hace presente en los detalles pequeños y en las relaciones cotidianas con otras personas. Con aquellos que no terminaron a tiempo su parte del trabajo en equipo, o con aquél que llegó tarde con el informe solicitado"<br />¡Qué importante es ser comprensivos! Quien es comprensivo es también generoso y aprende a disculpar. Confía en los otros y se convierte en una persona a quien los demás saben recurrir en cualquier circunstancia.<br />10) Paciencia. Quien vive la virtud de la paciencia es capaz de afrontar las contrariedades conservando siempre la calma y el equilibrio interior, pues logra comprender mejor la naturaleza de las circunstancias. Además, contribuye a que se logre un ambiente de paz y armonía a su alrededor. Las ocasiones de ejercicio diario de esta virtud son muchas: paciencia con los empleados recién contratados, paciencia con los alumnos que preguntan fuera de lugar. Con las peticiones inoportunas y las imperfecciones ajenas. Uno de los grandes obstáculos que impide el desarrollo de la paciencia es, curiosamente, la impaciencia de esperar resultados a corto plazo sin detenerse a considerar las posibilidades reales de éxito, o el tiempo y esfuerzo requeridos para alcanzar el fin propuesto.<br />11) Servicio. Servir es ayudar a los demás de manera espontánea, teniendo una actitud permanente de colaboración. Quienes han adquirido esta virtud viven continuamente atentos, observando y buscando el momento oportuno para ayudar a alguien. Y están siempre dispuestos a hacernos la tarea más sencilla.<br />12) Sociabilidad. La sociabilidad es otra virtud que se presta para vivir en el trabajo, ya que nos impulsa a buscar y cultivar las relaciones con las personas, compaginando los mutuos intereses e ideas para encaminarlos hacia un fin común, independientemente de las circunstancias personales. En las relaciones profesionales o laborales, por ejemplo, debe interesarnos que las personas desempeñen mejor su trabajo. Para lograr este objetivo, será necesario conocer su entorno familiar y las circunstancias en las que viven; su forma de ser, sus reacciones y las motivaciones por las cuales se rigen. Con estos elementos a la mano, estaremos en condiciones de contribuir al desarrollo individual, profesional y de conjunto en el lugar de trabajo.<br />13) Obediencia. Consiste en someter nuestra voluntad a la orden de otra persona. Pero no por servilismo o ceguera, sino porque en cada trabajo hay formas de relacionarse y personas a quienes se ha confiado la labor de establecer los criterios e impartir las instrucciones. La obediencia no hace consideraciones personales o de situación. No se fija en quién es el que manda sino por qué y para qué lo hace. Para que sea realmente un virtud, debe ir acompañada de la aceptación, por nuestra inteligencia, de la orden impartida; y de la acción, por nuestra voluntad, de las cosas que le atañen. Por cierto que agregando nuestro ingenio y capacidad podremos obtener un resultado igual o mejor del esperado; lo mismo conversando el asunto con quien ha dado el mandato a obedecer. Así, la obediencia es una actitud responsable, de colaboración y participación. El "hacer para cumplir" o "por cumplir" lo hace cualquiera: poner lo que está de nuestra parte transforma la obediencia en una virtud. Y no sólo importante, sino necesaria para las buenas relaciones, la convivencia y el trabajo productivo.<br />14) Prudencia. Esta virtud nos ayuda a discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo. Nos sirve para actuar con mayor conciencia frente a las situaciones ordinarias de la vida, al tiempo que nos ayuda a reflexionar y considerar los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones. Su resultado es un actuar correcto en cualquier circunstancia. La prudencia se manifestará cuando hagamos bien nuestro trabajo, aprovechemos nuestro tiempo, cumplamos nuestras obligaciones, tratemos a los demás amablemente preocupándonos por ellos.<br />La virtud de la prudencia nos hace tener un trato justo y lleno de generosidad hacia los demás; nos forja una personalidad recia, segura y perseverante; nos hace capaces de comprometernos en todo y con todos, permitiéndonos tener y transmitir confianza y estabilidad a quienes nos rodean.<br />En fin, la lista podría ser interminable. Sólo he querido dar con algunos puntos centrales que pueden mejorar nuestras relaciones humanas. Vale la pena recordar que ninguno de nosotros puede sentirse una obra acabada y siempre habrá que dar la lucha por ser mejor. A propósito, quizás pueda traerse a colación el tan olvidado lema de los pensadores clásicos: "Vencerse uno mismo". Luchar en una batalla que no sólo me hará mejor a mí sino también a todos los que conmigo conviven. He ahí la clave para tener relaciones más humanas en el trabajo, y ello, todos los días. El hábito hace al virtuoso.<br />Todo lo que hacemos nos mejora o nos perjudica. Y, en definitiva, nos cambia. Así, lo que hagamos no es indiferente, ya que repercutirá en nosotros mismos y también en los demás. Frente a ello caben dos alternativas: o nos empeñamos en ejecutar actos perfectivos que incrementen nuestra personalidad y nos hagan por ende más libres "pues seremos capaces de hacer el bien que queremos"o, por el contrario, nos dejamos estar yendo inexorablemente a menos, deshumanizándonos y afectando a quienes se relacionan con nosotros. Por lo que a la pregunta "¿Cómo relacionarse bien con los demás?", la respuesta puede darse con una sola palabra: "Virtud".Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6284996830363953028.post-23029022930752681732008-04-15T10:25:00.001-05:002008-06-18T11:14:41.460-05:00Ambientes laborales productivosRamón Florenzano Urzúa<br /><br />El ambiente laboral es un elemento de gran importancia en la satisfacción personal de la vida adulta y ayuda a lograr un equilibrio vital en relación con la trascendencia; traducido básicamente en estabilidad psicológica, auto estima adecuada e integración armónica entre vida familiar y trabajo.<br /><br />Sin embargo, y económicamente hablando, el ambiente laboral también es importante para las empresas, pues resulta el modo de expresión de su cultura organizacional; en el que destaca fundamentalmente el clima organizacional. Por él se entiende la percepción que tiene cada miembro de lo que vive.<br /><br />Dado que las percepciones afectan las conductas de las personas, el clima ético es la pieza clave para lograr un equilibrio en el ambiente de la empresa. Este clima, que, entre otras cosas, puede verse reflejado en la preocupación por la calidad de vida de los trabajadores, también trae consigo efectos rentables. Así, por ejemplo, y al mejorar el funcionamiento financiero, se incrementa el valor de mercado y la productividad; reduce costos operativos; mejora la habilidad para retener y atraer a los mejores empleados; fortalece la confianza y lealtad de quienes ya están en la empresa; reduce el ausentismo; y fortalece la imagen corporativa.<br /><br />El hombre fue creado para trabajar. Hay una satisfacción personal en sentirse útil y "ganar el pan con el sudor de la frente". Pero para lograr un ambiente laboral productivo es básico que exista buen trato y cordialidad. Dado que se trata de un lugar en el que se estará la mayor cantidad de horas de la vida, todo lo que se haga para reducir las tensiones entre la motivación y el estrés dará sus frutos.<br /><br />En efecto, la motivación implica un cierto nivel de exigencia, un estrés normal. Sin embargo, muchas veces se produce en exceso, generándose el llamado síndrome de burnout; cuyas causas pueden clasificarse en estresores externos e internos.<br /><br />Los primeros refieren al ambiente físico (ruido, luces, calor, encierro); la interacción social (agresión, descontrol); a estructuras organizacionales (normas y reglamentos excesivos, plazos perentorios); y a acontecimientos vitales (muertes, separaciones, pérdidas, promociones).<br /><br />Los segundos están reflejados en estilos personales de vida (abuso de alcohol, drogas o cafeína); dietas mal balanceadas; falta de ejercicio (sedentarismo); falta de sueño; de tiempo libre, de meditación o simplemente propio.<br /><br />Según Rosen y Berger, los elementos que conforman los ambientes laborales productivos "y que se dan en las empresas sanas"son los siguientes:<br /><br />1. Respeto real a la dignidad de las personas. Evitando la retórica del mismo, se trata de demostrarlo y vivirlo con políticas verdaderas. En este sentido, la confianza es básica en los trabajadores. Para desarrollarla "junto al consecuente respeto"quienes conducen una compañía deben indicar el rumbo con el ejemplo; compartir la información buena y la mala; explicitar el pensamiento y el estilo personal en la toma de decisiones; evitar las críticas o los favores personalizados; aplicar premios y sanciones de modo equitativo; y, a la hora de recompensar, hacerlo públicamente.<br /><br />2. Valorar y reconocer las destrezas - experiencias de los trabajadores. Ellas valen para la empresa. Así, resulta clave expresar reconocimiento al equipo de trabajo; identificar qué es lo que los motiva; compensar los esfuerzos o logros obtenidos más que el tiempo empleado en ellos; prestar atención a los modales; y aprender a criticar acciones y no personas.<br /><br />3. Calidad de la comunicación. Aunque existen diferentes tipos de comunicación (verbal, escrita, no verbal), siempre se comunica. Es así como el silencio también es un mensaje. La comunicación debe ser clara y la información oportuna. Los problemas relacionados con el secreto (memorándum confidenciales, reuniones a puertas cerradas, rumores, etc.) aumentan el clima de temor o inseguridad. Existen algunas indicaciones valiosas para aprender a comunicar bien: Escuchar siempre antes de mandar; concentrar la atención evitando distractores; ser asertivo para explicitar lo que se espera de los empleados; promover la información periódica (memoranda, boletines, intranet, etc. ); y saber enfrentar-negociar los conflictos.<br /><br />4. Cuidado de la conducta ética. Existe un estudio de Vardi y Weiner (2001) que, al correlacionar clima organizacional y ético de la empresa con conductas negativas al interior de la misma, llegó a la conclusión de que a mejor clima laboral menos conductas negativas (uso privado del teléfono o de fotocopiadora, atrasos o ausencias sin permiso, acepto de sobornos, almuerzos largos, sabotaje, trabajo lento deliberado, gasto excesivo de insumos, favoritismo hacia personas, echarle la culpa a otros, abuso verbal o sexual, robo a colaboradores, etc.).<br /><br />En fin, debemos tener presente que pasamos la mayor parte de nuestra vida adulta trabajando, por lo que resulta básico transformar el trabajo "y el lugar en que se lleva a cabo"en una experiencia grata y crecedora. Una forma de focalizar el esfuerzo hacia la mejoría de los ambientes laborales es cuantificarlo con indicadores mensurables.Unknownnoreply@blogger.com0