Coordinación de ética de las profesiones

Coordinación de éticas profesionales

La coordinación de ética de las profesiones, surge como respuesta a la demanda de los cursos de ética profesional que imparte el Departamento de Teología de la Sede de Coquimbo.
Es una instancia académica que permite potenciar el trabajo de los profesores que imparten dichas asignaturas.
Como también busca potenciar la formación ético moral declarada en el proyecto educativo de nuestra universidad.

Frentes de acción periodo 2008-2010:


1.- GESTIÓN


ACCIONES:
Coordinación con los jefes de carreras sobre los contenidos y metodologías de las éticas profesionales.
Contacto con otras unidades académicas que imparten ética profesional en la sede; Medicina, Escuela de Derecho.
Establecer red de apoyo con dichas unidades.
Recensión de programas de ética profesional de otras universidades.
Red de contacto con centros de ética.
Contacto y relación con instancias de servicios en el ámbito de la ética en la Universidad y en la Sede Coquimbo (Comité de Bioética).


2.- DOCENCIA:

ACCIONES:


Mejoramiento de las tics para las clases por medio de la creación de una pagina web institucional
Mejoramiento de bibliografía sobre temas de ética profesional.
Consolidación de equipo interdisciplinario.
Coordinación con los profesores de la asignatura
Incorporar metodologías interactivas: actividades en terreno, visita de profesionales, presencia de Colegios Profesionales (Asociaciones Gremiales), foros, talleres, etc

3.- ELABORACIONES (extra de la coordinación)

Trabajo en los programas de asignatura.
Formulación de programas en base a competencias.
Formulación de programas conforme al proyecto educativo UCN, los perfiles de egreso de las carreras…
Recensión de programas ética profesional de toda la UCN
Hacer investigación sobre ética de las profesiones.
Participar en proyectos relacionados con la temática.
Crear espacios que permitan hacer conciencia de la transversalidad de la formación ética de los futuros profesionales, involucrando a los jefes de carrera y académico de las demás disciplinas

martes, 10 de noviembre de 2009

Economía y Ética

Congreso de Ética 2009
Universidad Alberto Hurtado
ECONOMÍA Y ÉTICA
Joseph Ramos
Facultad de Economía y Negocios
Universidad de Chile

Introducción
Si bien la economía moderna nace de la filosofía moral, la economía y la ética tienen
una relación incómoda. Por un lado, como cualquier otra actividad, la actividad económica es,o debe ser, regida por consideraciones éticas. Y el juicio ético habitual al respecto es bastante crítico. La actividad económica ha tendida a ser vista por la mayoría de pensadores al menos con sospecha si no como un claro mal, aunque tal vez un mal menor. En efecto, se considera que la actividad económica no sólo va dirigida a satisfacer los apetitos menos nobles del ser humano sino que apela a las motivaciones más bajas: en economías de mercado, al provecho propio. Es un avance solo en comparación con el sometimiento y explotación que caracterizaron las sociedades esclavistas y feudales. Solo en forma muy excepcional (aparte de
relaciones dentro del núcleo familiar) se ha fundado la actividad económica en motivos benévolos, altruistas o solidarios. No es de extrañar, pues, que hasta épocas recientes se haya considerado la actividad económica como inapropiada para un caballero, tolerándose esta sólo como una necesidad.
Por otro lado, y tal vez como un intento de liberarse de esta crítica, muchos
economistas han insistido en la necesidad de distinguir la economía positiva de la normativa.
La primera, la que caracterizaría la teoría económica, pretende predecir el comportamiento económico, sin enjuiciar conductas. Sería dominio de la segunda, la economía normativa – el enjuiciamiento de la economía aplicada, donde se valoran alternativas u opciones de políticas según criterios éticos y normativos. Mas, insistiría que ni siquiera la teoría económica se escapa de la ética. En efecto, es imposible predecir el comportamiento humano si no se toma en cuenta los condicionantes éticos que mueven al hombre.
Es mi convicción, pues, que la ética y la economía están intrañablemente relacionados, tanto en la teoría económica como en la política económica así como, por cierto, en la actividad económica. En lo que sigue quisiera indicar lo que considero los 5 interfaces principales entre ambos.1
Mas antes, aclaro que considero equivocado el menosprecio que algunos tienen por la
economía. La economía, por cierto, se refiere principalmente a los bienes y servicios que se producen y se intercambian en el mercado. Si bien todos los estudios muestran que la felicidad del hombre depende principalmente de su satisfacción afectiva (buenas relaciones de pareja, con sus hijos y con amigos) así como su autorrealización, hasta cierto umbral mínimo material,lo económico importa mucho. En efecto, lo material no será lo más importante en generar felicidad, pero la insuficiencia material sí puede generar infelicidad. De tal modo considero –
sobre todo para nuestro Chile y América Latina – que el desarrollo económico y la eliminación de la pobreza es tal vez la manera privilegiada para amar al prójimo en nuestra generación. Por eso el trabajar por el desarrollo económico, sea en el diseño de buenas políticas sea en la gestión de empresas cada vez más eficientes y generadoras de empleos más productivos, es una causa noble.

Tema 1: La paradoja valórica del mercado
El mercado requiere de ética para su funcionamiento – honestidad, confianza, buena
voluntad. A título ilustrativo, piensen en el epicentro de la economía capitalista, la Bolsa. Su operación sería imposible si toda transacción tuviera que hacerse por contrato y firma frente a notario. En efecto, gran parte de las transacciones económicas se hacen sin contrato y los contratos que sí se escriben, se hacen con importantes lagunas. No toda contingencia es, ni puede ser, considerada. De tener que redactar un contrato con cláusulas explicitas para toda contingencia, se frenaría la mayor parte de la actividad económica, entre otras cosas, por dudar de la buena voluntad del otro que exigiera tantas cláusulas! De hecho la judicialización de
mucha de la actividad económica en EEUU está teniendo un alto costo en competitividad
frente a sociedades menos legalistas, donde rige la confianza, como Japón2.
Esto en cuánto a la microeconomía. Mas los valores son decisivos también en la
macroeconomía. De hecho una de las explicaciones clásicas del desarrollo de Europa, la de Max Weber, es una explicación sobre la base de valores – de esfuerzo, responsabilidad, honestidad, frugalidad y ahorro – lo que él denominó la “ética Protestante”. Quien dudaría que una economía de mercado pero con la ética de trabajo del “hippie”, la falta de austeridad del “yuppie” y la moral del “yo ista” (me first”) estaría condenada al subdesarrollo así como fueron las sociedades con la ética de trabajo del caballero y de consumo conspicuo del aristócrata.
La ética, pues, no es tanto un freno a la economía como un aliciente. Un problema, sin embargo, es que la economía de mercado no sólo usufructúa de la ética social, si no que la puede corroer3. En efecto, en la medida que el intercambio en el mercado se caracterize principal o exclusivamente por cada uno persiguiendo su propio interés, la aplicación sistemática de este principio, sobre todo, si se excede – con oportunismo, engaño, trampa –
corroe y eventualmente socava el capital moral necesario para su propio funcionamiento. Y aunque no se exceda, ¿cómo contener la persecución del interés propio a la esfera económica, mientras se cultiva solidaridad en la esfera pública y altruismo y amor en la esfera personal/afectiva?
En efecto, un primer interfaz entre economía y ética es que la economía consume la
ética o capital social de una sociedad, pero no contribuye a la generación y mantención de la misma, con lo que a la postre socava sus propios cimientos.

Tema 2: El ámbito principal del mercado es lo intercambiable Pero ¿tiene límites lo
intercambiable? 4
En primer lugar, no todo es intercambiable. El cariño no se compra. Pretender comprar
o transarlo es conseguir otra cosa, prostitución, pero no amor.
En segundo lugar, muchas veces en el intento de pasar un bien o servicio a la esfera de intercambio se desvaloriza el bien. Un primer ejemplo anecdótico real. Una sala cuna tenía el problema de que 10% de los papás solía llegar tarde a recoger sus hijos, lo que le obligaba a algunas tías quedarse por una jornada más larga a la anticipada. Por tanto, pusieron una multa para frenar el atraso. Sin embargo, al poner la multa aumentó el porcentaje que llegaba atrasado a 30%, pues ya no lo consideraban un abuso, sino el precio que se pagaba por el atraso. Un segundo ejemplo. En el intento de conseguir más sangre, sobre todo de los tipos que
escaseaban, se comenzó a pagar por la sangre. El efecto no deseado fue que las donaciones voluntarias de sangre cayeron bruscamente. Lo que se hacía para salvar vida, que no tenía precio, ahora tenía precio, por lo que las donaciones voluntarias se vinieron abajo.5
Tercero, aún cuando no se desvalorize el bien a intercambiarse, ¿deberá permitirse todo intercambio entre adultos con libre consentimiento? La economía no tiene los recursos propios para contestar esta pregunta. Inclusive las dos condiciones, que sean intercambios entre adultos y con libre consentimiento no provienen de la economía si no de la ética.
Por ejemplo, no es un tema teórico, si no práctico, ¿si se debería permitir el trabajo infantil, con tal que los padres lo autorizen? De hecho la OIT estima que 13% de los niños menores a 12 años en el mundo (110 millones) trabaja6.
O, ¿debería permitirse la compra-venta de órganos? ¿Basta para que haya una transacción socialmente provechosa, como para otros bienes, que una persona prefiera US$ 10.000 a 2 riñones, por tanto esté dispuesto a vender uno por ese precio, y otro prefiera un buen riñon a US$ 10.000 por lo que compre ello? Todos celebramos la donación voluntaria. Pero ¿permitiríamos un mercado abierto (pues, de hecho, hay un mercado negro en ello)? La economía sin más diría que, como ambos pueden beneficiarse, según sus propios criterios,frenar este intercambio es reducir la “utilidad social”. O ¿es que este es un intercambio “desesperado”, por lo tanto no realmente libre, como cuando me das la alternativa de recibir un balazo o saltar de un buque en alta mar? La economía sencillamente no tiene los recursos para decidir si debe haber algún límite a lo intercambiable o si este intercambio es realmente
libre.
O ¿debería permitirse el “arriendo de vientres” para gestar el espermio y óvulo de una pareja que no puede tener hijos? De nuevo, la que haga esto voluntariamente es, con razón, altamente valorada por la sociedad. Pero la que lo hace por dinero, ¿es explotada? o ¿viola su propia dignidad? Este tampoco es un tema teórico. Un artículo reciente del Economist lo trató en extenso.7 Y surgen interrogantes ¿de quien es de “verdad” la guagua (supuesto que la madre postiza decida querer quedarse con la guagua)? California considera que es la madre que dio el óvulo y no la madre en cuyo vientre se gestó la guagua.
Una vez más, no es la economía la que tiene los recursos para fijar los límites de lo
intercambiable, si no la ética. De hecho, no fue la economía la que prohibió "contratos de venta o arriendo de largo plazo de mano de obra”, si no la convicción moral que ello conducía a la esclavitud y así fue excluido por considerarse un intercambio desesperado.
Tema 3: Competencia vs. Cooperación
Indudablemente, la competencia es un instrumento formidable de organización social.
Es un gran hallazgo el de Adán Smith, con su metáfora de la mano invisible, que muestra como seres “caídos” como nosotros, inclusive egoístas puros, solo buscando su provecho propio, pueden, a través de la competencia, canalizar sus esfuerzos en pos del bien social.
Pero a veces, en nuestra oda al mercado, nos quedamos sólo con esa metáfora y nos
olvidamos de la metáfora del “semáforo quemado”. En efecto, imagínense en su auto en la mañana bajando por Providencia y llegando a Vicuña MacKenna, y, de repente, se quema el semáforo de Plaza Italia. Cada auto, intentando cruzar, lo único que logra es agravar la situación para todos, incluyéndose a sí mismo. La competencia en esta situación empeora la situación para todos, no la soluciona. Ha habido una falla de coordinación. Ahí se necesita la mano del coordinador (un carabinero o buen ciudadano) que deje pasar 20 autos de un lado y después 20 del otro. La competencia aquí agrava en lugar de aliviar la situación.
Son muchas las situaciones en la economía cuando se necesita la cooperación y no sólo la competencia. En el ámbito macro, pensemos en la crisis actual en Chile. La razón principal que ha caído la producción y aumentado el desempleo es que los chilenos han recortado fuertemente sus gastos, no tanto porque han caído sus ingresos, si no porque es imposible ver noticias tan alarmantes del exterior sin asustarse y decidir recortar gastos por si acaso. Mas esta prudencia individual cuando se multiplica por 16 millones de chilenos produce la recesión que se teme. Impedir esto requiere de una acción contra cíclica del gobierno (el coordinador) para inducir mayor gasto (reduciendo los intereses y los impuestos para inducir mayores compras y
aumentando el gasto público). Lo que es locura para cada individuo por sí solo (gastar más)tiene sentido para el colectivo.
La cooperación es también central en la microeconomía, no sólo la competencia8. Al
interior de la empresa se organiza la producción no por acuerdos de mercado si no por
coordinación y cooperación. Se compite hacia fuera de la empresa pero se coopera hacia adentro. Y es esa cooperación la fuente de las mejoras en productividad, eficiencia y calidad de productos en la economía.
Al sobre enfatizar la competencia, la metáfora de la mano invisible y la posibilidad de producir inclusive con egoístas se descuida de este otro organizador social, la cooperación, tanto o más potente, que no puede sobrevivir con egoístas, si no requiere de valores como la confianza, la honestidad, la autodisciplina, la responsabilidad, sentido de justicia, etc.
Tema 4: El homo economicus: ¿es sólo o principalmente movido por intereses
económicos (monetarios)? Que duda cabe que si uno está decidiendo si jubilarse con un retiro programado o con una renta vitalicia que la principal consideración será cuál renta más. Sin embargo, no todas las decisiones son así. Solo a título de ejemplo, si uno quisiera predecir cuántos hijos va a tener una pareja, se equivocaría del todo si considerase que la decisión fuera ese número que maximizara el ingreso familiar per capita. En efecto, normalmente se maximizaría el ingreso familiar per capita con ambos trabajando y sin hijos. Mas observamos que la gran mayoría de las parejas tienen varios hijos, lo que francamente disminuye su ingreso familiar per capita. La
motivación principal en este caso no es monetaria (de hecho, empeora el nivel medio de vida familiar), sino afectiva.
Asimismo, si bien todos desean un ingreso “decente”, no se explicaría que hubiera
jóvenes que opten por carreras relativamente mal pagadas, como periodismo, arquitectura, enfermería, trabajo social o pedagogía si la consideración principal fuera la monetaria. La autorrealización es un factor clave en esta decisión, tanto o más que las consideraciones monetarias. Asimismo, en el caso de las mujeres, resulta consideración clave en la elección de carrera y trabajo la posibilidad de tener un trabajo que admita de una jornada parcial o de una participación intermitente, para poder conciliarlo con su deseo de tener familia (un factor obviamente no monetario).
Aparte de estos macro ejemplos, hay ejemplos experimentales así como reales que
muestran que si bien hay egoístas puros (y todos tenemos algo de egoísta), la mayoría de nosotros 1) somos movidos por un sentido de justicia y no sólo por provecho propio y 2)estamos dispuestos a ser nuestra parte si los demás hacen la suya.9 Ambas consideraciones están en abierta contradicción con la lógica egoísta, característico del supuesto “homo economicus”.
Por ejemplo, innumerable experimentos con el juego del “ultimátum” muestran que las
personas no se mueven solo o principalmente por motivos egoístas. En este ejercicio se les presenta a dos desconocidos la siguiente opción. Se les dará $100.000 bajo la siguiente condición. La persona A le propone a la persona B como se ha de repartir ese dinero, si 90.000 – 10.000, 80.000-20.000, … 50.000-50.000. Si B acepta ambos se quedan con los $100.000 según la repartición propuesta y aceptada. En cambio si B rechaza la propuesta ambos se quedan con $0. No se permite discusión o negociación. Si bien no hay respuesta correcta, típicamente reparticiones menores a 70-30 son rechazadas. Esto es en total violación del presupuesto del homo economicus, pues este debería ofrecer una división 99.000-1.000 en anticipación que B la acepte pues B o se queda con $1.000 (si acepta) o se queda sin nada (si rechaza la división). Como $1.000 es más que $0, B debería aceptar la división de 99-1. Sin embargo, no es así. La mayoría de B rechazan ofertas de menos de 70-30 pues consideran que
ha sido una división injusta. Pese a que se quedarán sin nada, de este modo sancionan al que consideran injusto, ya que el otro también se quedará sin nada. El que muchos A ofrezcan 50-50 o 60-40 se debe o a que ellos mismos quisieran ser justos o porque creen que mucha gente tiene un sentido de la justicia que quedaría ofendida si se les ofrece menos. Confirma esta interpretación una variación del juego anterior. Ahora A no decide que división hacer, si no que saca un número de una computadora que le dice que división proponer. En este caso, los B están mucho más dispuestos a aceptar reparticiones bien desiguales, pues la repartición desigual no es “culpa” del otro si no que fue pura suerte.
En la vida real se observa que por este sentido de justicia, en crisis, somos mucho más reacios a aceptar caídas en nuestros salarios reales por medio de caídas en el salario nominal (con los precios fijos) que por medio de aumentos en los precios, con los salarios nominales constante. En efecto, la caída en el salario nominal la percibimos como doblemente mala: cae nuestro ingreso real (pues tenemos menor salario nominal) y además creemos que nuestro salario ha caído relativo a los demás (pues no podemos saber que los de ellos también han caído), lo que nos parece doblemente injusto. En cambio, si nuestro salario real cae porque sube el nivel de precios, sufrimos sólo un mal, el menor ingreso real; pero como la inflación
afectó a todos, no creemos que hemos sufrido una caída en nuestro salario relativo, por lo que no nos parece tan injusto. Por esta misma razón las empresas son reacias a reducir los salarios a su personal, en crisis, pues temen que sus trabajadores se esfuerzen menos por considerar injusto la rebaja. Todo esto muestra la importancia del sentido de justicia en la economía10.
En otros experimentos se muestra que la gente está predispuesta a colaborar si los demás hacen su parte. Por ejemplo, en el “juego de bien público” se le da $10.000 a cada uno de 4 participantes, quienes no se conocen entre sí y no se volverán a ver. Se les indica que por cada $1.000 que se coloca en el pozo común, el observador doblará el monto en el pozo. De ahí que si, por ejemplo, cada uno deposita $5.000, el pozo llega a $20.000 más los $20.000 adicionales que el observador pone. Ahí se reparte el pozo por igual, con lo que cada uno termina recibiendo $10.000, como su parte del pozo, que, sumado a lo que tenía, hace que tengan $15.000 cada uno o, en total $60.000. Por cierto, si solo uno coloca $5.000, el pozo crece a $10.000, con lo que cada uno recibe $2.500 de vuelta. De ahí que conviene que los demás pongan y uno no, pues el que puso los $5.000 sólo recibe $2.500 de vuelta, quedándose con un
total de $7.500, mientras que los que no colocaron nada, incrementan su total de $10.000 a $12.500 cada uno. El homo economicus, egoísta por naturaleza, aportará nada al pozo, ansiando que los demás pongan. Sin embargo, en los experimentos realizados típicamente se observa que, a diferencia del egoísta que coloca $0, la mayoría de las personas coloca una cifra del orden de $5.000. Esto muestra que hay una predisposición a cooperar; y además se cree que los demás van a hacer su parte.
En el mundo real se observa esto en muchas situaciones. Por ejemplo, en una época yo
les mostraba a amigos extranjeros el centro de Santiago. Cuando íbamos por Paseo Ahumada ellos consideraban que los chilenos eran chanchos pues la calle estaba llena de papeles, puchos y restos de comida. Entonces los llevaba a la estación del metro de la Universidad de Chile.
Cual era su sorpresa cuando veían lo limpio que era. Entonces me decían que los chilenos eran “suizos”. ¿Qué convertía a los “suizos del metro en los “chanchos” de Paseo Ahumada? Obviamente que si uno ve muchos papeles en la calle (como en el Paseo Ahumada) ¿qué tanto importa un papel más? En cambio, como el Metro se mantiene limpio (siempre tiene que haber alguien para los 5% verdaderamente chanchos), el 95% de nosotros no bota su papel en la estación. Estamos dispuestos a hacer nuestra parte si los demás hacen la suya.
Este ejemplo pedestre tiene importantes analogías en la vida económica. Por ejemplo, si uno cree que la mayoría de la gente cumple con pagar sus impuestos, entonces uno está más dispuesto a pagar su parte y no evadir. En cambio, si uno está en una sociedad donde la mayoría evade, y mucho, uno – aunque honesto – se sentiría estúpido si pagara su parte. Por lo tanto también evade, con lo que se genera un círculo vicioso y el problema se agrava.
De igual modo, es posible que uno esté dispuesto a pagar 5% más de impuestos con tal
que los demás lo hagan y así se pueda eliminar la pobreza. En cambio, si uno solo fuera él que diera, sería reacio. Por ejemplo, observemos el cuadro que sigue. Si
Los demás dan 5% Los demás dan nada Yo doy 5% Pobreza = 0% Pobreza = 13-%
Yo doy nada Pobreza = 0+% Pobreza sigue igual =13% nadie da nada, la pobreza sigue en 13%. Si todos pagamos 5% más de impuestos, la pobreza se elimina. Hay dos situaciones intermedias: donde yo doy 5% y los demás dan nada, en cuyo caso la pobreza es casi 13%; y la segunda, donde los demás dan 5% y yo no pongo nada, donde la pobreza virtualmente se elimina (es marginalmente superior a 0%). El egoísta preferirá esta
última opción, pues se elimina virtualmente la pobreza (cosa que le gusta) y él se queda con su ingreso (cosa que también le gusta).
Sin embargo, si la persona es de los que quiere participar en la solución del problema de la pobreza, entonces él preferirá él también dar 5% y hacer su parte. Resulta que muchas personas son así, por lo que, pese a que no estaban dispuestos a donar 5% a los pobres, sí están dispuestos a apoyar una ley que grave sus ingresos en 5% así como a los de los demás, para así cumplir un importante fin social, como es poner fin a la pobreza. Finalmente, hay los verdaderamente heroicos, los motivado por una ética Kantiana, que hacen su parte aún cuando los demás no hacen la suya, pues siempre actúan de tal forma que su principio de actuación fuera generalizable. No obstante, el punto es que no sólo hay egoístas y heroicos si no también buena parte de las personas, y tal vez, la mayoría, son “cooperadores condicionales”,dispuestos a hacer su parte con tal que los demás hagan la suya.
O sea, la economía convencional se equivoca cuando supone que todos actúan exclusivamente movido por su provecho propio, sin consideraciones de justicia. No seremos Madre Teresas o Padre Hurtados, pero la mayoría de nosotros está dispuesta a hacer su parte si los demás hacen la suya. Por lo que la política pública debe diseñarse para despertar este tipo de colaboración y no ignorarla. De igual modo debemos estar conscientes que la gente es movida por consideraciones de justicia. Y reaccionarán a lo que consideran un trato injusto, esforzándose menos, lo que es particularmente evidente en el mercado laboral.

Tema 5: La política económica o economía aplicada
Típicamente en cualquier asunto económico hay opciones. Raras veces hay sólo un curso
de acción, con lo que las consecuencias son inevitables. Donde hay opción, por definición, entran consideraciones valóricas y no solo monetarias para dirimir qué curso de acción tomar.
Por el contrario, es tan raro que no haya opción que habría que sospechar si un Ministro de Hacienda, por ejemplo, insistiera que algún curso de acción fuera inevitable. Más probablemente pretende imponer su juicio valórico tácito. Por ejemplo, puede que el Ministro considere que evitar mayor desempleo en la actualidad requiera no elevar el salario mínimo.
Mas su postura, la de no subir el mínimo, es absolutamente válida si solo importa el empleo y no el nivel del mínimo. Otro, en cambio, podría pensar que aceptar cierto incremento en el desempleo puede valer la pena de elevar en forma significativa el mínimo. Cuál opción es mejor no puede ser determinada por la economía, si no requiere de una valoración ética. Por lo tanto, en la política económica suelen haber opciones y el criterio técnico no puede elegir entre ellas, si no la decisión de cuál es mejor necesariamente requiere de un juicio valórico relativo de las opciones. O sea, el juicio ético es intrínseco a toda la política económica.
Por cierto, pocos son los que tendrían derecho a lanzar la primera piedra en esta materia.
En efecto, todos pecamos en ver lo que queremos ver, o considerar nuestros propios valores como tan obvios que nadie pudiera disentir de ellos.
Conclusión
En conclusión, no es el propósito de este trabajo negar el importante contenido técnico de la economía. Sin embargo, advierto el peligro de que muchos en la profesión tendamos a exagerar el carácter aséptico y técnico de la economía y a menospreciar, cuando no pasar por alto, el contenido valórico de la misma. En el mejor de los casos pecamos de ingenuidad. En el peor de los casos, de intento de encubrimiento.
Esta tendencia de pasar por alto lo valórico o relegarlo a notas a pie de la pagina se ha agravado por dos consideraciones adicionales. Primero, una tendencia reduccionista en la economía: de maximizar una función de bienestar social, pasamos a una función social que es la simple suma de las utilidades individuales, como si estas fueran independientes entre sí – y como hemos visto, nos importa mucho los demás y como nos va respecto ellos. Y finalmente la reducción tácita de la utilidad individual al aspecto monetario, cuando, como hemos visto, nos importa mucho también que seamos tratados en forma justa.
En segundo lugar, hemos tendido a cierto “imperialismo”. El éxito del aparataje
económico, la posibilidad de medir y cuantificarlo, nos ha impelido a aplicar el mismo tipo de análisis a ámbitos aparentemente ajenos a la economía, como son el crimen, el matrimonio, la política, entre tantos campos más. No cabe duda que se enriquece el análisis cuando se incorporan intuiciones de varias disciplinas. Mas si la economía entra como “la” explicación fundamental, y esta entrada es de la economía en su forma más reduccionista, no es de extrañar que se nos vea como arrogantes. El conjunto de estas tendencias – el pasar por alto lo valórico, el reduccionismo y cierto imperialismo disciplinario - explica, en mi opinión, gran parte de la
incomunicación entre muchos economistas y teólogos, filósofos y otros cientistas sociales.
Superarlo requiere de una mucho mayor conciencia de parte de los economistas de los
múltiples interfaces entre la economía y lo valórico.

1 Ver, por ejemplo, Joseph Ramos, Más allá que la economía, más acá de la utopía (CIEPLAN, Santiago,1991).
2 Véase al respecto el libro de F. Fukuyama, Trust (Simon and Schuster, 1995, New York).
3 Ver al respecto, por ejemplo, I. Kristol, “Capitalism, socialism and nihilism”, The Public Interest 1973).
4 Ver al respecto M. Walzer, Spheres of Justice, (Basic Books, New York, 1983).
5 Ver lo obra clásica al respecto de Richard Titmuss, The Gift Relationship: from human blood to social policy (The New Press, 1997, New York).
6 Ver, por ejemplo, K. Basu “The economics of child labor” en Scientific American, octubre de 2003.
7 Ver “Buying babies bit by bit” en The Economist, 23 de diciembre de 2006.
8 Ver al respecto, por ejemplo, R. Axelrod, The evolution of cooperation ((Basi Books, New Cork, 1984) y B. Barry y R. Hardin (eds.) Rational Man and Irrational Society (Sage Publications, California, 1982).
9 Ver al respecto Gintis, Bowles, Boyd y Fehr (eds.) Moral sentiments and material interests (MIT Press, Cambridge, 2008) y Sigmund, Fehr y Nowak, “The economics of fair play”, The Scientific American (enero de 2002).
10 Ver al respecto, G. Akerlof y R. Shiller Animal Spirits (Princeton University Press, 2009)